Música y folclor

Relato de un día distinto para los artesanos de la música

María Ruth Mosquera

28/10/2016 - 06:05

 

Isaac ‘Tijito’ Carrillo durante el Día de los compositores en Valledupar / Foto: María Ruth Mosquera

Aquel no fue un día cotidiano. Isaac ‘Tijito’ Carrillo no le cantó a La Cañaguatera “te juro que yo sin ti estoy acabao”, ni mucho menos hizo confesiones tales como “es tan grande mi ilusión, como yo no hay quien la quiera y todo mi corazón es de una guayabalera”. No. Poseído por un deleite que se le adhería a las palabras, el monarca guajiro dio rienda suelta a su pasión ranchera y con la fuerza de la que está dotada su garganta le cantó a una musa que representa a todas las musas del mundo: “Tú y las nubes me traen muy loco, tú y las nubes me van a matar. Yo pa’ arriba volteo muy poco, tu pa’ abajo no sabes mirar.

Fue una serenata memorable con el marco musical del mariachi Garibaldi que llevó un sombrero mexicano extra, para darle a Tijito el toque de charro que la potencia de su garganta enfatizaba, frente a sus colegas artesanos del canto vallenato que con sus familias acudieron a la invitación que anualmente hace Sayco, rectora del gremio, para conocerse, reconocerse, abrazarse, exaltarse, integrarse, conversar de sus cosas, hacer planes nuevos y deshacer los linderos de los géneros musicales para cantar y bailar de todo un poco, como lo hizo Tijito, cuya extraordinaria intervención cambió el rumbo de la fiesta y tentó a otros que vibran por los sonidos nacidos en México, como Julio Morillo –clásico corista del vallenato- y José Antonio Hernández, presidente de Sayco, quienes se unieron con sus voces al paseo por las canciones de Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Oscar Negrete y otros ‘inmortales’ de la ranchera.

Ese día, Andrés Beleño, rey vitalicio de la piqueria vallenata, no improvisó versos, ni cantó puyas jocosas, ni deleitó al público con su bailaito particular; ese día fungió como animador de rifas. Gustavo Gutiérrez, el poeta de la añoranza, no cantó sus poesías ni regaló una rosa roja a una dama, más bien conversó alegre, posó para fotos y hasta se ganó cien mil pesos en una rifa. Tampoco a Ovidio Granados se le vio sentado en un taburete frente a las piezas desperdigadas de un acordeón, sino que permaneció en calma recibiendo abrazos y tomando las viandas del almuerzo y el caldito de media tarde. Sergio Moya Molina, en vez de cantarle a ‘la celosa’, su pareja de la vida y de la fiesta, se aventuró a ser un aprendiz de fotógrafo.

Una integración memorable, convocada por Sayco para aquellos que son eruditos en el arte de “escribir composiciones musicales, organizar los sonidos, inventar música, armar letras para volverlas poemas o en su efecto, improvisar, interpretar, concebir y elaborar canciones”. La invitación tuvo una receptividad masiva, de modo que ahí, al Club Valledupar, escenario vedado para el vallenato en el principio de sus tiempos, confluyeron con sus familias compositores de diversos rincones del Cesar y del país, agremiados en Sayco.

Ahí estaba Pánfido Valdés, un cantautor que hace un tiempo erigió su hogar en Valledupar como una réplica resumida de su natal Palenque. De Chiriguaná viajó Marcial Pava, un trotamundo del acordeón al que se le vio inquieto y feliz pasando de una mesa a otra como intentando recuperar los abrazos y apretones de mano que el tiempo y la distancia le ha quitado. Y el cantautor vallenato Jorge Valbuena llegó tarde a la integración porque debió cumplir una travesía más larga. “Es que yo vivo en Barranquilla, pero pertenezco a Sayco Valledupar”, se le oyó decir.

No podían ellos dejar pasar esa ocasión para exaltar su arte, personificándolo en tres a los que consideraron merecedores de “un reconocimiento a su trayectoria musical; un homenaje como muestra más fiel de agradecimiento por su aporte cultural. “El compositor no es sólo un artista, es un artesano, cuya materia prima son los sonidos. Es él quien decide qué instrumentos utilizar, cómo realizar los acordes, qué letras o versos puede entregar; por ello, se hace vital realizarles un homenaje en su fecha, darles las gracias por tan noble labor”, dijo Armando Romero, Director Societario. Entonces llamaron a esos tres y les entregaron placas en madera con estuche de gamuza y medallas doradas que simbolizaban la gratitud y admiración de todos.

Romualdo Brito López: “Bueno, como fui yo, pudo haber sido cualquiera de los grandes maestros que están hoy acá con nosotros; todos son excelentes, merecedores de todos los detalles del mundo, sobre todo cuando se ha hecho un trabajo tan grande en pro de la cultura musical colombiana”. 

Julio Oñate Martínez: “Una distinción que realmente me honra porque en cierta forma me compromete a seguir en la lucha para que el nombre de la Sociedad de Autores y Compositores sea cada vez más grande. Yo seguiré en el campo de la investigación, escribiendo, componiendo y cantando porque creo que es la noble misión que tenemos por delante. Esta es una distinción que recibo amorosamente”.

Emiliano Zuleta Díaz, representado por su hijo José Enrique ‘Coco’ Zuleta: “Es un reconocimiento a la obra. Mi papá no es un compositor muy prolífico, pero lo que ha hecho lo ha hecho bien; una obra muy importante, muy bonita, valiosa para nuestro folclor, que le ha dado la vuelta al mundo y a pesar de los años sigue vigente, sigue en nuestros corazones”.

Lo que siguió fue una verdadera celebración, con cuentos, camaradería y –por supuesto- conciertos musicales que fueron la ocasión propicia para que Dagoberto ‘El Negrito’ Osorio les compartiera a sus colegas su testimonio de su vida en Dios y les arrancara a uno que otro la promesa de componer un canto para el Creador. “Gustavo Gutiérrez me dijo que le está componiendo una canción al Señor y acá mi amigo Deimer (Marín) me dijo que lo tenga ahí en la lista”, dijo Osorio en medio de su canto predicado o su prédica cantada. Fue un momento de compenetración total del artista gospel y sus cófrades  que eran su público. Algunos como Juan Manuel Pérez - ‘El Catedrático’, abandonaron sus asientos para apreciar de cerca al cantante repitiendo su pregón: “Sí se puede, sí se puede, en el nombre de Jesús; sí se puede, sí se puede porque él ya pagó en la cruz”. Otros, como los hermanos Torres (Limedes y Juan De Dios) sacaron sus celulares para eternizar esas imágenes.  

Al cierre del encuentro, ya en el ocaso del día, los directivos de Sayco: José Antonio Hernández, presidente; Poldino Posteraro Ariza, gerente, Ignacio Valle, coordinador regional y todo el equipo oferente del agasajo estaba feliz, porque pese a su anuncio: “Debido a la situación que la Sociedad ha enfrentado a lo largo del año, la celebración se realizará de una manera sencilla y moderada, donde la austeridad será apremiante, no obstante, los reconocimientos, los homenajes, los elogios y los agradecimientos serán incalculables para este gremio”, ninguno tomó a cuenta las parafernalias existentes o faltantes, pues se concentraron en el privilegio de verse otra vez, de entenderse como artífices de un elemento vital para la vida: la Música.

 

María Ruth Mosquera

@Sherowiya

 

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