Música y folclor
Romualdo Brito: “El cantante tiene que enamorarse de la canción”
En su rostro brilla una indiscutible calma. Acompañado de su esposa, Romualdo Brito se acomoda en el asiento que le brinda la biblioteca departamental en una cita especialmente dedicada a él. El escenario ubicado al exterior está expuesto a la intemperie, la brisa parece anunciar un inminente aguacero, pero afortunadamente, tanto el tiempo como el público deciden concentrar toda su atención en el momento presente. Esos momentos son los que logran detenerlo todo.
Con 1485 canciones grabadas, Romualdo puede presumir de ser uno de los compositores más prolíficos o influyentes de la música vallenata, y sin embargo, su conducta se aleja de esos esquemas prepotentes. El artista disfruta juiciosamente de ese instante, saluda algunos presentes, y espera pacientemente el inicio del evento.
Con el tema “Amaneceres del Valle”, la tertulia abre sus puertas de la manera más romántica. Ésta fue una canción que el compositor escribió pensando en su esposa, Indira, y donde plasma con gran lirismo la magnitud de sus sentimientos: “Vamos a llenar de cariño los amaneceres del valle” canta la pareja al unísono. Las notas dejan entrever una complicidad innegable, y quizás una predisposición para ese estilo musical, pero el compositor borra en un instante las dudas y explica que cultiva también, y con el mismo gusto, la música tropical y llanera. “Conozco muy bien los ritmos colombianos y los 66 aires del país”, manifiesta Romualdo.
Componer se ha convertido para él en un acto natural, en el que pone toda su disciplina y seriedad. Es cierto que cualquier momento y objeto pueden ser motivo de una canción, pero aún así, el artista reconoce también que se impone un horario de trabajo. “La inspiración no avisa –comenta el invitado–, pero sucede especialmente cuando estoy solo, y aquí en el Valle es a las 4 de la mañana”.
Con la interpretación de su canción “Yo soy el indio” (que grabó Diomedes Díaz), el compositor expone su faceta más social. Le encanta asociar la sonoridad con la crítica, la indignación con el ritmo, para tejer así canciones de una gran profundidad lírica y emotiva. Algunas líneas nos remiten inevitablemente a textos de Calixto Ochoa, Juan Luis Guerra, o Ruben Blades. Palabras severas y evocadoras, todas descriptivas de una realidad difícil de aceptar, que se arriman ágilmente a un ritmo caliente y contagioso. No obstante, en el caso de Romualdo, el discurso social no se termina con la canción. Después de su interpretación, el hombre añade con un tono grave: “Si bien dicen que hay libertad de expresión, no es cierto”.
Soñador, pero realista. Sencillo y observador. La mayoría de sus canciones parten de una pequeña anécdota vivencial o de una sugerencia de una persona cercana. El tema “Yo soy maluquito pero sabroso”, por ejemplo, le fue insinuado por una vecina que deseaba escuchar la historia de un hombre feíto a quien le gustaban mucho las mujeres.
De todas sus composiciones, “Lo más lindo del mundo” es la que más le gusta. En ella se concentra el amor que uno puede sentir por sus padres y el enorme sentimiento de felicidad que puede existir en un hogar. Son imágenes cálidas y nostálgicas de una infancia alegre eternizadas con el ritmo de un vallenato apasionado. Todo lo contrario del “Santo cachón”, una de las músicas que menos le gusta. “Es una de las peores canciones que hice –explicó el cantante–. No fue idea mía, fue un encargo. Me pidieron que escribiera una historia de cachos, algo tremendo […]. Esa canción me quedó descuadrada, no está ni siquiera en la métrica y, sin embargo, tuvo mucho éxito. A mí me hubiera gustado que a la gente le gustara otra”.
El idealismo se enfrenta a la realidad del mercado musical. No siempre lo mejor triunfa, y menos cuando se trata de música, pero Romualdo se empeña en dar lo mejor de sí y en defender la figura del compositor. “Soy un estudioso de la música –explica–. No me gusta repetir frases. Me cuido mucho de no copiarlas. Todos los compositores deben buscar su propio estilo, y yo he creado el mío”.
Romualdo Brito presta mucha atención al trato del cantante con el compositor y su canción. Para él, este vínculo es vital. “El cantante tiene que enamorarse de la canción –comenta–, tiene que sentirla, por muy buena voz que tenga”.
Esta es la explicación de porqué Beto Zabaleta ha grabado más de 30 de sus canciones. Es su cantante predilecto, el que mejor lo entiende. “Zabaleta es mi mejor amigo entre todos los cantantes”, manifiesta Romualdo con efusividad. Evidentemente, pocos intérpretes le generan esta sensación aunque el compositor no puede negar una satisfacción muy grande cuando Diomedes Díaz o Silvestre Dangond graban alguna de sus canciones.
Su último gran éxito “La difunta” (grabado por Silvestre Dangond) lo ha vuelto a posicionar entre los compositores más destacados del panorama nacional. Es un hecho que pocos pueden ignorar, pero Romualdo no se detiene en esa estadística. En su memoria queda marcado el momento en que escuchó por primera la interpretación de Silvestre y la cercanía que sintió con el cantante. “Con Silvestre me pasó lo mismo que con Diomedes –expresa–. Se me pararon los pelos. ¡Silvestre transmite mucho!”.
Su actividad no se detiene. El hombre sigue componiendo con una tranquilidad y una confianza inalterables. Seguramente hallaremos su nombre en un futuro CD de Iván Villazón (y esperemos que allí figure “La Pelaviejos”…).
Johari Gautier Carmona
Para PanoramaCultural.com.co
Sobre el autor
Johari Gautier Carmona
Textos caribeños
Periodista y narrador. Dirige PanoramaCultural.com.co desde su fundación en 2012.
Parisino español (del distrito XV) de herencia antillana. Barcelonés francés (del Guinardó) con fuerte ancla africana. Y, además -como si no fuera poco-: vallenato de adopción.
Escribe sobre culturas, África, viajes, medio ambiente y literatura. Todo lo que, de alguna forma, está ahí y no se deja ver… Autor de "Cuentos históricos del pueblo africano" (Ed. Almuzara, 2010), Del sueño y sus pesadillas (Atmósfera Literaria, 2015) y "El Rey del mambo" (Ed. Irreverentes, 2009).
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