Música y folclor
Armando Zabaleta, sus inicios como compositor y sus influencias musicales

Armando Zabaleta, insigne compositor y cantante de música vallenata, recordó en una entrevista concedida a Julio Oñate Martínez que, siendo niño, lo llevaron de El Molino, donde nació en 1926, a Villanueva, porque era inquieto y se mandaba solo. Y mientras crecía, en esa localidad trabajó como ayudante de construcción y comenzó a desarrollar su obra musical.
—Tenía dieciocho años cuando empecé a componer canciones, pero no me atrevía a cantarlas por temor a que se burlaran de mí. Mi interés por la composición surgió cuando a mi mente llegaban letras de canciones que nunca había escuchado. Luego, se me ocurría una melodía acorde con lo que estaba creando y la aprovechaba para hacer una canción. Recordaba Armando Zabaleta.
Su primera obra musical fue La sujeción de Emiliano, cuya autoría solo fue reconocida tiempos después de que la compuso, ya que por su temática se la acreditaron a Moralito, tanto que Emiliano le respondió. Eran los tiempos de la afamada piquería entre estos dos juglares, y cuando se decía que Carmen Díaz, recién casada con Zuleta, lo dominaba y le impedía parrandear y tocar el acordeón.
A Morales le piden un parecer
Que si no se da cuenta que le pasa a Emilianito
Eso da tristeza ver a un hombre jovencito
Y que se deje gobernar de una mujer.
Después compuso Adiós, mi Maye, lo hizo en la finca de Celestino Núñez, donde, a petición de este, fue a recolectar café durante quince días. Sin embargo, el temor a que dijeran que no era de su autoría por ser un joven desconocido en el mundo de la música, le impidió popularizarla como suya. Después se convirtió en un éxito musical tras ser grabada con el título de Inmenso Amor por Los Hermanos Zuleta en 1978.
Otra canción fue El Pajarito, grabada por Los Hermanos Zuleta en 1976, cuya historia contaba Armando Zabaleta:
—Escolástico Romero me convidó a conocer a un hombre de apellido Vásquez, apodado el pajarito, quien había sido mujeriego, bellaco, basto. Al verlo envejecido y físicamente disminuido, me dije: “Ese pajarito no canta más”. Inmediatamente comencé a componerle un tema musical. Al día siguiente de la visita me encontré con Colastico y me preguntó: Mando, ¿ya compusiste la canción? Si, le respondí.
Entonces, me dijo que fuéramos a su casa a ensayarla, él con su acordeón y yo cantándola. Al escucharme, ese hombre se volvió loco, se le erizaban los vellos. ¡Que canto tan bonito, carajo! Así se fue regando la noticia del pajarito.
Para entonces, sus influencias musicales eran Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Baquero, Chico Bolaño y Rafael Escalona. A Chico lo observaba, siendo un niño, tocando el acordeón y cantando las canciones de su autoría. Tal fue la influencia que, muchos años después, recordaba el nombre de alguna de las composiciones de este juglar, entre ella la que consideraba que fue su última inspiración, El padre Serrano.
—Chico Bolaño, en esta canción, relata la historia de cuando el resguardo de renta llegó al El Molino y destruyó los alambiques donde se procesaba chirrinche, incluido el perteneciente al padre Serrano. Algunos versos cantados por el autor de la canción eran: Lo dice Pedro Serrano, el mundo está corrompido, ya no hay consideración, por este mismo partido. Y el coro era: Manden al jefe, venga el resguardo, cojan al cura y me lo llevan amarrado.
Después, supo de Rafael Escalona y sus composiciones, y ellas lo inspiraron. Las escuchó interpretadas por Colacho Mendoza. Influencia que lo llevó a cantar: Lo mismo a Rafael Escalona/ aun cuando él no me conoce/ yo lo voy a saludar si no le molesta mi existencia. Me le dicen que me perdone y que no abandone los versos que me gusta oírlos cantar/ desde su casa en el aire yo lo escucho.
A Moralito y Emilianito también les hizo un verso: Yo espero a Enrique Martínez porque quiero preguntarle/ él como es hombre sabido me tiene que responder/ porqué no cantan Zuleta y ni Lorenzo Morales/ que sus liras armoniosas han dejado de caer. Me les dice que venero yo su canto/que fueron de mi niñez tiernos encantos/ que escuchando sus paseos me divertía con el aire de sabrosa melodía.
Además, recordaba a Escolástico Romero, especialmente por la piquería que tuvo con el acordeonero Luis Villar. Este último llamó “raro” a Romero, y también le dijo que tenía los ojos chiquitos como totumo asado. La respuesta del acordeonero fue: Que se venga pa’ que aprenda/ pá que otro día no me ofenda/ que se venga pa’ que toque/ pa’ que otro día no provoque.
Armando, a los dieciocho años, se fue de Santa Marta para Fundación a buscar trabajo.
—Erziarito Barrera, en Fundación, sin conocerme me ofreció que fuera a recoger maíz en El Copey. Ahí estuve tres meses hasta que se acabó la recolección. Regresé a Fundación. En junio volví a hacer la misma labor. Así fui y vine en tres ocasiones. En El Copey compuse El Villanuevero y conocía Luis Enrique Martínez.
Luis Enrique y Armando Zabaleta
Fue en su tercer viaje a El Copey cuando ocurrió un hecho importante en la vida de Armando Zabaleta: conoció a Luis Enrique Martínez y le cantó su obra musical.
—Nos conocimos y reunimos unas tres veces y parrandeamos en un terreno de propiedad de Luis Enrique y del padrastro. Yo le canté mis composiciones. Después, me pidió que lo acompañara en las corredurías.
Acompañando a Luis Enrique, fue intérprete de sus canciones y de la de otros compositores, y tocaba la guacharaca. De ese tiempo recordaba algunos hechos sucedidos en esas correrías:
-A Luis Enrique le gustaba que anduviera con él porque nos reíamos y echamos chistes. Él tenía buen sentido del humor. Recuerdo una vez que en Fundación estábamos tocándole una parranda a Hugo Escobar Sierra, el senador conservador del Magdalena, y Luis Enrique, que era liberal, le cantó unos versos en los que decía que era el político más importante del Magdalena, de Colombia. El senador aplaudía y sonreía. Yo me levanté de la silla donde estaba sentado, pasé al lado de Luis Enrique y le pregunté: ¿Tú con quién estas políticamente? Y él, con una sonrisa pícara me picó el ojo.
En esas correrías, Barranquilla estuvo entre los destinos de Luis Enrique Martínez y su conjunto. Armando destacaba que en los carnavales había una clientela segura, especialmente la colonia de Chibolo. Además, recordaba los lugares donde se alojaban en esta ciudad, entre ellos la vivienda de Manuel De la Hoz, quien era compadre del acordeonero.
-Durante el tiempo que permanecíamos en la casa de Manuel, él y Luís Enrique se dedicaban a tomar trago. Si eran diez días, diez días bebían ron Caña. A ese hombre le gustaba el ron. Eso lo criticaba su esposa, lo que motivó a Martínez a componerle una canción, que en uno de sus versos dice así:
Mi comadre dice que eso ya no es vivir
Que solo con la muerte dejará de beber
Pero no sabemos si en el cielo haya, también, este mismo mundo que tenemos aquí
Porque si allá hay cantina, también hay acordeón
Será la misma vida y que siga el parrandón
Otra historia contada por Armando fue la relacionada con el viaje que hicieron desde de El Banco para Medellín, para grabar un disco en la casa disquera Silver.
-En El Banco hablamos con Lucho Vanegas y él buscó que nos embarcáramos en el David Arango, en el que fuimos hasta Puerto Berrio. De ahí, tomamos un tren hasta Medellín. Al llegar a la disquera Silver me preguntaron: ¿Usted es el señor Zabaleta?, y me entregaron un cheque por setenta y cinco pesos por tres canciones grabadas por Luis Enrique. Yo vi que entre los tres discos había uno de Escalona, pero yo no podía perder esa plata y dije: “Esa también es de mi autoría”.
Luis Enrique grabó un número importante de canciones de la autoría de Armando Zabaleta. –Una de ellas El Villanuevero que llevó al acetato donde El Che Granados. Fue tanto el éxito que la Disquera Fuentes lo llamó para que la grabara en un disco de Vinilo. A él le dieron doscientos pesos por hacerlo. Cuando los recibió me dijo: “Armando después te doy”, pero eso quedó ahí.
-Tiempo después de andar con Luis Enrique, me separé de él sin que eso significara que dejáramos de tocar juntos en las parrandas. También lo hacía con su hermano Chema o con el acordeonero que estuviera presente en la fiesta. Y pese a mis relaciones con Luis Enrique, grabé por primera vez con el acompañamiento del acordeón de José Antonio Vides. Fue en la casa del Che Granado, en acetato, y la canción fue el son Teresita.
Yo anduve mucho tiempo con Luis Enrique, porque además de buen acordeonero, es muy buena gente, servicial. La última vez que parrandeamos fue en Barranquilla, en compañía de Santiago, el negro, De la Cruz. Nos tomamos varias botellas de ron Tres Esquina.
Álvaro Rojano Osorio
Fuentes: Entrevistas de Julio Cesar Oñate Martínez.
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
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