Música y folclor
La música de Juancho Polo en los picot, verbenas y entre coleccionistas de Barranquilla
Juancho Polo Valencia, de quien Pastor López dijo que no tenía dientes, muelas, ni grado de escuela, pero al cantar era la ciencia, es, junto a Alejandro Durán, uno de los juglares vallenatos de mayor aceptación entre picoteros, verbeneros y coleccionistas de música de Barranquilla. Éxito que logró pese a su vida disipada, al excesivo consumo de licor, el que, incluso, lo llevó a tener como residencia en esta ciudad a la cantina La Nave ubicada en El Boliche.
Juancho, como se identificó en algunas canciones, tardó en grabar su producción musical, proceso que inició en Barranquilla, a finales de los años sesenta del siglo XX, aunque su hijo Sebastián, Chan, Polo, asegura que antes había grabado un acetato en una grabadora que había en La Nave. Producción que consistió en unos pocos discos de larga duración, entre ellos el que con el título de “Mi despedida” lanzó Discos Machuca después de su muerte, algunos compartidos con otros intérpretes, así como de 78 y 45 revoluciones por minutos.
Su éxito musical en Barranquilla comenzó en 1970 con El Pájaro Carpintero, siguió en 1972 con Sí, sí, Lucero Espiritual, Niña Mane, La Prima, La bahía de Santa Marta, El sombrero blanco, Vení, vení. Después, en 1974, El sombrerito y, en 1976, con Ivonne.
Fue tanta su popularidad que Adolfo Echeverría compuso y grabó en 1974 Me robaron el sombrero, la que Tony Arraut, parodiándolo, cantó con el seudónimo de Don Abundio. Al año siguiente el juglar la interpretó resultando en un hit musical en la ciudad, mientras que Echeverría y Don Abundio cantaban El hombre del sombrerito.
Su éxito musical fue coincidente con el proceso de aceptación del vallenato en esta ciudad. El que comenzó, a mediados del siglo XX, a través del guitarrista Guillermo Buitrago, de acordeoneros como Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, Andrés Landero, Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, del también guitarrista Bovea y su cantante Alberto Fernández. Luego, con la aparición de los conjuntos musicales, a más de juglares como Juancho, a partir de la década del setenta este género se escuchó en escenarios bailables públicos a través de los picot, los que para entonces vivían su boom.
Aceptación en la que también fue importante la migración hacia Barranquilla de guajiros, magdalenenses, cesarenses, y de otros lugares del Caribe colombiano, así como la bonanza marimbera.
Además de las causas antes señaladas, razones musicales llevaron a que algunas interpretaciones de Juancho fueran exitosas en Barranquilla. Entre estas se encuentra la manera melódica de tocar el acordeón, con el que creó un estilo al que su hijo Chan identifica como difícil de imitar; así como el ritmo del paseaito que escogió para grabar temas como: Sí, sí, El duende, Vení, vení, La prima, El sombrerito.
Este ritmo fue creado en los años cincuenta por Calixto Ochoa, basado en la música de las orquestas de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, del jalaito de los Hermanos Martelo, y cuya importancia comenzó a partir de La ombligona, interpretada por Los Corraleros de Majagual. Caló tanto en el gusto musical de los costeños que la disquera Fuentes optó por hacer del son La Lira, de Pacho Rada, un bailable pasiaito.
Para Renzo Rodríguez, investigador, director de programas radiales, programador de salsa y música cubana, algunas canciones de este juglar se han escuchado en verbenas y otros escenarios públicos debido a que el brillo y el bajo con los que fueron grabados, hacen sonar mejor a los picot. Apreciación que hace sin dejar de destacar la calidad de sus interpretaciones, la rapidez, la alegría, al tocar el acordeón.
El sonido de algunos temas ha servido para ser utilizados en enfrentamientos entre picot, como el que sostuvieron El Violento, de propiedad de Cristóbal Ruiz, y el Good Love, de Ildefonso Viveros. Según el picotero y conocedor de música antillana, Manuel Henríquez, éste fue ganado por el segundo en el que se escuchó “Sí, sí”, cuyo brillo y bajo permitieron que sonara más, que ahogara al contrario, en el que sonaba el piconema La timbaleta, de Tito Puentes.
Por su parte, el compilador de música y picotero Don Alirio destaca que, la canción Plátano maduro y queso, grabada por Polo Valencia en 1974, genera interés entre los coleccionistas de música costeña, residentes en Barranquilla. Lanzada por el sello Fuentes en formato de 78 y 45 rpm, por su importancia comercial alcanza un precio entre ellos que jamás debió imaginar el autor e intérprete de este son de negro.
Otro investigador de música salsa, Rodman Niebles, asegura que es usual que en los encuentros de coleccionistas programen el tema Sí, sí, tanto que, recientemente, uno de ellos, haciéndolo sonar, ocupó uno de los primeros lugares en un concurso denominado Taller de Música Afrolatina realizado en un establecimiento público de Barranquilla.
Aún algunos picot incluyen esporádicamente canciones de Juancho en su programación, sin embargo, lo usual es que, tratándose de vallenato, suene lo grabado por Diomedes Díaz, y la música de las agrupaciones que interpretan composiciones que hacen parte del estilo sensibilero.
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor
Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
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