Música y folclor
Espacio de memoria: El vallenato de Ayer
Las personas que hemos tratado de propiciar la divulgación y conservación de la música vallenata autóctona, como una alternativa para atender algunos nichos del mercado musical, vemos con mucha tristeza que a medida en que pasa el tiempo, menos posible se hace alcanzar la sensibilización necesaria para que las nuevas generaciones de compositores y hacedores de música popular se permitan un espacio para el rescate, aún eventual, de las verdaderas raíces del vallenato.
Debemos aceptar que no se puede nadar contra la corriente, ni tapar el sol con las manos. Hay que entender que juglares y trovadores como Escalona, Leandro y Emilianito, entre otros, son irrepetibles; sencillamente porque las circunstancias del entorno, que provocan inspiración, son totalmente diferentes.
Hombres que manejaban la humildad, la franqueza, la amistad, la espontaneidad y el sano vivir, lograron la plena identidad de la idiosincrasia y el folclor vallenatos. Hoy, en medio de la desconfianza, el afán de supervivencia, la pérdida de la dignidad humana, la desesperanza y la muerte, sólo se encuentra salida a la expresión romanticoide y llorona, clasificada modernamente como “nuevo vallenato”, que en palabras de Jaime Mejía Duque solo significa “una variedad de canción sentimental andina adobada con acordeón y vocalizada al modo vallenato simplemente”.
Dice el mismo Jaime que “en la actualidad el vallenato clásico, con su letra épico-humorística y lírica al mismo tiempo, es libertadora de la alegría de vivir y de la confianza en los valores primordiales y universales de toda convivencia posible”.
Por esto propone, y yo lo secundo, que “dada la emergencia emocional y ética en que nos sofocamos, es necesario colocar en el primer plano del consumo de masas al vallenato clásico, ya que su potencial terapéutico parece comportar ahora una necesidad irrefutable en la vida nacional”.
En conclusión, el vallenato clásico fue y no será jamás. Con nostalgia, hay que reconocerlo, solamente nos van quedando las leyendas en la medida en que la vida de los grandes narradores del canto costumbrista cumplen sus etapas.
La Plaza Alfonso López nos lo demostró, con la muerte de Emilianito, poca afluencia de público a pesar de la presencia del señor Presidente y de Carlos Vives, contrario a las exequias de Kaleth Morales en las que la Plaza se nos quedó pequeña.
Los que recuerdan el CD Cantautores Vallenatos que logramos grabar con un gran esfuerzo económico y organizativo (fue como organizar doce micos para una foto), tratando de conservar la esencia del Vallenato, sin influencias del vallenato moderno, con la valiosa y desinteresada colaboración de doce de los compositores vallenatos de segunda generación que mantuvieron la esencia y la poesía de la música vallenata clásica, como Beto Murgas (Después de Viejo), Sergio Moya (Fortuna y desdicha), Santander Durán (Mi sentimiento), Wicho Sánchez (Penas negras), Poncho Cotes Jr. (La parranda y la mujer), Julito Oñate (La cienaguera), Fernando Meneses (Momentos de Amor), Mateo Torres (Gotitas de fuego), Rita Fernández (Las sábanas del rodeo), Leandro Díaz (A mí no me consuela nadie) y Stella Durán (Canto a mi tierra), notarán que no permitimos los saludos desentonados, pero sí las animaciones propias del folclor.
Cada compositor, en medio de la interpretación de su canción preferida, expresó su sentir. Leandro Díaz, en medio de risas ingenuas, dijo: “Yo creo que yo no me muero todavía, primero se muere Emilianito”. La última frase la borramos en la mezcla.
Carlos Llanos Diazgranados
Sobre el artículo: “El Vallenato de ayer” forma parte del valioso conjunto de artículos publicado por Carlos Llanos Diazgranados bajo el nombre de “Otra voz. El acontecer noticioso en tiempos de El embrujo autoritario” (Fundación Cultural Francisco El Hombre, 2010). Este artículo fue publicado anteriormente el 2 de noviembre de 2005 en Vanguardia Liberal.
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