Música y folclor
Hernando Marín, el cantante del pueblo
Hernando Marín, nacido en el Tablazo, un humilde poblado ubicado en las cercanías de San Juan del Cesar, La Guajira, pese a las limitaciones económicas y al haber asistido a la escuela por dos años, se constituyó en uno de los más importantes compositores de los géneros denominados vallenato. Este sitio lo logró, como lo sostiene su hija Sara: “con sus uñas llenas de barro, su mala caligrafía, aunque sostuviera que no sabía escribir bien las palabras”. Además, según él, perseverando porque entendía que la vida sin ella no tenía sentido.
Su importancia musical comenzó a principios de los años 70, cuando ganó el Festival del Fique en La Junta, La Guajira, y continuó con sus primeros éxitos como La creciente, lo que fue facilitado por el inicio de la aceptación de la música vallenata en las ciudades del Caribe colombiano. El estilo romántico de las canciones grabadas en este decenio, teniendo como modelo las composiciones de Freddy Molina y Gustavo Gutiérrez. La comercialización del vallenato fue impulsada por las casas disqueras y el surgimiento de nuevas agrupaciones musicales, como El Binomio de Oro, que la grabó.
Su vida cancionera, como también denominó a su producción musical, concentra distintos géneros musicales, aunque sobresale la música vallenata como estilo utilizado para hacer sus canciones e incluir sus recursos literarios. Sus composiciones, aseguraba él, eran narrativas y en ellas cantaba lo que vivió, sus amores inolvidables, los que identifica como sus cantares y sus dolores, al descubrir en el polen de una flor de girasol la huella que dejó un suspiro enamorado. También cantó a las lágrimas de sangre que vio y sintió correr por sus mejillas después de una traición, a la creciente y al gran nubarrón que se alzaba en el cielo, al campesino parrandero, a la lluvia de verano, al despecho, a su Guajira, de la que dijo era la más bella, a Villanueva, a la sanjuanera, a la fonsequera y la urumitera, al gavilán mayor, a la vecina de Chavita, a Rina, Belinda, Luz Mery, al ángel del camino, a la ventana de cristal, a Valledupar, en fin.
Hizo de lo vivido al lado del profesor “Caco” Coronel, al que le negaron el pago de su salario, impidiéndoles asistir al Festival Vallenato en Valledupar, una canción en honor a los maestros de Colombia. Rebelde, como lo recuerda Sara Marín, denunció que a estos les pagaban de vez en cuando y otras veces por milagro de mes en mes, pese a la lucha inquebrantable por educar a la humanidad.
En La ley del embudo le canta a la pobreza que conoció en su pueblo, en su familia, en Colombia, y a la abundancia de recursos económicos que acumulan algunas personas. Pobres a los que en las fiestas patronales en honor a San Agustín los veía vestidos de blanco, aunque al regresar a la casa no encontraran nada para comer.
El pobre vestido de blanco aparenta en la calle la felicidad
Pero allá en el rancho ha dejado a sus hijos dormidos y sin pan…
Mientras que, en Soy Campesino describe a un labrador del campo, de ojos brillantes, anhelante, clamando al cielo, con labios trémulos, pidiendo a gritos: “señor, dame el sustento para mis hijos”, en El patrón señala que el hombre nace, crece, vive, que los niños lloran y mueren, creyendo en las falsedades de siempre, que no hay que pedirle a nadie, porque lo que hoy prometen mañana es mentira.
Sin embargo, también echó mano de las descripciones para cantar a otros temas: hecho de un pedazo de verso, producto de un primer beso, como el cantante del pueblo dotado, para luchar por él, de una espada que era su corazón alegre, un caballo guerrero, la letra de sus canciones, y de un himno victorioso. Como el hombre que se había entregado, sin medidas, a la defensa de los bienes de su tierra olvidada, La Guajira. Como el agua mansa de una creciente, como el que había caminado sobre sus pasos, enfrentándose a más de un fracaso. Ayudante de fumigación, recolector de algodón, conductor de tractores, se representó en la canción Plegaria del Campesino como el que llevaba la sangre campesina, poseedor de un corazón noble, sin odios, de manos fuertes y encallecidas por ser machetero, palero y hachador.
Además, aseguró que su voz, en defensa del pueblo, llegaba hasta donde no hacía presencia el gobierno, donde se escuchaba el llanto de la población desvalida, con los que compartía sus necesidades. Que el pueblo estaba cansado de los malos servicios de salud, de quien lo gobernaba y que se había olvidado, por estar en el poder, de la equidad, de la igualdad.
El desaparecido periodista Guzmán Quintero, citado por Julio Oñate, dijo que Marín era el típico hombre que supo gozar la vida, convirtiendo cada momento en una canción. Lo hizo cuando en Placeres tengo cantó que quería revivir a su padre para verlo sonreír con sus mejillas desgastadas, para ver su cabeza plateada moverse al son de su lira. Cuando en Mis Muchachitas describió lo que vivía cuando dormido, sentía en su mejilla la sutil caricia de los labios de estas.
Pero, no siempre le cantó a lo que vivía, sucedió cuando hizo de la vejez un motivo de su inspiración, diciendo de ella, quizá a temprana edad, que se sentía impotente al no poder detener la carrera galopante de los años, los que percibía cuando se posaban sobre sus hombros, los que veía a través de los espejos que no mentían. Que el tiempo tenía carrera porque amanecía más temprano, quitándole todo lo que había guardado para sus muchachitas. Le preocupaba la vejez porque, según lo dijo, al llegar, y convertirlo en un anciano, iban a olvidar lo parrandero que había sido, y solo se ocuparían de él para pedirle consejos.
Marín murió queriendo que no hubiera desigualdad racial, deseando escuchar a la voz del pueblo cantar que querían cambiar la guerra por paz y amor, anhelando que de las montañas guerrilleras bajara un son de paz. En fin, lleno de esperanzas como la tenemos quienes creemos que en Colombia lograremos la paz total.
Falleció, como lo predijo en la primera canción que le grabó Diomedes Díaz, Mi futuro, habiendo pasado a la historia, sin embargo, sin que se cumpliera el deseo de retirarse, ya viejo, de la actividad musical para dejar su espacio a otros compositores.
Entre sus peticiones a su familia, a cumplir tras su muerte, estuvo la de que no lo lloraran, quizá echando mano de lo dicho por el escritor Andrés Hinojosa: “no me llores, no, porque si lloras yo peno. En cambio, si me cantas yo siempre vivo y no muero”, lo que debieron cumplir sus deudos porque su obra musical se mantiene viva. La otra, que su sepelio fuera en Valledupar, donde podrían irlo a visitar en su tumba, porque El Tablazo estaba destinado a desaparecer por la explotación carbonífera.
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor
Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
2 Comentarios
Excelente artículo sobre la vida del maestro Hernando Marín Felicitaciones Alvarito
Don Alvaro, como hago para conseguir el libro Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en bajo magdalena. Yo vivo en España y me encantaría tenerlo para ahondar más en la música de esa región de la costa. Agradezco infinitamente su colaboracion
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