Música y folclor
Emiro Zuleta Calderón, el insigne poeta del Corazón vallenato
Un acontecimiento providencial, que quedó grabado en la memoria y en el corazón de todos los amantes de la música vallenata, fue la histórica creación en 1971 del conjunto de los Hermanos López, Pablo, Miguel y Alfonso, con el joven y promisorio cantante Jorge Oñate, todos oriundos de La Paz, un bello y antiquísimo municipio del Cesar, ubicado a pocos kilómetros de Valledupar. Por su parte, Alfredo Gutiérrez, quien hacía varios años venía saboreando las mieles de la fama, había grabado una serie de canciones que ganaban aplausos y tenían acaparada la atención de la inmensa fanaticada costeña. En el primer semestre de ese año, después de la celebración del Festival Vallenato a finales de abril, la nueva agrupación se vistió de gala cuando lanzó al mercado su primer trabajo discográfico, bautizado “Lo último en vallenato”, un título bastante prosaico, creado más bien con la intención de opacar las canciones de “El rebelde del acordeón” y de los otros conjuntos que tenían protagonismo en el ambiente musical. También hizo parte del conjunto Poncho Zuleta, quien tocaba la guacharaca y ya empezaba a mostrarse como un excelente cantante y un magnífico compositor.
Los méritos indiscutibles del elepé se los llevó Emiro Zuleta Calderón, un reconocido compositor, también de La Paz, amigo entrañable de Jorge Oñate y de los Hermanos López. Cuatro temas de su autoría fueron incluidos en el Long-play y todos alcanzaron un alto nivel de simpatía que los popularizó ampliamente y los tornó inmortales desde entonces. Y actualmente cuando se escuchan paralizan a los oyentes y siguen causando el mismo placer de sus mejores años. Ellos son: “Recuerdos”, un hermoso paseo inspirado en las costumbres y parrandas de La Paz, su pueblo querido. “Diciembre alegre”, un tema sentimental donde evoca el tránsito fugaz de los días decembrinos y la nostalgia que ellos producen. Según testimonio del autor, ésta es la segunda canción de la música colombiana dedicada al mes de diciembre, después de “La víspera de año nuevo” de Tobías Enrique Pumarejo. También apareció, “Vámonos compañera”, un tema amoroso donde exhorta a su compañera, natural de clima frío, que se venga con él para La Paz, al tiempo que le exige como debe ser su comportamiento en el pueblo, con relación a las parrandas que él suele frecuentar.
El cuarto tema, titulado “La Paz”, es un lindísimo paseo donde el autor describe magistralmente la belleza de este municipio. Y fue tanta la acogida de esta canción que, actualmente, es el himno oficial y todas las mañanas debe cantarse por las emisoras locales y es obligatorio enseñarla en todos los centros escolares. Sus versos iniciales identifican a la población: “Y yo traigo este bonito son / que me salió cuando menos pensaba / pa’ que lo toquen en acordeón / a La Paz con nota refinada. La Paz es mi pueblo / con sus calles raras / donde tanto tiempo allá / canté en madrugada”. También fueron de mucha acogida en el elepé los paseos “Berta Caldera” de Bienvenido Martínez, “Gallo viejo” de Emilianito Zuleta, y “El siniestro de Ovejas” de Carlos Araque. Asimismo se incluyeron los merengues “Mi morenita” y “Secreto raro” del reconocido compositor Luis Enrique Martínez. Apareció también la canción “Mis viejos”, de Poncho Zuleta, un paseo de corte sentimental, donde el famoso cantante, que entonces estudiaba en Tunja, evoca con melancolía la ausencia de sus padres. Y cerraron el compendio musical los paseos “Me quisiste y me olvidaste” de Jorge Oñate y “Ligia” de Teodoro López.
La consagración de Jorge Oñate como vocalista estelar de los Hermanos López y la proclamación de Emiro Zuleta Calderón como insigne compositor de la música vallenata fueron, prácticamente, dos hechos simultáneos. Desde la aparición de sus primeras canciones y durante la década del setenta, sus composiciones estuvieron presentes en los distintos álbumes grabados por “El jilguero de América”, como también suele llamarse a Jorge Oñate, y hoy son consideradas verdaderas joyas de la música colombiana. En el segundo elepé de la recordada agrupación, titulado “La diosa divina”, se incluyeron el merengue “Amor a dos manos” y el paseo “Barranquillera”, los cuales gozaron de muchísima aceptación popular. En 1972, tras haber ganado el Festival de la leyenda Vallenata, un fabuloso álbum titulado “Reyes vallenatos”, incluyó doce cantos ejemplares, entre ellos “El cambio”, que fue muy aplaudido por la fanaticada. Sin embargo, considero que los temas grabados en 1973: “Corazón vallenato”, del álbum “Las bodas de plata” y “Razón y olvido”, del elepé “El cantor de Fonseca” son, a todas luces, dos de sus canciones más representativas.
“Corazón vallenato” es un magnifico merengue que motiva el sentimiento colectivo desde las notas iniciales. En él, la maestría de Miguel López se deja ver en la largueza y la variedad melódicas que genera en los espacios estróficos. Asimismo, el manejo de los bajos es impresionante y llamativo, sobre todo, por la coherencia armónica y la sensibilidad que producen. El tema es una metáfora, donde el autor se identifica como vallenato a través de su corazón, al comparar este órgano, símbolo de la vitalidad humana, con un acordeón. La primera estrofa introduce el título de la canción: “Si alguno se atreviera a mirar mi corazón / comprendía en el instante que yo soy vallenato, / tiene figura de acordeón / y sus latidos son un canto”. A manera de coro se introduce una estrofa de seis versos, que reafirman la metáfora. En ella, los dos primeros versos son cantados por los coristas: “Vive sonando alegre / cuando siente un deseo / palpitando merengue negra / suspirando un paseo / por eso es que nunca se confunde / el corazón de un buen vallenato”. En las dos estrofas, los versos se repiten en parejas, recurso que hace más atractivo el desarrollo de la composición.
La parte final de la canción presenta una segunda estrofa temática donde el cuarto verso cierra el argumento y culmina con la metáfora inicial: “Mucha gente que afirma que no parezco de allá / porque no toco la caja ni toco yo el acordeón / es que con las manos no sé tocar / sólo ejecuta mi corazón”. Enseguida, la estrofa siguiente, que funciona de coro, complementa la secuencia final, y las notas del acordeón se deslizan suavemente para llegar al cierre de la ejecución. Sin duda alguna, la crítica objetiva considera que “Corazón vallenato” es uno de los merengues más bellos de nuestra música caribeña. También anoto, que en el álbum donde apareció esta canción, figuraron otros temas, que se tornaron clásicos con el paso del tiempo. Entre ellos sobresalieron: “Las bodas de plata” de Armando Zabaleta, “El libre” de Camilo Namén, “La margentina” de Julio de la Ossa y “Mi canto sentimental” de Poncho Zuleta, un hermoso paseo inspirado en los sentimientos que rodean a los hombres parranderos. Esta canción fue grabada también en 1973, por el propio autor con su hermano Emilianito, y figuró en el álbum bautizado con su título “Mi canto sentimental”.
La otra canción de Emiro Zuleta Calderón que apareció en 1973 e hizo historia por su belleza y por su lirismo fue el paseo “Razón y Olvido”, inspirado, al parecer, en un desengaño amoroso o un conflicto conyugal. Los versos iniciales son contundentes: “Voy a buscarme un cariño / que no se parezca al tuyo / pa’ poder olvidarte / ay para no dejarte / que tú acabes conmigo”. “Y si algún día yo te logro olvidar / que nunca más me acuerde yo te ti / no te aconsejo que vuelvas a mí / porque hasta te podría causar un mal”. Asimismo, en el álbum “Fuera de concurso” lanzado en 1974, nuevamente el ilustre compositor de La Paz se llevó la gloria de publicar cuatro canciones: dos merengues: “A través de los años” y “Amor ardiente” y dos paseos: “Desde la capital” y “Adiós amor”, este último, una canción de tono elegiaco, compuesta en memoria de Amparo Díaz, su esposa fallecida, con quien tuvo tres hijos, Alberto, Leonardo y Mónica. Los versos iniciales, llenos de sentimiento, causan una profunda consternación: “Un gran vacío siente mi corazón / hay un tormento dentro el alma mía / porque un cariño que yo tuve un día / sin yo quererlo le hizo caso a Dios”.
Sin duda alguna, el mejor intérprete de los temas de Emiro Zuleta fue Jorge Oñate, pues hay que apreciar la altura y la maestría con que “El ruiseñor del Cesar” vocaliza sus composiciones. En el elepé “Rosa Jardinera” que apareció a finales de 1974 le grabó el tema “Entre placer y penas”, un paseo lírico, donde expresa “que desea gritar a los cuatro vientos lo que siente y pide que nadie lo interrumpa porque tiene el corazón afligido”. En l975, la gloria se la lleva el paseo “Remembranzas” incluido en el álbum “Canto a mi tierra”, el último trabajo discográfico de Jorge Oñate con los Hermanos López. El inicio del paseo es bellísimo, en especial por la ternura melódica que le imprime Miguel López al manejo del acordeón. La letra es profundamente romántica y conmueve en lo más íntimo el sentimiento de los oyentes. Sus versos iniciales rezan: “Cuando yo me siento triste / me dan ganas de cantar / dejo las tristezas y penas al viento / pa’ que no regresen más / porque el cantar alegra el alma / y un alma alegre vale más / por eso es que una gran parranda / trae remembranzas que añorar” Y, desde luego, el concierto melódico de Miguel López es completamente magnífico.
Lo gloria musical de Emiro Zuleta Calderón alcanza su máxima expresión en 1976, cuando Jorge Oñate, ahora unido con el consagrado “Colacho” Mendoza, le graba el tema “Igual que aquella noche”, incluido en el elepé “Únicos” que se lanzó en diciembre de ese año. Según la apreciación del mismo compositor “ésta es su canción más representativa”. Se trata de un hermoso paseo lírico, estructurado en versos de quince sílabas, que tienen como elemento estético la sombra sugestiva de la noche. La belleza con que “Colacho” desgrana las notas del acordeón produce un efecto irrepetible. Las tres estrofas son impecables: “Hace dos años que te entregué todo mi cariño / en una noche igualita a esta llena de estrellas / la hermosa luna que nos miraba quizás bendijo / pa’ que mi vida junto a tu vida siempre estuviera”. Sigue un coro en versos octosílabos, donde el manto de la noche recuerda el juramento inicial: “Y te dejé ver mi vida / siempre en la misma manera / pa’ que sean todas las noches / como fue la noche aquella”. En la estrofa final, el autor evoca la noche con un pasaje infantil: “Y desde entonces llevo en mi alma ese cielo lindo / igualitico al que desde niño vi en el Cesar / la misma luna con sus luceros y yo contigo / con unas ganas de repetirlo hoy en mi cantar”.
Las últimas canciones de Emiro Zuleta Calderón interpretadas por Jorge Oñate fueron “Amor pleno” y “Amor gigante”. La primera, que figura en el álbum “En la cumbre”, lanzado a finales de 1977, es un paseo romántico, donde el autor describe algunos atributos propios del amor. La segunda, que fue grabada por Jorge Oñate con Raúl “Chiche” Martínez en el elepé “El cambio de mi vida” grabado en 1978, es un tema lírico que dignifica la grandeza de un amor existente. Así mismo, de la unión de los Hermanos López con Freddy Peralta quedaron dos álbumes que fueron titulados con sendas canciones de Emiro Zuleta: “Acordeón bendito” en 1975 y “Con toda el alma” en 1976. Los dos temas gozaron de singular aceptación. Los Hermanos Zuleta también se hicieron participes de sus canciones. En 1978 lanzaron “La querella”, un paseo de corte costumbrista que figuró en el álbum “Tierra de cantores”, y en 1981 grabaron “La vieja bonga”, un merengue festivo de tono sentimental, donde el autor evoca los pasajes que suceden en los pueblos bajo estos árboles, que apareció el elepé “Volumen 15”. También Pastor López y combo se lucieron interpretando “Igual que aquella noche” y “Razón y olvido”, los cuales contaron con magníficos arreglos.
Desde su lanzamiento, el merengue “La vieja bonga”, junto con “Corazón martirizado” de Gustavo Gutiérrez Cabello y “Cazador de ilusiones” de Fernando Dangond Castro se convirtieron en los temas llamativos del nuevo trabajo zuletista. “La vieja bonga” se estructura en tres estrofas de versos, generalmente, alejandrinos, con una ligera rima parcial alternada. Su introducción dice: “Hoy siento que tengo muy blandito el pensamiento / y que mi ternura está que se brota en flor / soy como esa bonga que hay a veces en los pueblos / donde suele el pasajero esperar que caiga el sol. / Soy como esa bonga que está puesta a la intemperie / que alguien quiere escribir poemas, su nombre y su corazón”. Sigue una estrofa menor a manera de coro: “Siento que hay en mí, mil generaciones / que en mi vieja bonga siempre llegan a escribir / y han pasado por aquí muchos pasajeros / que en la vieja bonga dejaron su cicatriz”. La estrofa final es aún más poética y significativa: “Es como si fueran mil caballos al galope / las palpitaciones que siento en el corazón / con la rienda suelta van dejando campo abierto / dibujando un sentimiento semejante a mi pasión. / Sentimiento libre pa’ expresar lo que yo quiera / con ternura pasajera y con palpitante amor”.
Emiro José Zuleta Calderón nació en La Paz, Cesar, conocido también como Robles, en el antiguo departamento del Magdalena. Vino al mundo el 18 de septiembre de 1940, justamente, en los tiempos en que el país vivía las escaramuzas de la violencia, originada por la pugna entre liberales y conservadores, los dos partidos tradicionales que tanto daño le causaron a la nación en el siglo pasado. Su infancia y juventud trascurrieron en ese bello pueblo cesarense, cuyo paisaje natural, enmarcado entre la serranía de Los Motilones y el valle del río Cesar, se convirtieron en fuente inspiradora para muchas de sus composiciones. Desde muy joven sintió una pasión desbordante por la música, aptitud que fue motivada por la presencia de los muchos valores y talentos artísticos que ennoblecen esa región. Además, sus dos troncos familiares, Zuleta y Calderón, son fieles exponentes del folclor y auténticos proclamadores de la venerada música de Francisco “El hombre”. Por la rama paterna tiene un lejano parentesco con los Hermanos Zuleta, pues su progenitor era primo de Emiliano Zuleta Baquero, el genial compositor de la famosa “Gota fría”, “La pimientica”, “El indio Manuel María” y muchas más.
En la actualidad, “el insigne poeta del corazón vallenato” reside en la Capital de la República, la ciudad donde ha vivido durante varias décadas y ejerce su profesión de contador público. En el aspecto sentimental, considera que ha sido un hombre muy afortunado, porque su felicidad personal ha contado con la bendición matrimonial en varias oportunidades. Después del fallecimiento de Amparo Díaz, su primera esposa, contrajo nuevo enlace con María Antonieta Solórzano, con quien tuvo dos hijos y fue feliz durante muchos años. Tras dos separaciones convenidas, se casó primero con Rosana Caro, quien le prodigó un hijo, y después con Luz Mary Hernández, la dama que lo acompaña actualmente. Su vida en la metrópolis bogotana es un remanso de tranquilidad, que interrumpe para realizar diligencias, visitar amistades y asistir a eventos sociales propios del ambiente capitalino. También, cuando lo sorprende la musa, le dedica tiempo a la composición. Entonces recuerda a La Paz, su pueblo querido, y también a sus amigos del alma, en especial a los Hermanos López y Jorge Oñate, fallecido hace nueve meses, la feliz agrupación que los hizo famoso cuando le grabaron sus bellísimas canciones.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
3 Comentarios
Extraordinario escrito. Y muy justo y merecido a Emiro Zuleta. Gracias profesor Dániels.
Excelente homenaje a uno de los grandes del vallenato.
Gracias por tan importsnte cronica, muy hermosa, mi composucion favorita es Razon y Olvido, un grande de la composicion .
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