Música y folclor
Versos acariciantes (I)
Cuando mediaba la luna, como mensajera de razones, recados y decires, la hermosisima figura de la elegida, solía sonreír como expresión agradecida del fastuoso momento hecho cancion. La calle del Cesar, desde cinco esquinas hasta el Café La bolsa, simulaba quietud pero reververaba, en gracia de la luz tenue de los “faroles”, el ruido inmaculado de cualquier acordeonero emborrachándose en el mercado.
Algún tiempo transcurrió después del incendio del mercado, en el cual se quemó hasta la loza de porcelana china del Ñaño Pitre, pero “se salvaron” los dados, las fichas, el parqués, la dama y las checas en el chuzo de Ratiel. Las colmenas y los puestos de venta se volvieron a abrir, después de la hoguera, sin remordimientos ni rencores, alentados por el vaho inspirador del chirrinchi, el caña y el guandolo que los matarifes compraban en “la cabaña”. Esa tarde hubo festín y ahi le escuché, por primera vez, esos hermosisimos versos al siempre vigente Leandro Diaz Duarte, con el acompañamiento musical del genial Toño Salas:
“[...] son tres amigos que saben
de la vida de Emiliano
los demás se han alejado
como perfume en el aire...”
Alejarse es irse o marcharse de un lugar; el perfume hacía referencia, en tiempos muy antiguos, a la sustancia aromática que desprendía un humo fragante al ser quemada. De manera que el compositor usa el simil, refiriéndose al aroma, exquisito y exclusivo del perfume diluyéndose, extinguiéndose, alejándose sobre los hombros del viento, de esa brisa guajira, tocaimera, sandiegana o vallenata, comunes en el cielo inspiracional que cubre de gloria y magia al país vallenato y gráfica de manera precisa el alejamiento de los amigos del viejo Emiliano, con las excepciones honradas en el canto (los tres amigos): Chico Daza, Pocho Cotes y Rafael Escalona. Y es bien claro que se trataba de un reclamo eminentemente musical: (“he comprendido que Emiliano reconoce, que ya están olvidando notas que antes preferían...”). La música, la inspiración y el tejido de versos al servicio del reclamo, de la ponderación de las virtudes del amigo y consagración de un estilo, personal y musical, como muestra de desprendimiento, de entrega sin vacilaciones y de cofradía.
El vallenato es canto, emoción y expresión tridente de la caja, la guacharaca y el acordeón. Es pena y dolor cuando amerita la ocasión. Los versos de entonces colmaron de lagrimas el depósito de la aflicción, con su acción restauradora y en pos de calma perseverante, como guía a la tranquilidad y al sosiego, como expresión relajada pero cargada siempre de dolor inconsolable, por la pérdida de seres queridos, en especial del ser, en cuyo “nave” ventarle, llegamos a este mundo. El maestro Tobias Enrique Pumarejo, lo canto así:
“...por sus múltiple bondades
mi madre sobresalio
hay que querer a la madre
como a la mía quise yo...”
Alguien dijo que los compositores vallenatos le cantan a cualquier cosa pero a todo le ponen el sentimiento, los adornos y la figurita egregia del amor hecho canto. Le cantan amando hasta a lo que detestan, en un momento determinado. Los tres hermanos, más que un paseo es la exteriorización del dolor en forma altruista, sin dramas ni necedades.
Ése que un día se paseaba por valledupar con cananas y pistolas al cinto –cual pistolero del oeste americano-, otro se vestía con saco y corbata como magistrado cachaco y en cualquier momento con botas y pantalón kaki, como algodonero o contrabandista, retozaba por los vericuetos de la imaginación, cargado de versos, canciones y relatos que, poco a poco, se extendieron de boca en boca como el bostezo, según diría él, como contributopersonalísimo al bello folclor en ciernes. Entonces, cantó un día, y muchísimos más:
“...Ta’ lloviendo en la nevada
en el Valle va a llove’
el relámpago se ve
como vela que se apaga
sino quieres condolerte
de mi pena y mi pesar
me voy a tira’ al Cesar
pa’ que me ahogue la corriente...”
La figura hermosa de la vela que se apaga para retratar el momento exacto del relámpago, con lección de geografía cultural en gracia de la tradición porque cuando se nubla la nevada y llueve, lo más seguro es que en en Valledupar también. O, cuando menos, se va el agua al día siguiente me dirá Carlos Augusto Rojas. Pero el maestrisimo Escalona va más lejos en su canto: reta a la destinataria –que no es otra que la queridísima Maye- que se conduela de él y, por si acaso, le anuncia que se tirará al Cesar para que lo ahogue la corriente y, ahogarse era morir. Por fortuna la Maye salvó la patria, que Dios la Bendiga hoy y siempre.
Entonces, un flaco desgarbado pero henchido de inspiración, de talento y de rebeldía creadora, tejió con versos amatorios una esterilla musical que, con el tiempo y su cosecha prodigiosa, se convirtió en el llamado vallenato romántico. Y lo expresó:
“...si pudiera volver al pasado
en confidencia disfrutaría
de tus besos con mayor encanto
en confidencia te pediría
bésame todos los días
hasta la hora de la muerte
y más allá de la muerte
no me olvides vida mía...”
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Sobre el autor
Alberto Muñoz Peñaloza
Cosas del Valle
Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.
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