Música y folclor

Clara Ospino, la cantadora de Bullerengue limitada por el machismo

Álvaro Rojano Osorio

05/10/2020 - 05:00

 

Clara Ospino, la cantadora de Bullerengue limitada por el machismo
Clara Ospino, cantadora de bullerengue de Evitar (Bolívar) / Fotos: Álvaro Rojano

Clara Ospino es una mujer de sesenta y tres años que, junto a las hermanas, Juana y Rosa Rosado Herrera, y a la nonagenaria Isabel Julio, hace parte del grupo de cantadoras de bullerengue de Evitar (Bolívar). Este lugar es un referente musical del Caribe colombiano por haber sido escogido, en los años sesenta, por el norteamericano George List para realizar unas investigaciones sobre música folclórica ya que en él nacieron y vivieron las cantadoras Marta y la niña Emilia Herrera.

Con estas cuatro cantadoras me reuní en un estadero de esa localidad, además me acompañaron el cumbiero Rafael Ospino, el escritor, músico e investigador Guillermo Valencia Hernández, y el tamborero y docente de música folclórica Janer Amaris. Estábamos rodeados, también, de la nueva generación de músicos pertenecientes al tradicional grupo de cumbia 20 de enero, quienes, con sus instrumentos, se preparaban para acompañarlas a cantar bullerengue. Con cada una fui hablando, por eso supe que Juana, Rosa e Isabel están ligadas al canto desde temprana edad. También que Juana fue corista de su madre, Emilia Herrera.

Mientras que, de Clara conocí que era una cantadora tardía, pues, pese a su avanzada edad, solo tiene seis años de estar haciéndolo. Ella, que es hija de uno de los cumbieros tradicionales de esa localidad, José Ospino, a los veinte años de edad dejó de cantar en público debido a la prohibición de hacerlo que le impuso su esposo. Todo comenzó una noche en la que la pareja fue a la celebración de un cumpleaños, ella se unió a un grupo de personas que cantaban, quienes al escucharla optaron por pedirle que lo continuara haciendo. Fue, entonces, cuando se escuchó la voz de su marido impidiendo que lo hiciera y advirtiéndole, además, que no podía volverlo a hacer en público. Los celos es la explicación que ella me da cuando le indago las causas de la prohibición. Una de las maneras de demostrarlo es controlar a la pareja, interfiriendo su libertad, en este caso inhibiéndole que cantara.

Su marido, pese a que conocía que en esa localidad y en toda la región de influencia del Canal del Dique la mujer se ha destacado por ser cantadora de bullerengue, impuso su condición de macho dominante. De esta característica patriarcal dice Simone de Beauvoir (2013) que la historia nos muestra que los hombres han ejercido todos los poderes concretos; desde los primeros tiempos del patriarcado, han juzgado útil mantener a la mujer en un estado de dependencia; sus códigos se han establecido contra ella; y de ese modo la mujer se ha constituido concretamente como lo Otro (p. 139).

Es debido al patriarcado que las cantantes y cantadoras desde tiempos inveterados, en el escenario (público) han sido vistas como productos sexuales sin importar su apariencia o su severidad, como lo dice Susan McClary (Citada en Cura, 2019). Sobre este mismo tema destaca la escritora Daniela Cura (2019) que el juicio que se le hacía (a la mujer) era, si se quiere, más severo, más profundo y hasta peligroso, con señalamientos que apelaban directamente a su moral sexual.

Clara, desde aquella noche, silenciosa, sumisa, respetó la decisión de su pareja. Sin embargo, la renuncia al canto en público no implicó que no volviera como espectadora a las ruedas de bullerengue que ponen en las casas de los Pedro, Pablo y Juan, los días de los santos del mismo nombre. Lo hacía porque siempre vivía con la música en la cabeza, como ella lo señala, tanto que, en varias oportunidades, se “atrevió” a pedirle que la dejara cantar, obteniendo, siempre, un no como respuesta. Tampoco dejó de componer, tanto que le compuso un bullerengue que lo hacia reír mientras lo escuchaba.

Ay la vejez no viene sola (bis)

Siempre viene acompañada (bis)

Yo ahora al cabo de lo mejor

Se me ha dado por cantar

Ay José déjame cantar

A ver si puede triunfar (bis)

Es un regalo para ti

Que si yo llego a morir

Siempre te acuerdes de mí.

Más adelante, sucedieron dos hechos relacionados con su compañero sentimental que permitieron que la prohibición perdiera vigencia Éste sufrió una enfermedad que le redujo su movilidad, lo que le permitió tener mayor libertad para ir a las ruedas de bullerengue, a bailar, pero sin cantar. Enfermedad que lo llevó a la muerte, y con ella acabó el impedimento para cantar en público. De este hecho Clara sostiene:  Él se murió hace seis años y le guardé de luto durante un año, después solté la perra, pero no con hombres, hago la claridad. Desde entonces comencé a cantar como siempre quise hacerlo, de manera libre. Mis hijos lloran cuando me escuchan.

Yo tengo una composición que canto, como siempre lo soñaba, los días de san Pablo, san Pedro y san Juan, que he llamado: Solté la perra. Algunas personas me han pedido que le cambie el nombre, pero les respondo que no porque lo que digo en ella es verdad.

Yo no cantaba

Tenía miedo a cantar

Yo no cantaba

Pero él ya se murió

Entonces solté la perra

Solté la perra a cantá

Solté la perra a cantá

Ay no tengo miedo

Ya solté la perra

No fue con hombre

Que solté la perra

Solté la perra a cantar

No tengo miedo

El muerto no sale.

Con la aptitud de Clara para construir un relato sobre las circunstancias vividas por casi medio siglo, con su voluntad para darle sentido a los inevitables y a los traumas de su existir (Cyrulnik y Ploton, s. f), ha demostrado su capacidad para sobreponerse a la limitación de su libertad que, por años, le fue impuesta. Ella afrontó y se sobrepuso a la adversidad, a las limitaciones impuestas por su compañero sentimental, y lo hizo resurgiendo como una de las cuatro cantadoras más importantes de Evitar.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía:

Cyrulnik, D y Ploton, L. (s. f) Envejecer con resiliencia cuando la vejez llega. (s. d).

Cura, D. (2019). Ester Forero la caminadora. La resistencia de una mujer en la música colombiana. Manizales.

De Beauvoir, S. (2013). El segundo sexo. Bogotá.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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