Música y folclor

Rosendo Romero: el ilustre poeta de la “Noche sin luceros”

Eddie José Dániels García

17/08/2021 - 08:25

 

Rosendo Romero: el ilustre poeta de la “Noche sin luceros”
El poeta y cantautor Rosendo Romero / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

Mientras  la gran mayoría de los poetas,  y mucha  gente del común, suele coger la claridad e imponencia de la luna y las noches estrelladas para sacarle fruto a la imaginación y crear sus versos más significativos, Rosendo Romero Ospino, el fecundo compositor villanuevero, tuvo la suerte de inspirarse en una “noche sin luceros” para crear una hermosa canción que, desde su nacimiento, lo consagró como un verdadero poeta, le abrió las puertas de la fama  y lo situó en el trono de la excelencia,  donde hoy se ubican los más grandes compositores de la música vallenata.  La magistral composición tuvo la fortuna de ver la luz de la existencia a mediados de 1976, cuando fue grabada por el destacado cantante Jorge Oñate en compañía del consagrado acordeonista “Colacho” Mendoza. Apareció en el álbum titulado “Campesino parrandero”, al lado de otros éxitos indiscutibles, como: “Qué parranda” de Sergio Moya Molina, “Esperando a Rafael” de Julio Oñate Martínez, “Costumbres viejas” de Luciano Gullo Fragoso, “Ojos penetrantes” de Tobías Enrique Pumarejo, “Yo comprendo” de Leandro Díaz y “Campesino parrandero” de Hernando Marín, la canción que honró el título del Larga Duración.

Cuando apareció la canción “Noche sin luceros”, había trascurrido dos años de haberse iniciado el gobierno del “Mandato claro”, que comenzó en 1974 con la llegada de Alfonso López Michelsen a la presidencia de la república. En ese momento, la música vallenata vivía una época dorada y, como si fuera un tablero de ajedrez, se habían producido algunas jugadas en los grandes conjuntos existentes.  En 1975, Jorge Oñate se había separado del conjunto de los Hermanos López, había grabado el elepé “La parranda y la mujer” con Emilianito Zuleta, y, finalmente, se había unido a “Colacho Mendoza”, quien había sido rey vallenato en 1969. A su vez, Poncho Zuleta se había separado de su hermano, había lanzado un álbum, “Una voz y un acordeón”, con “Colacho” Mendoza, y nuevamente se había unido a Emilianito para grabar un elepé titulado “El reencuentro”. Por su parte, los hermanos López trataban de proyectar a Freddy Peralta como nuevo cantante de esa agrupación. Con él grabaron dos álbumes, “Acordeón bendito” y “Con toda el alma”, que tuvieron una presencia efímera y muy pronto fueron olvidados por la fanaticada vallenata.

La aparición de Rosendo Romero Ospino como compositor insigne de la música vallenata, cuando apenas contaba 23 años de edad, fue un hecho significativo que causó admiración, no sólo en le provincia de la Guajira, sino en toda la región Caribe. Y, desde el mismo momento en que se reveló como el autor de “Noche sin luceros”, se ganó el respeto de la fanaticada y con sobrado fundamento fue calificado por su gente como “El poeta de Villanueva”. La maestría con que fue elaborada la canción demuestra los profundos conocimientos métricos y el talento poético que acompañan al autor. Es una pieza perfecta en la forma y el fondo. En el primer aspecto se observa el arte en el manejo de los metros largos, de 13 y 15 sílabas, con sus acentos rítmicos cabalmente marcados: “Quiero morirme como mueren los inviernos / bajo el silencio de una noche veraniega, / quiero morirme como se muere mi pueblo / serenamente sin quejarme de esta pena”. En relación con el fondo, en estos versos iniciales, apreciamos el uso reiterado de diversos recursos poéticos, los cuales embellecen la expresión y acentúan el tono lírico que motiva los deseos enfáticos del compositor.

La secuencia metafórica continúa fluyendo en los versos siguientes: “Quiero el sepulcro de una noche sin luceros / luego resucitar para una luna parrandera. / Quiero morirme bajo el beso de una novia / y en cada verso de un paseo villanuevero”. Como vemos, la reiteración de la palabra quiero, es el signo anafórico que identifica la composición. Y sigue la metáfora hasta completar una estrofa de 12 versos, utilizando ahora unas figuras más profundas, de carácter hiperbólico.  “Quiero robarles los minutos a las horas / pa’ que mis padres nunca se me pongan viejos. / Quiero espantar la mirla por la media noche / y remplazar su nido por un gajo de luceros”. Tras una intervención del acordeón, ennoblecida con las notas seductoras de Colacho Mendoza, sigue una estrofa de metro irregular a manera de coro, pero muy llamativa en el contenido, por la enumeración adjetival que sugiere: “Quiero a mi novia una muchachita flaquita y tierna / muy sencillita y del alma buena / con su expresión soñadora. / Quiero lo dulce de cañaverales / la fruta madura y un río tropical / para endulzar lo amargo de esta pena, / ahogando el sufrimiento de este mal”.

La segunda estrofa, también de 12 versos, presenta un concierto de recursos poéticos que describen, contrastan, relacionan, comparan y exageran los sentimientos del autor: “Si me enamoro me verán entristecido, / porque mi suerte tiene alma de papel. / Me ponen triste tantos sueños ya perdidos, / amores buenos que murieron al nacer. / Cuantas promesas se orillan en el camino, / se fueron lisonjeras y hoy las quiero como ayer”. En los versos finales, nuevamente, el autor recurre a la palabra quiero, para hacer énfasis en el subjetivismo que arropa toda la composición: “Quiero escuchar la melodía de aquel canario, / que en un descuido se ha escapado de su jaula. / Hoy canta alegre sin embargo solitario, / bajo la sombra de un manguito en la sabana. / Quiero partirle el corazón a los guayabos, / al filo de una pena que me duele aquí en el alma”. En este último verso, el poeta culmina la deprecación, al tiempo que satisface sus deseos con las suplicas vehementes que aparecen en los versos que sirven de coro. Como lo podemos notar, “Noche sin luceros” es un poema de arquitectura impecable, donde se puede apreciar, en toda su plenitud, la belleza artística y ennoblecedora de las palabras.

Tras todos los detalles que hemos observado, no podemos desconocer que “Noche sin luceros”, aparte de ser su primera canción grabada, es tal vez la composición más representativa de Rosendo Romero Ospino. Esto ha sucedido con muchos compositores, cuya primera composición es considerada la más relevante. Sin embargo, Jorge Oñate también se deleitó cantando otros temas magistrales del poeta villanuevero, entre los que recordamos “Cadenas”, “Sombra de amor” y “Cántaro de amores”, este último con el acordeón de Raúl “el Chiche” Martínez. Con la aparición de estas canciones en los años siguientes, la figura del compositor villanuevero se fue cimentando y la simpatía que le profesaban sus admiradores le resultaba cada vez más desbordante. Por su parte, él se entregó de lleno a perfeccionar sus cantos y a producir letras sugerentes y atractivas. En 1980, Diomedes Díaz, unido ahora con Colacho Mendoza, le grabó el tema “Fantasía”, una canción que, por su letra exquisita, terminó arrasando con la colectividad vallenata. Después, le interpretó los paseos: “Mensaje de navidad” y “Son montañero”, temas excelentes que corrieron con la misma suerte.

Otro acontecimiento trascendental de la música vallenata en 1976 fue la aparición a mediados de ese año del conjunto “El Binomio de Oro”, conformado por el prestigioso cantante Rafael Orozco Maestre, conocido como “el niño mimado de Becerril” y el genial acordeonista Israel Romero Ospino, hermano de Rosendo, llamado familiarmente “el Pollo Isra”. Esta agrupación perduró durante dieciséis años y, según la crítica, ha sido uno de los conjuntos más serios y disciplinados del folclor vallenato. El pueblo ponderaba el estilo y la responsabilidad que lo identificaba, y durante su permanencia en el medio, jamás incumplieron un contrato o presentaron conflictos internos. A estos atributos se sumaban la confianza, la sencillez y el carisma que exhibían el cantante y el acordeonista. Su existencia se truncó el 11 de junio de 1992, cuando fue asesinado Rafael Orozco en la ciudad de Barranquilla. Durante su corta, pero fructífera trayectoria, alcanzaron a grabar diecinueve álbumes de once canciones cado uno y muchas más, en discos de menor revolución. Dieciocho años después, parece que el conjunto aún existiera, debido a la fuerza e intensidad con que se escuchan sus canciones.

Desde los albores del prestigioso conjunto Binomio de Oro, se sabía de la amistad y hermandad que tenían sus artistas con Rosendo Romero Ospino. Por eso, el poeta villanuevero tuvo una presencia inmancable en la mayoría de los elepés grabados por esta agrupación. Su aparición estelar fue en 1977 con el tema “Sueños de conquista”, un hermoso paseo lírico incluido en el álbum “Por lo alto”. Al año siguiente se consagró con “Despedida de verano”, un tema similar aparecido en el elepé “Los elegidos”. La fanaticada costeña y colombiana llegó al clímax de la satisfacción en 1979 con la grabación de “Tu dueño”, que se consagró como el éxito indiscutible del elepé “Súper vallenato”, y en 1980 el fervor se lo llevó “Villanuevera”, una canción romántica, donde el poeta rinde tributo a la mujer de su pueblo, incluida en el álbum “De caché”. Ese mismo año, “Canción para una amiga”, aparecida en el elepé “Clase aparte”, también tuvo una acogida rotunda. En 1981 y 1982, los aplausos se los llevaron los temas: “Luna de junio” y “Llora corazón”, incluidas en los fabulosos álbumes “Cinco años de oro” y “Festival Vallenato”, respectivamente.

Sin embargo, de toda esta galería de canciones grabadas por el “Binomio de Oro”, indiscutiblemente “Tu dueño”, se catalogó, sino como la mejor, una de las más bellas de Rosendo Romero Ospino. Su texto es un excelente poema, que emplea un lenguaje sencillo, pero de una tremenda profundidad lírica. Se estructura en cinco estrofas de varios versos de metros irregulares con ausencia total de rima. La introducción canta: “Dices que soy tu dueño / y que me empeño por ser tu vida, / dices que yo a tu lado / soy buen amigo de día tras día, / dices que no te cansas / de amarme tanto siempre sincera / dices que soy la parte / más importante de lo que tú piensas”. En la segunda entrada continúa la metáfora: “Dices que soy una luz en tu vida / que nada puede impedir nuestro amor, / que si tu frente la luna ilumina / es porque estás oyendo mi canción / y si yo siempre canto al amor / es porque tú me lo inspiras”. Sigue el coro: “Siento que la vida se me va / en tus labios dulces y primorosos / y si suspiro por tu mirar / quisiera entrar por tus ojos”. La tercera estrofa dignifica a la mujer: “Dicen que tú eres buena / que a la azucena eres comparable, / dicen que eres amiga, / la más querida, sincera y amable. / Dicen mi querendona / que estando sola te oyen cantando / esas canciones mías / que hice en los días de ratos amargos”.

Luego vinieron las canciones “Navidad” del álbum “Fuera de serie” en 1982, “Copito de pinos” del elepé “Mucha calidad” en 1983, “Amor de vida eterna” del long play “Somos el vallenato” en 1984 y “A dos voces” del álbum “En concierto”, en 1987.  Y, curiosamente, en los años posteriores, hasta el último elepé grabado en 1991, no figuran más canciones del destacado compositor villanuevero. Su nombre reaparece en la nueva agrupación “Binomio de Oro de América” con el tema “Baila feliz” interpretado por Jean Carlos Centeno. También “Los Betos”, en sus inicios” le grabaron las letras “Que pasará” y “Mi primera canción”. La voz diáfana e inconfundible de Silvio Brito popularizó los temas “Beso de luna”, “Fuga”, “Romanza” y “Mi poema”, este último cantado hace poco por Jorge Celedón.  Y, recientemente, Diomedes Díaz con Iván Zuleta y Carlos Vives con Egidio Cuadrado, grabaron “Noche sin luceros”, con tan mala suerte que ninguna de las dos interpretaciones satisfizo las expectativas anunciadas, pues no lograron superar la versión original grabada magistralmente por “El ruiseñor del Cesar” a mediados de 1976.

Asimismo, otros reconocidos cantantes y agrupaciones, como Iván Villazón y Saúl Lallemand, Juan Piña y su orquesta, Alfredo Gutiérrez y su Conjunto, Ismael Ruda y Daniel Celedón, Otto Serge y Rafael Ricardo, Elías Rosado y Juancho Rois, y Pacho Rivera y Humberto Herrera, integrantes de “El doble Poder”, han sido fieles intérpretes de sus composiciones. También, el famoso cantante argentino Leonardo Fabio le baladizó algunos temas. Sin embargo, es curioso notar, que en medio de esta profusa lista de cantantes no figura Poncho Zuleta, quien, me atrevo a comentar, es el único que no le ha vocalizado sus canciones, no obstante, haber nacido en la misma población. Por su parte, el mismo “poeta villanuevero” ha realizado algunos trabajos musicales, interpretando sus propias canciones. En 1980, lanzó el álbum titulado “Rosendo interpreta a Rosando” donde incluyó varios éxitos de sus canciones. Después grabó el disco “10 acordeones para un poeta”, en el cual estuvo acompañado por 10 grandes acordeonistas, entre ellos, Aníbal Velásquez y el “Pangue” Maestre. Y, finalmente, en el 2003 lanzó el álbum “La puerta de amor y voces de la provincia”, donde cantaron Daniel Celedón, Marcos Días y otros vocalistas reconocidos.

El talento musical de Rosendo Romero Ospino viene marcado por sus ancestros y por el lugar donde nació, creció y se tornó adulto. Tanto su abuelo, Rosendo Romero, como su padre, Escolástico Romero, ambos nacidos en Villanueva, fueron aficionados a la música y amantes de la guitarra. En el barrio “El cafetal” de esa población, donde Rosendo abrió los ojos el 14 de junio de 1953, un día después de que el general Gustavo Rojas Pinilla derrocara al doctor Laureano Gómez y se tomara el poder presidencial, también nacieron otros grandes compositores y cantantes. Entre ellos podemos mencionar a Egidio Cuadrado, Daniel Celedón Orsini, Poncho y Emilianito Zuleta,  Jorge Celedón y Norberto e Israel Romero, sus hermanos, ambos  catalogados excelentes acordeonistas. También abrieron los ojos en Villanueva, Ildefonso Ramírez Bula, Jean Carlos Centeno, Orangel Maestre, Alberto Murgas Peñaloza, Poncho Cotes Junior y Gabriel “el Chiche” Maestre. Como vemos, su tierra natal, pródiga en tantos talentos, fue el lugar propicio para que Rosendo se nutriera y despertara desde muy joven su pasión musical. Una actividad que lo ha mantenido inalterable durante casi cincuenta años.

Actualmente, Rosendo Romero Ospino reside en Valledupar, la ciudad que, por su atracción urbanística, se ha convertido en el centro vivencial de muchos acordeonistas, compositores y cantantes. Además, es el lugar adecuado para tener contacto con los conjuntos y agrupaciones más cotizados en cualquier momento. Aquí, diariamente recibe los aplausos, los respetos y los parabienes a que se ha hecho merecedor por sus muchísimas composiciones. Con frecuencia asiste a las diferentes programaciones culturales que se realizan y que son propias de los medios citadinos. Generalmente, se celebran para promocionar, revelar o bautizar nuevos talentos artísticos. También, se desplaza por otras ciudades a cumplir con invitaciones que nunca le faltan y a las que asiste siempre complacido. Y en estos momentos, cuando ya se encuentra transitando sobre los sesenta y ocho años, continúa entregado de lleno a la composición musical, recordando, lógicamente, los lejanos tiempos de la “Noche sin luceros”, aquella hermosa canción vocalizada por Jorge Oñate con “Colacho” Mendoza, que siendo bastante joven le abrió las puertas del éxito, lo proyectó nacional e internacionalmente y le prodigo el bien merecido título de  “El Poeta de Villanueva”.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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