Música y folclor
Diáspora y génesis afrocaribeñas: el guaguancó
“En Cuba el himno nacional (“La Bayamesa”) lo tocamos lo mismo en Rumba que en Guaguancó, y después lo respetamos cuando se iza la bandera”, (A. “Chocolate” Armenteros).
La música es una entidad trascendente que se encuentra en el centro emocional del hombre, que va ligada a un impulso y una actitud respecto de la naturaleza y el mundo.
Esto hace de ella un todo creativo que está por encima de cualesquiera condiciones ideológicas. Tal cual es el hallazgo de Borges al atribuirle metáforas como la forma de un corazón nacido del canto, el cual reemplaza el habla, épica de la cual surge la poesía, a su vez, esencia de la música.
Whitman y Chesterton no nos libran de una “cósmica gratitud’ hacia el Creador por ser herederos, hoy día, de elementos y actitudes tri-étnicas en fusión de danzas y cantos fundamentales, de aquellos que necesitaban sobrellevar la angustia de la esclavitud y que solo tenían en su equipaje ritmo y melodía.
¿Qué diferencia existe entre el Son y el Guaguancó? “Chocolate” Armenteros dilucida: “La clave te lo da; el Son mantiene un tumbao muy diferente; en el Guaguancó se trabaja muy sincopado desde que empieza hasta que termina. Trabaja mucho el doble tiempo retardado, no cae dentro del tiempo; hay que tener un concepto rítmico muy grande para el Guaguancó. El Son tiene su síncopa también, pero es más cómodo para cantar, pues el Guaguancó es como el blues, que es difícil. La síncopa de la clave del Guaguancó es más difícil que la del Son”.
El Guaguancó nace a fines del siglo XIX en La Habana y Matanzas. Se desarrolla como su antecedente el Yambú, en los barrios suburbanos, asimilando elementos de la Columbia, aglutinados en cabildos, de origen africanos para prestarse ayudas mutuas. En el desarrollo de los coros de guaguancó se recuerda los de El Paso Franco, de Carraguao: los Roncos, de Pueblo Nuevo, el Lugareño de Jesús María, los Capirotes de Colón, y otros que asimilaron los factores melódicos de los coros líricos y de clave.
El guaguancó tiene un canto más fluido, vivo y dinámico que el Yambú. Su acompañamiento son tres tambores: quinto, tres golpes y salidor, un par de claves, para marcar el tiempo, y una cajita, tronco de caña brava, o madera, para percutirla con dos cucharas. El tambor más grave sostiene el tiempo, creando la base sonora del grupo organológico, con mucha habilidad y virtuosismo en el logro de diversas sonoridades por parte del ejecutante. Mientras se establece un diálogo entre el quinto y el intermedio, en forma regular, con un juego de imprevisibles resultados. El quinto, de todas maneras, debe ser el más espectacular y virtuoso, pues debe improvisar constantemente en sus timbres, figuras y cadencias.
El papel del solista o cantante
Se encarga de entonar un texto narrativo, con métrica variada o en prosa, que se interrumpe en cierto momento por una décima para referirse a asuntos del medio circundante, amoríos, humorísticos, o sociopolíticos.
De esta manera se configura una crónica de la vida popular, lo que patentiza su influencia andaluza en los floreos e improvisaciones del cantor, siendo la modalidad rumbera de mayor trascendencia. Otros investigadores señalan cierto parentesco con géneros como el tango argentino, el romance español y el corrido mexicano, entre otros, por su crónica social popular.
Su coreografía es muy rica y variada, bailado en pareja en juego de acercamientos sensuales, de atracción y rechazo. La bailadora, mueve e intenta protegerse con un pañuelo, mientras realiza movimientos con todo el cuerpo, a su vez es acosada por el bailador, mientras coro y solista se gozan en el estribillo y el quinteador hace filigranas.
Muchos intérpretes se destacan: “Sobre una tumba una rumba”, de I. Piñeiro; “Dichosa Habana” y “Para niñas y señoras”, de G. Asencio; “Guaguancó sabroso”, “El callejón de los rumberos”, y “Chano en Belén” de Calixto Callava; Nagüe, Pin, pon, pan, Blen, blen, blen, de Chano Pozo, al lado de cantates como Cándido Zayas, Chapottín, Celeste Mendoza, Zenaida Armenteros, y en fin, tantos que han logrado mantenerlo y promoverlo por todo el mundo.
No olvidemos a sus más excelsos ejecutantes como: Agustín Gutiérrez, Cándido Camero, Chano Pozo, Carlos “Patato” Valdés, Tata Güines, Arístides Soto, y tantos más; sin olvidar la Agrupaciones folklórica de Matanzas, Los Papines, Yoruba Andabo, Conjunto de Clave y Guaguancó, etc.
Tal cúspide la podremos apreciar en esta muestra, “Tío Tom”, de G. Asencio:
Siento que me regaña el corazón
porque tus lágrimas son mi llanto,
y es que yo a ti te quiero tanto
que a voces me voy lejos de este mundo.
No sé si es el amor que tú has sembrado en mí,
no sé si es el cariño que te tengo,
que mirando tu imagen me entretengo
y entonces me regaña el corazón.
Muchos introducen o culminan con un estribillo intempestivo que poco tiene que ver con el texto inicial.
Muy popular es el guaguancó de Ignacio Piñeiro, el director de El Septeto Nacional, donde desnuda la falsedad humana, recriminando la conducta de un amigo:
Para qué me saludas cuando me ves
y luego me tiras . . .
Cansado me tienes con tu hipocresía
y con tanta falsedad.
Ahora me llamas, ahora me llamas,
el día menos pensado
voy a darte un escarmiento
para que así me sepas tratar.
Jairo Tapia Tietjen
Sobre el autor
Jairo Tapia Tietjen
WikiLetras - In Memoriam
Codazzi, Cesar (1950-2018). Columna en memoria de quien fue un destacado colaborador de PanoramaCultural.com.co. Bachiller Colegio Nacional A. Codazzi, 1970. Licenciado en Filología Española e Idiomas, UPTC, Tunja, 1976; Docente en Colegio Nacional Loperena, 1977-2012. Catedrático Literatura e Idiomas, UPC, Valledupar, 1977-2013. Director Revista 'Integración', Aprocoda-Codazzi, 1983-2014; columnista: Diario del Caribe, Barranquilla, El Tiempo, Bogotá, El Universal, Cartagena, El Pilón, Vanguardia Valledupar: 1968-2012. Tel: 095 5736623, Clle. 6C N° 19B 119, Los Músicos, Valledupar- Cesar.
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