Música y folclor
Crónica del hombre parrandero

Un indio e’ sancocho, una botella de Robbie Burns a medio enterrar en el hielo de una vasija curtida y destartalada, un acordeón, mis amigos, la nota del vallenato y el dulce olor veraniego de mi Valle. Así comienza la parranda, la felicidad, el culto donde el hombre vallenato es inmortalizado. En esos momentos le canta a la muerte, se mofa de ella, es invencible.
“Cuando estoy en la parranda no me acuerdo de la muerte”
“Si hago mis parrandas es porqué la vida es bien corta”
El desafío al sepulcro recorre la historia del folclor vallenato, su esencia, sus letras. Muchos autores han escrito al respecto, entre lo más destacados, Alberto Salcedo Ramos, en su libro “Botellas de náufrago”. Y por supuesto, toda esa teoría ontológica del vallenato tuvo sus albores con la gran leyenda de Francisco el Hombre, uno de los bastiones de nuestro concurso y Festival de la Leyenda Vallenata, donde los mejores acordeoneros, se enfrentan en la tarima homónima, ubicada en la plaza Alfonso López en el centro de la ciudad. Un hombre, pero no uno cualquiera, un hombre parrandero, peleaba contra el diablo, y en sus manos solo tenía su acordeón, un amuleto majestuoso cuyas notas descienden al seol y regresan. Cuentan, que Francisco Antonio Moscote Guerra, logró vencerlo entonado y ejecutando el credo al revés.
Composiciones como “Soy parrandero y qué” del riohachero Lenin Alfonso Bueno Suárez ‘Leabus’, interpretada por Emiliano y Poncho Zuleta en 1977. “Encuentro con el diablo” de Camilo Namen Rapalino, oriundo de Chimichagua (Cesar) grabada también por los hermanos Zuleta en la misma anualidad, e impajaritablemente “El amor amor” el himno del parrandero, ‘la génesis del canto vallenato’ como lo afirmó el escritor Julio Oñate, son la praxis de la vallenatologia, el testimonio cantado de la convicción de vivir que se siente en una parranda.
“Viajan juntos sin tener destino,
Van eternamente parrandeando”
Cuando el hombre parrandero, se encuentra ya peao en su trono -un asiento de madera con el espaldar y sentadero de cuero de chivo-, y retumba “arroyito de mi valle” de Gustavo Gutiérrez Ritmo, “el cordobés” de Adolfo Pacheco, “alas de mil colores” por Luis Egurrola Hinojosa, “no intentes” en la voz mágica del Cacique, “palabras de amor ” de Aurelio Núñez, con la cabeza agachá, y sus brazos extendidos al cielo, hace una alabanza a la noche parrandera, su alma quisiera petrificarse en esas canciones eternamente, y que el amanecer con sus pesares no lo alcance.
“En el San Juan de Dios desperté con ganas de bebe y seguir gozando”
“Yo quiero vivir mi vida sin penas y sin tormentos”
Peigly Rojas
Abogada vallenata
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Bello
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