Música y folclor

La partida del Adán

Alberto Muñoz Peñaloza

14/08/2020 - 06:40

 

La partida del Adán
Adán Montero (a la izquierda) y Rodolfo Castilla / Foto: @PerezParodi

 

Permanece el recuerdo de preguntas y respuestas con el sacerdote español, Virgilio Fernandez, del glorioso Ateneo El Rosario, en nivel superior a las iniciales con las incansables Challo y Maria Antonia Mendoza, y la pacientísima Gladys Vega.

Aquella mañana parecía común y corriente, con la referencia a la pareja primigenia, inicial de la humanidad, la básica en el incipiente campo de la vida. Ya conocíamos en tercero, la historia sagrada. Abordamos ese interrogante con un profesor de religión que nos visitaba por primera vez, luego de la clase de canto con el profesor Gustavo Perosa, director de grupo y matemático sin más señas. Elaborábamos aquel primer cancionero, en cada cuaderno “titán”, a partir de cantos vallenatos que, no eran tan conocidos, pero en este tiempo verdaderas reliquias, como “la saldefruta” del gran Isaac “Tijito” Carrillo.

El asunto es que cuando el presbítero pidió que expresáramos la opinión personal acerca de Adán y Eva, ¿hicieron bien?, se equivocaron, o ¿contribuyeron en algo para que estemos mejor?, fue rápida la reacción del camperuchero Efrain Quiroz, “no sé de Adán, pero la señora Eva es trabajadora, su hotel Evita sirve para atender a los que llegan y a los que se van, además ahí está el consultorio del odontólogo Vélez. La señora Eva, como Pepa Baquero, madruga todos los santos días a trabajar”. Enseguida, el cañaguatero Memo Vega, apuntó: “Adán es buen mesero, y vigila con berraquera, él es el ‘detodo’ donde la Chibolo. Acuérdense que yo voy allá con mi tío”. Hubo un silencio crudo, largo y perseverante, pero tranquilizador. El padre Virgilio, relató el curso de la historia, desde una visión teológica con alcance popular, se despidió y más nunca volvió a nuestro curso. Perosa nos mandó a recreo mucho antes que sonara la campana. El silencio siguió, y cincuenta y cuatro años después, sigue ‘sereno y campante’.

El legítimo Adán

Al filo de un medio día, mucho antes de 1967, pasábamos por “la bolsa”, enclavada en la ‘calle’ del Cesar con la calle Grande (carrera séptima con calle dieciséis), epicentro cultural del viejo Valle. No alcanzamos a pasar de largo, se nos quitó el hambre, en gracia del maridaje instrumental del acordeón, la caja y la guacharaca, ahí vimos en acción a Colacho Mendoza, Rodolfo Castilla y Adán Montero. Para quien esto escribe fue un encanto a primera vista, habiéndome regocijado antes con Los playoneros del Cesar, con Lionti Pitre, Eulogio, Héctor Bolaño, entre otros. Esto era distinto, un nivel superior en maestría y gracias a la ocasión. De ahí en adelante, fui seguidor y perseguidor de ellos, como lo hice con Luis Enrique Martínez, ellos mismos, y otros en parrandas eternas del viejo Luis García y su combo.

Entre otras faenas, ésa vez donde Nohema, los vi enfrentándose, de manera respetuosa, amable y enérgica, con ‘el rebelde del acordeón’ Alfredo Gutiérrez, acompañado de Carmelo Barraza y él babucha.

Acompañaron al maestro Escalona, durante gran parte de su ejercicio parrandero, de modo principal en aquellos tiempos, en periplos relacionarles y en la abundante, como enriquecedora, misión parrandera, contributo inestimable en el auge de la música vallenata tradicional y su ascenso sostenido, hasta el lugar de preponderancia en que reside.

Formó parte del conjunto primitivo de los Hermanos, Poncho y Emilianito, Zuleta, Poncho Zuleta con el consagrado Colacho Mendoza, después con Jorge Oñate y Colacho Mendoza, el Cacique de La Junta Diomedes Diaz y el gran Nicolás Elias; fue rey en varias ocasiones y mejor guacharaquero del Festival de la Leyenda Vallenata, participante activo en parrandas, convites, fiestas y encuentros, en Valledupar como en otras latitudes. Un trashumante en la gestión musical, un juglar como cantador e instrumentista.

La doble muerte de Adán

Siempre hay una primera vez, antes de la segunda. Adán Montero Jiménez murió en vida cuando falleció su hijo amado. Después de ese episodio, fatal y doloroso, dejó de ser. Se sumió en la desesperanza y le perdió el gusto a la vida. Sus familiares, amigos y allegados, la actitud diaria y la tristeza manifiesta en su mirada oblicua y lánguida, reflejaban el dolor, la desolación e incertidumbre por cuenta de ese trauma que le despellejó el alma, dieron cuenta de ello.

Algunos momentos que le produjeron dolor intenso sumaron en su déficit emocional, como aquella vez en que, amanecidos regresaban de Bucaramanga, luego de una gira de varios días. Era el conjunto de Diomedes Díaz con su compadre Nicolás Elías. Hasta ese momento todo era normal y el bus descolgaba por las lomas finales antes de pasar por Aguachica. Adán se dejó tentar, sin pensarlo dos veces, le quitó el sombrero a su amigo y patrón Colacho. Cuando quedó al descubierto la testa pelada, la carcajada fue general, mientras el autor de semejante pilatuna ‘se arrastraba’ de la risa. El segundo rey vallenato, se levantó como un resorte, desenfundó y encañonó a Montero, quien no se sentó, se derrumbó, en la silla, con mirada de terror, como el boxeador que, tirado en la lona, se reconoce noqueado de manera fulminante, sin musitar palabra. Veía en el rostro de su amigo de siempre una combinación de decepción, dolor, molestia, ira y la decisión irrenunciable de dispararle una y otra vez. A medida que el cañón se aproximaba a su humanidad decidió que quien merecía heredar la guacharaca, su única riqueza material, era precisamente Colacho y se la quiso entregar. Sintió ganas de llorar, pero se contuvo, porque recordó las palabras premonitorias de su madre querida: -hijo, por grave que sea el peligro no llorei’, porque enseguida te orinai’ y después…- A un jeme de su frente, el cañón recortado, se devolvió sin sonar, el brinco del automotor le mereció una felicitación mental, ¡menos mal no lloré’. Fue un dolor profundo, sintiéndose miserable por haber procedido así con su amigo y mentor de toda la vida.

Reviviéndose con su arte

Cuando la unión con el Cacique de La Junta llegó a su fin, terminó el trasegar artístico de Adán, dedicándose a otras actividades. Un día se descubrió sin nada y tuvo que salir a pedirles a los amigos, conocidos y almas de buen corazón, para sobrevivir y preservar la vida de su señora, con molestias de salud.

En esas andaba, cuando el Alcalde Fredys Socarras Reales, convencido de la valía histórica, cultural, social y personal de esos héroes que lo dieron todo por la música vallenata tradicional, lo convocó con Rodolfo Castilla, Wilson Peña y el gran Wicho Sánchez, para un saludo mañanero en la sede de gobierno. Ofreció vincularlos como instructores, pero en menos de ‘lo que canta un gallo’ nació el conjunto institucional “Juglares vallenatos”, como un merecimiento de sus integrantes y de inmediato transmitió su decisión mediante entrevista pública.

Salí con el compromiso de materializar ese propósito, completamos el grupo pionero: el décimo rey, Chemita Ramos, Isaac “Tijito” Carrillo, el Dwarf Alcides Torres, Alfredo “Fello” Calderón, Tomas Cuadrado, Pepe Jimenez, Chelo Alvarado, Wilman Jaimes, Jhonny Cervantes, Ovidio Granados, el legendario Nafer Durán, el quinto rey Miguel Antonio López, Oscar Negrete, el rey vallenato Beto Rada y Fredy Peralta. En septiembre de 2012, amenizaron el primer encuentro municipal de cocinas tradicionales, en la Casa de la Cultura Cecilia Caballero de Lopez, iniciándose una gesta de rescate, preservacion, promoción y divulgación de la música tradicional, gracias a lo cual, Adán revivió y volvió a sonreír sin rigideces.

Durante los cuatro años siguientes el programa continuó ‘a palos’, de 48 meses recibieron asignación mensual por 18 o 20, no fue más. Algunos, como Jhonny Cervantes, Villo Granados, Wicho Sánchez, Chelo Alvarado, Nafer Duran, Miguel López, Beto Rada, fueron excluidos con sujeción a otros criterios. No obstante, Adán Montero acudió a su estoicismo y al ruego permanente, en gracia de lo cual logró permanecer.

Este año siguen sin contrato y Adán partió a la eternidad. Duele el dolor de su familia que lo quería, lo necesita, ¡y necesita! Por fortuna, el alcalde Mello Castro conoce del humanitarismo que hizo grandes a sus mayores y sabe el valor, invalorable, del patrimonio cultural inmaterial. El mejor homenaje al músico Adán Montero Jiménez, con motivo de su viaje final, es honrar la causa poniéndole fin al suplicio de sus compañeros, vinculándolos para devolverlos al ingreso merecido y potenciar su fuerza interpretativa, experiencial y creativa, durante el tiempo que les resta de vida. Mientras tanto, otro de sus pechichadores, el periodista Johnatan Suárez Araujo me hace caer en cuenta que en el grupo de recibo celestial no sólo estarían el Dr. López, la Cacica y el maestro Escalona, Nicolás Elías, mi padrino Crispín, también el Mocho José Benito, su querido padre, recordándoles del “buen caña que reventamos, con Poncho Zuleta y los demás, en el Valle de entonces…”.

 

Alberto Muñoz Peñaloza

Sobre el autor

Alberto Muñoz Peñaloza

Alberto Muñoz Peñaloza

Cosas del Valle

Alberto Muñoz Peñaloza (Valledupar). Es periodista y abogado. Desempeñó el cargo de director de la Casa de la Cultura de Valledupar y su columna “Cosas del Valle” nos abre una ventana sobre todas esas anécdotas que hacen de Valledupar una ciudad única.

@albertomunozpen

1 Comentarios


Yuranis Pedrozo 18-08-2020 08:42 AM

Excelente escrito. Gracias

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