Música y folclor

La música vallenata en Barranquilla

Álvaro Rojano Osorio

24/07/2023 - 00:12

 

La música vallenata en Barranquilla

 

La música de acordeón, que después fue llamada vallenata, encontró en Barranquilla las maneras para lograr lo que el investigador francés Jacques Girald denomina su modernización. También halló la forma para reunir e identificar como pertenecientes a su universo, a un grupo de ritmos musicales que habían sido concebidos, de manera inconexa, por acordeonero dispersos en lo que era el Magdalena grande. Cada uno de ellos le aportó su estilo, sus características regionales, a esta música que apenas crecía en distintos lugares de este departamento. La radio y sus radios teatros, así como las incipientes casas de grabación de Barranquilla, fueron fundamentales para el desarrollo de estos procesos.

El primer locutor que le abrió las puertas a esta música fue Miguel Camacho y Cano, quien dirigía el programa De todo un poco, que transmitía desde el radioteatro de Radio Tropical. El primero en intervenir en él fue Francisco "Pacho" Rada, después lo haría Abel Antonio Villa. Fue en ese mismo año, 1944, cuando se produjeron las primeras grabaciones, en acetatos comerciales o no, de canciones que serían rotuladas años después como vallenatas. El primero en hacerlo en la Voz de la Victoria fue "Pacho" Rada, y los temas fueron el son "El Botón de Oro" y la gaita "La Sabrosita". El segundo fue Abel Antonio Villa, lo hizo en los estudios de Foto Velasco de Barranquilla, un 78 rpm, que fue prensado por Odeón Chile. Grabó la puya "Mi Negra" y el paseo son "Catalina".

Las primeras grabaciones están caracterizadas como no comerciales, las segundas como comerciales. Esta clasificación la hace el investigador, coleccionista de música y escritor Julio Oñate Martínez, argumentando que las de Pacho Rada, sólo se escucharon en el programa de Camacho y Cano, mientras que las de Abel Antonio, aunque fueron pocos los acetatos prensados, fueron repartidas entre las emisoras existentes en Barranquilla.

En ese mismo año, grabó Guillermo Buitrago el paseo "El Jabo", también conocido como "Mi guayabo", y "Carmen Díaz", de Emiliano Zuleta, y el paseo son "Buitrago me tiene un pique". Lo hizo con el acompañamiento del acordeonista Alejandro Barros, conocido como Corazón, y de Esteban Montaño que era el cantante. Sin embargo, antes de que todos los cultores que he mencionado hubieran grabado, lo hizo el acordeonero soledeño José Manuel de la Cuesta, tal y como lo afirma Julio Oñate Martínez, basado en un catálogo de venta de la disquera Odeón.

Dos años después de que Camacho y Cano le abriera las puertas a la música conocida como acordeón, Guillermo Buitrago es contratado para animar su propio programa radial, en el que promociona de manera permanente sus canciones, que, en su mayoría, estaban relacionadas con el género señalado hoy, como vallenato.

De este hecho dice Edgardo "El Chichi" Caballero, biógrafo de Buitrago, que fue en Emisora Atlántico, en 1946, donde encontró el espacio para catapultarse como cantante y guitarrista en Barranquilla. Indica, además, que comenzó en un programa que tenía un horario clasificado de tercera categoría, luego pasó a uno de segunda, desplazando, incluso, a un locutor que contaba hechos relacionados con la segunda guerra mundial, hasta ser ubicado en un horario denominado ahora triple A. Apunta, además, que su primer éxito con Discos Fuentes en esa ciudad fue "Compae Heliodoro", que grabó en 1947, porque canciones que se mantienen en el gusto musical como La víspera de año nuevo, lo fueron después de su muerte en 1949.

Otro intérprete de música vallenata que tuvo su espacio en la radio barranquillera fue el guitarrista samario Julio Bovea. Tras haberse separado de Buitrago, fue contratado por Emisoras Unidas para animar un programa en vivo. Fue este quien llevó a Luis Enrique Martínez para que participara en su programa.  Este juglar grabó por primera vez, en 1948, el merengue "La mujer y la primavera" en una versión clasificada como no comercial.

El que los juglares tuvieran espacios en la radio y que fueran pioneros en grabaciones de acetatos, no significó que la música interpretada por ellos se ubicara en un sitial de importancia en el gusto musical de los barranquilleros. Por décadas, fue considerada marginal, campesina, pueblerina, con la connotación peyorativa que contenía cada palabra.

Pero esta regla tuvo una excepción en Buitrago, en lo que influyó, indudablemente, su estilo cubano de interpretar la guitarra. Él pertenecía a una escuela musical de Ciénaga, que fue impulsada por la cubana María Tedi, y de la que hizo parte Andrés Paz Barros, compositor, músico y director de orquesta, que se encargó de perfilarlo como cantante y guitarrista. No olvidemos que en Barranquilla el gusto por la música cubana había comenzado a principios del siglo XX.

Mientras el éxito de Buitrago era ascendente en Barranquilla y en otros lugares del país, Abel Antonio Villa, apoyado en este guitarrista, grabó para Discos Fuentes, en 1948, su primer éxito, "El Ramillete" o "Los Amores de Zoila", de la autoría de José Antonio Serna. Tema musical que le abrió las puertas en la ciudad, tanto que el acordeonero barranquillero, Aníbal Velásquez, sostiene que esta canción se convirtió en su inspiración para comenzar a tocar acordeón. De este juglar se escucharían en esta ciudad otras canciones, especialmente su mayor éxito "La Muerte de Abel Antonio".

Los años cincuenta

Para esta música los años cincuenta inician con un artículo escrito por Gabriel García Márquez en su columna La Jirafa de El Heraldo de Barranquilla, en el que hace mención de ella, llamándola vallenata. Otro hecho significativo fue la creación, en 1953, del conjunto Los Vallenatos del Magdalena, compuesto por Aníbal Velásquez y los hermanos Carlos y Roberto Román. Aníbal y su hermano Juan, que habían nacido en Barranquilla, y los Román, que eran cartageneros, creyeron razonable, para efectos comerciales, darle esta denominación. Grabaron, según Julio Oñate, aproximadamente 70 discos de 78 rpm, cuyos formatos eran el paseo y el merengue vallenato.

Indica Fausto Pérez Villarreal (2012) que Aníbal Velásquez grabó en 1952, en Discos Atlântico, su primer acetato cantando Roberto Román. La canción escogida fue "Alicia la Campesina" de autoría de Andrés Landero. Señala, además, que, influenciado musicalmente por Abel Antonio Villa y Luis Enrique Martínez, compuso y grabó, por 1955, el paseo "Gladys Potes". Asegura, también, que la canción "La casa en el aire" se constituyó en un éxito musical en Barranquilla. La incursión de Aníbal a la guaracha, la cumbia, los porros, y la charanga se dio después de la muerte de Roberto Román, en 1957.

Otro acordeonero de Barranquilla, Morgan Blanco, comenzó a grabar en 1955 bajo la influencia de algunas canciones de Los Vallenatos del Magdalena. Este había participado, interpretando la guitarra, en la grabación de la canción "La varita de Caña", en 1945, acetato no comercial hecho en la casa de los discos del Che Granados, en el que, también, intervinieron Gustavo Rada, cantando, y Mario Narváez, en la dulzaina y la guacharaca. El mayor éxito musical de Blanco ha sido el paseo "Se va el caimán", grabado, inicialmente, por la Orquesta de Eduardo Armani. Este fue el primer vallenato en sonar en una película, en 1946, llamada pasiones tormentosas (Oñate, 2012).

La irrupción musical de Aníbal Velásquez y Morgan Blanco ha llevado a algunos investigadores a plantear la existencia de una escuela o estilo de tocar el acordeón que han llamado barranquillero, lo que es rechazado por Morgan argumentando que no hay similitudes musicales entre los dos. Sin embargo, ambos muestran en sus estilos de interpretar el acordeón las huellas de la música antillana. No olvidemos que la del cincuenta, también, fue la década de los sonidos antillanos y las imágenes de la cinematografía mexicana que convirtieron a personajes como Dámaso Pérez Prado, Benny Moré, Roberto Fas, Los Hermanos Castro y la orquesta Riverside, en ídolos populares (Bassi, s f).

En lo interpretado por ambos músicos hay la huella de lo que, también, se escuchaba en esa década, la música costeña, especialmente la cumbia y el porro. Importancia que tomó cuando comenzaron a ser grabadas por las orquestas de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Antonio María Peñaloza, Los Hermanos Martelo, Clímaco Sarmiento, Manuel Villanueva, entre otros.

Es este último escenario melódico es el que le permite a Luis Enrique Martínez alcanzar su primer éxito musical, "La Cumbia Cienaguera". Si bien es cierto, esta canción no encuadra en el formato vallenato, es indudable que fue la que le abrió las puertas en Barranquilla, y desde entonces su obra musical fue conocida. También es el que le permite a Alejandro Durán alcanzar su primer éxito musical en Barranquilla, "La Candela Viva". En esta canción, grabada en 1958, la tumbadora lleva el ritmo de la cumbia, y el acordeón marca el de la tambora, que es un género musical costeño.

En este ambiente de fiesta folclórica se cuela el paseo "La muerte de Eduardo Lora", lamento de autoría de Andrés Landero, quien, además lo canta y toca con el acordeón. Se convierte, en 1957, en éxito en la radio barranquillera, como posteriormente lo fue el paseo "La Hamaca Grande". Sin embargo, ha sido la cumbia "La Pava Congona", su mayor referente musical en esta ciudad, aunque fuera grabado a principios de la década del setenta.

En este decenio no podía faltar la música vallenata interpretada por tríos, y quienes hicieron grabaciones que se escucharon en esta ciudad fue el Fonseca, al que perteneció Ángel Fontanilla, guitarrista de Buitrago y, después, del grupo de Bovea. Grabó para el sello Vergara varios trabajos musicales, entre ellos el paseo "Las Margaritas", de Andrés Paz Barros, que Crescencio Salcedo convirtió en "Mi Cafetal".

El vallenato seguía siendo marginal, tanto que el lugar de encuentro de músicos, y donde había un Traganíquel en el que los parroquianos programaban canciones, era la cantina “La Nave” de Miguel Peña. Ubicada en inmediaciones a la intendencia fluvial era el lugar de partida y llegada de las embarcaciones que surcaban el río Magdalena, por los caños y la Ciénaga Grande de Santa Marta; por lo tanto, era frecuentada por viajeros de las distintas provincias de los interiores del Caribe, en las que la música vallenata comenzaba a tener una mayor difusión debido a la masificación de un producto sonoro, el picot. 

Los años sesenta

A principios de esta década el guitarrista Julio Cesar Bovea y el cantante Alberto Fernández se constituyeron en nuevos referentes musicales de los barranquilleros. Fueron las canciones de autoría de Rafael Escalona las de mayor aceptación, las que grabaron, en 1962, para el sello Tropical de Barranquilla. A este grupo perteneció el acordeonero barranquillero Alberto Pacheco.

Pacheco, que también hizo parte del conjunto Los Campesinos del Vallenato, que grabó a mediados de esta década la canción "La Paloma", que es una tamborera de la autoría de Adolfo Echeverría, la que se constituyó en un acontecimiento musical en esta ciudad. Éxito que no alcanzó con ninguna de las interpretadas hechas en algunos de los cuatro ritmos vallenatos, ni cuando fue coronado, en 1971, como rey del Festival de la Leyenda Vallenata. 

Para principios de estos años era usual ver a Juancho Polo Valencia tocando acordeón, en bares y cantinas ubicadas El Boliche. Lo hacía porque para esta parte del mercado público se habían desplazado los viajeros de las zonas rurales de gran parte del Caribe colombiano, tras el marchitamiento de la navegación fluvial. Desde entonces se convirtió en el sector de llegada y partida del sistema de transporte en bus intermunicipal.

En esta zona estaba la peluquería de Víctor Moreno, donde frecuentaba, además de Polo Valencia, y en ocasiones Aníbal Velásquez, el acordeonista, oriundo de Altos del Rosario, Bolívar, Isaac Vásquez, quien sería el creador de la tradición de que los conjuntos vallenatos tocaran por pieza en bares, cantinas y restaurante del mercado y el centro de la ciudad. Él, junto a los acordeonistas José López Rivera, Sigilfredo Rodríguez y Mario López, fue el primero en ubicarse con un cajero y un guacharaquero en la calle 72, lo que sucedió a finales del sesenta o principios de los 70.  Llegaron buscando un espacio en torno al restaurante Chop Suey, donde se reunían músicos que componían los tríos musicales. 

Otro lugar de reunión de los músicos fue la calle 72 con carrera 43, exactamente frente a la puerta del desaparecido Banco Cafetero. Era el destino final de la ruta que iniciaban en el centro de la ciudad, iban de cantina en cantina, subiendo por la carrera 43. Otra vía pública en la que permanecían los conjuntos, era en la calle 30 con carrera 38. Fue con la bonanza marimbera y la importancia que adquirió el vallenato, cuando el parque de los músicos se hizo el único lugar de confluencia de los intérpretes de esta música del Caribe colombiano.

Hubo una canción que rompió las ataduras de la indiferencia y la marginalidad de la música vallenata en esta ciudad, "Alicia Adorada". Tras ser grabada por Alejandro Durán, en 1968, se escuchó en traganíqueles, picots, la radio, ortofónicas y vitrolas existentes en la ciudad, como lo recuerda el médico José Chois. Para entonces, ya Durán había grabado canciones que también habían sonado en la ciudad como "039", "La Cachucha Bacana", "Amor Comprado", "Altos del Rosario", y, posteriormente, "Compae Chemo" de autoría de Julio Erazo, y las canciones de autoría de Rafael Escalona.

Alejandro Durán fue el acordeonero con mayor aceptación en Barranquilla en los años sesenta y parte de los setenta, según el director de radio, Ley Martín. Sobre este juglar dice el programador y director de radio Luis Altamiranda Sandoval, que el disco, que asocia con el vallenato, y que programaba en Olímpica am., era "La Candela Viva". Mientras que Idalides Medina Santander, quien fue locutora de Caracol radio en Barranquilla, asegura que el programador de Radio Reloj, Carlos Consuegra Donado, poco afecto a la música vallenata, acostumbraba a programar la música de este acordeonista.

Juancho Polo, que había grabado sin éxito el paseo "Alicia Adorada", en Emisoras Unidas de Barranquilla, logró posesionarse en el gusto de los barranquilleros a través de canciones como "Lucero Espiritual", "El Duende", "Vení Vení", "Sí, sí"; algunas de ellas interpretadas en aire de pasiaito, y no "La Prima" y "Plátano Maduro y queso", que es un son de negro. Algunas de estas canciones son mencionadas por coleccionistas y picoteros como Don Alirio, Manuel Hernández, como las que han sonado en los picot de Barranquilla. Incluso, este último relata la historia de un enfrentamiento entre dos picot, en los años 70, en el que uno ahogó al otro. El perdedor programó una descarga de Tito Puentes, mientras que el vencedor respondió con la canción "Sí, sí".

El cantante de música tropical, Tony Arrau, con el seudónimo de Don Abundio, y con el marco musical de Adolfo Echeverría, grabaron la canción "Me robaron el sombrero", en 1974, lo hizo imitando a Polo Valencia, la que fue un éxito musical.  Al año siguiente este juglar grabó el mismo tema, que es de la autoría de Echeverría, versión de la que se puede señalar que fue su último hit musical en la ciudad. La relación entre éste último con el vallenato tenía un antecedente, en 1969, cuando con el acompañamiento del acordeonero José Carranza, lanzó un disco de larga duración en él fueron incluidos algunos paseos y merengues.

En los carnavales de 1968, año en el que se celebró el primer festival vallenato, irrumpen en Barranquilla los músicos Richie Ray y Bobby Cruz, los que, según Rafael Bassi y Jairo Solano (2017), cambiaron para siempre el gusto de sus habitantes para la música y el baile. Pero, también, se produjo un hecho histórico, es contratado Alfredo Gutiérrez y sus estrellas, para animar los bailes en la caseta La Tremenda. Su primer éxito en la ciudad, después de separarse de Los Corraleros de Majagual, fue "La Banda Borracha", y es a partir de 1968 cuando comienza a sonar canciones como "Cabellos Largos", "La Cañaguatera", "Los novios", "Ojos Gachos", "Cabellos Cortos", "La Choza", en fin. Asegura Fausto Pérez Villarreal, biógrafo del acordeonero, que a partir de ese año se convirtió en el intérprete de vallenato con mayor aceptación en la ciudad. 

Y mientras esto sucedía, en los picot sonaba la música de Cortijo y su Combo, la pachanga y el boogaloo, impulsada por la juventud que descalificaba al vallenato llamándolo corroncho.

Los años setenta y ochenta

En 1970 y 1974 suceden algunos hechos impensados en una ciudad en la que la salsa, como fenómeno artístico, social transnacional, había terminado desplazando, por interés comerciales, su identidad geocultural de música Caribe (Contreras, 2008). Alfredo Gutiérrez ocupa el segundo puesto en el Festival de Orquestas en la categoría de grandes conjuntos, después de Los Graduados y por encima de Nelson y sus Estrellas. La otra, Los Hermanos López, cantando Jorge Oñate, ganan un Congo de Oro especial, en 1974, con canciones que sonaban en la radio local como "No voy a Patillal" y "El Cantor de Fonseca".

Esta agrupación participó en estos carnavales animando los cuatro días en la caseta El Toro Sentado. De este último hecho recordaba el locutor Jaime Pérez Parodi que, tras visitar al Hotel del Prado, en compañía de Jorge Oñate, buscando que contrataran a este conjunto vallenato, el gerente artístico les dijo que mientras el ocupara ese cargo la música vallenata jamás sonaría en este lugar.

Pero estos hechos, considerados como significativos en el proceso de masificación del vallenato en la ciudad, son producto de distintos factores, de los que podemos examinar algunos. El desarrollo de vías de comunicación, la construcción del Puente Pumarejo, y el éxodo de personas y grupos familiares hacia las ciudades de Colombia, que inició en los años 20 y que continuó con más fuerza entre 1951 y 1964, lo que llevó a campesinos y habitantes de pequeños y medianas poblaciones del Caribe a ubicarse en Barranquilla. Con los viajeros llegó el gusto por la música vallenata.

El surgimiento de agrupaciones que utilizan nuevos instrumentos musicales, vestimentas como las orquestas y combos tropicales, y la grabación de canciones cuyas letras dejan de tener esa connotación rupestre, para cantarle a hechos, sentimientos, con los que los habitantes de la ciudad se identifican. En lo que, sin lugar a dudas, contribuyó el Binomio de Oro, creado en 1976, con un cantante con aspecto citadino que rompe con los estereotipos de los músicos con facciones de campesinos o pueblerinos, lo que entonces era una manera peyorativa de calificar a quienes no eran nativos de esa ciudad.

Hubo un componente económico, aunque ilegal, la bonanza marimbera que dinamizó este proceso en la ciudad, sobre todo cuando los marimberos, ricos emergentes, se mudaron para Barranquilla. Fue en el tiempo en que los conjuntos apostados en el parque de los músicos, tuvieron mayor trabajo y mejores ingresos, y cuando se escuchó con continuidad en emisoras y en otros medios, la música vallenata.

Otro factor determinante fue la llegada de una oleada de jóvenes, amantes de esta música, a la ciudad, los que eran habitantes de distintas provincias del Caribe colombiano. Llegaron a matricularse en las universidades locales, lo que impulsó la aparición, frente a algunas de ellas, de establecimientos comerciales en los que programaban vallenato.

La radio barranquillera también contribuyó en el proceso, después de que algunas abrieron espacios para programar vallenato. El locutor Gilberto Estor Lara señala que uno de los primeros programas dedicados esta música fue el dirigido por el locutor conocido como "el loquillo" Codina, en Radio Piloto. Dice, además, que, en 1970, Cecil Alfonso Pardo creó el programa Rapsodia Vallenata, en Radio Libertad, el que dirige por tres años. Lo reemplaza Estor Lara, quien, aún, recuerda las llamadas telefónicas que le hacían, para pedirle que no siguiera programando esa música corroncha.

Esta emisora, que no era escuchada en Barranquilla, por su potencia era la de mayor sintonía en departamentos como los del Magdalena, Bolívar, Atlántico y parte del César, lo que la convirtió en masificadora del vallenato que llevaron, en el gusto musical, a Barranquilla muchos de los que por distintas razones se residenciaron en ella.

Gilberto Estor fue reemplazado en Radio Libertad por Rafael Xiques Monte, por lo que se trasladó para La Voz de la Patria creando el programa Así canta el Vallenato, con el que, en 1978, a petición de Mike Char, se va a Emisora Atlántico. En 1970 Lenin Bueno Suárez creó un programa de las mismas características en Emisora Atlántico, y, también, lo hace Cheo Feliciano en La voz de la Patria, que luego dirige Álvaro Ariza. Lenin, después va a la voz de Barranquilla con su programa Festival Vallenato, mientras el doctor Martínez y Cecil Alfonso Pardo dirigen los suyos en Emisoras Unidas.

En los años sesenta y parte de los setenta, los picot en los que se escuchaba la música vallenata eran los contratados para amenizar reuniones sociales, familiares, sin embargo, cuando las disqueras CBS, luego llamado Sony Music, Codiscos, con su sello Costeño, comenzaron a impulsar sus productos musicales en las emisoras, algunos de los que sonaban en las verbenas, comenzaron a programar canciones del Binomio de Oro, Los Betos, Los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Silvio Brito, El Doble Poder y Diomedes Díaz, quien se convirtió en el ídolo musical de la ciudad.

Asegura el productor de televisión, programador de música y locutor Renzo Rodríguez, que también se escuchaba la música de Juancho Polo Valencia, Alejandro Durán, Los Chiches del Vallenato, Calixto Ochoa, Los Hermanos Ramos, Lo Hermanos Caraballo, Andrés Landero, Las Estrellas Vallenatas, Oswaldo Rojano, Los Copilotos del Vallenato. Mientras que el coleccionista de música e investigador de salsa, Rodman Niebles, menciona a los acordeonistas Rafael Cabezas, Dolcey Gutiérrez, Ángel Vásquez, Catalino Tejedor, Morgan Blanco, Lisandro Meza, José María Peñaranda, Calixto Ochoa, haciendo la salvedad que sin interpretar vallenatos.

Según el investigador y docente Gilberto Marenco Better, el espacio ganado en los picot y las verbenas por la música vallenata, se ha ido reduciendo, debido a que los picoteros basan su programación en los temas africanos y las champetas, esta última para realizar el denominado "perreo".

En 1989 la cadena radial Caracol, reemplaza la emisora Radio Activa, que programaba música rock, de la banda Fm, de Barranquilla, por La Vallenata, en la que sonaba el vallenato las 24 horas al día. De este hecho histórico asegura Ley Martin que fue quien le propuso a la directiva de la cadena radial hacerlo, basado el argumento de que este género musical era el más bailado, tocado y grabado en Colombia.

Seis años antes de este hecho Alejo Durán le dijo a Rito Llerena: El vallenato era una cultura campesina, pero hoy me doy cuenta que es más grande que todos, porque, vea, donde se ha metido. Dejó de ser campesino y ha logrado civilizarse.

 

Álvaro de Jesús Rojano Osorio

 

Bibliografía

Bassi, R, Solano, J. (2017). Carnaval de Barranquilla. Patrimonio musical y danzario del Caribe colombiano. Barranquilla.

Contreras, N. (2008). La salsa en el Caribe Colombiano: con clave, Bongó y mucho caché. (s. d.)

Llerena, R. (s. f). Memoria Cultura en el Vallenato. Un Modelo de Textualidad en la Canción Folclórica Colombiana. (s. f.).

Oñate, J. (2013). El abc del Vallenato. Bogotá.

Pérez, F. (2012). Aníbal Velásquez, el mago del acordeón. Barranquilla. 

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

6 Comentarios


Manuel Anillo Villalba 20-10-2020 11:46 AM

Excelente definicion de los logros alcanzados por la musica de acordeon con sus diferentes interpretes.Mis felicitaciones dr Rojas.

Carlos Higgins 20-10-2020 06:34 PM

Excelente investigación. Felicitaciones al autor.

Rodman Niebles Ortega 22-10-2020 09:17 AM

Investigación bien llevada y muy ajustada a la incursión del género músical vallenato a Barranquilla. Felicitaciones apreciado Alvaro por ese aporte a la cultura musical de nuestra ciudad.

Orlando Molina Estrada 25-10-2020 11:23 PM

Pacho Rada grabó por primera vez vallenato en 1936, no en 1994.

Darío Bolaño 07-11-2020 03:09 PM

La importancia de la investigación, es que a través de ella, conocemos la historia, en cualquiera de sus facetas y que solo conociendo la raíz y los elementos, los podemos apreciar y quererlos, y basados en ellos; en el caso de la música adaptarlos a nuevos sonidos y mensajes que la haga agradable a oídos de cualquier latitud y edad.

Alberto Alvarez Urueta 30-07-2023 07:04 PM

Este artículo sobre la música vallenata, sus orígenes, su trazabilidad para llegar a presionarse como el género musical más importante en Colombia por su ritmo y por su estilo poético y épico que cuenta historias y aventuras de amor y de gestas históricas debería servir de motivo para que este arte musical sea incluído en los pensos académicos de escuelas y colegios en toda la región Caribe.

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