Música y folclor
Consuelo Araujonoguera, la Mamá grande del vallenato
El 29 de septiembre de 2001 se golpearon con fuerza los diapasones de los acordeones y los cantos se tornaron tristes porque moría la máxima protectora de la música vallenata, Consuelo Araujonoguera.
En ese aciago momento, Valledupar se quedó sin ‘Consuelo’ y apareció una nefasta creciente de dolor que silenció los versos del ‘Amor-Amor’. Todo porque la dueña de la casa a la que se le cantaba y se le daban las gracias, había partido a la eternidad vestida de pilonera.
Hoy es preciso dar a conocer un recuento de diversos hechos que marcaron la vida de la inmortal mujer que sentó cátedra en el universo vallenato.
Precisamente, en Bogotá el 20 de marzo del año 1997, en el discurso de promoción del 30° Festival de la Leyenda Vallenata, Consuelo Araujonoguera adelantándose a la tecnología, expresó. “Solamente bastará con hundir un botón en sus sofisticados computadores del siglo venidero para enseñarle a un auditorio absorto y fascinado que sí fue verdad que existió un hombre mítico llamado Rafael Escalona, quien le construyó a su primogénita una casa sin cimientos sostenida en el aire por millares de ángeles diminutos y para que la segunda de sus hijas no se sintiera menos, hizo brotar para ella un manantial en lo más alto de la serranía. De igual manera, se lo adornó con un conjunto de sirenas que tenían la misión de pechicharla con sus cantos”.
Siguiendo con sus palabras anotó. “Y mientras van sacando de las tripas de las máquinas -que habrán sustituido en mucho a las personas- datos, fotos, voces, gestos, palabras, compases, alegrías y tristezas; les hablarán de un maestro llamado Adolfo Pacheco, quien de un trasteo a Barranquilla de su padre anciano acongojado por las penas y el desconsuelo, hizo un romance de amor sinigual y una alabanza certera a la vida provinciana”.
Continuó diciendo. “Les contarán que fue Emiliano Zuleta Baquero, el más grande de una dinastía que comenzó a principios del siglo XX, de la persistencia de una gota fría que sigue calando y penetrando más allá de nuestras fronteras. Les dirán también que en un viejo palenque enclavado en tierras cesarenses a orillas del río Guatapurí existió un pequeño gran hombre llamado Lorenzo Morales, quien, en noches de luna llena, abrazando a su acordeón le mandaba recados groseros a su eterno rival villanuevero”.
Al cerrar sus palabras, Consuelo Araujonoguera manifestó. “Pero sea como fuere de ese aparato saldrán, están saliendo ya, hasta los suspiros de amor que hablara el poeta, los signos y números que vueltos a procesar se convertirán en palabras para decir lo que el hombre quiere oír. Y obviamente la música vallenata que crearon aquellos hombres humildes que se movilizaban en burros por un territorio mágico y maravilloso, no será la excepción”.
Continuando con los recuerdos de Consuelo Araujonoguera el 27 de abril del año 1991 en la inauguración del 24° Festival de la Leyenda Vallenata, ella aseveró. “Porque nadie puede llamarse a engaño en este particular. Ni nadie osará discutir tampoco de que fue desde el primer festival y gracias a los sucesivos festivales, que el nombre de Valledupar comenzó a ser pronunciado resonante y frecuentemente a lo largo y ancho del territorio patrio, donde antes no se le conocía, o se le conocía solamente como una lejana referencia geográfica”.
“Pero desde 1968 y en virtud de la implantación de esta singular dinastía musical de Reyes Vallenatos, cuya soberanía espiritual estriba en el talento innato para la composición y la prodigiosa destreza de las manos de los que tocan los acordeones, el país se volcó intrigado y curioso hacía nosotros tratando de averiguar cuál era esa fórmula mágica que nos permitía resolver nuestros problemas cantando”, concluyó.
Recuerdos unidos en cantos vallenatos
En la reseña de las añoranzas aparece el cantante Poncho Zuleta, en uno de sus célebres comentarios. “La comadre Consuelo, puso las bases para que la música vallenata alcanzara el lugar que hoy ostenta. Ella con su disciplina y constancia fue la Policarpa Salavarrieta de nuestro amado folclor vallenato”.
A su vez Emilianito Zuleta, aseveró. “Como olvidar a esta mujer noble y buena que avizoró lo que vendría para los que hacemos música vallenata. Consuelo permanece en nuestros corazones. Es más, en mi cartera tengo dos fotos, la de mi mamá Carmen Díaz y de la Consuelo Araújo”.
En este recorrido del ayer ‘La Cacica’, sobre los hermanos Zuleta había indicado. “La voz formidable de Poncho y el acordeón de Emilianito, logran que nos pongamos de pie para escucharlos como se escuchan los buenos vallenatos: en silencio, con emoción y respeto”.
Siguen sonando los acordeones
La muerte de Consuelo Araujonoguera fue un golpe mortal a las entrañas de la música vallenata y, como si ella presintiera una partida temprana, forjó una estructura a su alrededor, cuyas enseñanzas calaron al pie de la letra en el organigrama de una expresión popular que supo armar como la empresa folclórica-cultural más grande de Valledupar y que lleva por nombre Festival de la Leyenda Vallenata.
Y nunca se olvidará la frase donde ‘La Mamá grande del vallenato’, sintetizó su inmenso trabajo para que el folclor cuya columna vertebral son el acordeón, la caja, la guacharaca, los cantos y los versos permaneciera con el paso del tiempo. “El mejor homenaje que puedo recibir cuando muera es que no callen los acordeones y que el Festival de la Leyenda Vallenata siga siendo la mayor carta de presentación de mi amado Valledupar”. Así ha sido.
Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Sobre el autor
Juan Rincón Vanegas
Cultivo de folclor vallenato
Periodista, escritor y cronista, natural de Chimichagua, Cesar y ganador de distintos premios de periodismo con historias del folclor vallenato y sus distintos personajes. Actualmente se desempeña como Jefe de Prensa de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata.
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