Música y folclor

Fredy Sierra, entre el vallenato y la música sabanera

Álvaro Rojano Osorio

12/07/2022 - 05:15

 

Fredy Sierra, entre el vallenato y la música sabanera
Fredy Sierra fue elegido Rey Vallenato en el año 1995 / Foto: cortesía

 

A Freddy Sierra, el hecho que sus abuelos paternos lo hubieran llevado a los cuarenta días de nacido para su casa, ubicada en la calle La Avenida, en Sahagún, le permitió a los seis años escuchar el sonido de una guitarra. Su abuelo la interpretaba, y en algunas oportunidades lo hacía al lado de sus hermanos quienes, también, eran guitarristas.

El punto de encuentro de los músicos era el patio de la casa, debajo de mamones y mangos, que daban sombra al extenso sitio, donde transcurrieron los primeros recuerdos de Freddy, el niño delgado, que, pies descalzos o en abarcas, corría entre esos árboles. Terreno donde, también, Toñito Sierra, primo del futuro rey vallenato y sabanero, cantaba y “machucaba” con un acordeón de dos teclados, canciones de Julio de la Ossa, de Durán, Luis Enrique y Abel Antonio.

Mientras que, en la casa de sus progenitores, a la que iba cuando lo obligaban, descubrió otro sonido, el de la dulzaina, con la que su padre interpretaba rancheras. La misma que sonaba en una calle cercana a la vivienda de los Sierra Díaz.

Intrigado por la música averiguó que en una esquina se reunía un grupo de amigos para cantar, preferencialmente, la música de la entonces famosa piqueria entre Rugero Suárez y Enrique Díaz. Elías Jiménez, tocaba la dulzaina, Guillermo Oyola, la guacharaca, que era un termo de tinto cuyas ranuras en el dorso permitían su interpretación con un tenedor. Se acercó a ellos, y sin sobrepasar los diez años, se incorporó al conjunto con una improvisada caja.

De esa manera, se fue dedicando a tocar la caja, tanto que, cuando Elías Jiménez adquirió un acordeón, hizo parte del conjunto vallenato que este organizó. Lo que tocaban, preferencialmente, era lo grabado por los Hermanos López, después los Zuleta. Dedicación que le permitió ser cajero, a más de Elías, de Rugero Suárez, en el tiempo que habitó en Sahagún, del sahagunense Pello Elías, así como de los acordeoneros que llegaban a esta zona de Córdoba como Lisandro Meza, Los Hermanos Naranjo, el juglar Pacho Rada.

También lo fue de su paisano, Daniel Vergara, al que asesinaron en 1976, hecho que llevó a la desaparición de la agrupación Los originales, lo que le permitió tener acceso permanente a los acordeones, que eran los mismos del conjunto, y que Pepe Pérez, su propietario, se los alquilaba.

Proceso de acercamiento a este instrumento que inició cuando hacía parte de los conjuntos de Pello Elías y Elías Jiménez. Aprovechaba los descansos en las presentaciones públicas o privadas, para conocerlo e interpretarlo.

Entonces, cuando se creyó diestro, y bajo la influencia de la música de los Hermanos López, y de los acordeoneros, Emilianito Zuleta, quien se convirtió en su mayor referente musical y, después, su amigo, Alfredo Gutiérrez y Alejo Durán, organizó un conjunto cuya primera presentación en público fue en el festival en honor a Daniel Vergara, organizado en Sahagún.  

Los festivales y las grabaciones

Cuando las notas musicales del acordeón de Freddy comenzaron a escucharse en parrandas y fiestas privadas, apareció el compositor Remberto Martínez y se puso al frente de la promoción regional de los acordeoneros de Sahagún. Lo que le sirvió para que su rutina fuera conocida en festivales, tanto que ganó 25 de los organizados en Sucre, Córdoba y Bolívar

Triunfos que le permitieron ser dueño de varios acordeones, y que llevó a que la historia de que debió compartir la propiedad de uno con el cajero y el guacharaquero de su conjunto, por disposición de quien se los donó, se transformara en una anécdota.

Pero, Remberto no solo lo llevó por los festivales, también fue determinante en la grabación de los primeros discos de larga duración. El primero lo hizo en compañía del cantante Pedro Mendoza, en 1983, con dinero recolectados a través de rifas y otros apoyos económicos. En el segundo, además de Martínez, intervino José Joaquín Solano, quienes se lo llevaron para Medellín, en 1985, para que, por sortilegios de la vida, grabara con Miguel Dede. Con este cosechó sus primeros éxitos nacionales e internacionales: La que quiero tanto, de Remberto Martínez, y Te vas, la primera composición que le grabaron a Iván Ovalle.   

Después, hizo otro trabajo musical con Miguel Dede, llamado Una voz y un Sentimiento. Luego grabó al lado de Abel Morales, también con Eligio Vega, siendo la canción El Bohemio de mi pueblo, otra de las exitosas en México.

Luego, cuando consideró que era el momento de que la rutina de su acordeón se escuchara en Valledupar, hizo una unión con Freddy Peralta, que llamaron Los Freddy del vallenato. De ese trabajo musical se destacaron dos canciones, entre ellas el son Tuve un amor, con la que ganó el Festival de la Leyenda Vallenata, y la que se ha convertido en un tema de casi obligatoria ejecución en este tipo de concurso musical.

No obstante, el éxito de esta pareja musical, Freddy se alejó de las grabaciones, del acordeón, de la música, debido a afectaciones en su salud. Regresó para hacer un trabajo discográfico, en 1992, al lado de Eduardo Cardeña, para Codisco, y con el apoyo de Emilio Oviedo.

Pero su meta era ser rey vallenato, por lo que se fue a Valledupar a conocer las reglas del festival, a pedirle consejos a Pablo, Miguel y Elberto López. Se hizo asiduo de las parrandas que en el marco de estas festividades organizaba Poncho Zuleta, para compartir y aprender de otros acordeoneros.

Meta que emprendió en 1989 y logró en 1995, tiempo en el que siempre fue finalista. Después ha participado en cuatro concursos Rey de Reyes que organiza la Fundación de la leyenda vallenata.   

“El festival ha sido algo grande para mí, afirma Freddy.  Lo que sentí al ser elegido como acordeonero ganador, hay que vivirlo. Es que, se trataba de la materialización de un sueño. El ser rey vallenato cambió mi vida, mejoraron mis ingresos económicos, me conocen más, hay mayor respeto hacia mí como persona y como acordeonero. Pero, yo sigo igual, humilde, sin olvidarme de quienes me han prodigado su amistad, a los que me han dado la mano.”

Siguieron las grabaciones

Ostentando su condición de rey del festival de la Leyenda Vallenata volvió a las grabaciones, lo hizo en compañía de Ismael Zuleta, trabajo discográfico del que fue éxito, Reina de papel, el que, junto a otras canciones, lo han llevado a amenizar fiestas privadas y públicas en Monterrey, México, tanto que este año irá dos veces.

Además, tuvo la oportunidad de grabar con Diomedes Días, lo que, como narra Freddy, fue producto de las circunstancias:

“Miguel Herrera y yo grabábamos en 1997 el trabajo musical Compartiendo el sentimiento, y cuando hacíamos Un cuarto de corazón, se presentó Diomedes Díaz a la Sony Music de Bogotá. Preguntó por el nombre de quien cantaba esa canción de Calixto Ochoa, entonces, pidió que le permitieran interpretarla. La casa disquera accedió y, luego, combinaron las dos voces y sacaron el disco en Fiesta Vallenata.”

Posteriormente, comenzó a vivir una nueva etapa en su vida, la de ser invitado para hacer producciones musicales. La que lo ha llenado de orgullo es la que hizo para un libro en homenaje a Adolfo Pacheco, porque acompañó a importantes cantantes como Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Silvio Brito, Iván Villazón, Juan Carlos Coronel, Juan Piña, Piter Manjarrés. 

Soy sabanero

Las bandas de viento y su música inquietaban al niño que en cada fiesta patronal de Sahagún, iba a la plaza a escuchar la retreta y los fandangos. Entonces, cuando interpretaban un porro, llevaba el compás con uno de sus pies, y buscaba, entre las trompetas, los clarinetes y los bombardinos, el sonido que le gustaba, el que, después, adaptó a los pitos y los bajos del acordeón.

Con el paso de los años y con la experiencia forjada por la decisión de hacer de la música su profesión, y del acordeón, la manera de ejercerla, hizo del porro la expresión reina entre aquellas consideradas como patrimonio de las sabanas de Sucre y Córdoba. Para lograrlo, como un relojero que arma y desarma un reloj, divide las notas musicales para, luego, hacer de ellas un conjunto armónico y sonoro.

“Yo soy sabanero, afirma Freddy, por lo tanto, siempre me ha gustado e interesado el rumbón, el fandango, el pasiaito, el pasebol, la cumbia, el chandé, la gaita, en fin. Es que la sabana es muy rica musicalmente. Sin embargo, pese a interpretar estos géneros, me he dedicado a tocar el porro, tanto que en uno de mis primeros trabajos discográficos grabé Mosaico de Porros con el cantante Abel Morales.

A los porros que me han gustado les he dedicado tiempo, los estudio, hasta que tomo una determinación, basado, entre otras razones, en no repetir lo que otro haya tocado. Entre los primeros que interpreté estuvo María Varilla, con él participé en el festival de Sincelejo, después en Arjona, en compañía del cantante Miguel Cabrera, lo que fue la sensación, tanto que ganamos en la categoría profesional.

Luego, en 1987, en el festival de Sincelejo, que era el segundo en importancia después del organizado en Valledupar, interpreté Río Sinú, del maestro Miguel Emiro Naranjo. Con el acordeón toqué los coros que en la Banda 19 de marzo de Laguneta hacen los instrumentos de viento. El jurado, conformado por Alejo Durán, Rafael Escalona, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza y Felipe Paternina, me escogió como ganador.

En 1997 fui invitado a participar en el festival de música de Chinú, que antes había ganado. Intervine con el porro El Culebro, de la autoría de Pello Torres, el que me aprendí e interpreté con los bajos del acordeón. Estaba joven, lo había estudiado, por eso me atreví a hacerlo de esa manera, porque me exponía a fallar en el manejo de los bajos, lo que se hubiera notado, más que cuando uno “pela” un pito. Como resultado de la arriesgada y melódica manera de hacerlo, fui declarado ganador.

La interpretación de estos y otros porros como Roque GuzmánEl arranca tetasSan Carlos, ha llevado a algunas personas a señalarme como el que mejor los toca con el acordeón. Lo que me consta es que al hacerlo se convirtieron en populares entre otros acordeoneros, tanto que la mayoría de ellos son los que se escuchan en los diferentes concursos que existen en la sabana.

Ahora está de moda el porro Mochila, el que adapté al acordeón. La introducción la toco con los bajos, así como otra parte de la melodía, sin dejar a un lado los pitos.”

Sahagún

“El acordeón me ha llevado por todo el país, por cuatro naciones, pero siempre vuelvo a mi casa en Sahagún. Al regresar, en algunas oportunidades, he querido dirigirme al patio de mi abuelo, a la casa de mis padres, pero ya no existen. 

Sin embargo, pese al arraigo, he pensado en irme, especialmente cuando comparo lo que sucede en Valledupar y otros lugares del César, con sus acordeoneros o artistas, y conmigo en Sahagún. Allá le reconocen sus aportes al folclor, incluso, a los que fallecieron los mantienen vivos a través de bustos. Mientras que acá, pese a mis logros, nunca me han hecho un homenaje.

A mi grupo no se le invita a participar en los eventos culturales que todos los años organizan. El municipio jamás ha promovido un acto público en el que se reconozca mis aportes culturales, como lo acaba de hacer el gobernador en la celebración de los 70 años de creación del departamento de Córdoba. Además de homenajearme, me contrataron para amenizar dos eventos públicos.

Acá toca hacer como dijo alguien en Facebook, “aplaudirnos nosotros mismo”.

 

Álvaro Rojano Osorio

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

1 Comentarios


Enrique Alfonso Beltrán Mercado 12-07-2022 04:15 PM

Como amigo personal de Fredy Sierra Díaz, me atrevo a recordar el viejo adagio " Nadie es profeta en su tierra ". Hay que reconocer los méritos de Fredy con el ACORDEON al interpretar los diferentes ritmos musicales de la Costa. Pero lo más grande es realizar la ejecución con "bajos" de cualquiera de esos ritmos. En una ocasión yo me atreví a decir ya siendo él Rey Vallenato: Fredy debe ser llamado " el rey de los bajos " y, mi sorpresa después de unos meses fue que una persona muy versada en el vallenato, Julio Oñate Martinez, por Telecaribe dijo: " Es que Fredy Sierra es el rey de los bajos". En alguna ocasión le dije: Fredy, tú debes irte de Sahagún a un gran centro, cómo Barranquilla, Bogotá, Cali, etc. para lograr llegar más alto, pero Fredy ama mucho su tierra natal Sahagún, y, aquí sigue.

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