Música y folclor
La bellísima dupleta de los cabellos

Un placer desbordante invadió la inmensa fanaticada costeña a mediados de 1968 cuando Alfredo Gutiérrez lanzó al mercado nacional el álbum titulado “La cuñada”, una joya inolvidable compuesta por doce canciones antológicas que hicieron vibrar de entusiasmo el sentimiento tropical de todos los amantes de la música de acordeón, género que, en esa época, era bastante incipiente en el folclor colombiano. En ese momento, Alfredo Gutiérrez ya traía un recorrido estelar desde 1961, cuando había fundado la recordada agrupación “Los Corraleros de Majagual” y era ampliamente conocido por su versatilidad musical y el extraordinario manejo del acordeón. Ese año, gracias a la trilogía formada por el compositor Rafael Escalona, la folclorista Consuelo Araujonoguera y el político Alfonso López Michelsen, quien había inaugurado la gobernación del Cesar, se había realizado el primer Festival Vallenato, en el cual Alfredo Gutiérrez, quien no le dio importancia al evento, brillo por su ausencia. Sin embargo, fueron muchísimos los que pensaron que si éste hubiese participado habría sido, sin duda, el ganador. Afirmación que resulta dudosa al recordar que la presentación de Alejo Durán lo dio ganador desde el comienzo.
“La cuñada” fue el primer elepé, de auténtico ritmo vallenato, que grabó Alfredo Gutiérrez con la empresa Codiscos de Medellín, en la cual permaneció mucho tiempo, y se dio el lujo de grabar entre tres y cuatro long plays por año, hasta fastidiarse con la música de Francisco el Hombre, la que abandonó en 1974 para dedicarse a proclamar discos con otros ritmos musicales. A la fructífera época de Codiscos, pertenecen los recordados álbumes: “La cañaguatera”, “Romance Vallenato 1”, “Romance Vallenato 2”, “El Rebelde de Acordeón 1”, “El Rebelde del Acordeón 2”, “Matilde Lina”, “Mi acordeón bohemio”, “El Envenenao”, “Bajo el palo e mango”, “Los carasucias”, “A escondidas”, “La diosa coronada”, “Los dos inseparables”, “El show de Alfredo Gutiérrez”, “Alfredo Gutiérrez en carnaval” y otros que también gozaron de mucha aclamación en la fanaticada. En todos estos elepés, los que tenían entre 11 y 12 canciones cada uno, los amantes del vallenato, particularmente, “los alfregutierristas”, tuvieron la oportunidad de deleitarse hasta el máximo con un extenso repertorio de hermosas canciones que ennoblecieron el panorama nacional y se enmarcaban dentro del sentimiento individual y colectivo de toda la fanaticada.
En esa época, no había parranda callejera, velada familiar, espectáculo bailable, caseta popular, salón o cualquier tipo de evento festivo, donde la música de Alfredo Gutiérrez no fuera el centro de atracción de todos los asistentes. La única alternación que se aceptaba con frecuencia era la salsa o la música de Nelson Henríquez y Pastor López. Y las colas que se formaban para entrar a las casetas, cuando cantaba Alfredo Gutiérrez eran incontrolables. Recuerdo que una vez, a mediados de los setenta, había una presentación de “El Rebelde del Acordeón” en el antiguo Club la Selva de Sincelejo, y las dos colas que se formaron para organizar la entrada, empezaron a las siete de la noche y estábamos ya sobre las nueve y aún no se habían terminado. Siempre contando con la presencia de la Policía para mantener el orden. Esa noche, la fanaticada se deleitó y se desbordó en emoción, bailando con los encantos de “Mariposita chiriguanera”, “Te juro”, “Cabellos cortos”, “Papel quemado”, “Mis vacaciones”, “Ojos indios”, “A nadie le cuentes”, “Tiempos de cometa”, “Anhelos”, “Ojos gachos”, “Los novios”, “Cabellos Largos”, “Matilde Lina”, “La diosa coronada”, y muchos más del fabuloso repertorio alfregutierrista”.
Sin duda alguna, en el elepé “La cuñada”, la canción que se llevó la mayor simpatía popular fue “Cabellos largos”, autoría de Alfredo Gutiérrez, por supuesto. Desde su aparición este disco arrasó con los aplausos interminables de la inmensa fanaticada, que se desbordaba de emoción apenas el cantante despuntaba las primeras notas cautivadoras para iniciar la introducción estrófica: “Por esos cabellos largos, / yo daría toda mi vida. / Muñequita consentida, / quiero tenerte a mi lado. / Muñequita consentida, / quiero tenerte a mi lado”. Tras un suave concierto musical, continúa: “Te buscaré en el mundo entero / muñequita cabellos largos, / no importa que yo sea casado, / si mi cariño es verdadero”. “Te buscaré en el mundo entero, / muñequita cabellos largos, / no importa que yo sea casado / si mi cariño es verdadero”. Sigue un intermedio musical con un despliegue de notas que emocionan el espíritu: “Dime sí es que tienes novios, / para yo no molestarte. / Como te quiero bastante, / te quiero para mí solo. / Como te quiero bastante, / te quiero para mí solo”. Y siguen las notas emocionantes para culminar: “Te buscaré en el mundo entero, / muñequita cabellos largos, / no importa que yo sea casado, / si mi cariño es verdadero”.
Como era de esperarse, “Cabellos largos” causó una verdadera revolución en el sentimiento femenino y, a partir de ese momento, la gran mayoría de las mujeres, de cualquier estatura: altas, medianas y bajitas, comenzaron a usar el cabello largo para lucirlo en todo su esplendor. Las tradicionales trenzas, los moños con adornos y los peinados con el cabello recogido fueron olvidados. Y, como complemento, la moda exigía llevarlo suelto y mover la cabeza de lado a lado, con mucha delicadeza y elegancia, para que éste se desplegara detrás de los hombros y causara la mayor atracción masculina. Como pudimos apreciar en esa época, a raíz del disco, “el caballo largo” se convirtió en un verdadero símbolo feminista que llenaba de vanidad y altivez a las mujeres que sabían lucirlo. También recuerdo, con amplia lucidez, que fueron muchos los noviazgos y, desde luego, matrimonios, que se cristalizaron a causa de los “Cabellos largos”, y en las parejas de enamorados, los hombres se sentían orgullosos cuando sus novias se convertían en el centro de las miradas por la belleza de los cabellos largos. Esta moda repercutió en el mercado, y se enriquecieron las ventas de los productos que se ofrecen para embellecer el cabello.
A comienzos de 1969, Alfredo Gutiérrez satisfizo la expectativa de su inmensa fanaticada cuando lanzó al mercado su elepé titulado “Romance Vallenato”, en el cual apareció el disco “Cabellos cortos”, también de su autoría, y, para sorpresa de sus admiradores, la letra del disco no constituye ningún elogio a los “cabellos cortos”, como se pensó, apenas se conoció el título de la canción. Por el contrario, en “Cabellos cortos”, el autor continúa haciendo una defensa de los “Cabellos largos”, la cual está presente desde la introducción del disco: “No te cortes el cabello, / porque ahí está mi cariño. / y lo quieres tener cortico / sabiendo que soy tu dueño”, / lo quieres tener cortico / sabiendo que soy tu dueño”. Sigue un hermoso intermedio musical, cuyas notas originales causan un inmenso placer emocional. Continúa la segunda estrofa: “Y te buscaré por todo el mundo, / siempre que tengas el pelo largo, / y te buscaré por todo el mundo, / siempre que tengas el pelo largo. / Porque yo en ti vivo pensando / con un cariño muy profundo”. En la estrofa final, el autor acentúa su elogio por el cabello largo: “Tus cabellos son hermosos / yo creo que no hay bonitos, / y los quieres tener corticos / sabiendo que soy celoso, / los quieres tener cortico / sabiendo que soy celoso. Y finaliza con la estrofa del coro.
Aunque “Cabellos cortos” no es una apología a este estilo de cabello, y siempre la comunidad femenina ha considerado que el “pelo largo” es el símbolo esencial de la feminidad, razón que constituye la mayor atracción del género, el disco “Cabellos cortos” se hizo famoso, no tanto por la letra, sino por el concierto de notas bellísimas que presenta en todo su recorrido. En ellas, el estilo singular de Alfredo Gutiérrez, diestro en la producción de notas originales, cautivantes y atractivas, marcan el incentivo particular de la composición, las cuales, desde su inicio, causan un profundo deleite emocional que paralizan la atención de los oyentes. Y puedo afirmar, con mucha nostalgia, que los dos discos, “Cabellos largos” y “Cabellos cortos”, fueron singulares en su época, y la fanaticada se acostumbró que, al mencionar el primero, obligatoriamente, tenía que mencionar el segundo. Y en las parrandas sucedía lo mismo: oír “Cabellos largos” exigía escuchar “Cabellos cortos”. Los dos eran recreados con las melodías de otras composiciones que se escuchaban constantemente y permanecían inviolables en el sentimiento de los admiradores alfregutierristas. Actualmente, escuchar los discos de Alfredo Gutiérrez significa recordar una época que siempre ha sido considerada como La Edad de Oro de la música vallenata”.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor

Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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