Música y folclor

Aproximaciones históricas al origen de las bandas de viento en el Caribe colombiano

Álvaro Rojano Osorio

24/05/2021 - 04:50

 

Aproximaciones históricas al origen de las bandas de viento en el Caribe colombiano

 

Las bandas de viento militares

La primera banda de viento conformada por militares de la que se tiene noticia en el Bajo Magdalena fue organizada en 1828 en Mompox. Este hecho vanguardista en esta parte del río Magdalena reflejaba lo que sucedía en algunos lugares del país y en Europa, producto de la evolución que las bandas habían tenido en Inglaterra.

En Cartagena, fue creada desde tiempos coloniales la banda del Regimiento Fijo para amenizar, en las fiestas de la Virgen de la Candelaria, los bailes de la clase pudiente local. No era usual la existencia de este tipo de organización musical en el Caribe colombiano. Fue en la Guerra de Independencia, cuando se hicieron evidentes en esta región, pues, tanto las tropas españolas como los independentistas, especialmente la legión británica, contaron con ellas en sus marchas y combates.

Pero si la Guerra de Independencia coadyuvó en el proceso de creación de este tipo de bandas de viento, también fue un obstáculo para que, después de ella, surgieran otras agrupaciones, incluso, desaparecieron la mayoría de las militares.  Y la principal dificultad fue la precaria situación económica que vivió la naciente república.

Las bandas de civiles

Fue a mediados del siglo XIX cuando inició en el Caribe colombiano el proceso de conformación de bandas de viento por parte de civiles, tal como sucedió en Lorica, San José de Tolú Viejo en la década del setenta; Mompox, en 1879, cuando la “Armonía Militar la Valerosa”, se transformó en la “Armonía de la Valerosa.” Sin embargo, según información recabada por algunos investigadores, en algunos lugares de los hoy departamentos de Sucre y Córdoba, ya en 1836 y 1845 existía este tipo de agrupaciones.

Lo que sucedía en estas y quizás otras localidades del Caribe colombiano era producto de un proceso musical que se daba en algunos países del mundo, entre ellos México y ciertos estados de Estados Unidos, como Nueva York.  También hubo otra razón: la económica. En nuestro país, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, comenzó un proceso de modernización fiscal, bancaria y legislativa, que mejoró las finanzas estatales. Aunque el Caribe colombiano, según Kalmanovitz, solo empezó a recuperarse en el siglo XX, tras las consecuencias que dejó la reconquista impulsada por España, y comandada por Pablo Morillo, y la Guerra de Independencia.

Situación económica que explica la precariedad de los instrumentos que utilizaban algunas bandas de viento, como lo concluimos de una reseña hecha por el medio informativo “La Razón” de Sabanalarga, Atlántico, en 1889, en la que se menciona que la banda “Armonía 20 de julio”, había mejorado su sonido pese a la vieja instrumentación que utilizaban. De ese tiempo se indica que, durante los gobiernos de Rafael Núñez hubo el apoyo a este tipo de agrupaciones musicales. 

Sin embargo, pese a las dificultades económicas, en el Caribe colombiano en lugares como Guamal, Magdalena, y Magangué, a partir de la década de los 80, contaron con este tipo de agrupaciones. Igual sucedió en Mahates, a orillas del Canal del Dique, donde, según el investigador Francisco Sarabia, para esa época existía la banda de los hermanos Valiente. También en Barranquilla, las que fueron organizadas por Juan Maldonado y su hijo.

La aparición de las bandas conformadas por civiles no implicó la desaparición de las militares en este siglo ni en el siguiente. Incluso, en el gobierno de Rafael Reyes (1904-1909) fue dispuesta la existencia de ellas en las guarniciones militares de las ciudades, las que, como sucedía en Cartagena acostumbraban a dar retretas en los parques.

La Guerra de los Mil Días y las bandas de viento

De esta guerra y del proceso bandístico en el Caribe colombiano debemos indicar que fue, entre las numerosas que hubo en el siglo XIX, en la que más utilizaron bandas de viento militares.  En efecto, los frentes armados que enarbolaban las banderas liberales y conservadoras las utilizaban para motivar el orgullo y la pasión por los partidos políticos en la antesala de los combates, así como para paliar el cansancio de los militares cuando emprendían caminatas. También tuvieron un importante papel en el campo de batalla, debido a que se ocupaban de dar órdenes y guiar a los militares mientras combatían. No olvidemos que los miembros de las bandas estaban entrenados para dar señales marciales como: el Paso de carga, Calar bayoneta, Cesar los fuegos, y Degüello general.

Pero no solo las bandas militares hicieron presencia en esta confrontación, también algunas de las conformadas por civiles. Fueron músicos militares pertenecientes a bandas disueltas, los que, junto a civiles, quienes se constituyeron en importantes aportantes al proceso bandístico del Caribe colombiano.

El mejoramiento de los instrumentos de vientos y los maestros de música

Finalizada la Guerra de los Mil Días, la actividad musical en Colombia comenzó a recuperarse lentamente. El proceso bandistico en el Caribe volvió a activarse, lo que se puede deducir del surgimiento de este tipo de agrupaciones en algunos lugares del Bajo Magdalena. Sucedió en Pedraza y El Banco, en 1905, con el apoyo, en la primera población, del maestro Rafael Arturo Medina Rodríguez, quien estudió en un conservatorio en Panamá. También pasó en el hoy departamento de Córdoba cuando, a instancias de Manuel Zamora, fue creada en San Pelayo, la banda Ribana.

Fue por ese tiempo, cuando Eulalio Meléndez creó la banda “Armonía de Córdoba en Ciénaga”. Debió ser cuando comenzaron a surgir las bandas de viento en Riohacha, las que, según Nohelia Mejía Guerra, estuvieron conformadas por numerosos músicos, los que en su mayoría habían estudiado música en Hawái.  

Pero hubo otros factores determinantes para que, desde principios de siglo, este proceso fuera dinámico. Uno de ellos es el mejoramiento de los instrumentos que hacen parte de la familia de vientos, tras el perfeccionamiento de las válvulas y la separación del timbre de los instrumentos de pistones. Con el pistón aparecieron las trompetas con las que los intérpretes comenzaron a obtener las notas de la escala musical en el sistema occidental. Sin embargo, pese a ser un proceso dado en Europa en la segunda década del siglo XIX, en lugares como San Pelayo, la utilización de este instrumento se dio en la década del 30 del siglo XX.

Otro factor fue la relación de los maestros de música con las bandas de viento. Fueron ellos quienes las organizaron, les dieron la sonoridad que permitió que se hicieran imprescindibles en eventos religiosos, cívicos, festivos, sociales, políticos; también los que implementaron los métodos para enseñar a tocar los instrumentos, montaron, además, los nuevos repertorios musicales. Bien lo dice el investigador William Fortich, la pedagogía rigurosa de los maestros dio frutos que se mostraron en el siglo XX.

Pero esta relación no solo se dio en ese siglo, en las décadas de los 60 y 70 del decimonónico, José De la Paz Monte fue el director en Lorica, de la primera banda creada en la región del Sinú. Mientras que, en los años 80, el maestro y solista cartagenero, Tomás Maza García, organizó la “11 de noviembre” de Magangué. Sin embargo, el número de los que se dedicaron a la pedagogía musical en el siglo pasado, fue superior a quienes inicialmente lo hicieron.

Esta relación permitió que profesores de otras regiones del país organizaran, a mediados del siglo XX, bandas de viento en algunas localidades ubicadas en el sur de La Guajira.

Profesores y alumnos echaron mano de otro factor importante en el proceso bandístico, la trashumancia. Los músicos, que dejaron de ser empíricos, con vocación de enseñar salieron a andar por el Caribe colombiano, convirtiéndose en difusores de una sonoridad que ya gustaba a los pobladores de esta región. Movilidad que ayudó en la creación de bandas en lugares como la Zona Bananera, donde fueron músicos Lucho Bermúdez, Manuel Saumeth y Antonio María Peñaloza, entre otros. Aunque la trashumancia tampoco es un proceso novedoso, tal como lo indica el investigador Xavier Ávila, al destacar que el músico Manuel Escobar, originario de Baranoa, fue director de la banda de Sabanalarga, a finales del decimonónico. 

Las bandas de viento del siglo XX

El siglo XX ha sido considerado como el de las bandas de viento en el Caribe colombiano, por el número de las que para ese tiempo aparecieron. Sucedió en el Bajo Magdalena donde en 36 de los más de 50 municipios que en ella se ubican, conformaron este tipo de agrupaciones. Fueron tantas las que surgieron en esta parte del río Magdalena, que, en Barranca Nueva, que para 1920 debía estar habitado por no más de mil habitantes, hubo, simultáneamente, tres bandas.

Las bandas de civiles que iniciaron  amenizando las fiestas patronales, bailes de salas, fiestas cívicas, reuniones políticas, salones de carnaval, academias, en el siglo XX ampliaron su espacio sonoro con las riñas de gallos, carreras de caballos, después las corralejas, la proyección de películas mudas,  los vapores por el río Magdalena, la Zona bananera, clubes sociales de ciudades, y como sucedía con las riohacheras, que amenizaban actividades sociales y festivas en algunas de alguna de las islas del mar Caribe.

 

Álvaro Rojano Osorio

 

Bibliografía:

Duque, A. (2001). Música en tiempos de guerra. En Sánchez, G y Aguilera, M. (Editores). Memoria de un país en Guerra. Planeta. Bogotá.

García, J. (1980). Cinco siglos de Bandas de Viento en México. En Archivos históricos de San Luis de Potosí. (AHESPL). pp 10.  México.

Fortich, W. (2013). Con Bombos y Platillos. Origen del porro, aproximaciones al fandango y las bandas palayeras.  Impresión y encuadernación: ISPA. Bogotá.

Fortich, W, Taboada R, Prieto, F, Murillo, P, Álvarez, D, López, R. (2014). Las bandas musicales de viento, origen, preservación y evolución: casos de Sucre y Córdoba. Editorial Cecer- Colciencia. Sincelejo, Sucre.

Kalmanovit, S. (2008). Consecuencias económicas del proceso de Independencia en Colombia. Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Bogotá.

Montoya, L. (2001). Bandas de viento colombianas. Boletín de Antropología Universidad de Antioquia. Vol. 25, núm. 42. pp 129-149.Medellín.

Muñoz, E. (s. f). Cultura bandistica en el Caribe colombiano. (s. d).

Otero, E. (2014). La vida en tiempos de guerra. Los relatos de Enrique Otero D’Costa sobre la guerra de los Mil Días. En Caro, J, Macías, M, (Editores). La historiografía en la literatura y la literatura en la historia latinoamericana y caribeña. Memoria Congreso internacional de historia y literatura.

Rojano, Á. (2019). Bandas de viento, Fiestas, Porros y Orquestas en el Bajo Magdalena. Editorial la Iguana Ciega. Barranquilla.

Ruiz, A. (2002). Historia de las bandas militares de música en México: 1767-1920. S. D.

Wade, P. (2000). Música, Raza y Nación, música tropical en Colombia. Multiletras Editores Ltda.

Zambrano, G. (2008). Bandas en Colombia. Bandas, núm. 3. pp 22-25. Bogotá.

Zapata, J. (2015).  Mompox y su cultura musical (una visión histórica y social 1540-1993). La Iguana Ciega. Barranquilla.

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

4 Comentarios


Jesús Paternina 24-05-2021 11:28 AM

Buenos días señor Alvaro. Para su información escribí un libro Antecedentes y origen del porro pelayero. Está en proceso el 2do tomo. Cómo haría para tener comunicación con Usted. Solo dos anotaciones a su escrito.. Una, la banda Arribana de San Pelayo fue fundada en 1906 por Leonidas Paternina Martínez y sus hijos, virtuosos musicos, Primo Alberto y Leonidas PATERNINA Oliveros. Dos, el nombre era la Arribana del barrio arriba, por cuestiones culturales y pronunciamiento quedó Ribana, termino que no existe en el diccionario... Mi celular..3017562762

Robert Eduardo Beltrán López 24-05-2021 05:54 PM

El fandango, el porro, la gaita y la cumbia son los ritmos más hermosos que puede tener el Caribe colombiano.

Rafael Pérez Alviz 25-05-2021 09:49 PM

Hola soy Rafael Pérez Alviz y quiero darle un dato que no sé si lo omitió o simplemente no lo sabe, en el municipio de Toluviejo departamento de Sucre antes Bolívar grande, existió un gran maestro de música llamado Filiberto Pérez Alviz que en 1.820 enseñó la primera banda de vientos de esta zona

William Fortich Díaz 26-05-2021 03:56 AM

La Banda Ribana de San Pelayo fue fundada en 1902 y Primo Paternina, mi vecino en San Pelayo había nacido, con toda seguridad, en 1892, tenía 10 años. Su padre Leonidas, tocaba pito atravesao.No tocó instrumento de boquilla. Tengo su partida de bautismo y una entrevista de 1979 al gaitero de San Pelayo Pedro López, cuando tenía 95 años.

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