Música y folclor

Gustavo Gutiérrez, el poeta

Natalia Gnecco

08/03/2013 - 11:30

 

Gustavo Gutiérrez / Foto: Festival VallenatoCasi en la primera mitad de la noche, cuando un sueño profundo quería apoderarse de su ser, una voz ansiosa se escuchaba al fondo del amplio corredor de su casa: “‘Olguita corre, que me llegó la inspiración”.

Era la señal para saber que  una nueva canción acababa de nacer y  así se sintiera soñolienta o cansada, la sensibilidad artística que compartía con su hermano Gustavo la hacía levantarse inmediatamente de la cama.

Con calma se sentaba a su lado cerraba los ojos y escuchaba con atención cada nota musical que emanaba de su guitarra  acompañada de largos y exquisitos versos.  La magia del momento  era interrumpida por los sollozos, suspiros o la erizada piel de Olga, pues  sólo cuando Gustavo veía que en su hermana explotaban todos esos sentimientos juntos, quedaba satisfecho con sus creaciones.

“Me convertí en su mayor crítica,  le aprobaba sus canciones, las cantaba con él, las volvía a escuchar una y otra vez, hasta  le sugería que cambiara  los coros para que fueran  un poquito más  pegajosos”. Así recuerda Olguita Gutiérrez esos instantes de inspiración que compartía con su hermano mayor,  bajo la divertida mirada de su otra hermana  Marinita, quien hoy celebra llena de alegría el homenaje que recibirá el  compositor en la versión número 46 del festival vallenato.

Los hermanos Gutiérrez Cabello eran tres, pero uno de ellos, José Tobías  murió. Las dos mujeres  Olga y Marina se criaron muy unidas a Gustavo y recuerdan su niñez como si fuera ayer, cuando  vivían   en el marco de la  plaza Alfonso López, cerca de la iglesia, allá   en Valledupar.

“Mi hermano heredó esa vena musical de mi papá, Evaristo Gutiérrez Araujo,  quien tocaba piano y  violín. Era curioso pero en  mi casa escuchábamos  música clásica, vals y a  Beethoven, que era el preferido de mi papá,  era un ambiente muy musical, incluso Olguita también tocaba la guitarra”. Explica Marina.

Gracias a la música, entre Olga y Gustavo germinó  una hermosa  complicidad que los acompañó hasta adultos, pues pasaron gran parte de su juventud en el hogar  Gutiérrez Cabello. “Gustavo se demoró tanto en irse de  la casa, que  yo pensaba que nunca se iba a ir, era  muy apegado a mi mamá, además muy  coqueto  con las mujeres, mejor dicho enamoradizo “explica Olga entre risas.

Marina retoma la palabra para agregar que su hermano siempre  tuvo una inclinación especial hacia la música. De niño se entretenía  haciendo muñequitos de cera, se inventaba procesiones y cosas así. Olga, por su parte, recuerda que Gustavo tomaba hasta las cajas de fósforos para emitir sonidos,  mientras los demás  jugaban con carritos  y pateaban balón en la calle,  él se dedicaba a crear cualquier tipo de resonancia.

Como era natural en esa época, Evaristo Gutiérrez  deseaba que su hijo fuera abogado o doctor, para nada compositor, ni artista,  pero la suerte de Gustavo estaba echada, la atracción que sentía  por la música era más fuerte que el deseo de  simplemente complacer a su padre. A los diecisiete años, ya tocaba piano y  acordeón. Sin embargo,  fue a estudiar a Medellín, luego a Bogotá de donde trajo un diploma y lo colgó en la pared,  pues nunca ejerció como administrador.

Durante la época que vivió en Medellín, Gustavo desarrolló un gusto especial por los boleros, las rancheras y  estuvo en contacto con el tango. Posteriormente, cuando llega a la capital del país, además de estudiar administración, ingresa por primera vez al conservatorio de música, en un proceso depurador de ese grandioso talento que llevaba consigo.

 

Gustavo Gutiérrez / Archivo: Panorama CulturalEntre rosas y espinas

Para nadie es un secreto que Gustavo Gutiérrez dividió la historia de la  música vallenata en dos, pues cuando llegó de Medellín a mostrar sus composiciones  la gente decía que eran paseos “arrancherados”, no vallenatos. “Hubo muchas críticas, su trabajo fue rechazado,  sin embargo, sufrir ese rechazo del público, lo volvió más persistente hasta convertirlo en el  inventor de la música romántica,   por eso lo apodan el poeta,  una vez su estilo fue aceptado vinieron otros compositores con esa misma tendencia  como Octavio Daza y  Freddy Molina. “Yo creo que Gustavo logró vencer esa resistencia hacia sus canciones porque  era algo que llevaba en las venas,  Dios le dio ese talento extraordinario, esa sensibilidad  que lo hace capaz  de sentarse a la  orilla de un rio y dejar volar  su imaginación hasta que sus  versos le broten del alma”. Explica Olga.

Olga y Marina recuerdan que la primera canción que compuso su hermano se llamó “Suspiro del alma”, luego vino “La espina” y después “Confidencia” para completar así un repertorio de más de doscientas canciones dedicadas al amor, a las mujeres y a su tierra. “Gustavo era visitante asiduo de la casa de Consuelo Araujo Noguera (qpd) y en una de esas parrandas, el ex presidente  Alfonso López Michelsen, quien estaba acompañado de su esposa Cecilia  dijo:  “ este muchacho está perdiendo el tiempo aquí en Valledupar, debe ir a Europa, voy  a buscarle  una beca”. López Michelsen cumplió con su palabra, pero  Gustavo rechazó esa oportunidad   porque era muy apegado a mi mamá y no se quiso ir tan lejos a  estudiar”. Relata su hermana menor, Olguita.

Teotiste Cabello mantuvo siempre una estrecha relación con su  hijo, quien le heredó  su sencillez, su humildad y esa alta dosis de espiritualidad que poseía la matrona vallenata, prueba de ello es su desapego al dinero y los bienes materiales. “Gustavo se entrega verdaderamente a sus canciones, sin ninguna pretensión de dinero, es un hombre muy humilde, no es ambicioso,  pudo haber tenido un manager,  haber hecho muchísimo dinero, pero Dios lo ha premiado siempre y ahora le  ha permitido disfrutar de un homenaje en vida, gozando de buena salud. Yo le sugerí que cantara en la inauguración del Festival , “El cariño de mi pueblo”. Cuenta emocionada Marina.

Al preguntarles a las hermanas Gutiérrez  cuál es su canción preferida, Marina responde sin titubeos: “Corazón martirizado”. Olga por su parte, respira profundo y agrega que todas las composiciones de Gustavo  son hermosas,  llenas de lirismo,  bonitas e importantes. Entonces le pregunto por las interpretaciones y se apresura en aclarar: “Cada cantante le impone su sello a las canciones de mi hermano. Jorge Oñate,  Rafael Orozco,  Poncho Zuleta lo han hecho impecablemente y qué decir de Diomedes Díaz cantando “Sin medir distancias”… es divino. Creo que  estos  artistas,  con su voz y su estilo, han respetado el sentimiento que inspiró a mi hermano a plasmar cada letra, cada rima, cada nota”.

 

El profeta del Valle

Tavo, como cariñosamente le dicen son amigos, es quizás de los pocos compositores que han logrado inmiscuirse en sus composiciones   sin volverse alabancioso. Sus hermanas cuentan que cuando va a las parrandas en las casas vallenatas, los floreros quedan vacíos, porque las mujeres le lanzan flores en agradecimiento a la manera tan delicada como las trata en sus versos. Y si bien el compositor  disfrutaba enormemente  sentarse en una mecedora en la puerta de su casa a echar cuentos,  saludar a sus vecinos, en el más íntimo rincón de su corazón siempre existía el temor por perder esa paz y tranquilidad que imperaba en el Cesar.

Olguita asegura que Gustavo tiene voz profética, pues compuso un paseo llamado “Que la violencia no nos llegue al Valle” y  predijo lo que sufrirían con esa violencia que tiempo después azotó al  Cesar con tantos secuestros, asesinatos, masacres y el fenómeno paramilitar. Atrás quedó la costumbre de esperar la noche meciéndose en la puerta de la calle. De esa época tiene  muchas canciones como  “Paisaje de sol”,   “Ensueños”, “ Rumores de viejas voces”, “ La gaviota”, “ Camino agreste” “ Parrandas inolvidables”, etc.

La fuente de inspiración de Gustavo Gutiérrez es inagotable, cuando su hermana Olga le hablaba sobre el valor de sus canciones, siempre contestaba: “mis canciones, que rueden como el viento,  ya lo que hice está hecho, se lo entrego al mundo entero”. Cuentan que a su padre, Evaristo le escribió la canción  “El regalito” y a su madre le compuso una canción que se convirtió en un himno para el día de las madres en Valledupar.

¿Y quién se perfila como el heredero artístico del poeta Gutiérrez?  Olguita dice que podría ser su hijo menor Enrique José, y Marinita con orgullo añade: “Yo creo que es mi nieta Paulina Pérez de diez años, ella  ama la música, se le nota el regocijo cuando canta o toca el piano”

Solo el tiempo dirá quien pueda heredar toda este derroche artístico en la familia Gutiérrez. Por ahora, sus canciones están inmortalizadas al igual que su carácter, porque ha sido un excelente hijo, un gran hermano y padre amoroso  que ve la vida siempre de manera trascendental y  positiva. Con nostalgia Olga refiere: “siempre cuando estoy preocupada por algún problema, llego donde Gustavo y  el con esa tranquilidad que lo caracteriza me dice: “cógela suave” y santo remedio”.

Nuestra conversación llega a su final. Escuchar estas anécdotas  de Marina y Olga es como estar enfrente de una rocola con solo éxitos del compositor  Gustavo Gutiérrez. Cada  vez que relatan un episodio de sus vidas, sus voces se emocionan  e inmediatamente  cantan a capella alguna de sus famosas estrofas. Imposible no unirse a las voces de estas dos mujeres que han sido testigo del gran talento musical del poeta del Valle. Para despedirse Olguita puntualiza: el único defecto de Gustavo es su sencillez. Eso sí, cuando mi hermano se sube a un escenario no lo reconozco, se crece, se transforma”

 

Natalia Gnecco

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Sobre el autor

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Natalia Gnecco Blog

Natalia Gnecco es una periodista y comunicadora social independiente. Ganadora del Premio Literario y Periodístico Cesar Vallejo 2011 (Caracas, Venezuela). Su columna “Natalia Gnecco Blog” contiene su trabajo periodístico producido en Canadá y en Colombia sobre personajes interesantes, temas culturales, sociales y turísticos.

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