Música y folclor

Cristóbal Passo Molina, príncipe del acordeón

Gustavo A. Carreño Jiménez

27/08/2025 - 06:45

 

Cristóbal Passo Molina, príncipe del acordeón
Cristóbal Passo Molina / Foto: créditos a su autor

 

Por aquellos días en mi natal Santa Ana (Magdalena), el sol indolente caía tórridamente sobre sus casas, castillos de palma y bahareque en su gran mayoría pintadas de un blanco inmaculado, vestidas con cenefas que explotaban en colores vivos contra el polvo, susurraban historias de tiempos olvidados. Apenas surgían tímidas las primeras viviendas hechas de material, cemento y ladrillo, presagio de un progreso que parecía un sueño distante, suspendido entre el ayer y el mañana.

Los cuerpos se recostaban en hamacas que mecía el sol, extendidos en un letargo plasmado de sudor y quietud, mientras el viento arrastraba hacia sus arenosas calles una nube eterna de polvo y memoria. Todo giraba en una quietud casi sagrada, adornada por la lenta danza de la melancolía, dolorosa y dulce, fruto silencioso del olvido, del abandono que pesaba como las sombras al final del día.

A distancia, no muy lejana, por cierto, en el patio colindante entre las familias López Delgado y Royero Serpa, vecinos de enfrente, en el traspatio de una modesta casona constantemente se escuchaba el sonido de un acordeón, a veces melancólico, a veces alegre, y junto a él los demás instrumentos del conjunto, caja, guacharaca y canto. Se trataba del conjunto vallenato de Don Cristóbal Passo Molina, “Cristobita” o “Passito” con cariño le llamaban, era la primera vez que mis oídos escucharon el sonido de un acordeón.

Así, se fue puliendo y afinando entre los santaneros de mi generación el oído, gusto, aprecio y valoración de una música nacida desde los más profundo del alma caribe, la música vallenata y ahí, casi en el centro de ese patio arenoso, debajo de un frondoso árbol de tamarindo estaba él, Don Cristóbal, las rutinas de toque eran a cualquier hora de día, por la mañana, la tarde o la noche, no era ruido, era melodía, ensoñación, arte, música.

Passito fue un músico completo, tocaba, componía y cantaba, diestro en el manejo del instrumento rizado, hombre sencillo, como todo juglar, empírico, permanentemente risueño, amable, de regular estatura, cabellos lisos que se podían apreciar al quitarse su inseparable sombrero vueltiao para saludar a la gente, de manos versátiles, ligeras, ágiles, las notas nacidas de su acordeón era una prolongación de su corporalidad, la estampa era la de un príncipe llegado de un reino lejano, y efectivamente, el tiempo, que todo lo cura, esclarece y pone en su lugar, nos permitió descubrir su verdadero linaje.      

Era descendiente de una de las dinastías de más rancio aliño y brillo dentro de la música de acordeones del Caribe colombiano, de las primeras en emerger al interior del Magdalena Grande[1]. Su ascendencia musical se remonta a finales del siglo XIX o principios del siglo XX, con orígenes en la unión de Nicolás Passo, radicado en Plato procedente de Cartagena y la plateña Estebana Castro Molina, de la cual nacen cuatro herederos: Manuel Celestino, José Antonio, Eusebio Y Ezequiel (primera dinastía), casi todos tocaban acordeón y cantaban.

Por cosas del destino Eusebio Passo Castro contrae nupcias con María del Carmen Batista Reyes y su hermana María Gregoria Batista Villareal se casa con Alberto Constatino Rada Ballestas, de cuya unión nace Francisco “Pacho” Rada Batista, de los primeros juglares del folclor, permitiendo entroncar las dinastías Passo y Rada, ambas plateñas.

De la unión de Eusebio Passo Castro con Carmen Batista Reyes, nacen el ramal familiar Passo Batista (segunda dinastía), del cual brotan como espigas: Cristóbal, Ana Santiaga (una de las primeras mujeres en tocar acordeón en el Caribe colombiano), Ángel Custodio, Carmen y Eusebio Segundo. De todos los Passo Batista el más aventajado en el manejo del acordeón fue Cristóbal, compositor, cantante y verseador, además de ser buen ejecutante del piano.

Ángel Custodio contrae nupcias con Casta Molina (tercera dinastía) y de esa unión familiar brota el ramal del cual despuntan Cristóbal Passo Molina y Felipa Passo Molina, quien también tocaba el instrumento rizado.

A los 9 años de edad Cristóbal Passo Molina fue cajero de Ángel Passo[2], a los 18 años ya tocaba el acordeón con destreza, prestó el servicio militar en Santa Marta, agricultor con exiguos resultados como Escalona, viajo a probar suerte a Venezuela antes de aterrizar en Santa Ana, luego de tantas romerías llega a Santa Ana siendo un mozalbete, convirtiéndose en uno más de sus hijos adoptivos, allí se casó con Argenida Vega López (cuarta dinastía), brotando de esa unión una larga descendencia musical: Cristóbal Cecilio, Oswaldo, Pompeyo; Heberto, Alfonso, Rosa, Nelcy, Omalis, y Candelario, el menor.  

Junto a sus hijos conformó el primer grupo vallenato nativo de Santa Ana: Los hermanos Passo. Oswaldo y Cristóbal Cecilio, acordeoneros; Heberto, cantante; Pompeyo, cajero; Alfonso, guacharaquero. Este fue el primer conjunto vallenato nativo de Santa Ana, bajo la batuta de Don Cristóbal Passo Molina, compositor de canciones como “Pueblo de Santa Ana”[3], la más conocida, grabada por Andrés Landero, aunque también hay otras menos conocidas como “María de Oro”, “Carolina”, “La silla de rueda”, “Betania y sus recuerdos”, “canción a Gustavo Gutiérrez” y “Plato”, entre otras.

Finalmente, es importante destacar su labor pedagógica como tutor formador de las nuevas generaciones de acordeoneros nativos, por intermedio de la casa de la cultura “Oscar delgado Campos”, durante la administración del alcalde Simón Villamizar Benítez (1997-2001), los reconocimientos trascendieron el ámbito local, hasta en el propio altar mayor del vallenato, Valledupar, durante el mandato del gobernador Lucas Gnecco Cerchar, se hizo reconocimiento  por parte de la Gobernación del Cesar a 23 juglares, con un incentivo económico y la placa “Tradición folclórica Héctor Zuleta Díaz”, recibida de las manos del viejo Emiliano Zuleta Baquero.

Esta placa conmemorativa dice: “En reconocimiento al aporte que ha hecho a la música vallenata, como emblema folclórico – cultural del departamento del Cesar en el ámbito nacional e internacional. Su consagrada dedicación al arte musical ha permitido que nuestras páginas autóctonas se canten más allá de las fronteras patrias en favor del engrandecimiento cultural del pueblo cesarense”, Valledupar, 22 de abril de 1999. Allí, en la capital mundial del vallenato pasaron sus últimos días, antes de su viaje sin retorno en el año 2001.   

  

Gustavo A. Carreño Jiménez

 

[1] Ospino, R (2016). Passo, Dinastía más antigua de la música vallenata. https://historiasdelmagdalena1.blogspot.com/2016/11/pasos-dinastia-de-acordeoneros-platenos.html

[2] Testimonio de Cristóbla Cecilio Passo Vega, Santa Ana, enero de 2024

[3] Carreño, G (2024). Génesis de la canción “Pueblo de Santana”, de Cristóbal Passo Molina. https://panoramacultural.com.co/musica-y-folclor/9711/genesis-de-la-cancion-pueblo-de-santana-de-cristobal-passo-molina

Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez

Gustavo A. Carreño Jiménez

Desmitificando a la India Catalina

Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.

@TavoCarJim

1 Comentarios


Juan 27-08-2025 06:07 PM

Excelente.

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