Música y folclor

Verseadores: de las diatribas a los abrazos

María Ruth Mosquera

08/04/2016 - 05:10

 

El muchacho no se veía muy bien. Sus versos salían con dificultad y se los lanzaba con rabia a su contendor que permanecía inmutable con una sonrisa socarrona y un modo de bailar que parecía exasperarlo más; eso notaba el público que esa tarde estaba ahí y que fue testigo de cómo al final de la contienda, el muchacho fue apabullado por su adversario; con la mirada hacia el suelo se despidió de mano del jurado.

“No me quiero imaginar el agarrón que se van a pegar esos dos cuando bajen de la tarima”, pronosticó un espectador que había padecido la pena ajena que le inspiró el muchacho; pero para sorpresa suya, apenas alcanzaron las escaleras de la tarima, los dos hombres que unos pasos atrás se estaban lanzando improperios frente a cientos de personas, chocaron puños en símbolo de camaradería y siguieron su camino abrazados como los mejores amigos.

“Esa vaina no va conmigo”, criticó un espectador según el cual “un tipo se llega a meter con mi hermana y le voy es zampando la mano”.

Escenas como esa se repitieron una y otra vez esa tarde y continúan replicándose a lo largo de los festivales folclóricos que se realizan en el país, en los que siempre se encuentran los repentistas, ya blindados contra cualquier ofensa que puedan decirles en tarima, convencidos que eso hace parte de la contienda; aunque no siempre soportan los injurias y se molestan.

Ocurrió una vez en Plato, Magdalena. En medio del calor de la piquería, Andrés Beleño le cantó a Bornacelli que tenía la cabeza pelá"; éste le respondió sabiamente que la calvicie es sinónimo de inteligencia, pero Beleño le rebatió en medio de un verso que él ha visto muchos burros pelaos y no era por inteligencia.

“A él eso le dio tanta rabia que quería pegarme; cuando íbamos bajando de la tarima la gente comenzó a gritarle ‘burropelao’ y salió a buscarme para pelear, pero no me hizo nada porque la gente se metió”, contó después Andrés Beleño, el primer rey de la Piqueria que tuvo el Festival de la Leyenda Vallenata.

Son características de los verseadores, enemigos en tarima, pero amigos al bajar de ella, sin importar lo que hayan podido decirse. Las discrepancias entre Beleño y Bornacelli fueron saldadas y la amistad volvió a su curso normal.

Pero la realidad de los verseadores va mucho más allá de soportar o lanzar un insulto frente a un público que los aplaude; lo realmente relevante es el trabajo de creación inmediata que deben hacer en cada festival, comprometidos a superar a sus propios records, todo en medio de una realidad económica y social que a menudo les frunce el ceño.

A Rubén Darío Ariza, rey de la piqueria en el Festival de la Leyenda Vallenata en los años 2006 y 2010, para poner un ejemplo, le tocó hacer una recolecta entre sus amigos de ‘Arroyo Grande Abajo’ (su pueblo en la sabana) y consiguió que lo apoyaran con cinco, diez o 20 mil pesos hasta que logró reunir 170 mil pesos; de esa cifra debió dejarle 30 mil pesos a su esposa para que evadiera las arremetidas de la crisis económica durante los días que él iba a estar por fuera sin poder comprar leche, hacer quesos y venderlos para darle el sustento a su familia. Con el resto de dinero costeó los pasajes y la alimentación, racionada para poder estirarlos hasta esa noche final, cuando Dios premió su esfuerzo y lo hizo ganar no solo el título de rey, sino que lo llevó a ganar dinero que compensó su esfuerzo.

A Rubén Darío le fue bien, pero la historia de estos creadores tiene muy bien guardadas las peripecias vividas por muchos de ellos, que llegan a festivales foráneos sin los pasajes de regreso y con toda su esperanza puesta en un premio que al final se va para otro lado y los deja en un pueblo ajeno sin dinero y sin ganas de continuar con esa vida de azar, cuyas gratitudes son inversamente proporcionales a las garantías que tienen de buenos resultados.

Afortunadamente son un ‘gremio’ unido que tiene muy presente el sabio adagio que dice ‘hoy por ti, mañana por mí’ y entre todos logran regresar al amigo a su tierra, no sin antes decirse: nos vemos en el próximo festival.

Las desventuras de algunos han hecho que se den los ya muy conocidos pactos entre los verseadores, de modo que los premios que ganan los tres primeros lugares, son repartidos proporcionalmente entre los seis que conforman las tres parejas que llegan a la ronda final.

“Eso es verdad. Yo lo hago porque no queremos que nadie pierda; el acuerdo está en el dinero, si pasan tres parejas, los seis ganamos; en diferentes proporciones, pero ganamos los tres”, dijo Andrés Beleño, fiel representante de unos hombres que han recibido innumerables críticas (que son desorganizados, que llegan a los concursos con los versos aprendidos, que la calidad de los mismos va cayendo en picada, que hacen componendas… ) y pocos elogios, que los merecen visto su esfuerzo por llegar a los festivales más recónditos para someter a prueba si ingenio y versatilidad mental y conseguir un premio que para unos cuantos es la ‘salvación’ para pagar el semestre en la universidad, las cuotas de la casa o por fin “comprarle ropa a los pelaos”; unos pocos verseadores tienen una buena posición laboral y concursan en los festivales más por amor al arte que por urgencia del premio… pero son muy pocos.

‘La oveja negra’ le dicen algunos al concurso de la piquería, que está en la última posición en importancia de los concursos de los festivales y el que tiene menos oportunidades, teniendo en cuenta que los reyes vallenatos graban y viajan, a los reyes de la canción inédita en ocasiones les graban sus obras y se hacen populares, pero no se graban discos compactos de piqueria, entonces la vigencia de los verseadores dura solo los tres a cinco días de los festivales. ¿Será que no existe mercado para la piquería en un disco, pero sí en los festivales?, ¿Cómo darle valor agregado al trabajo que hacen estos hombres?), ¿Cómo dignificar el concurso?

Sobre este tema, el compositor Beto Murgas, durante su ejercicio como delegado de Sayco en el Cesar, sugirió que debía dársele una orientación a los verseadores “en el sentido de recordarles que la piqueria, a través de la historia de la música vallenata, ha sido lo más significativo, y los organizadores de los festivales tienen que pensar cómo en ese espacio la gente pueda sentirse en medio una parranda; no encasillarlos en un tema sino dejarlos que sean espontáneos, darles la libertad porque una persona presionada no puede expresarse bien, por eso es que en las parrandas ellos son distintos a como son en los festivales. Que se monten a la tarima y se digan lo que quieran. Me parece que los tenemos muy encasillados y eso no les permite el desarrollo porque están temerosos de que la van a embarrar”.

Se refiere el compositor a los temas que establecen los jurados para que los verseadores sobre los cuales deben girar sus versos: pie forzao, pie pisao, última con la primera, tema escogido…  los cuales limitan a los verseadores, aunque a juicio de muchos es esa la barrera que derriban los verdaderos verseadores.

“Ellos dicen que tienen que hacer eso para forzar al verseador y que la piqueria sea mejor, pero lo que hacen es acabarlo porque bajo presión es muy difícil trabajar, en cambio si dejan que le amplíen el número de versos al verseador que se digan lo que quieran, sería mejor porque yo he estado en los concursos con los contrapunteros de los Llanos orientales y lo mínimo que le dicen a uno es que se acuestan con la hermana, es el pique para que le de rabia al contendor, entonces uno al sentirse frente a un trovador de esos metido en un liazo de esos, lo mínimo que le dice es que se acuesta con la mamá”, dice Andrés Beleño.

En un reciente encuentro propiciado por el Colegio Comfacesar, reconocidos repentistas como  Andrés Beleño, José Félix Ariza, Iván Zuleta Barros, Luis Mario Oñate, Ivo Luis Díaz, Críspulo ‘El Monito’ Arzuaga y José Bornacelly se reunieron para analizar la ‘Dimensión de la Piqueria Vallenata’. Allí hubo consenso en que la piqueria no está en decadencia, aunque expresaron que la expresión tampoco vive su mejor momento, como consecuencia de la pobreza que se aprecia en los versos que se están creando.

Sin duda, la piquería seguirá haciendo presencia en el Festival de la Leyenda Vallenata como lo está haciendo desde 1979, pero la gran expectativa se cierne sobre las condiciones que tendrá el concurso en el futuro, sobre lo cual deben trabajar verseadores y organizadores para que a raíz de un acuerdo de voluntades, se muestre la verdadera esencia de la piqueria.

 

María Ruth Mosquera

@Sherowiya

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