Música y folclor

Aníbal Velásquez: 80 años de magia y transgresión en el acordeón

Luis Carlos Ramirez Lascarro

03/06/2016 - 06:15

 

Anibal Velásquez

Aníbal Velásquez Hurtado, barranquillero de nacimiento, multiinstrumentista, decididamente acordeonero de tiempo completo y fronteras musicales diluidas. Compositor, arreglista, vocalista, rebelde y transgresor, este tres de Junio cumple ochenta años de vida, de los cuales más de sesenta han sido dedicados por completo al ejercicio ineludible de la música.

Este prodigioso músico, que ha grabado de todos los ritmos que ha podido, empezó con su hermano Juan en Los Vallenatos del Magdalena, agrupación con la cual grabó, entre otros, los temas: Alicia la Campesina y La Casa en el Aire, ambos Paseos, de Andrés Landeros y Rafael Escalona, respectivamente. Grabaciones que son de las primeras en hacerse de lo que hoy conocemos como vallenato y la primera de ambos temas, reconocidísimos hoy en día, y en cuyas interpretaciones deja ver ya el maestro Aníbal su distancia musical con las formas tradicionales de la música que posteriormente llamaríamos vallenata y su carácter de revolucionario, adelantado y más que versátil, experimental y atrevido acordeonero.

Además de estas primeras grabaciones que se podrían denominar vallenatas, ha interpretado las alegres guarachas de origen cubano a las que imprimió su sello particular (Guaracha en España), Cumbias, Porros, Paseboles, Rancheras, Paseaitos, Danzones, Guajiras, Pasajes llaneros, Guarachas, Tamboras, Rumbones, Chiquichas y, entre otros ritmos,  romantiquísimos boleros como Triunfamos o Rondando tu Esquina, temas que podríamos llamar hoy día Salsas como Ese amor, Te vi venir y El Cumbanchero, además de temas raros, extrañísimos, difíciles de clasificar como la misma Guaracha en España, Mambo Loco y El Rayador, con los cuales se consolidó no sólo como el primer revolucionario del acordeón sino como quien primero abrió las fronteras a la música que hoy día conocemos como vallenata y que, a pesar de los purismos, sigue siendo difícil de definir para muchos dentro del universo genérico de la música de acordeón del caribe colombiano, tan disímil, desbordante y  mutante, como el paisaje mismo de la región.

Su genio musical sólo puede ser comparable, en nuestro contexto, con el de Alfredo Gutiérrez, a quien le encomendara Toño Fuentes, como parte de lo que serían Los Corraleros de Majagual, hacerle frente como fenómeno musical y bailable en la Costa Caribe colombiana. Ellos eran  y serán –sin guardar muchas proporciones ni tener dudas– los Niki Lauda y James Hunt del automovilismo, los Sugar Ray y Mano de Piedra del boxeo, los Federer y Nadal del tenis.

Como Lisandro Meza, Juancho Rois y Emilianito Zuleta, se puede decir que Aníbal Velásquez es un rey sin corona del Festival de la Leyenda Vallenata, aunque puede darse el lujo de haber sido declarado “Fuera de Concurso”, quizá para no tener que aceptar que no había quien le diera talla o para no tener que descalificarlo por salirse de las normas tradicionales del vallenato. Como el mismo Lisandro Meza, con quien comparte las características sentadas por el uso y la costumbre para ser denominados Juglares, además de los prolíficos Julio Erazo y José Barros (quienes entre todos los ritmos que cultivaron, también crearon vallenatos), no será reconocido y entronizado como un Juglar de la música de acordeón del caribe colombiano por el sólo hecho de salirse a todos los moldes preestablecidos y no poder ser limitado por una sola etiqueta.

En su voz y su acordeón se sintetizan y se repiten, año por año, los contrastes de la sociedad colombiana de manera casi insuperable con el fluctuar de emociones que causan canciones como: La brujita (que se oye en todos los Halloween), Navidad (que a pesar de su letra melancólica nos invita a celebrar la vida con sus notas entusiastas), Cinco pa las doce (que a todos hace llorar en el cambio de año) y Alicia la Flaca (que a todos nos pone, entre tantas otras, a mover el esqueleto en épocas de fiestas novembrinas de Cartagena y carnavales de Barranquilla). Retrato musical de un país que pasa, casi sin inmutarse, del dolor al gozo, de la risa al llanto, de la feria a la tragedia.

Su bigote y sombrero de vaquero, sus canciones, su voz, su acordeón, hacen parte no sólo del cancionero y la banda sonora de la existencia, sino, prácticamente, de la cadena espiralada del ADN de los colombianos, quienes debemos, deberíamos, quitarnos el sombrero, remangarnos las camisas, recogernos los pantalones y bailar y cantar a todo pulmón celebrando la vida, obra y legado del gran, del inmortal Aníbal Velásquez, El Mago, El Bárbaro del Acordeón.

 

Luis Carlos Ramírez Lascarro

 

Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro

Luis Carlos Ramirez Lascarro

A tres tabacos

Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.

Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).

Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).

Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).

Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.

Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.

Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.

Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).

@luiskramirezl

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