Música y folclor
¡Vamos pa la Cumbia!

En el mes de diciembre. se dan cita, en medio de sus festividades, un mar de emociones con las cuales parece cambiar de ánimo el universo entero. En él culminan varios calendarios, entre los cuales, sin duda, el de las cumbias es el más importante para el pueblo guamalero. Éste es un calendario largo, que atraviesa todo el año, desde el 6 de enero hasta el 30 de diciembre, en las cumbias públicas, aunque también hay un sinnúmero de cumbias privadas que se convocan para amenizar las diferentes etapas de la vida, incluida la muerte.
Para el Guamalero la palabra Cumbia tiene dos significados principales: Como baile y práctica y como un género en particular entre todos los géneros tradicionales costeños, sin llegar a ser el más recurrente en los repertorios de los grupos ni el favorito de los bailadores locales. Este sitial de honor le pertenece al Perillero, ritmo al que volveremos más adelante.
La Cumbia, entendida como práctica hace referencia a lo que en otros lados se llama Cumbión y/o Cumbiamba: al grupo de personas que se reúnen a bailar en torno al grupo o conjunto que interpreta los temas musicales. En el caso particular de Guamal, Magdalena, esta práctica se lleva a cabo en un espacio que, casi invariablemente, tiene los siguientes elementos, a modo de escenografía para el desarrollo de la puesta en escena, sin importar el sitio del pueblo donde se desarrolle: una mata de plátano en torno a la cual se construye un corral de madera, que sirve para resguardar a los músicos y poner límite entre su espacio interpretativo y el espacio circundante. Las parejas bailan en torno a este corral y esta mata de plátano, y son separadas del resto de la plaza por un cordón de espectadores, de entre los cuales, ocasionalmente, entran o salen otros bailadores.
La situación o práctica social en medio de la cual se desarrolla el baile es un escenario de encuentro igualitario e incluyente, que nos convoca, conservando de manera prístina la esencia de nuestro pasado ancestral, musical y dancístico, conservándolo vigente en nuestra contemporaneidad. Este espacio permite a sus asistentes celebrar la vida, entrando en una especie de paréntesis existencial mientras se danza o toca, además de poder disfrutar de una buena bebida, alguna fritura u otros pasabocas y una amena conversación.
Es para este espacio que invita el guamalero cuando dice: ¡Vamos pa’ la cumbia! Es por esta práctica que el guamalero pregunta con la expresión: ¿Esta noche hay cumbia?
En este espacio de la rueda de cumbia, valga repetirlo, no sólo se interpreta y se baila cumbia, sino todo un conjunto de géneros que constituyen el repertorio tradicional de esos conjuntos de flauta de millo típicos de la Isla de Mompox. En su momento, como lo documentó Gnecco Rangel Pava, en estas cumbiambas se bailó cumbia tocada con acordeón, cosa que entró en desuso hace unos 50 años, cuando menos, de acuerdo a los testimonios de los mayores y no por esto se puede decir que Rangel atribuyó a Guamal ser el origen del Vallenato ni se puede asegurar que lo que en estas ruedas de cumbia se tocó música vallenata. Esa creencia es una interpretación errónea de lo expuesto en Aires guamalenses hace ya casi 80 años.
Los ritmos tradicionales tocados y bailados en estas ruedas de cumbiamba en Guamal, son: Perillero, Porro tapao, Porro jalao y Cumbia, siendo este género el menos frecuente no solo en estos espacios, sino en las mismas grabaciones de los conjuntos típicos, a pesar de ser el más famoso y representativo. El Perillero, un ritmo o género que es originario e interpretado solo en la Isla de Mompox, es el menos conocido y divulgado de todos estos, a pesar de que se le puede encontrar ya en el interludio del “Son de Farotas” que el maestro Aurelio Fernández grabara con Totó en su álbum de 1989: “Colombia: música de la Costa atlántica” y de que ha sido grabado en dos versiones en el álbum “La caña de millo: Voz histórica y silenciada de la cumbia” de este 2021.
En estas cumbias tradicionales guamaleras juega un papel muy importante el maestro Aurelio Fernández Guerrero, cañamillero del cercano corregimiento de El botón de Leyva, jurisdicción de Margarita, Bolívar, quien las ameniza desde hace unos 50 años, en reemplazo de uno de sus maestros: Eustasio Meza, quien viviera mucho tiempo en el corregimiento de Sandoval, también de Margarita, y nacido en el corregimiento de San Antonio, jurisdicción de Guamal, de acuerdo a lo establecido por el investigador Carlos Hernández Yépez. El maestro Yeyo, a pesar de ser reconocido por estudiosos como intérprete de un estilo muy tradicional y típico de la música tradicional de caña de millo o pito atravesa´o, no ha contado con la misma exposición y reconocimiento que Ramayá o Totó, por ejemplo, entre los cultores de esta música en la Isla de Mompox. Es custodio de un repertorio tradicional, heredado de sus maestros: Andrés Amador, Santos Toloza y el ya mencionado Eustasio Meza, el más importante de ellos. Este repertorio ha sido enriquecido con sus propias composiciones y reforzado con la labor pedagógica mediante la cual ha hecho escuela en la región, siendo su alumno más aventajado Jaider Fernández, el Mono, su hijo, además de Olmer Atencio y David Ramírez, entre otros.
Es por esto que la fundación FUNDAGUAMAL y el grupo folclórico: Son y sabor del río, antes Son Pochigua, promueve el Primer Festival del Perillero sentao y el Porro tapao, como una de sus principales acciones tendientes a preservar y promover las formas de baile e interpretación de estos ritmos tradicionales que el maestro Fernández custodia y cultiva.
¡Vamos todos al Festival este 28 de diciembre, vamos todos a la cumbia!
Luis Carlos Ramírez Lascarro
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.
Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).
Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).
Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).
Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.
Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.
Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.
Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).
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