Música y folclor
Poesía en la música vallenata

En referencia a las canciones vallenatas que se tienen como clásicas y/o tradicionales por el público en general se suele decir con frecuencia que son poesías, particularmente en aquellas que tienen un lenguaje engolado y cuyo tema representativo y genérico es la dualidad amor-desamor, aunque a veces se extiende la apreciación a las de otras temáticas.
Si bien es cierto que en las letras de muchas canciones populares, no sólo de la música vallenata, se presentan momentos de intensa poesía y verdadera condición estética, no se puede, sin embargo, generalizar asegurando que la letra de una canción es, necesariamente, un poema amparándonos en la métrica, que es el argumento recurrente que se aporta para justificar tal aseveración (además del lenguaje engolado ya dicho) pues con rigurosidades métricas se puede escribir hasta un tratado de fisiología.
En un principio parece no haber ninguna diferencia entre canción y poesía, después de todo existen poemas que han derivado en canciones, el gran poeta José Ramón Ripoll fue letrista de Sabina y a Bob Dylan le dieron el Nobel de literatura; sin embargo, las canciones en general son tan parecidas a los poemas como el tinto y la Coca–cola a pesar de los elementos comunes constitutivos que comparten.
Octavio Paz en El Arco y La Lira asegura que “un soneto no es un poema, sino una forma literaria, excepto cuando ese mecanismo retórico —estrofas, metros y rimas— ha sido tocado por la poesía”, con lo cual queda claro que poesía y poema son dos cosas diferentes que se suelen confundir de continuo, sin tener en cuenta que, aunque hagan parte de un mismo elemento (el texto poético), de una misma obra, el fondo y la forma no son lo mismo aunque prácticamente no se puedan separar sin estropearse o destruirse.
A La custodia de Badillo de Rafael Escalona, aunque sus versos de arte mayor con rima alterna ABAB configuren serventesios en sus estrofas, casi nadie suele llamarla poesía o ponerla como ejemplo de un poema en la música vallenata. Esto porque su finalidad es la de describir unos hechos, relatar una anécdota con una distancia impersonal que no le permite ajustarse a la lírica sino acercarse a la narrativa, a lo prosaico.
Parece que el pueblo e´ Badillo se ha puesto de malas,
de malas porque su reliquia la quieren cambiar.
Primero fue un San Antonio, lo hizo Enrique Maya
pero lo de ahora es distinto les voy a explicar.
En la casa de Gregorio muy segura estaba,
una reliquia de pueblo tipo colonial,
era una custodia linda muy grande y pesada,
y ahora por una liviana la quieren cambiar.
La poesía puede encontrarse, también, en textos en prosa como en varias páginas de García Márquez, Rojas Herazo o Burgos Cantor e incluso más allá de la literatura, por lo cual debe descartarse la métrica como condición definitiva para categorizar a un texto como poético.
Debe recordarse en este punto que, desde las vanguardias literarias, casi cualquier cosa puede ser un poema o considerarse arte después de que el autor o alguien “calificado” así lo defina, siendo prácticamente imposible mostrar lo contrario en aras de la libertad creativa.
Darío Jaramillo Agudelo en Poesía en la canción popular latinoamericana, plantea que existen dos tipos de poesía: Una para ser leída y otra para ser escuchada, dentro de la cual, por supuesto, está la poesía hecha para ser cantada. Esta diferenciación, aunque parece sutil, es realmente poderosa, pues suele pasar con mucha frecuencia que al ver la letra de una canción en el papel, desprovista de la emoción impresa por la interpretación y la melodía, se siente insípida e incluso casi como si fuese un ente distinto al original. Prácticamente irreconocible.
Esta diferencia en la percepción de la letra dentro y fuera de la canción se debe a que la letra no está aislada dentro de la canción, se cumple en ella y ésta sólo se realiza plenamente cuando es interpretada: Cantada y oída. Para que la letra de una canción se considere buena es suficiente con que contribuya a que la obra litero–musical de la que hace parte sea buena, sin importar que sea ilegible. Cosa que no sucede con el poema, que se basta a sí mismo y está hecho para sí mismo: es autosuficiente.
Puede parecer rara la posibilidad de que una letra sea ilegible, sin embargo esto puede ser cierto porque la letra de una canción está encaminada a adaptarse a la melodía y a su diálogo con los demás elementos que dan el colorido a la pieza musical a la que pertenece, no al texto escrito donde debe valerse por sí misma para transmitir mensaje y sentimiento.
La canción Isabel Martínez, grabada por Los Hermanos Zuleta en el álbum Tierra de Cantores de 1978 es una clara muestra de una letra que cumple a cabalidad su función dentro de la obra litero–musical pero que como texto escrito no configura un discurso, no dice nada en sí, pues sus estrofas son todas inconexas.
Estaba Isabel Martínez en el aserrío,
allí la encontré solita y la enamoré.
Me dijo papito lindo tú eres el mío,
no pierdas las esperanzas anda y volvé.
Se la pasa echando vaina un negro maldito
y yo que lo estoy oyendo no digo ná,
no más que me estoy llenando de requisitos
y a la catorce de Tasna lo vo a mandá.
Esta canción, considerada clásica en el repertorio vallenato nos permite mostrar que, en suma, una buena letra no es necesariamente un poema y menos un buen poema. Algunas, como esta, no llegan siquiera a ser un texto en sí, al carecer de sentido.
La idea de que en las canciones no importa tanto lo que se dice sino la forma en la que se dice se clarifica con la capacidad que tenemos de apreciar sin inconvenientes a un cantante interpretando canciones en una lengua desconocida, razón por la cual disfrutamos a Pavarotti, Freddy Mercury y Edith Piaf, los ensambles vocales de los coros de cámara, los Cantos Gregorianos o el asombroso coro de Las voces de los pájaros de Hiroshima.
Es claro que la letra de una canción puede ser un buen poema y para ello basta con recordar los poemas líricos de la antigua Grecia y los provenzales, que eran letras de canciones de las cuales se perdió la música que los acompañaba y sólo los conocemos de forma escrita. Por otro lado, un poema, al musicalizarse, puede ser, también, una buena letra, como nuestro Himno Nacional o Pedrería de asombro de Raúl Gómez Jattin grabada por Carlo Mazzilli y Antes de amarte amor de Neruda grabada por Pedro Guerra, entre otros.
Son pocas las canciones y, particularmente, pocos los repertorios de canciones de un autor en concreto que se pueden leer con total naturalidad como un poema en el vallenato. Desde mi punto de vista el repertorio que lo permite es el de Gustavo Gutiérrez Cabello. Parece, incluso, haber sido concebido primero para declamarse y hasta para ser interpretado con un espíritu distinto al vallenato, como se puede apreciar en sus presentaciones individuales más cercanas al bolero o al pasillo e incluso a la ranchera que al vallenato.
Deja… déjame decirte negra,
si ya te alejas, si ya te vas:
Quiero… ¡quiero decirte al oído
cuanto en la vida mi dolor será!
Ya me iré…
Como el río que en turbulencia va,
en camino corriendo hacia el mar
y nadie lo puede detener.
La letra de esta canción de Gustavo Gutiérrez no es sólo un poema para ser escuchado, sino un poema para ser leído. Uno de esos poco comunes ejemplos en los que podemos encontrar poesía para ser leída en silencio, en soledad.
El lenguaje de esta canción es cuidado, no tan simple como el de muchas otras canciones de la música popular y, sin embargo, su mensaje es directo. El mensaje en los poemas no suele ser tan directo y esta es otra característica que diferencia a estas dos formas de composición. Muy a menudo, en los poemas para ser leídos, se utiliza una variedad de diferentes formas figurativas del discurso para transmitir el mensaje que no son empleadas en las canciones con mucha frecuencia. Es por esta razón que en muchas ocasiones el mensaje del poema puede no ser lo que parece ser y nos suele tomar bastante tiempo analizar un poema en particular para poder obtener el significado del mismo.
Teniendo de presente que la poesía para ver y la poesía para oír tienen una estética y una retórica diferentes es necesario ubicar a cada una en su sitio, reconociendo que las apreciaciones hechas para la valoración de cada una son distintas y por ello es poco prudente y bastante alejado de la realidad asegurar, como se llega a creer, que entre las letras del vallenato encontramos piezas de la más alta poesía, pues en estas no encontramos, elementos del lenguaje que nos permitan llegar, de manera objetiva, a tamaña conclusión.
El ejercicio faltante es el de encontrar letras de canciones de valor estético e intensidad poética sobresaliente entre sus pares, enmarcados en la estética y retórica particular y característica de la poesía hecha para ser escuchada. Ejercicio que es en sí mismo una antologización y que no constituye el objetivo principal de este texto, pues esa tarea merece ya no un artículo sino un libro que abarque las diferentes posibilidades de recopilación.
Finalmente, se debe tener en cuenta que, tanto en la poesía para ser leída como en la poesía para ser oída, existen máquinas de rimar pero no de poetizar. Y, siguiendo al maestro Octavio Paz: “hay poesía sin poemas; paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas. Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida.”
Luis Carlos Ramírez Lascarro
@luiskramirezl
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro, Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Estudiante de Historia y Patrimonio en la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: El acordeón de Juancho y otros cuentos y Semana Santa de Guamal, una reseña histórica; ambos con Fallidos editores en el 2020. Ha publicado en las antologías: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011); Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Diez años no son tanto y Antología Elipsis internacional (2021). Ponente invitado al Foro Vallenato Clásico en el marco del 49 Festival de la Leyenda Vallenata (2016) y al VI Encuentro Nacional de Investigadores de Música Vallenata (2017). Su ensayo: El Vallenato protesta fue incluido en el 4to Número de la Revista Vallenatología de la UPC (2017). En el 2019 escribe la obra teatral Flores de María, inspirada en el poema musical Alicia Adorada, montada por Maderos Teatro y participa como coautor del monólogo Cruselfa. Algunos de sus poemas han sido incluidos en la edición 30 de la Revista Mariamulata y la edición 6 de la Gaceta Hojalata (2020). Colaborador frecuente de la revista cultural La Gota fría del Fondo mixto de cultura de La Guajira.
1 Comentarios
Muy buen artículo!
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