Música y folclor
Hernando Marín: el enérgico defensor de “Los maestros”
La revelación de Hernando Marín Lacouture como un maestro de la composición ocurrió en 1976 cuando la música vallenata se encontraba viviendo el mayor esplendor de toda su historia. Su aparición a mediados de ese año como autor de tres grandes canciones interpretadas por los conjuntos y vocalistas más famosos del momento, que le dieron el título a los tres trabajos discográficos lanzados, prácticamente simultáneos, fue un acontecimiento extraordinario que lo ubicó en un sitio de honor dentro de los grandes nombres que han ennoblecido la música vallenata. En efecto, el paseo “Los maestros” sirvió de título al elepé publicado por los Hermanos Zuleta, en junio de ese año. A los dos meses apareció el álbum “Campesino parrandero”, grabado por Jorge Oñate y Colacho Mendoza, y no habían trascurrido muchos días cuando se lanzó el elepé “Binomio de Oro”, primer trabajo de esa histórica agrupación, donde el tema “La creciente” se convirtió en su éxito indiscutible, y terminó, ante la falta de un título llamativo, dándole el nombre al elepé, porque toda la fanaticada y la gente del común sólo decían “La creciente”, cuando querían referirse al long play del “Binomio de Oro”.
Con la grabación de “Los maestros”, cuyo nombre inicial iba a ser “El humilde profesor”, y por sugerencia de algunos amigos el autor lo cambió a última hora por ser un título que reflejaba una connotación poco significativa para catalogar a un gremio tan relevante y trascendental para el país, Hernando Marín Lacouture dejó ver su posición antigobiernista y quedó reivindicado ante el sentimiento patrio como el gran defensor del Magisterio Colombiano. Sobre todo porque, como podemos recordar, en esa época esta agrupación era poco asistida y totalmente vulnerada por el gobierno nacional. Por eso, apenas el disco salió al mercado, la fanaticada costeña y de muchas regiones del interior del país valoraron su argumento, y, tanto era el placer por escucharlo y tararearlo permanentemente, que llegó a convertirse en una especie de himno momentáneo. “Los maestros” apareció acompañado de otros temas muy recordados que movieron el entusiasmo popular, como “Talento artístico” de Poncho Zuleta, “La conquista” de Edilberto Daza Gutiérrez, “Amor apasionado” de Romualdo Brito, “La guayabalera” de Isaac Carrillo y “Enamorado corazón” de Antonio Serrano Zúñiga.
“Los maestros” es un paseo estructurado en tres estrofas de ocho versos compuestos de medidas diferentes, donde se observa el empleo de un lenguaje sencillo, con una claridad natural, libre totalmente de recursos expresivos, que facilita la comprensión textual. Cada apartado estrófico constituye una amplia definición de la actividad magisterial. En primer término, se presenta la introducción, donde el autor exalta la abnegada misión que cumple este gremio ante la sociedad: “Hay personas que en la vida no saben agradecer / ni les dan ese valor que en realidad se merecen / y es aquel montón de hombres y mujeres / que lucha incansablemente pa’ educar la humanidad. / El maestro va a la escuela diariamente / no le importan que critiquen su aguerrida voluntad / y hay que aplaudir a esa gente tan valiente / que tienen tan mala suerte que ni les quieren pagar”. Aunque, el primer verso de esta estrofa resulta un poco confuso, es fácil suponer que el autor quiso, o más bien, quería decir que: “hay personas en la vida a quienes no se les sabe agradecer”, para que resulte coherente, y al formular la pregunta, de qué personas se trata?, la respuesta sea, lógicamente, los maestros.
En el segundo apartado, continua la definición de manera más explícita: “El maestro va a la escuela a llevar la educación / que ningún padre a su hijo le puede enseñar en la casa / porque sabe que en la escuela lo remplaza / esa gente tan valiente y de tan noble corazón / porque llevan en la sangre en forma innata / ese don tan intachable que es el ejemplo de Dios / y nosotros tenemos tan mala el alma / que no le damos las gracias al humilde profesor”. En el penúltimo verso, el autor, por discreción, emplea el “plural de modestia” para incluirse entre los desagradecidos. La estrofa final es una crítica contundente contra la actitud de indiferencia que asume el régimen oficial frente al Magisterio: “También sé que este gobierno les paga de vez en cuando / y otras veces por milagro les paga de mes en mes / ése es otro que no sabe agradecer / tienen sus hijos también que los están enseñando / no se acuerdan que fueron niños también / y sea hombre o sea mujer debe ser considerado / pero como ellos tienen el poder / y las gallinas de arriba le echan flores a las de abajo”. En el último verso, la palabra “flores” tiene una significación implícita, tomada de la realidad de estos animales.
Un año después de haberse grabado “Los maestros”, Hernando Marín se hizo célebre con la composición “La ley del embudo”, que fue grabada por la fugaz agrupación de Emilio Oviedo y Beto Zabaleta a mediados de 1977. Era una canción protesta que se ganó la simpatía nacional por su contenido crítico contra los procedimientos antipopulares del gobierno nacional. Sus tres estrofas, incluyendo el coro, están llenas de una realidad inobjetable: “Yo soy el cantante del pueblo / yo soy quien defiende a la población / allá donde no llega el Gobierno / allá es donde nace mi triste canción. / Yo soy quien escucha sus llantos / y con ellos comparto su necesidad / y mejor le pedimos a los santos / porque el que está gobernando / creo que es por no dejar / como ellos lo tienen to’ a la mano / no les importa un carajo / la perdida humanidad”. En los versos del coro, se identifica el título de la canción, utilizando varias expresiones análogas: “La ley del embudo / lo ancho pa’ ellos lo angosto pa uno / ley de la ballena / lo angosto pa’ uno lo ancho pa’ ella / la ley del más fuerte / como están armados se hacen los valientes / la ley del cantante / porque este sistema se volvió estandarte”.
La estrofa siguiente refleja de manera más cruda la realidad de la pobreza nacional y el autor deja ver claramente su espíritu revolucionario: “Los platos que rompe el Gobierno / los paga mi pueblo / trabajando bajo el sol / no tienen ni solar ni techo / porque sin trabajo no tienen valor / se pasan la vida luchando / pero este cantante de la población / seguirá con su empeño hasta alcanzarlo / para que a mi pueblo olvidado / le llegue la redención/ el sistema nos tiene marginados / pero hay que seguir peleando / hasta ser el vencedor”. El profundo contenido antioligárquico de esta canción hizo que el líder izquierdista Jaime Bateman Cayón la propusiera con himno oficial del movimiento revolucionario M-19, pero sus compañeros de la cúpula dirigente no aceptaron. Afirmaba el comandante. “Esta canción se canta mucho en Santa Marta y, además, refleja la realidad, la cultura y la rebeldía de todo un pueblo”. Y su punto de vista lo reafirmaba cantándola, sin embargo, no logró triunfar en su propósito, porque, después de tanta insistencia, al someterlo a votación, fue derrotado. Y lo mismo sucedió con la canción, que lentamente se fue olvidando y desapareció por completo del entorno musical.
Con el mismo entusiasmo con que Poncho Zuleta interpretó “Los maestros” continuó vocalizando durante muchos años los temas de Hernando Marín y su fama siguió alcanzando más admiración en el ambiente popular. Vinieron, entonces, canciones románticas, inspiradas por el amor, las costumbres, los sentimientos, las parrandas, la amistad y muchos detalles más surgidos de la sensibilidad humana. En 1977 apareció el merengue “El arbolito” en el elepé “Dos estrellas”, que gozó de mucha simpatía. Tras un largo receso, nuevamente en 1984, reaparece con la canción “Llora mi corazón” incluida en el álbum “O39”, que se convirtió en un éxito total por su temática profundamente lírica. Después figuraron “Bebiendo yo” en el long play “Mi acordeón” de 1985, “La vecina de Chavita” en el álbum “Los mejores años” de 1986, “Mis muchachitas” en el elepé “Mañanitas de invierno” de 1993, dedicada, según se observa, a sus hijas pequeñas, y finalmente “El girasol”, que le dio el título al álbum del mismo nombre, en 1995. Todas estas canciones fueron muy aclamadas y gozaron de mucha aceptación en la fanaticada costeña.
Simultáneo al triunfo alcanzado con “Los maestros”, Hernando Marín Lacouture se alzó con otro éxito musical histórico: “Campesino parrandero”, un hermoso paseo costumbrista que sirvió de título al segundo álbum lanzado por Jorge Oñate y Colacho Mendoza en agosto de 1976. El tema presenta la tradicional costumbre de los campesinos colombianos: trabajar toda la semana, salir el domingo a disfrutar de una parranda y gastarse unos cuantos pesos. “Yo soy el campesino parrandero / que voy el domingo al pueblo / a buscar una diversión / para sacarme un poco este sudor / que nos atormenta a los montañeros / porque allá tengo lo que yo más quiero / no puedo negar que soy bebedor”. En “Únicos”, el álbum que se lanzó en diciembre de ese año, apareció el paseo “Terrible pena”, que conquistó mucha admiración por su temática, ampliamente rutinaria, basada en un conflicto conyugal muy propio de los hogares colombianos. En el elepé “En la cumbre”, que se publicó a finales de 1977, figuró el paseo “Dos flores”, muy aclamado también por sus expresiones metafóricas, su lenguaje sencillo y la profunda manifestación lírica que lo sensibiliza.
De la agrupación de “El jilguero de América” con Juancho Rois quedaron los paseos “Sanjuanerita”, incluido en el álbum “El ruiseñor de mi Valle”, grabado en 1981, y “Mentira de las mujeres” del elepé “El cariño de mi pueblo”, lanzado en 1985. También, de la unión de Jorge Oñate con Alvarito López surgieron los temas “Locura de amor”, incluida en el primer elepé de esta agrupación, que sólo tuvo por título los nombres de los artistas, grabado en 1986, y “Destino” que figuró en el long play “El jilguero”, publicado en 1988. Asimismo, el popular “Cacique de la Junta” también se lució con varias canciones de Hernando Marín. Junto con Elberto López le grabaron “Ventana de cristal” que apareció en el álbum “Tres canciones” de 1977, y de la fugaz unión con Juancho Rois quedó el tema “Acompáñenme” del álbum “La locura” lanzado en 1978. Con Colacho Mendoza le grabaron “El gavilán mayor” que figuró en el álbum “Dos grandes” de 1978 y “El invencible” del long play “Con mucho estilo” de 1981. Finalmente, de la nueva unión de Diomedes Díaz y Juancho Rois quedó el paseo “Canta conmigo” que sirvió de título al álbum del mismo nombre, proclamado en 1990.
“Canta conmigo” es un bellísimo paseo lírico en el que el romanticismo del autor tiene una inspiración sublime. La melodiosa voz del “Cacique de la Junta” armonizada con las notas embrujantes y atractivas de Juancho Rois tornan muy seductora la canción. Los recursos poéticos son abundantes. Se estructura en varias estrofas de versos desiguales con rima vocal ligeramente alternada. Su parte inicial canta: “Yo quiero que el mundo / sea más pequeño / y estar cerquita del cielo / para jugar con el sol. / Quisiera juntar / el cielo y la tierra / llanuras y cordilleras / y unir las aguas de Dios. / Ay ver junto a una/ mujer blanca con una negra / y que no existan rencillas / por el color”. En la segunda estrofa, el autor sigue clamando deseos casi que imposibles: “Y oír en la voz del pueblo / un canto en mi tierra / yo quiero cambiar / la guerra por paz y amor / quiero encender con una luz / el sentimiento y el corazón / del pueblo de Valledupar. / Quiero enlazar la melodía / de cuatro versos / para que ustedes / me acompañen a cantar”. Continúa el coro, donde se exhorta a Valledupar para que cante: “Canta conmigo mi pueblo / y el viejo Valledupar / canta conmigo mi pueblo / y el viejo Valledupar. / Canta que tú cantas / como la luz del cielo. / Canta porque tu naciste para cantar”.
Los grandes éxitos de Hernando Marín también fueron cantados magistralmente por el Binomio de Oro. El repertorio se inició con “La creciente” incluida en el primer álbum de esa agrupación lanzado a finales de 1976 que, como dijimos al comienzo, terminó dándole el título al long play. Después siguieron unos temas bellísimos que gozaron de amplia simpatía popular, sobre todo, por el romanticismo desbordante de sus letras y el sentimiento que les imprimía el cantante. Entre ellos recordamos a “Lágrimas de sangre”, incluida en el álbum “Por lo alto” lanzado en 1977. Estructurada en tres estrofas de ocho versos de arte mayor con rima parcial alternada es un poema cargado de recursos poéticos. Su introducción canta: “No se extrañen amigos si me ven / llorar lágrimas de sangre / por aquel amor desaparecido / la culpa es de mi destino que es tan cruel / y me vine a enamorar de esa mujer / y vine a coger por ese camino. / En mi suerte se equivocaron los signos / y un gitano que decía ser adivino / no supo decirme qué tenía que hacer”. Sigue el coro en cual se introduce el título de la canción: “Juro por Dios, por mis hijos, por mi madre / que por tu amor, / lloré lágrimas de sangre”.
Después del éxito alcanzado con “Lágrimas de sangre” siguieron los temas “Déjame quererte” del elepé “Enamorado como siempre”, publicado en 1978, “Luz Mery” del long play “Súper vallenato”, grabado en 1979, “Juramento” del álbum “De caché”, lanzado en 1980, “Recuerdos” del elepé “Clase aparte”, proclamado en 1980, “Corazón indolente”, un paseo profundamente romántico, del álbum “Festival vallenato”, grabado en 1982, “También de quiero”, otro tema inmensamente lírico, del long play “Superior” lanzado en 1985, “Yo no sé” del álbum “El Binomio de Oro”, publicado en 1986 y finalmente “Sanjuanerita” del elepé “Por siempre”, lanzado a finales de 1992, después del asesinato del famoso y recordado cantante becerrilero. En esta canción, dedicada a una mujer de su tierra, describe magistralmente el paisaje. Estructurada en estrofas de ocho versos mayores con rima parcial alternada. Su entrada dice: “Nace en la nevada el río Cesar / pasa por San Juan la tierra mía / y en su cauce de agua cristalina / donde una Sanjuanerita / todos los días se va a bañar / yo me quedo sentado en la orilla / viendo el agua que camina /sobre el inmenso arenal”.
De la misma manera, la agrupación de Beto Villa y Beto Zabaleta, “Los Betos”, después del éxito alcanzado con “La ley del embudo”, cantada por el segundo con Emilio Oviedo, interpretaron con mucho entusiasmo otras canciones de Hernando Marín. En el álbum “El cantor triunfante”, lanzado en 1978, le incluyeron los temas “Mi mala estrella” y “El enfermo”. Después aparecieron “Rina” en el long play “Orgullo guajiro” de 1980, “El contendor” en el elepé “Hasta aquí llegamos” de 1982. Los éxitos siguieron conquistando los aplausos populares con: “A mi guajira”, incluido en el álbum “Déjenme quererla” de 1982, “Lo mismo que siento yo” grabado en el elepé “Por quererte tanto”, lanzado en 1985, “Olvida esa pena” que figuró en el long play “Parrandas inolvidables”, también de 1985, “Malas y buenas” en el álbum “De nuevo los buenos” de 1986, “Duendes”, incluido en el álbum “Canciones lindas” de l987 y, finalmente, después de diez años, apareció “Tus ojos” en el long play “Mundo de melodías” lanzado en 1995. Otros temas suyos, como “Enamorado”, “Sin penas”, “Voy a castigarte” y “Tempestad” fueron cantados magistralmente por Silvio Brito y Orangel “El Pangue” Maestre.
En 1992, Hernando Marín Lacouture participa en el Concurso de la Canción Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata que se realizó del 28 de abril al 2 de mayo. Para ello presenta el paseo “Valledupar del alma” firmado con el seudónimo “El ángel del camino”. El jurado calificador, integrado por Alfonso Abril, Armando Pulido y Roger Bermúdez, no vaciló en escoger como triunfadora la bella canción del compositor tablacero. El contenido de la composición está estructurado en dos apartados temáticos de varias estrofas y un coro, formado por una cuarteta menor. Toda la composición es una alabanza a Valledupar. El primer apartado expresa: “Cancioneros del valle / que alegran las tardes / con ardientes sones / hoy les pido que canten / para que relaten sus inspiraciones”. Después, continúa: “Vengan cancioneros de mi tierra / con la música que llena / de alegría los corazones / vamos a poner en cada coro / una nota del tesoro / que tienen los acordeones”. Y siguen las expresiones laudables: “Vamos a llevar en cada canto / un mensaje de felicidad / para que mi pueblo Vallenato / sea el espejo donde el mundo / hoy se tenga que mirar”. A continuación, el coro: “Oh, Valledupar del alma / Oh, Valledupar de abriles / voz de un pueblo que canta / hoy sorpresa Caribe”.
Una anécdota que recrea la vida de Hernando Marín Lacouture sucedió, precisamente, en 1992, cuando la agrupación de Ivo Díaz y Colacho Mendoza le grabaron la canción “La bola e’ candela”, un merengue que narraba la supuesta costumbre de hacer “pactos con el diablo” que tenían los grandes hacendados hace muchísimos años. El trato consistía en que el ganadero le entregaba un trabajador cada año y el diablo le multiplicaba las cabezas de ganado y el dinero en efectivo. La estrofa inicial presenta el tema: “Vengo a contarles la historia / de cosas que pasan en nuestra región / hay muchos que creen en el diablo / que piden dinero con la condición / y le entregan un trabajador todos los años / el distinguido que entre todos sea el mejor / y el diablo dice que cuidado con un engaño / que su dinero nunca cambia de valor”. En un comienzo, la composición causó cierto malestar en los ganaderos e intentaron encarar al autor para enjuiciarlo. Sin embargo, muy pronto se les pasó la rabia y la canción pasó a ser el tema predilecto en las fiestas y parrandas. En el 2007, fue incluida en el álbum “Solo clásicos” lanzado por Peter Manjarrez y Emilianito Zuleta
Hernando José Marín Lacouture, llamado cariñosamente “Nando”, era natural de El Tablazo, una pequeña población del municipio de San Juan del Cesar. Su vocación musical era innata y no presenta origen en ningún ancestro familiar. Desde muy niño demostró gran facilidad para componer e improvisar versos, los cuales cantaba con un sentimiento singular que despertaba el interés de todos los oyentes. Su primera participación como compositor fue en el Festival del Fique de la Junta, Guajira, en 1974, donde ganó la Canción Inédita con el tema “Vallenato y guajiro”. Siempre se caracterizó por exhibir un espíritu extrovertido y rebelde, que matizaba con su temperamento alegre, festivo y parrandero. Su existencia se truncó en la madrugada del 5 de septiembre de 1999, en un accidente automovilístico ocurrido en la carretera que conduce de Sincelejo a Magangué, departamento de Bolívar, a donde se dirigía a cumplir con una invitación que le había hecho un amigo entrañable. La tragedia causó una profunda consternación en la Costa Caribe y en otras regiones de Colombia, donde era muy apreciado y reconocido por su obra musical. Estaba en la plenitud de la vida, pues, apenas hacía 5 días había coronado los 53 años de edad. Había llegado al mundo el 1 de septiembre de 1946.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
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