Música y folclor
Cuando Alejo Durán dejó sembrado el corazón en Patillal
El primer Rey Vallenato, Gilberto Alejandro Durán Díaz, fue un enamorador empedernido, y lo demostró con canciones que llevan el nombre de muchas mujeres que pusieron a palpitar su corazón.
Su amor llegó más allá, hasta anclarse para siempre en su ‘Pedazo de acordeón’, que aprendió a tocar para moldear sus sentimientos y con su estilo darle honra y gloria a la auténtica música vallenata.
Fue así como el silencio de una mañana en Patillal, corregimiento de Valledupar, fue interrumpido por la sonora carcajada de la mujer que puso a temblar el corazón del joven acordeonero Alejo Durán. Esa sonora carcajada fue como una campana para que los vecinos supieran que Joselina Daza tenía visita.
Al dejar de medio sonreír, y luego de tomarse un sorbo de tinto, Joselina comienza a preguntar sobre el motivo de la llegada a su casa.
“Habla y te salvas”, fue lo primero que dijo, y al decirle que era para que se confesara sobre la canción que lleva su mismo nombre, dijo: “Eso de confesarme me suena a cura, pero cuando el río suena piedras lleva, y la verdad es que ‘El negro’ Alejo se fajó una bella canción que me hizo demasiado famosa. La falla fue que yo no le paré bola, porque ya tenía novio y le era fiel”.
Siguió con su confesión. “Vea, por la verdad murió Cristo, y Alejo dijo en la canción que tenía el corazón sembrado en Patillal, que estaba enamorado solo, pero ni él, ni el acordeón, ni nadie hizo el milagro, porque yo estaba perdidamente enamorada de Hernán Mejía Castro, con quien tiempo después me casé y tuve un hijo de nombre Hugo Rodolfo Mejía Daza”.
De inmediato Joselina pregunta si es clara en su explicación, y al contestarle afirmativamente, indica: “Tengo que decir que Hernán Mejía no se puso celoso con la canción, porque él sabía que no lo iba a cambiar por otro. Eso fue así de ese tamaño y quedó la historia de un amor imposible con el hombre que conocí en una parranda en casa de Víctor Julio Hinojosa Sierra, a quien Alejo le pidió que me cuidara”.
En ese momento guardó silencio para darle paso a las lágrimas por el amigo que Dios tiene en su santo reino y que le brindó la amistad más sincera. “Víctor Julio era único, todos los días lo recuerdo y siempre lloro por su partida…”.
Detalles inéditos
Entrando en detalle sobre la canción, manifestó que “como joven novelera fui a la casa de Víctor Julio para ver tocar a Alejo Durán. Me tiró algunos piropos y hasta prometió hacerme una canción. Me eché a reír y hasta ahí quedó todo. Tiempo después, estudiando en el Liceo Colombia de Santa Marta, la profesora Catalina Correa me dijo que había escuchado en la emisora una canción con mi nombre. Entonces, recordé que debía ser de Alejo. Mi sorpresa fue que me gustó, pero no había lugar a nada de nada”.
Un detalle que no podía faltar aflora en medio de la amena conversación: ¿Después de grabada la canción habló con Alejo?
“Claro, hablé con todo el respeto y le dije que la canción me había agradado, que no se me había revuelto nada, y lo que no me gusta, no me lo como”.
Entonces, Joselina Daza volvió a repetir la carcajada de la bienvenida y esta vez con mayor duración. Celebró sus frases hasta decir ya no más, y entonces sorprendió cuando en su propia voz cantó la obra grabada por Diomedes Díaz, entre otros cantantes, la misma que la inmortalizó a ella estando en vida.
En el pueblo e’ Patillal, tengo el corazón sembrado
y no lo he podido arrancar, ay! tanto como he batallado.
Oye Joselina Daza, lo que dice mi acordeón,
yo no sé lo que me pasa, con mi pobre corazón.
Ayyy! oye Joselina Daza, por qué no me das tú amor.
No se vayan a extrañar, no les cause maravillas
si me voy pa’ Patillal, en busca de Joselina.
Pobre Alejandro Durán, dejó su tierra querida
y se va pa’ Patillal, en busca de Joselina.
La célebre carcajada no se hizo esperar, y seguidamente manifestó: “Pa’ que vea que me la sé. Soy la dueña de la canción. Es mía, mía. Joselina Daza es la chacha, es la reina, la que a pesar del tiempo sigue firme y dando la hora exacta”.
Sin pelos en la lengua
Enseguida, da una orden. “Escriba una cosa bien cierta, me dolió la muerte de Alejo Durán, quien me premió con una de sus bellas canciones. Alejo, el Rey Vallenato, nunca morirá porque se hizo grande con su ‘Pedazo de acordeón’. No es como ahora que se vuelven puro ‘firi firi’ con canciones que se mueren recién nacidas. También diga que el vallenato ahora es diferente a nuestra época, mire como me hicieron una canción y todavía está sonando”.
Cambia de tema y continúa diciendo: “Ahora vivo en la casa que nos dejó mi papá Julio Francisco Daza Hinojosa”. Entonces, enfatiza: “Ah, me separé de Hernán Mejía porque bebía mucho, y para qué tener esa lidia”.
Antes de culminar la entrevista a Joselina Daza, le trajeron una nueva taza de café desde la casa de su fallecida amiga Matilde Peralta. Vuelve a llorar al recordarla, y recalca que nunca le falla el café mañanero.
La mujer que no sabe de secretos, que no tiene pelos en la lengua, que no le tiene miedo a nada, ni a nadie; la que no usa pintalabios, ni polvos para la cara; la que tiene una vida feliz, a pesar de sus múltiples dificultades y dolencias del cuerpo, hace comentarios sobre la belleza de su terruño donde las canciones “vuelan bajito”.
Su generosidad, su calidad humana, sus verdades y una que otra ‘grosería’ repleta de carcajadas, logró que Joselina Daza volviera a recordar desde su querida tierra Patillal, al juglar inmortal Alejo Durán.
Ese mismo quien llegó en busca de la mujer que se adueñó de su pobre corazón y se lo dijo en un canto que tiene una duración de dos minutos y 47 segundos.
Oye Joselina Daza, lo que dice mi acordeón
yo no sé lo que me pasa, con mi pobre corazón.
Oye Joselina Daza, porque no me das tú amor.
Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Sobre el autor
Juan Rincón Vanegas
Cultivo de folclor vallenato
Periodista, escritor y cronista, natural de Chimichagua, Cesar y ganador de distintos premios de periodismo con historias del folclor vallenato y sus distintos personajes. Actualmente se desempeña como Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
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