Música y folclor
Marciano, el rey en su hábitat natural
El territorio es un extenso valle con montañitas cercanas y la Sierra Nevada que sirve como un inmenso telón de fondo al entorno de este rey. En un punto de ese valle se juntan los ríos San Francisco y Santo Tomás que funden sus aguas para continuar el recorrido, dejando el nombre de un pueblo, La Junta, como testimonio de su hermanamiento. La Junta, uno de los diez corregimientos de San Juan del Cesar, en La Guajira, es un pueblo en calma, de calles desérticas, vegetación grisácea y brisa impregnada de poesía.
En La Junta habita un rey. Es un hombre de edad mediana, de carácter fuerte, alma de niño y corazón de poeta, amante de los árboles frutales y los animales en libertad; a veces lo ven alimentando a un grupo de gansos o pavos reales a los que llevó a su casa, pero que sólo llegan a comer y dormir porque pasan el día paseando por el pueblo tan libres que traspasan los límites urbanos hasta llegar a los cerros.
Al rey, Marciano Martínez, le gusta su entorno. Ama vivir ahí. Por eso, aunque su quehacer le demanda salir a cumplir sus compromisos como concejal, actor y también como cantautor, siempre se apresura a regresar a ese rincón donde tiene sembrado su corazón. “A mí me gusta la tranquilidad. Yo creo que uno en su pueblo está mejor que en cualquier otra parte; puedes tener un apuro o tener hambre y te pueden auxiliar, mientras que en las ciudades tú vas es mirando alrededor o al costado porque algo te puede pasar, sientes desconfianza. Un hombre debe amar su tierra; creo que la segunda madre de uno es su pueblo. Además, en La Junta estoy en mi hábitat natural, es donde hago mis canciones, ahí es donde me inspiro”.
Desde ahí, este rey observa las dinámicas humanas y reflexiona en las futilidades de la vida, que hoy es y mañana ya no. “Uno se pone a analizar las cosas de la vida, lo que somos; llegamos y desaparecemos. Dios dice que somos neblina que aparece por un poco de tiempo y luego desaparece. Hay mucha gente que se engrandece cuando tienen fama o dinero; muchos pierden a los amigos, no vuelven a la vecindad, se van al mejor barrio y no regresan. Viendo que nosotros nada más tenemos que estar vivos porque en el momento menos pensado, caemos”.
Evoca episodios de muertes inesperadas y piensa en “tanta gente que se dedica a acumular riqueza, que no tienen que ver con el dolor de nadie, no comparten con nadie, cada día quieren tener más y más. Dentro de nuestro folclor hay gente que se engrandece, se vuelven locos con la fama; entonces yo digo que no, que la gloria hay que dársela es a Dios, que es el dueño de todo, el que nos creó. Lo más grande que tiene una persona es la riqueza espiritual, vivir a la buena de Dios, sin el afán de tener dinero ni cosas materiales, más bien tener la conciencia tranquila”.
En medio de esas reflexiones y estando en su pueblo, lo agarró un día la inspiración de modo que sus pensamientos se hicieron canción: ‘En las mieles del triunfo’, un canto contundente, de meditación y determinación, en el que pone de presente la realidad de muchas personas cuando están en la cima y se ratifica cabal en su esencia humilde: “Yo sí no permito y no permitiré por nada que la estupidez venga a mancharme el corazón”. Pide además en sus versos que cuando llegue la despedida eterna, lo dejen dormir ahí, al lado de su madre, porque es ahí donde quiere quedarse. “Yo quiero estar es en mi pueblo. Cuando salgo de La Junta voy pendiente de llevar algo”.
Y siempre regresa con alguna dádiva material o intangible. El pasado fin de semana, por ejemplo, regresó con un título supremamente significativo para la historia poética de su pueblo: por segunda vez Rey de reyes del Festival Nacional de Compositores, certamen que lleva cuatro décadas exaltando los procesos creativos de los poetas del folclor vallenato, coronando reyes. Ya él había sido coronado en tres oportunidades: En 1989, fue coronado rey con la canción ‘El sentir de mi pueblo’; en 2002 se impuso su obra ‘Corazón grande’ y en 2008 su canción ‘Mar de olvido’ lo hizo rey de reyes por primera vez.
Este año regresó a la misma tarima a un encuentro de poesía de temáticas diversas. Su mensaje ‘En las mieles del triunfo’ se impuso desde el primer momento en que fue escuchado, pues se situó en la cúspide del puntaje y ahí se mantuvo hasta el final. Desde ahí vio a sus colegas Alberto Tico Mercado y Adrián Pablo Villamizar Zapata en lo que alguien denomino ‘un duelo de palomas’, por el segundo y tercer puesto, pues sus canciones ‘Volaste paloma’ y ‘Palomas que van sin prisa’ empataron según designios del jurado y debieron cumplir un duelo de desempate, quedando Tico Mercado de segundo y Adrián Villamizar de tercero.
Más que el título y el premio, Marciano Martínez Acosta, o mejor, Marciano Acosta Martínez[i] celebra el hecho de haber podido entregar su mensaje en la plaza de San Juan, así como los abrazos con tantos amigos, monarcas como él, que acudieron a la convocatoria del certamen y disfrutaron unidos de una fiesta feliz, de amistad, arte y talento.
Y regresó a La Junta, con el corazón pleno de cariño, con la satisfacción del deber cumplido, anhelando que más que un premio, su reflexión cantada sea asumida por alguien, pocos o muchos, y que lo apliquen a su vida diaria. Sabe que eso es potestad de Dios, su Dios.
María Ruth Mosquera
@Sherowiya
[i] Nació en La Junta, el 30 de octubre de 1.957. Sus padres: Joaquín Elías Acosta, quien falleció en noviembre pasado, y Dolores Martínez. Fue registrado con el apellido materno porque “mi papá nunca vivió conmigo”. Hace cuatro años, cuando ya su padre estaba entrado en años y Marciano quiso inscribir a su ‘viejo’ como beneficiario para un subsidio, no pudo hacerlo porque tenía cómo comprobar legalmente que él era su hijo; decidió entonces cambiarse el apellido para poder favorecer a su padre, de modo que su cédula hoy dice que es Marciano Acosta Martínez, aunque para sus amigos y para el folclor seguirá siendo el gran Marciano Martínez.
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