Música y folclor
Los Arnedo y los inicios del Jazz en Colombia
Para quienes son conocedores medianos o no del jazz, no será un secreto que los lugares de reunión de los músicos y sus seguidores se asentaron en diferentes ciudades de Estados Unidos y que son –por así decirlo–, la meca de donde ha bebido una tradición cultural sumamente relevante en la historia del siglo XX.
Es Nueva York sólo una de estas ciudades donde confluyeron los sonidos, las inquietudes y las variopintas actitudes de una generación expectante, atraída como un enjambre de abejas a un panal de locales, semisótanos, garajes y hasta graneros (estos en las zonas rurales) donde sonaba una “nota azul”, un piano “sunguero” o un buen y rápido “riff” “hard-bopper”.
No escapó Colombia a esa fiebre de ritmo y aunque la referencia nos ocuparía un espacio y una intención diferente para reseñarla, se sabe que una de las puertas de entrada del jazz fue la Costa Atlántica (quizá por ser un puerto de comercio marítimo importante) y no necesariamente la capital, Bogotá.
De cualquier modo, la familia Arnedo ha acompañado el fenómeno del jazz desde sus fechas primitivas. Músicos queridos y admirados en Colombia son Julio Arnedo y dos de sus hijos Antonio y Gilberto Arnedo.
Igual como en la escena que sobre Miles Davis y su primera grabación con Charlie Parker (pasaje prodigioso de culto entre los aficionados), estas líneas están dedicadas a revisar parte de la vida y obra de estos jazzistas colombianos, a celebrar su errancia pero también su permanencia y es que parte de su relevancia radica en la forma que tienen de ser universales, por haberse podido sorprender con el más humilde de sus colegas hallado en un pueblo de la Costa Pacífica de este país, con el ronroneo de los autos o con la dimensión de lo latino tan exótico ahora como en el comienzo de los tiempos.
A los Arnedo les ha sorprendido la visita de los grandes del jazz, tanto como la salutación de los que viven en pequeñas comarcas, durmiendo a la sombra de palmeras de chonta y duendes juguetones. Se codean con colegas de otros lugares del mundo. Han ido y vuelto con el pasaporte que su propia música les proporciona y su casa en últimas es el mundo. Bien podríamos ponerlos en una reservada reseña, en un directorio total de la historia del jazz que de por si es una sola y no en el incidente suelto de lo local.
De alguna forma ellos también han estado descalzos en un estudio de grabación, carcomidos por un ansia indescriptible de hacer su mejor intervención solista, de divisar las tierras de otras orillas y de caer en la sorpresa de encontrar ese alguien que de súbito cruza la puerta del insonorizado cuarto del estudio y sea ello una revelación.
Breves biografías
Julio Arnedo nació en Turbaco, Bolívar, en el año de 1932. Su afición y amor por la música se debió, de una parte, al hecho de estar rodeado por un ambiente musical propicio puesto que primos, tíos y algunos familiares más interpretaban algún instrumento; y, de otra parte, que a muy temprana edad su padre le regaló una ocarina la cual solía tocar con la frecuencia de quien descubre una nueva pasión.
Cumplidos los diez años de edad, el padre de Julio muere no sin antes haberle dejado algunas nociones musicales y otro regalo que en breve tiempo él comenzó también a dominar: una flauta dulce. Pasó entonces a estudiar con uno de sus tíos, quien al ver su disposición artística le condujo a aprender solfeo en un lapso de cinco meses, “sin coger un instrumento” y sólo de regreso a casa podía aplicar lo aprendido en la flauta dulce que fue su entrenamiento para pasar al clarinete.
Con este “viento” la aventura del viaje verdadero daría comienzo. Pasado año y medio de estudio, Julio y el clarinete se matriculan en la banda de su pueblo natal, Turbaco, conformada básicamente por gente de casa y familiares. Aunque duró poco tiempo con ellos, recuerda la experiencia con afecto y casi con devoción, pues ésta sería la antesala a su entrada a diferentes orquestas de la ciudad de Cartagena, a donde viaja para ser parte de la agrupación de un primo hermano llamado Egberto Sotomayor, a quien llamaban “el cepo del pollo” puesto que era muy joven para ser un director, pero es que todos eran muy jóvenes allí, de tal modo que la orquesta fue llamada “Los Pipiolos”.
Luego formaría parte de otras alineaciones como la “Orquesta Melodía” del bajista Dámaso Tominson y la “Orquesta A Número Uno” dirigida por José Pianista Pitalúa. Aunque no dejaron ningún registro sonoro, estas agrupaciones llegaron a ser verdaderamente populares y reconocidas entre el público tanto del pueblo como de la ciudad, al lado de otra muy popular la “Orquesta Emisora Fuente”, que estaba de planta en la radio.
En 1951, Julio Arnedo llegó a Bogotá para conformar un nuevo conjunto con sus primos Arnulfo “Filio” Arnedo y Carlos, clarinetista a quien él mismo reconoce de excelentes condiciones musicales, con quienes trabajó alrededor de dos años en un cabaret, interpretando porros, cumbias y una clase de salsa tradicional que llamaban “guaracha” .
Ese cierto nomadeo podría recordar al mismísimo Charlie “Yardbird” en su más temprana edad, trabajando de un lado a otro, siguiendo la pista de Lester Young a través de sus discos de acetato en 78 revoluciones, comiendo frituras en alguna esquina cercana a un bailadero de swing o conduciendo un camión de alguna lavandería local mientras arma un “pucho” de tabaco con una sola mano. Parte del acto de llegar a ser un músico se refiere a la información que se maneja, las aventuras reales que se tienen para contar y la experiencia adquirida yendo de un lugar a otro.
En Bogotá, Arnedo conoce el ritmo, el trabajo mejor remunerado, el amor (pues conocería allí a quien hoy día es su esposa), y por supuesto, la música de jazz. Su primer disco fue uno del saxofonista Coleman Hawkins (con quien guarda un parecido físico extraordinario) y luego vino una lista selecta de saxofonistas. Él, y después sus hijos, han atesorado una colección de discos modesta pero significativa. En el ambiente de sus apartamentos la música crece como una enredadera silenciosa y transparente. Lugares de vivienda y un poco también de trabajo, en donde el aire parece penetrar un poco menos denso y acaso el sol se demora un tanto a sentarse a escucharles tocar, aunque sea un ensayo rutinario de escalas o un calentamiento.
Las rutinas de las orquestas de comienzos de los años cincuenta en la ciudad incluían números de música muy suave: jazz, boleros y extractos del repertorio de Daniel Santos. O por lo menos era buena parte de lo que esta primera banda interpretaba. A esta formación pertenecía también su primo “Filio” Arnedo quien murió hace unos tres años y con quienes se dió a conocer en el ámbito artístico local.
Julio Arnedo, pionero de la noche jazzística bogotana
La década de los años cincuenta fue para Julio Arnedo una época en la que el trabajo en sitios nocturnos no escaseó. Se terminaba un contrato en un lado y a los dos o tres días uno nuevo aparecía sin mayor problema. En 1959 se fundó una orquesta cuyo vocalista era el cubano Pepe Reyes, radicado en Colombia, con la cual hubo oportunidad de hacer giras para tocar en ciudades como Manizales, Cali y Medellín.
Para esta década, el maestro Arnedo era diestro en la interpretación no sólo del clarinete sino también del saxofón alto. Sin embargo su dedicación está centrada hoy día sobre el saxofón tenor y el clarinete fue abandonado gradualmente, quizá por el hecho de haberlo perdido un día en uno de los sitios donde trabajaba en ese entonces: una mañana simplemente no lo encontró en donde lo había dejado guardado.
Cabarés, grilles y otros establecimientos muy respetables fueron el escenario vital donde se movieron él y otros músicos prestantes. La gente sabía comportarse muy bien, prácticamente nunca se presentaban problemas y lo mejor, un músico estaba menos expuesto con su casi siempre costoso instrumento al hombro, en las frías madrugadas capitalinas. De la reluctancia del saxofonista Víctor Vargas, solista de la Banda Nacional o Manuel Tejada, “el pote”, padre de uno de los más jóvenes y talentosos jazzistas de la escena actual, habla el maestro Arnedo como figuras de “la cuerda del saxofón”, sin olvidar otros como Efraín Moreno, “Cholo” Gallardo y el mismo Lucho Bermúdez, con quien Arnedo trabajó en una ocasión para la feria tradicional del turismo en Girardot, como reemplazo del saxofonista barítono de planta.
Son varias decenas las grabaciones hechas por el maestro Julio Arnedo en el curso de cerca de cincuenta años de carrera artística, de las cuales no tiene él mismo ni una sola. Grabó con la orquesta de Marcos Gil, Nico Medina (con quien trabajó en un programa radial que iba de 8:00 a 9:00 de la noche en la emisora Nuevo Mundo), y Tomás Di Santos, entre muchos otros de los artistas de música tropical que alcanza a recordar. Y es que el maestro Arnedo no ha sido un artista exclusivo del jazz y otros géneros le han seducido a tal punto de haber sido acompañante de artistas tan populares como Rolando Laserie, Agustín Lara, Pedro Vargas o Celia Cruz.
Rafael Serrano
Periodista, escritor y bajista de la agrupación de jazz y blues Isidore Ducasse
Acerca de esta publicación: El artículo titulado “ Los Arnedo y los inicios del Jazz en Colombia ”, de Rafael Serrano, corresponde a un extracto del ensayo académico “ Los Arnedo: Maestros del Jazz en tiempos de éxodo ” del mismo autor.
1 Comentarios
LINDOS TIEMPOS!!! MI VIEJO, FUE COMPAÑERO "DE VIAJE" DE TODA ESA LINDA Y TALENTOSA GENTE... M A E S T R O S S S S S !!!
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