Música y folclor
Los piloneritos abrieron la gran fiesta folclórica vallenata
Si hay una escena del Festival Vallenato que alberga autenticidad e inocencia es el desfile de las piloneritas y piloneritos. Pocos momentos exponen tantos sentimientos condensados en una sola imagen transparente y palpable.
El desfile se realizó el jueves 25 de abril, un día antes de los desfiles de piloneros juveniles y mayores, y dio motivos indiscutibles a los espectadores para comenzar la celebración a lo grande.
A diferencia del año pasado, el tiempo fue indulgente con los que desfilaban y, quizás por eso, madres y padres se apresuraron a acompañar a sus hijas e hijos con una evidente ilusión. Parecían estar más alegres que los participantes al verlos engalanados en sus atuendos coloridos.
Y es cierto que este espectáculo es una verdadera recreación visual. La ternura y la espontaneidad de esos niños vallenatos bailando al son del pilón invitan a sonreír, bailar y animarlos en esa maratón rítmica.
Los grupos de piloneritos iniciaron su desfile en los tres postes de la Avenida Simón Bolívar en dirección de la glorieta de la Pilonera mayor y entrecortaron su viaje con enésimas paradas.
Exultantes y fogosos, los jóvenes piloneros lucieron desde el principio sus mejores movimientos, desplegaron sonrisas y saludos efusivos dirigidos al público y, cómo no, a sus papás que los seguían atentamente.
En este primer desfile folclórico, el espectáculo no se halla especialmente en la técnica del baile o la excelencia de cada coreografía, sino más bien en esos pequeños detalles inesperados nacidos de la naturalidad de los niños.
Así pues, el desfile avanzó con una fluidez ejemplar, deteniéndose de vez en cuando a la sombra de los palos de mango, y poco a poco, con el efecto del cansancio y del calor, los gestos fueron alargándose, dilatándose, en el tiempo.
Después de la glorieta del Pedazo de acordeón, las caras cambiaron y empezaron a liberar claras expresiones de dolor, muecas que exigían el fin de un trayecto improbable. El pilón se volvía en esos momentos algo más difícil de seguir, un ritmo imparable y, en ese contexto, los padres y acompañantes permanecían cerca, apoyando y empujándoles a que siguieran.
El espectáculo folclórico se convirtió en una maratón de estilo folclórico que no parecía tener fin. Las botellas de agua circulaban con mayor frecuencia y el rumor del fin se convirtió en la principal fuente de motivación.
Finalmente, la meta llegó y, en ese momento, todo volvió a ser fiesta. Padres, familiares, amigos e hijos celebraron el logro de una carreta folclórica con fotos y ritmos de percusiones.
Los niños volvieron a lucir unas sonrisas resplandecientes, rebosantes de alegría, y ésa fue la última imagen de una fiesta que apenas empieza…
0 Comentarios
Le puede interesar
Reminiscencias del viejo folklore provinciano
En una oportunidad pasada escritbi unas notas sueltas que emergieron por la usual curiosidad que emana siempre que nos atrae una le...
Oye, los “vajodé” Miguel López
Increíble: cincuenta y dos años han transcurrido desde que la inmensa fanaticada de la música vallenata se deleitaba en exceso o...
En una tarde, sin esperarlo, Gustavo Gutiérrez volvió a sentir el cariño de su pueblo
Por paradojas de la vida, y sin quererlo, el cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello volvió a sentir el cariño de su pueblo, como lo...
El Vallenato Patrimonio nacional: ¿qué implica?
Los términos de “Patrimonio cultural inmaterial” y “Patrimonio cultural intangible” nacieron con las declaraciones de la Unesc...
Los primeros días del acordeón: una historia condensada
La Historia del acordeón es corta pero muy rápida e intensa, de tal forma que quien registró el invento como acordeón en 1829, el...