Música y folclor

Andrés Paz Barros: el hombre, el maestro y el inmortal de la Cumbia cienaguera

Edgar Caballero Elías

07/11/2022 - 05:15

 

Andrés Paz Barros: el hombre, el maestro y el inmortal de la Cumbia cienaguera
Andrés Paz Barros fue autor de más de ochocientas canciones en distintos géneros musicales / Foto: cortesía

 

El inolvidable maestro Paz Barros, hijo de Francisco Paz Gastelbondo, cienaguero, y Francisca Barros Orozco, de Plato, Magdalena, mentor de varias generaciones de músicos, llenó con su música alegre, toda una época de la historia regional.

No hay duda que su vida la entregó totalmente a la música. Engrandeció y preservó una tradición musical que dejó Eulalio Meléndez, músico cienaguero del siglo antepasado (1846-1916) de quien fuera su más aventajado alumno a pesar de su relativa corta edad.

Ingresó desde muy joven a la banda Armonía Ciénaga del maestro Meléndez, dirigida por sus hijos después de su muerte. Así pudo Paz Barros hacer una trascripción de sus canciones permitiendo salvarlo del olvido. Algunas de ellas son “La matica de ají”, “Mi compadre mono”, “Chencha”, la tradicional melodía del “El caimán” y el danzonete “El helado de leche”, atribuído también al doctor Gabriel Angulo, notable pianista y compositor de Santa Marta.

Casado Andrés con Isabel Ospino, plateña también como su madre y a quien conoció en una de sus giras musicales, fijó su residencia en Ciénaga, en la calle Tenerife, entre callejones Las Flores y Popayán (Calle 4 Nº 10-03).

Fue autor de más de ochocientas canciones en distintos géneros musicales, que van desde el bolero, porro y cumbia, hasta el danzonete, bullerengue, paseo o puya, la mayoría de ellas inéditas. Conocemos, por ejemplo, que su nieto, abogado Andrés de la Hoz Paz, tiene alrededor de 400 composiciones, del puño y letra del maestro, en perfecto estado de conservación que datan del año 1937, recopiladas en un álbum donde se encuentran verdaderas joyas musicales, que hoy son un auténtico patrimonio cultural.  Son originales escritos en el patio de su casa, su sitió favorito para escribir, la casa vieja y venerada de la calle Tenerife de su natal Ciénaga donde nació el 29 de septiembre de 1906, que cambió por fuerza mayor cuando marchó de este mundo de mortales, el 24 de diciembre de 1977.

Estudió y aprendió música con una profesora cubana de nombre María Teddy, de quien no se conocen mayores datos, es muy poca la información que se tiene de esta persona. Sólo se sabe por tradición oral, que, así como llegó a esta población, así mismo se fue sin volverse a saber más de ella. Posteriormente el profesor curazaleño Guillermo Quat Sille, continuó enseñándole armonía y escritura musical al joven Andrés.

Desde los 6 años que comenzó a sentirse llamado por el sonido musical que se escuchaba en su pueblo y a partir de los doce que hizo su primera composición (un vals que tituló “Mentiras y Verdades) hasta sus últimos días, nunca se detuvo en su increíble capacidad creadora. Hoy esta canción sólo queda en la memoria de los pocos amigos que aún le sobreviven.

Paz Barros fue un músico en toda la extensión de la palabra, un músico de pueblo que se inició tocando en bandas de Ciénaga que tuvo su propia estructura musical, supremamente estricto y disciplinado, gran compositor y estupendo arreglista, pero sobretodo, ¡músico por excelencia! Se caracterizó por la elaboración de obras tan musicalmente bien hechas, que podían prescindir del relato, desgraciadamente “producir música en nuestro país, es como hacer ollas de barro”, le oía decir a alguien alguna vez.

Bien conocida era la gran disposición musical que tenía el maestro Paz, pues no sólo tocaba muy bien la tuba y el bombardino, sino que al ejecutar los aires populares y otras piezas de otros géneros un tanto difíciles, en cuya interpretación ponía de manifiesto su exquisito temperamento artístico.

Tenía la desventaja de ser supremamente modesto, humilde y de brazos abiertos, y eso, es un defecto hoy en día. Eso pudo ser una cualidad en épocas pasadas, pero hoy día es un defecto capital. No tenía, digamos, la personalidad avasallante de los compositores de Colombia. Él era un hombre así, sencillo, pero valioso como pocos en la región, y en su pueblo que lo vio nacer.

El maestro Andrés le hizo un aporte importante a Ciénaga que no se ha hecho público, poco o nada ha sido el interés de los expertos en divulgar esas obras grandiosas.  No sólo compuso pasillos, merengues, paseos, valses, porros, cumbias, boleros, foxtrox, danzones y danzonetes, sino que es autor también de los aires musicales “Sonajero”, parecido al “danzón”, de movimientos alegres donde predomina la intervención de las “sonajas”. “El cumbiao”, de mucho ritmo, de movimientos ligeros y de bastante éxito en la región. Así mismo el “Bullerengue” cienaguero, el “Pasocorrido” y el “Chombo”. Infortunadamente como en ese entonces no se grababa la música en discos de acetato ni existía tampoco la grabadora que permitiera su mayor difusión, aquellos ritmos se fueron extinguiendo en la penumbra del olvido.

La obra de Paz Barros es escasamente conocida a causa de su natural desconfianza (o confianza) no sólo en las casas disqueras que le cometieron varios despojos, sino que fue también víctima de robos y plagios de muchas de sus composiciones, grabadas con otros nombres y autores por músicos que él mismo llevaba a su casa. Pero siempre fue así, un hombre que entregaba sin mezquindad todos sus conocimientos musicales.

El porro “Cabeza de coco” (1937), por ejemplo, fue uno de los plagios que le hicieron al maestro grabada con el nombre de “Añoñi” y con otra autoría. “Ritmo Colombiano” (1948) porro.  Esta obra fue registrada en la Oficina Literaria de Segundo Registro, por SAYCO, bajo las partidas 16, libro 3º, tomo 3, de octubre 18 de 1952.  No obstante, fue grabada en Discos Eva, modificada su versión original (título y letra) con el nombre “Flores Moradas”.  La interpretó la Orquesta Marchena, cantando Julio Erazo… con la autoría de María Teresa Chávez.

Hay que anotar que la versión original es una letra patriótica que encerraba los 14 departamentos del país, puesta en boga por Guillermo Buitrago en 1948 y acogida por los colegios como un himno nacional. Dice su letra:

El ritmo nuestro nos da más alegría

por su calentura, por gran emoción

todo el que baila con este aire goza

y abraza a las mujeres y enciende su mechón.

Todo extranjero que a mi Colombia llegue

tiene por qué quedarse por toda razón

esto es verdad por sus lindas mujeres

también por su alegría y por su libertad.

Viva Colombia, su costa entera

con Barranquilla, las cienagueras

las dos más viejas usan su mapa

que es Cartagena y Santa Marta

la bella Antioquia con sus hermanas

que es Manizales, la bogotana

Nariño y Cali, Popayán y Huila

los Santanderes, Boyacá y Tolima.

“Se marchitaron las flores” (1946) porro. Otro de los despojos cometido al maestro Paz convertido en “El Cafetal” por un avispado recogedor de música ajena de la cual se apropió un deshonesto colega suyo que se constituyó, incuestionablemente, en el éxito que todos conocemos. Esta es la versión original.

Se marchitaron las flores

Guillermo Buitrago y sus Muchachos

Se marchitaron todas las flores

y mi cariño también se marchitó

oye morena acuérdate de mí

que yo también me acordaré de ti.

Ay ya se han muerto todas mis ovejas

y hasta mi burro bayo también se me cardó

oye morena ay vámonos de aquí

para la finca del compa’e Ramón

Óyeme morena acuérdate de mí

que yo también me acordaré de ti

mira Juliana acuérdate de mí

que yo también me acordaré de ti.

Después de 50 años, como homenaje póstumo al maestro Andrés, se le hizo justicia reconociéndole su autoría.

Su obra maestra indiscutiblemente es La Cumbia cienaguera, conocida en su versión original como “La Cama Berrochona”, llevada a las pastas fonográficas por innumerables agrupaciones musicales.

Orquestas famosas también le grabaron varias de sus obras, como fueron:

El Ciénaguero

Eugenio Nóbile y su Orquesta-Argentina

El Costeño

Eugenio Nóbile y su Orquesta-Argentina

La Cumbia Ciénaguera

Orquesta de Rafael de Paz- Mejicana

La Cumbia Ciénaguera

Orquesta de Lito Barrientos- Centroamericana

 La Guaca

Orquesta de Jesús “chucho” Sanoja-Venezolana

 El Cazador del Tigre

Atlántico Jazz Band-Colombiana.

Episodios en la vida del maestro Paz

De visita un día en casa del amigo Jaime Rúa, condiscípulo del maestro y muy allegado a él, comentaba que una vez en Santa Marta uno de sus alumnos le había llevado al profesor Santiño, entonces director de la Banda Departamental del Magdalena, un escrito de Paz Barros, para ver qué opinaba él de “eso”.

El profesor, gustoso, lo vio, lo leyó y le preguntó: “¿Quién escribió esta pieza?”. El tipo despectivamente contestó: “Un loco de Ciénaga”. Sí, ese  era el calificativo, generalizado, que en cierta forma burlona e irrespetuosa, le dimos, los cienagueros, sus paisanos, al maestro Paz, cuyo único pecado fue haber tenido la cabeza llena de música.  Una cabeza a la que necesariamente había que sacarle lo que tenía allí dentro, para escribirlo en viejas cajetillas vacías de cigarrillo “Pielroja” donde él acostumbraba hacer sus borradores que usaba como papel de partitura para escribir sus ideas musicales, el arreglo de una canción o parte de ellas para imponerlas en el gusto de los bailadores… Pero decíamos que estaba loco… tanto como Colón lo estuvo cuando dijo que la tierra tenía otro lado. Pero no lo estaba.  Ese fue nuestro error tildarlo así. Era una persona segura de sus conocimientos musicales, aunado esto a su privilegiada mente creadora.

El profesor Santiño, entonces, se quedó extrañado y guardó silencio, sabía que aquello estaba bien escrito.  Cogió la trompeta e interpretó lo que estaba en el papel y cuando terminó de hacerlo le dijo al tipo: “Mire amigo, esto está muy bien escrito y fue hecho por un maestro… ¡el loco es usted!”.

El maestro Paz, tachado como “loco”, hoy es admirado y reconocido como una de las grandes autoridades del Magdalena. Fue un hombre sufrido y miserablemente pagado. Soportó la indolencia y deshonestidad de quienes explotan la música en nuestro país; fue víctima de robos y plagios, se quejaba de la ingratitud de sus colegas y la poca consideración que las disqueras tenían con él.  Era un hombre demasiado humilde, casi hasta la exageración; de pocas palabras pero de un silencio que lo decía todo.

El patriarca y escritor cienaguero Ismael A. Correa Diazgranados, amigo de muchas tardes del maestro Andrés, en su libro “Música y Bailes Populares de Ciénaga”, lo describe así: “Paz Barros tenía la particularidad o desventaja de ser demasiado humilde y confiado, vivió aislado en sorprendente modestia y pobreza, no obstante sus reconocidas aptitudes musicales”. Pero fuimos todos tan pródigos en elogios al muerto, como fuimos de mezquinos en apoyar el hombre vivo.  Y así, con la muerte del maestro Andrés Paz Barros, también se fue su implacable ritmo creativo.

Historia y origen de “La Cumbia cienaguera”

Indiscutiblemente, ésta es su obra maestra. La versión original de esta canción es “La Cama Berrochona”, compuesta por el maestro Andrés en el año 1937 y fue concebida instrumentalmente, es decir, no tenía letra. Humberto Daza Granados, “el profesor chámber”, músico creador de versos picarescos y maliciosos y amigo de Paz Barros, fue quien hizo la letra inicial de la que muy pocos se acuerdan, ni tampoco de “chámber”, su creativo.

“Anoche dormí contigo

y la otra noche con “la mona”

dormí, dormí, dormí

en tu cama berrochona

Untále sebo de cuba

pá que no suene la lona

dormí, dormí, dormí

ay en tu cama berrochona.

Esa era la letra de “La Cumbia cienaguera” en su versión original y los versos hacían referencia al diario acontecer en esos lugares donde ellos tocaban las famosas Academias de Baile, como entonces las llamaban, que no eran sino sitios nocturnos de escasa reputación con nombre refinado donde se permitían “ciertos esparcimientos”, de actividades “Non Sanctos” muy de moda en aquellos tiempos, reservados para ciertos clientes con su balde de agua en lugar de servicio… Aunque después tenían que soportar el tratamiento de permanganato que era lo más barato para curar ciertos abusos y desafueros.  Ya después apareció la bendita penicilina, con todos sus derivados, y acabó con estas enfermedades y no se volvieron a vender más aquellos productos.

Entonces, en esos sitios nocturnos, es donde se origina la famosa canción y la razón de su nombre, “La Cama Berrochona”, que en su lírica el autor recrea muy bien lo que se hacía allí en esos establecimientos…

“Anoche dormí contigo

y la otra noche con “la mona”

dormí, dormí, dormí,

en tu cama berrochona…”

El sebo de cuba, por su parte, era la grasa o gordura del animal, una pasta untosa y grasienta que sacaban específicamente del chivo, el macho cabrío, y que utilizaban para hacer las famosas velas de sebo, una especie de vaselina que usaban para las callosidades de los pies, para las manos cuarteadas, para sobos y masajes por su finura textura, también se usaba como lubricante o como grasa o aceite contra el óxido, para aflojar los amarres, etc., pero en este caso específico que estamos hablando, el sebo de cuba se lo embadurnaban a los maderos y tornillos de las camas, que entonces eran cátres de lona sostenidos por cuatro pies colocados en forma de equis (X), para “suavizar” el crujido o “chirriar” de las camas que producía el diario “trajinar” en su alegre movimiento. Lo dice la canción…

“Untále sebo de cuba

pa´ que no suene la lona…”

Lo llamaban sebo de cuba porque, al decir de algunos, procedía de allá, de la isla, con otros productos como la soda cáustica. Después de la segunda guerra se acabaron las importaciones y empezaron hacerlo domésticamente, preparándolo en unos recipientes grandes de madera abiertos en su tapa superior.

De manera pues, que melodía y letra de la cumbia en su versión original, ya estaban escritas, estaban hechas y tenían también sus legítimos dueños. Llama la atención, sí, que el maestro Paz siempre dijo que “La Cama Berrochona” era un “aire de pulla”, y así aparece escrito, con su puño y letra, en el pentagrama original. Lo curioso del caso es cuando al interpretarlo resulta ser la misma melodía de “La Cumbia cienaguera”, con algunos cambios rítmicos notorios.

(Ver Partitura original de “La Cama Berrochona” (1937) del puño y letra de su creativo Andrés Paz Barros).

Aparece entonces por estos contornos Luís Enrique Martínez, “el pollo vallenato”, y fue cuando escuchó “La Cama Berrochona” interpretaba por Montaño en guitarra a su manera, y después por “chámber” en un conjunto donde él tocaba, y aprovecha la melodía original y le hace los arreglos musicales a la canción.

Se fueron a Discos Fuentes para hacer la grabación, cuyos estudios quedaban en Cartagena, en la Calle del Sargento Mayor, y Toño Fuentes, dueño de la casa disquera, exigió cambiarle la letra a la canción… ¡por inmoral!  Ahí es cuando aparece Esteban Montaño, célebre compositor oriundo de Tasajera (corregimiento del municipio de Pueblo Viejo), autor de la música del paseo “Por Ella”, cuya letra pertenece al poeta educador Santiago Montaño Castro, también de este municipio a orillas de la Ciénaga Grande y del mar Caribe que divide la carretera que conduce de Ciénaga a Barranquilla, y tío de Esteban, y hace los versos de la canción autorizado por el maestro Andrés para que le pusiera la letra y la bautizó como “La Cumbia Cienaguera” que todos conocemos:

“Muchachos bailen la cumbia

porque la cumbia emociona

la cumbia cienaguera

que se baila suavesona

La bailan en Santa Marta

la baila toda la zona

la cumbia cienaguera

que se baila suavesona…

Cuando el disco salió, fue todo un suceso musical. Eso ocurrió en el año 1951 siendo Gobernador del Magdalena Manuel J. del Castillo, fonsequero también, radicado en Ciénaga y casado con Cecilia Amarís Maya, a quien Martínez dedicó el disco.

Hicieron parte de la grabación Luís Enrique Martínez como acordeonero; Rafael Mejía, en la caja; Carlos Vélez, en la guacharaca; José Barros, en la tambora y Juan Madrid en la guitarra.

También hizo parte en la grabación del legendario disco, un coro femenino conocido como “Las Pueblanas” de quienes no tenemos mayor información, que también intervinieron en “La Cumbia Sabanera” de E. Gil, grabado en Discos Fuentes de 78 r.p.m., ref. 0322. El respaldo de esa grabación fue “Adiós mi Maye”, paseo de la autoría de Armando Zabaleta, éxito también.

Es innegable que la magistral interpretación del “pollo vallenato”, rodeada de un éxito de brillo, como arreglista e intérprete, bastaron para colocar al maestro Paz, no sólo entre las grandes figuras de la música popular, sino para que se conociera universalmente lo que se considera su obra maestra. Así se conoció su más grande éxito considerado una de las mejores cumbias de nuestro país. No estamos de ninguna manera de acuerdo con el hurto literario, pero aquel episodio resultó conveniente para el autor, la disquera y la música en general.

Pero, ¿qué hubiera pasado si Luís Enrique Martínez no se hubiera ocupado de esa canción, con esos estupendos arreglos que él le hizo a “La Cama Berrochona”? ¿Se hubiera conocido La Cumbia cienaguera? Honestamente, pienso que no.

Lo mismo ocurrió con “La víspera de Año Nuevo”, del glorioso compositor Tobías Enrique Pumarejo, cuando Guillermo Buitrago se ocupó de ella sacándola del anonimato, dándola a conocer con la misma prestancia y calidad que Martínez lo hizo con “La Cumbia Cienaguera”. Si Buitrago no se hubiera ocupado de esa canción, tampoco se hubiera conocido “La víspera de año nuevo” y seguramente se hubiera quedado en el baúl del sueño del olvido, donde “don Toba” la tuvo guardada tanto tiempo.

En todo caso, aquello sirvió como caldo de cultivo para que algunos oportunistas aprovecharan la situación para decir que la melodía que interpretaba Paz Barros de “La Cama Berrochona” era un “aire de pajarito”, lo cual no es cierto. Existe sí, y siempre ha existido el “aire de pajarito” que es una especie de chandé, una expresión con música y baile de tradición oral con sabor a popularidad considerado pariente cercano y legítimo de la cumbia, pero el maestro Andrés jamás la interpretó como tal, nunca la tocó como “aire de pajarito”.

El chandé es un ritmo y una danza con gran influencia africana cuya esencia se encuentra en la percusión y que tiene como patrón musical la madre cumbia, como lo tienen la mayoría de los ritmos de la Costa Atlántica y que se caracteriza por ser un ritmo más rápido que los otros.

Eso lo dijeron para justificar el plagio de Martínez, quien debe tener el mérito innegable de haberla dado a conocer, perpetuando así el recuerdo de su creativo Andrés Paz Barros.

Sin embargo, Luís Enrique decía que “La Cumbia Cienaguera” era de él; Esteban Montaño la reclamaba como propia, por eso peleó varias veces con el maestro Andrés, quien no ocultaba su malestar e inconformidad por la intransigencia de Martínez en no querer llegar a un acuerdo con él, porque consideraba suya la obra.

Las regalías, entonces, fueron congeladas, lo que se consideró un atropello por parte de periodistas y compositores cienagueros, quienes intervinieron logrando que se firmara un documento mediante el cual Luís Enrique Martínez reconociera que era el arreglista e intérprete de la obra, Esteban Montaño autor de la letra, y como auténtico compositor de la música, Andrés Paz Barros.

Los fondos recaudados con motivo de los derechos de autores de “La Cumbia Cienaguera”, fueron repartidos en partes iguales. El caso quedó cerrado en el juzgado segundo municipal de Ciénaga, el día 24 de junio de 1963, ante el señor juez, doctor Joaquín Rivas Meléndez, en asocio de su secretario Alberto Cabana Melo, cuando comparecieron al despacho los anteriormente mencionados Martínez, Montaño y Paz Barros, quienes se dirigieron por escrito al gerente de la sociedad de Autores y Compositores Colombianos (Sayco), en Bogotá, manifestándole su pleno acuerdo y autorizándolo repartir los fondos recaudados entre ello. Posteriormente hubo la mediación de Sayco en el asunto y de la entonces gerente de Podemus doctora Silvia Arango N., para que Martínez renunciara a la autoría de la canción considerando que no tenía derecho a ello, ya que el que podía cobrar regalías por la música era Andrés y no el arreglista.

Esta es, pues, la historia de “La Cumbia Cienaguera”, aquella que un día empezó en “La Cama Berrochona” y que ahora…

La bailan en Santa Marta,

La baila toda la zona…

 

Edgar Caballero Elías

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