Música y folclor

Los años felices de Ray Barretto: un gigante de la Salsa-fusión

Juan Ignacio Cortiñas

07/02/2022 - 04:50

 

Los años felices de Ray Barretto: un gigante de la Salsa-fusión
El percusionista Ray Barretto conoció sus mejores años entre 1967 y 1972 / Foto: créditos a su autor

 

Puede sonar atrevido decir que los años felices de Raymundo Barretto comenzaron en 1967 -cuando firmó para Fania Records y grabó ese portento llamado “Acid”-, y terminaron en el año 72, justo cuando culminó la producción de ese otro asombro llamado “Que viva la música”, mientras su banda avanzaba irremisiblemente por el camino de la separación.

Atrevido, sí, porque este percusionista nuyorican tuvo otros momentos de gloria, antes y después de ese lustro arriba mencionado, pero no podemos olvidar que, para su carrera, estos cinco años conformaron un periodo intenso de crecimiento artístico que terminó depurando su estilo y colocando su nombre, junto al de Eddie Palmieri, en la vanguardia musical del género. Porque Ray Barretto enlazó su trayectoria con ese fenómeno salsero que cada vez cobraba más fuerza, y lo hizo acompañado de un robusto conjunto de músicos que sonaba compacto, bien orquestado. Que estaba apoyado, además, por un público entusiasta.

Entre esos dos discos señalados arriba, Barretto realizó otros cuatro LPs de buena calidad. Sólidos, potentes. Grabaciones que muestran con claridad cómo se produjo la evolución de su estilo. Surcos que son ejemplo de la metamorfosis por la que pasó la movida musical latina de Nueva York, desde esos tiempos en que los matices mestizos del boogaloo y el latin soul sonaban con persistencia hasta la evolución hacia lo que varios expertos han decidido llamar el sonido nuevayork, ese que comenzó a retumbar con la burbuja comercial que Fania había empezado a gestar después del mítico concierto en el Cheetah.

Estiman algunos conocedores que la mejor banda que tuvo Barretto fue justamente esta, la que mantuvo agrupada desde que registra Acid para la disquera de Johnny Pacheco y Jerry Masucci hasta esa ruptura acaecida en 1972.

De la separación del grupo y los malos rollos que hubo entre los músicos hablaremos al final de esta crónica. De momento, concentrémonos en lo que vino a continuación, esa seguidilla de cuatro discos que son el motivo de este post.

Hard Hands” fue el primero de ellos. Se publicó a finales de 1968 y mantiene el mismo discurso musical de su producción anterior; de hecho, es probable que haya sido grabado con un espíritu aventurero similar al primero, aunque esta vez cargado con ciertos toques de psicodelia... A la manera latina, claro está. Su concepto es parecido porque, de nuevo, están presentes las inquietudes del percusionista, que no quería contentarse con los sonidos superficiales del boogaloo sino ir un poco más allá e intentar tender puentes estables entre la cosa latina y las esencias más bailables del rock, el jazz y el funk. Esa es la razón por la cual contiene varios temas que son auténticos crossovers.

Para producir este álbum Barretto se apoya en casi los mismos músicos: Louis Cruz está en el piano, Orestes Vilató en los timbales, Roberto Rodríguez y José papy Román (en sustitución de René López, quien solo toca ese instrumento en el track Love Beads) en las trompetas, Mr. Soul (alias usado por Bobby Valentín, quien reemplazaba a Bobby Rodríguez) en el bajo, Tony Fuentes en los bongós y Adalberto Santiago en el canto en español, mientras René suplanta a Pete Bonet en las interpretaciones en inglés y Jimmy Sabater y Willie Torres se hacen cargo de los coros.

La grabación abre con la canción homónima, con fuertes acentos R&B, mucha fanfarria y letras casi indescifrables. Permean en esta tonada las intenciones de querer satisfacer por igual a los públicos latino y afroamericano, que, por ese entonces, tenían la costumbre de compartir salas de baile o acudir a los conciertos de orquestas que tuviesen en su repertorio canciones de este estilo. Da paso a Abidjan, una descarga en 6/8 que empieza con Valentín ejecutando con el bajo un tumbao que aporta el pavimento necesario por donde caminan el resto de los instrumentos - como es el caso de la trompeta de Rodríguez- hasta confluir en un solo poderoso de Orestes en las pailas (y vayan tomando nota: habrá muchas menciones a Vilató en esta nota, porque él es uno de los mejores -sino el mejor- timbalero latino de todos los tiempos, con el perdón de Tito Puente).

El homenaje a Abiyán, antigua capital de Costa de Marfil y uno de los centros culturales más importantes de África, es comprensible: en esas décadas era un imán que atraía a numerosos músicos de ese país y de otras regiones del continente. Su carácter de puerto le ha dado la facultad de mixturar los más disímiles estilos y ritmos del golfo de Guinea. Love Beads, a continuación, se explaya en los terrenos del soul con ciertos toques de jazz. Es el único número instrumental del disco y antecede a uno de los éxitos tempranos de Barretto en su faceta salsera: Mi ritmo te llama, un montuno delicioso que empieza con un guajeo en el bajo que hace explotar el ritmo de un mambo muy bailable, en el que destacan el solo de piano de Louis Cruz y la trompeta de Roberto Rodríguez

Ven ven ven, Barretto te invita a gozar

Yo le dedico a Puerto Rico el swing de la nueva ola, tú ves

Ven ven ven, Barretto te invita a gozar

También le canto a Venezuela, la tierra que está sabrosa, Belén

Ven ven ven, Barretto te invita a gozar

Y para Africa le brindo el ritmo que está sabroso, tú ves

Ven ven ven, mi ritmo te llama

Got to Have you” -a continuación- se rinde a las influencias del boogaloo y el soul, y Son con cuero, al contrario, las revierte y las pone al servicio de la clave del son. Son con cuero (que tiene una versión en vivo de la Fania All Stars en el Red Garter que supera a la original) es simplemente deliciosa, un montuno con acentos de jazz latino que permite la plena expresión de casi todos los músicos de la banda. Hay aquí otro solo portentoso de Vilató, que se lleva buena parte del track y conecta con los edificios sonoros de una moña estupenda, extensa hasta casi llegar al final de la canción.

Mírame así, canto de cortejo, es un tema romántico con mucho sabor y unos arreglos típicos, aunque con matices interesantes. En ella brillan el canto de Adalberto y su facilidad para el baile, y se reflejan también las intenciones del sonero que, yendo de macho dominante y sobrado, decide cómo mantener la tensión sexual con la hembra.

Ay, mírame de frente otra vez

conmigo te estás guillando

Y yo sé que te estoy gustando

si tú me miras otra vez

 

Yo vengo solo pa' verte

para ti son mis deseos

Cuando te miro y te veo

más deseos tengo de verte

 

No me importa que la gente

se pase el tiempo mirando

Si contigo estoy

gozando cuando te miro de frente

 

Te miro de frente

y contigo estoy vacilando

New York Soul” repite la misma fórmula de los primeros temas: psicodelia, buenos breaks y mucho soul de apoyo para intentar llenar la pista de baile. El cierre lo hace Ahora sí, influida de lleno por el sonido típico y con una letra que habla de la autorrealización del cantante, del hombre de barrio.

Ahora sí que estoy en algo

ahora sí que voy a gozar

 

Cuando me encontré en el piso

Y en necesidad de amigos

Yo vi que ninguno había

y eché p'alante yo mismo

 

Mi hermano, me siento alegre

feliz está mi corazón

Quédate con tus altares, mulato

tus altares de cartón

 

En esta vida tan llena

de envidia y de amargura

Yo alegro los corazones

brindando salsa y dulzura

 

Ahora sí que estoy en algo

Disfruten del trabajo, nuevamente, de Orestes Vilató, haciendo los redobles y marcando el compás con una facilidad y elegancia como para arrancar elogios.

No existen datos precisos que lo demuestren, tan solo algunas corazonadas. Creo que la banda de Ray Barretto arrastraba desde su refundación con un problema de peso: la ausencia de un bajista regular de calidad. Para decir esto me baso en el detalle de que, en Acid, el bajo fue tocado por Bobby Rodríguez -que no formaba oficialmente parte de la banda- y en el disco que acabamos de glosar estuvo a cargo de Bobby Valentín, que tenía su propio conjunto. Durante 1969, Barretto estuvo tras la búsqueda de un bajista para su orquesta y, entre otras personas a las que contactó estaba el novel Andy González. Hijo de puertorriqueños, González estaba todavía en high school cuando recibió la oferta de Ray, y la rechazó de inmediato. En sus propias palabras, a mí no me gustaba su banda. No me gustaba su forma de tocar y no estaba impresionado para nada con su sonido. Pero él me ofreció el puesto en otra ocasión y esta vez fui un poco más receptivo. Lo pensé bastante. '¿Quiero estar tocando esta mierda todo el tiempo?', me dije. Pero al final acepté y, al mes de estar trabajando para él, viajamos a Venezuela de gira.

Tal vez por reflejos adolescentes, González parece padecer de cierta presuntuosidad juvenil, irrigada por las solicitudes que le hacían músicos de la talla de Barretto (que no fue el único que solicitó sus servicios), lo cual, sumado a un inconsciente rechazo a todo lo que pudiese sonar latino -porque Andy se sentía mucho más atraído por las libertades del jazz- le hizo asumir casi a regañadientes su condición de bajista en la formación de Ray. Trabajo en el que estuvo por cerca de tres años, lo cual es un detalle a considerar.

El percusionista Ray Barretto, una súper estrella de la Salsa / Foto: créditos a su autor

A finales de 1969, la banda volvió a entrar en los estudios para grabar “Together”. En esta producción comenzaron a difuminarse algunas de las esencias presentadas en los trabajos anteriores, pues aquí la cosa latina comenzaba a decantarse con mayor fuerza: el boogaloo craze estaba extinguiéndose y lo típico, la salsa, comenzaría a mandar sobre el resto de las cosas. Para la realización de este LP participa el mismo personal que en Hards Hands, con la excepción de andy y su baby bass.

Para hacer más efectivo el statement, el primer tema, Together, es cantado por el propio Barretto, quien, asumiendo los coletazos de la psicodelia, el latin soul y el peace and love de la época (el éxito del documental sobre Woodstock se había convertido en un catalizador para pedir el fin de la guerra de Vietnam), se lanza unos versos cargados de paz y entendimiento, y también de reclamo hacia quienes quieren romper esos lazos de hermandad. Reproducimos aquí la primera estrofa, para que puedan hacer una idea

I know a beautiful truth and it's helped me be free

I know I'm black and I'm white and I'm red

The blood of mankind flows in me

And so in every face I see

I see a part, I see a part of you and me together

Pero fue eso, solo eso. El resto del disco se adentra en el sonido salsero y el jazz latino y de allí no se separa con facilidad. La canción que sigue es “Adivíname y olvídate”, que retoma la idea de un enfrentamiento de miradas, ya cantado en un tema arriba analizado, aunque la letra quede reducida a varios versos surrealistas de escasa monta. Y viene a continuación La hipocresía y la falsedad*, con una progresión armónica muy interesante, no muy común en la expresión salsera, y una letra escrita por el propio Barretto y dedicada con seguridad a alguno de sus enemigos, o supuestos amigos. El ambiente musical neoyorquino no se mostraba siempre cordial y eran frecuentes los piques entre algunas bandas. Barretto habrá recibido algún mal trato y decidiría vengarse en el estudio de grabación.

La hipocresía y la falsedad

al fin se descubrián

este consejo te voy a dar

traición trae la soledad

 

Hablando de la traición

si sigues ese camino

fallar será tu destino

triste y sin compasión

 

No hay quien sea tan ciego

como el que no quiera ver

sin amigo y sin querer

solo llega a viejo

 

Aprende bien a apreciar

el corazón que es sincero

te vale más que el dinero

cuida la amistad

El tema cuenta, además, con un acertado solo de trompeta de Roberto Rodríguez y un arreglo que obliga al piano a tocar un guajeo sincopado bastante atrayente. Más adelante, aparece una canción movida por el ritmo Mozambique y llamada “Yo no olvido a Caracas”. El tema en cuestión es un homenaje al país suramericano y a la ciudad que recibió a su orquesta en varias ocasiones, en las que fueron tratados con mucho fervor; donde recibieron el premio Momo de Oro de los carnavales de 1968. El tema contiene un virtuoso solo de cueros de Ray, mientras Vilató le hace los redobles, y una de las monas más potentes del disco.

Venezuela, oye mi cantar

Venezuela, oye mi cantar

 

La orquesta de Ray Barretto

que te viene a saludar

Unamos los corazones

para poder disfrutar

De un ritmo que está sabroso

te lo voy a dedicar

Y aunque me encuentre muy lejos

nunca te podré olvidar

 

No no no, yo no olvido a Caracas

Llega ahora un tema importante: “De dónde vengo”. Aunque vista con distancia la letra pueda pecar de pueril, trata un tema que todavía no era común en la música latina. Son pocas las canciones de la época que critiquen abiertamente el racismo y esa suerte de apartheid de baja intensidad que vivían los latinos y afroamericanos en la sociedad estadounidense de esos años. Una segregación no escrita que ha tardado años en ser disipada.

Dicen que en el mundo no había habitantes

tan solo un Edén glorioso y brillante

Y un día al Edén Dios vida le dio

y del barrio y del polvo un hombre sacó

 

Al hombre le puso por nombre Adán

y por no dejarlo en la soledad

de una costilla Dios pudo extraer

a Eva su esposa, una bella mujer

 

Fueron como hermanos hasta que Eva comió

de una manzana y el pecado nació

Tuvieron sus hijos y el mundo se llenó

pero no me explico de adónde vengo yo

 

Yo vi en el teatro la muerte y pasión

mas no vi un negrito en ninguna ocasión

 

Si blanco fue Adán y Eva también

entonces por qué es negra mi piel

 

De dónde vengo

Vive y vacila” es una guaracha con mucha potencia y una letra en la que el sonero deja clara su superioridad vocal ante sus competidores. Y la siguiente, Invitación al son, es claramente música para los pies: incluye dos o tres versos que hacen apología al ritmo cubano, su sonido típico y como gusta a los bailadores, pero no mucho más.

Hay aquí un solo de Louis Cruz, corto, que da paso a unos mambos que abrazan otro solo, esta vez ligero, de Orestes y sus pailas. Y cierra un homenaje más, esta vez a Chano Pozo, un percusionista pionero. Barreto escoge uno de las composiciones que más marcaron sus comienzos como músico, cuando comenzó a escuchar los experimentos que hacía Dizzy Gillespie en 1948 y va y se consigue con Tin tin deo, una pieza que ha sido versionada en numerosas ocasiones.

En este cover, Ray hace una orquestación que se sumerge en los albores del jazz latino (haciendo también homenaje a Mario Bauzá y a Marchito), mientras mezcla ritmos abacuás con destellos sonoros propios del jazz y el soul de los años sesenta. Los arreglos de este surco, que dura más de ocho minutos, sirvieron de influencia para The Other Road, un álbum que publicaría Barretto en 1973, luego de la separación de su orquesta. Esta versión de tin tin deo es solvente y recomendable.

 

Juan Ignacio Cortiñas

Caraqueño. Periodista, salsero, escribidor y bloguero

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