Música y folclor
El Carnaval en Colombia, de prohibido a instaurado
Las autoridades coloniales temían en Colombia a esa multitud de esclavos que se contorsionaba a ritmo de tambores como poseídos por los espíritus inmundos, en una frenética convulsión.
El miedo a no poder controlarlos, provocó que se prohibiera toda manifestación carnavalesca, llegando a ser erradicada en ciudades como Bogotá y Cartagena, donde el poder autoritario de los gobernadores estaba mucho más presente.
En otros lugares más alejados de los centros de poder, como Barranquilla y toda la orilla del Río Magdalena, en poblaciones y aldeas con menor presencia colonial, donde coexistían el culto al sol por parte de la población indígena y las danzas africanas, lograron la armonía con la fiesta cristiana.
Desde el siglo XVIII existen evidencias de que existió el carnaval no sólo en las poblaciones que rodean al Río Magdalena, sino también en Cartagena y en la Villa de Mompox. Se habla de una especie de ruta del carnaval rural que escapó a las restricciones en mayor o menor grado, dependiendo la zona de influencia colonial.
Fueron introducidas estas fiestas por los españoles y los portugueses aunque la gran influencia de la población africana y la indígena priman en las variaciones que hacen de éste un carnaval diferente.
Las danzas de negros y las de indios fueron componentes fundamentales y originales del festival callejero colombiano. Unas danzas que han perdurado hasta nuestros días y que conservan grandes similitudes con las del carnaval de Brasil y el de Montevideo.
La parte europea predomina en las fechas en las que empezaron a celebrarse, como baile de máscaras, por San Sebastián y La Candelaria, aunque rápidamente se convirtió en explosión de expresividad por parte de negros esclavos africanos que conservaban sus costumbres y su cultura.
En ciudades coloniales como Bogotá y Popayán, el carnaval fue considerado ofensivo por parte de la sociedad colonial, y fue prácticamente erradicado de su tradición, hasta el punto de que hasta éste mismo siglo no ha sido reactivado por el propio gobierno colombiano, en la ciudad de Bogotá.
No fue ese el caso de Barranquilla que, por su privilegiada situación geográfica como puerto próspero comercial, consiguió mantener su tradición carnavalesca mezcla de cultura europea y autóctona, así como Cartagena de Indias, por ser grandes poblaciones de gran trasiego de personas y culturas.
Sin duda, el de Barranquilla es el carnaval más conocido de Colombia a nivel turístico, aunque también es sonado el Carnaval de Blancos y Negros que se celebra en la ciudad de Pasto, Nariño, cerca de Ecuador. Los pastusos, con su particular sentido del humor, se han ganado un lugar entrañable en el tour carnavalesco mundial.
Barranquilla es color, suntuosidad, vistosidad. Comenzaron como rituales cristianos en los que se permitía la participación de los esclavos como gratificación paternal por un duro año de trabajo. De esa manera se congraciaban con una población que, aunque dominada, era mayoría.
En 1867, en la crónica de Carlos J. Arosemena se dice que se promulgó un bando en el que se anunció la oficialidad del carnaval. Conservaron de aquellas viejas celebraciones de esclavos, la costumbre de elegir Rey y Reina del carnaval, que en su caso eran los jefes de las tribus guerreras.
Hasta 1918 fueron hombres siempre los que ostentaron el cargo de Rey o Presidente del carnaval, a partir de esta fecha son las mujeres las encargadas de gobernar las fiestas, primero como Reina Popular y más tarde como Reina de la Belleza, título que se conserva hasta nuestros días.
Los carnavales en Colombia duran cuatro días. Comienzan un sábado y terminan la víspera del miércoles de ceniza. Durante esos días una explosión de color inunda las calles de las principales ciudades carnavalescas, adornadas con sus mejores galas y dispuestas para su festival.
La elección de la Reina del Carnaval y del Rey Momo, que representa a las máscaras, la Gran Parada del domingo, la Batalla de las Flores y la Guacherna que llena de tambores y cumbias las noches de carnaval, son algunos de los reclamos que el país ofrece para compartir, en el sentido colombiano de esta palabra, con el visitante.
Chabela Salas
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