Música y folclor

El incierto bambuco de Escalona

Eddie José Dániels García

22/07/2016 - 06:45

 

Jorge Villamil y Rafael Escalona

Actualmente, son pocas las personas que tienen conocimiento del pacto que se celebró hace más de treinta años entre el reconocido compositor vallenatólogo Rafael Escalona Martínez, fallecido el 13 de mayo de 2009, y el destacado compositor huilense Jorge Villamil Cordovez, muerto el 28 de febrero de 2010.  

El  acuerdo, que se gestó en Bogotá cuando los dos eran miembros de Sayco, fue un desafío que trataba de medir y  comparar  el talento y la capacidad creadora de ambos personajes en el medio musical. Escalona demostraría su perrenque componiendo un bambuco en acordeón y Villamil debería lucirse creando en guitarra un paseo vallenato. Para mayor trascendencia del reto, las dos composiciones tendrían como escenario las ciudades natales de los desafiantes y cantarse durante la celebración de los respectivos festivales en Neiva y Valledupar.

En la celebración del Festival Vallenato de 1983, el maestro Villamil, siempre cumplidor y responsable como suelen ser los opitenses, se presentó en la Ciudad de los Santos Reyes,  ansioso por conocer los estruendos de este tradicional parrandón y, sobre todo, para darle serio cumplimiento a lo acordado en Bogotá con el compositor patillalero. Su sorpresa fue tremenda cuando algunos renombrados parranderos de esa ciudad fueron al aeropuerto Alfonso López Pumarejo a darle la bienvenida, y le informaron que tenían órdenes expresas  del maestro Escalona para recibirlo y atenderlo, ya que éste no se encontraba en Valledupar, pues, por algunos quebrantos de salud permanecía convaleciente en una clínica de Barranquilla. El maestro Villamil lamentó el inconveniente, recibió  las disculpas y aceptó complacido las atenciones de los nuevos anfitriones.

Con la falta de uno de los dos rivales, era fácil suponer que no se cristalizaría el compromiso, y aunque Villamil, en un comienzo, se sintió desconcertado con la ausencia de su compadre Escalona, muy pronto se recuperó del incordio, superó la nostalgia, y con la férrea voluntad musical  que lo caracterizaba, se dedicó a disfrutar de los saturnales parrandones, que tradicionalmente se cuecen en el bullicioso festival, brindados en honor de los personajes ilustres de la política, la cultura  y el gobierno que visitan la salubérrima  Villa del Santo Ecce Homo. Entonces, de convite en convite, de parranda en parranda, y con el tiempo limitado para atender tanta lambonería, fue a parar a la finca “Tierra Grata”, en el municipio de Manaure, “Balcón del Cesar”, propiedad de los hermanos Guillermo y José Castro, familiares del reputado político cesarense don Pedro Castro Monsalvo.

La realización de una parranda vallenata con la presencia del  ilustre compositor de Espumas, Me llevarás en ti, Sabor de mejorana, Llamarada  y Los guadales, grandes títulos que honraban la música colombiana,era todo un acontecimiento en la fecunda tierra de Francisco el Hombre. Sin mucho protocolo Villamil se convirtió en el centro de atracción del ruidoso espectáculo, y para agasajarlo se hicieron presentes las más prestigiosas agrupaciones vallenatas de la época. Toda la clase política y ganadera de Valledupar estuvo disfrutando en aquella bacanal, cuyo único objetivo era satisfacer a plenitud la presencia del compositor garzoneño. Confundidos entre la multitud, hacían protagonismo el relacionista Darío “El turco” Pavajeau, la compositora Rita Fernández y los cantautores Pedro García Díaz, Santander Durán Escalona y Gustavo Gutiérrez Cabello.

Transcurridas algunas horas en el fragor de la parranda, y ya con la mente más esclarecida por los naturales efectos del Old Parr y otros tragos menores,  el maestro Villamil pidió interrumpir la música para expresar sus agradecimientos a los invitantes, comentar el viejo acuerdo que él tenía con Rascalona (como solía llamar al compositor vallenato),  y anunciar que en ese momento estaba preparado para darle cumplimiento a su palabra. La intervención fue motivo de risa para muchos asistentes, sobre todo, para los anfitriones,  y en otros más crédulos sembró la expectativa por la seguridad con que hablaba el celebérrimo compositor. Enseguida, tomó una guitarra prestada y con una ejecución perfecta del instrumento cantó de su propia inspiración el paseo vallenato “Tierra grata”, en el cual hacía alusión al motivo que lo había llevado al Festival Vallenato.

En la introducción musical, con un lenguaje sencillo,  sin ninguna retórica expresiva  y sin asomos de  sentimentalismo,  el maestro Villamil expone la razón de su viaje: “Yo me fui  Valledupar /  la tierra del acordeón / porque me invitó Escalona /  a conocer su folclor”. Y continúa, manifestando la ausencia del autor patillalero: “Al llegar al aeropuerto / Rafa Escalona no estaba ahí, /  lo busqué por todas partes, / por todas partes, más no lo vi”. Sigue con los interrogatorios a los nuevos anfitriones: “Pregunté a Pedro García, / a Rita Fernández y Pavajeau; / ¿En dónde estará Escalona? / ¿No han visto al compositor?”. En la estrofa siguiente, el  consagrado bambuquista introduce una pregunta dubitativa a manera de afirmación: “¿Se fue tras la brasilera / o en busca de un nuevo amor? / O tal vez marchó hacia el Cauca / porque le gusta mucho el temblor”.

En la segunda parte de la canción, tras un largo punteo y contrapunteo de guitarra, el maestro expresa su complacencia por la feliz invitación: “Pepe Castro me invitó / con Memo y con Santander / a visitar Tierra Grata / allá en la Sierra del Perijá”. A continuación expresa la alegría que lo invadió durante su regreso a la Capital de la República, donde estaba residenciado: “Con alegría vallenata / fui regresando hasta Bogotá / después de pasar la tarde / cerca a Manaure de brisa y sol.” Luego introduce una estrofa breve, donde insinúa, a manera de reto,  una ligera increpación  a Escalona: “Díganle a ese gallinazo / díganle a ese gallinazo / que me responda / con acordeón”. Y finaliza el texto destacando la belleza del paisaje caribeño con una metáfora natural: “Bonito el Cerro Murillo / tan claro el Guatapurí / que hermosa está la nevada / la rosa blanca de mi país”.

Al finalizar, la canción arrancó un aplauso interminable de todos los asistentes, quienes le pidieron al maestro que la interpretara nuevamente, y en el acto fueron complacidos. Todos habían observado que el contenido de la letra era en su totalidad producto de la improvisación. Lo demostraba el hecho de haber mencionado la ausencia de Escalona, la llegada al aeropuerto y  la invitación de los hermanos Meme  y Pepe Castro, anfitriones de la parranda. Entonces,  el diestro guitarrista, experto en valses, pasillos,  bambucos, sanjuaneros y rajaleñas, también aprovechó la ocasión para ennoblecer la fogosa parranda interpretando algunas de las  canciones estelares de su vastísimo repertorio musical. Un tiempo después, el paseo “Tierra Grata” fue grabado por la agrupación del cantante Raúl Brito y Egidio Cuadrado, el eterno acordeonista de Carlos Vives.  

Durante su permanencia  en la Capital Mundial del Vallenato, la cual le fue muy agradable y se tornó inolvidable, el insigne compositor huilense, médico de profesión, también tuvo la oportunidad de charlar y trabar amistad con Emiliano Zuleta Baquero, Hernando Marín, Carlos Huertas, Tomás Darío Gutiérrez  y muchos más. Asimismo, oyó y apreció las voces de Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Rafael Orozco, Beto Villa, Diomedes Díaz y otros vocalistas que ya se abrían paso en los senderos inmortales de la  música vallenata. Y, curiosamente, también pudo cruzar impresiones con el jurado del Festival,  ese año integrado por  Gabriel García Márquez, quien estaba estrenando el Premio Nobel, el destacado periodista Enrique Santos Calderón, el político lopista Rafael Rivas Posada,  el singular  acordeonista Miguel López Gutiérrez y el recordado compositor Leandro Díaz Duarte.

Atesorando gratos recuerdos de Valledupar y de su gracioso festival parrandero, el  doctor Villamil retornó a Bogotá satisfecho por haber cumplido el pacto trazado con el altivo autor de La patillalera, El testamento, La casa en el aire y El playonero, entre otros. Tras su recuperación, el maestro Escalona fue informado detalladamente de lo acontecido en “Tierra Grata” y prometió, desde luego, componer el bambuco para llevarlo a Neiva en junio de ese año, durante la celebración del festival. Sin embargo, desde esa época, hasta su muerte en el 2009, transcurrieron más de veinticinco años,  jamás volvió a tocar el tema y nunca cristalizó su compromiso. Por su parte, en Neiva, donde se había residenciado, el insuperable maestro Villamil siguió esperándolo, y  un año después partió para la eternidad llevándose en su memoria el bambuco inexistente de su apreciado compadre.

 

Eddie José Daniels García

Profesor de Literatura, sonetista y cronista

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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