Música y folclor
Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza: el celebérrimo poeta de “Necesito de ti”
En 1977, la expectativa de la fanaticada caribeña por el lanzamiento del segundo trabajo discográfico del “Binomio de Oro” era total. La publicación de su primer álbum el año anterior había sido un acontecimiento extraordinario para todos los amantes del folclor vallenato, y tras haber pasado casi un año desde su proclamación, las canciones seguían escuchándose con la misma intensidad de los primeros días. Temas como “Momentos de amor”, “La creciente”, “Seguiré penando”, “El pataleo” y “La gustadera”, eran repetidos constantemente en las emisoras y, también, eran los preferidos en las parrandas callejeras y en las fiestas familiares. Para esa época ya la fabulosa agrupación había realizado presentaciones en casi todas las ciudades y municipios grandes de Colombia y sus figuras estelares, Rafael Orozco Maestre e Israel Romero Ospino, eran dueños de una fama inigualable en el ambiente nacional. Asimismo, ya se habían presentado en algunos programas de televisión y todo el país era conocedor del carisma y la seriedad que caracterizaban al conjunto y le auguraban un futuro extraordinario en el medio musical.
Por fin, a mediados de año, la expectante fanaticada vio aparecer el long play, que impresionó por su carátula bien ilustrada y su título llamativo: “Por lo alto! El Binomio de Oro”, y, así como el álbum anterior, incluyó 10 temas, casi todos fuera de serie: “Necesito de ti” de Tomás Darío Gutiérrez, “Corazón sinvergüenza” de Poncho Cotes Jr. “Desdichas de un hombre” de Sergio Moya Molina, “Sueños de conquista” de Rosendo Romero Ospino, “Los santos y yo” de Héctor Zuleta Díaz, “Reconozco que te amo” y “Arrepentimiento” de Fernando Meneses Romero, “Mujeres como tú” de Alberto Murgas Peñaloza, “Lágrimas de sangre” de Hernando Marín Lacouture y “Reina de mis quereres” de Julio Oñate Martínez . Desde un comienzo, “Necesito de ti”, la canción de Tomás Darío Gutiérrez, se consagró como uno de los temas preferidos del trabajo discográfico, porque la sensibilidad de su letra y la belleza de sus notas, la compenetraron profundamente con el sentimiento popular. Desde este momento, su autor se consagró como un auténtico poeta y un genial compositor de la música vallenata.
“Necesito de ti” es un hermoso poema, profundamente lírico, repleto de expresiones metafóricas que sublimizan el amor que siente el autor por una mujer. Convertido en canción se percibe la exquisita musicalidad que presentan sus versos, los cuales son entonados por el vocalista con una maestría singular que cautiva y emociona a los oyentes. Se estructura en seis estrofas de cuatro y seis versos decasílabos, con una rima asonante generalmente alternada. Cada estrofa repite los dos primeros o los dos últimos versos para mantener el equilibrio de la melodía. En todo el poema, la metáfora habla por el amor. La primera estrofa dice: “Necesito que un indio hechicero / con sus flechas untadas de ti / atraviesen el fondo de mi / el martirio letal de un recuerdo / ayayay, corazón ya no muero / tú me has dado lo que un día perdí”. Luego sigue una estrofa cantada por el coro y el vocalista estelar: “Hoy la luna se vuelto a asomar / con su hechizo detrás del barranco / y alumbrar mis tinieblas de ayer / convirtiendo en edén lo que era un camposanto”. En este apartado, los dos primeros versos se repiten y son cantados por el coro. Este recurso melódico resulta extraordinario y ampliamente cautivante.
Sigue la tercera estrofa, con la misma profundidad poética: “Necesito de fuerzas sublimes / que me lleven en busca de mi / y un destello de fe que me anime / a vivir, a luchar, a vencer. / Necesito sentir hoy mujer / que tu influjo de amor me redime”. La palabra “necesito”, es el recurso anafórico del autor para imprimirle fuerza y vigor a sus sentimientos. La cuarta estrofa, es una continuación de la tercera: “Y verter con ansias sobre ti / huracanes de amor con mi canto / si he sufrido como ayer sufrí / mi alma va a revivir adorándote tanto”. La metáfora hiperbólica de estos versos es profundamente subjetiva. Sigue la quinta estrofa: “Necesito que vuelvan las aves / que un verano alejó de mi ser / y que canten al amanecer / el retorno de mi primavera / antes que este martirio me acabe, / necesito tus besos mi negra”. Las palabras “verano” y “primavera” simbolizan la tristeza y la alegría del autor. El término “negra” es utilizado, como lo hacen casi todos los compositores, de manera afectiva. La última estrofa cierra el argumento con una expresión ligeramente paradójica: “Necesito ser libre y feliz / en la vaga ironía de mis versos / y adorarte y morirme por ti / ser un loco de amor dulcemente perverso”.
No cabe dudas que la proclamación de Tomás Darío Gutierrez Hinojoza como compositor fue “por lo alto”, como lo decía el título del long play, y con esta canción dejó abierta la expectativa en la fanaticada, que siempre ha sido el mejor juez para calibrar el talento y la simpatía que irradian los compositores. Y, actualmente, aunque su producción musical no es tan fecunda, como las de otros autores, bastaron las pocas canciones que le grabó el “Binomio de Oro” para que su nombre se ubicara en un sitio de honor y respeto, dentro del trono honorífico que ocupan los más grandes y auténticos compositores vallenatos. La sorpresa no se hizo esperar: al año siguiente, 1978, la fabulosa agrupación lanzó su tercer álbum, titulado “Los elegidos”, y el despliegue antológico estuvo encabezado por “Campana”, otro bellísimo poema musical de Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza, que causa un impacto emocional desde su entrada. También hicieron parte del elenco: “Relicario de besos” de Fernando Meneses Romero, “Que más te doy” de Camilo Namén Rapalino, “Te lo dije mujer” de Israel Romero Ospino, “Las morochitas” de Alberto Murgas Peñaloza y “A Barranquilla” de Julio César Oñate Martínez.
“Campana”, al igual que “Necesito de ti”, es un poema magnífico donde impera el recurso expresivo, sobre todo la fuerza de la palabra, que se sublimiza a través de toda la composición por la simbología que encierra. Se estructura en varias estrofas de versos libres, ennoblecidos por los ritmos interiores. En todos los apartados la palabra “Campana”, utilizada como recurso vocativo, introduce la argumentación. La primera estrofa dice: “Campana, / ojos que nublan mi sol / con su borrasca de amor, / alma que mi alma estremece, / ave que vi una mañana / anidar en las remas de mi ensoñación”. La segunda, expresa: “Campana, / que rasgó el silencio en mi pueblo / allá en mi niñez. / Campana / yo siento un din don en mi alma / desde que la arena en tu suelo / pisaron mis pies”. Y sigue: “Dejé una huella en tu sueño / y en la brisa un verso / siempre seré yo tu dueño / y tú mi embeleso”. La última estrofa canta: “Campana / son recuerdos de aquella tarde / urgidas de amor / campana / al amarte soy un cobarde/ tiemblo, grito, clamo y deliro/ de pura ilusión”. Y continúa: “Añorando tu regreso / te veo en mis sueños / nadie más tendrá tus besos / porque soy tu dueño”. Esta canción también fue grabada por Juan Piña con “La revelación” en 1978.
Asimismo, la gloria musical de Tomás Darío Gutiérrez siguió fortaleciéndose ese año al ser proclamado por la célebre agrupación musical del cantante Silvio Brito y Orangel “El Pangue” Maestre, quienes le grabaron el poema-canción “Besos”, el cual terminó arrasando con la simpatía popular. Para esa época ya Silvio Brito era considerado uno de los cantantes estelares de la música vallenata, y por la claridad, transparencia y sonoridad de su voz, había logrado equiparse con los grandes vocalistas del momento, entre ellos, Jorge Oñate, Poncho Zuleta y Rafael Orozco. La canción apareció en elepé “Horizonte”, que era el cuarto álbum grabado por esta agrupación, y la galería de temas que lo conformaron eran autoría de los más destacados compositores y letristas del folclor vallenato. En él figuraron “Romanza” de Rosendo Romero Ospino, “El mocoso”, un tema que hizo historia, de Hernando Marín Lacouture, “Ay, mamá” de Carlos Huertas Gómez, “Interesada” de Armando Zabaleta Guevara, “El gavilán” de Rafael Escalona Martínez, “Más la deseo” de Mateo Torres Barrera, “Besos” la canción que tituló el elepé, y “Horizonte”, ambas de Tomás Darío Gutiérrez.
La canción “Besos” sigue la misma línea poética de los poemas anteriores. En ella el subjetivismo se eleva a su máxima expresión acudiendo a la diversidad de imágenes para expresar la intencionalidad buscada por el autor. La palabra “besos” tiene una connotación altamente romántica que define toda la vida del compositor y que se sublimiza en cada metáfora empleada. Puede decirse que es un poema en prosa por el empleo del verso supremamente largo. La ausencia de rima y de métrica es total, pero la musicalidad de los periodos es bellísima y deleita con mucha seducción a los oyentes. Su texto canta: “En la estrella titilante de mi tarde oscurecida / busco el Dios que vi morir en mi niñez, / busco amor, soy canción, busco el mito de un destino en cada beso”. Tras un concierto melódico, viene la segunda entrada: “Besos que fueron ayer mi quimera, mi sed, mi imposible divino. / Besos que al fin encontré en tus labios de miel a mitad del camino. / Canción, la de mi dolor primero, hoy soy por el amor un trovero. / Corazón, corazón fui cantando hacia el mar, fui llorando en silencio / y hoy al cantar mi ilusión me encontré en el aroma del viento. / Hoy lojeran y aún florecen y en mi octubre renaciente / ya mi tarde no se vuelve a oscurecer / porque al fin te encontré y en tus besos mi alarido se hizo encanto”. Como podemos apreciar en esta parte, la estructura de este poema-canción es profundamente simbólica.
A finales de 1979, el “Binomio de Oro” lanza el álbum “Súper Vallenato”, en el cual aparece “Tú y el mar”, la tercera canción de Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza, un poema cargado de metáforas muy similar a las composiciones anteriores. En el álbum figuraron otros temas fabulosos como: “Tu dueño” de Rosendo Romero Ospino, “De rodillas” de Octavio Daza Daza, “Confesión” de Julio César Amador, “Luz Mary” de Hernando Marín Lacouture y “Juro que te amo” de Euclides Gómez. Desde un comienzo, “Tú y el mar” conquistó la simpatía popular, en particular por la simbología y la belleza textual. Es un poema estructurado en varias estrofas de versos libres con rima parcial distribuida armónicamente. Sus primeros apartados cantan: “Que se manche con mi sangre / cada piedra de mi pueblo / si yo dejo de quererte / que se apague mi lucero / que mi locura sagrada / no produzca otra canción”. Sigue el coro: “Traigo un verso manchado de luna / traigo un canto tejido de amor”. Como vemos, las metáforas abundan. La última estrofa canta: “Arrecifes de amor / contra el viento y el sol / amo el verso en la arena. / yo no soy la canción / ni el adiós ni el amor / hoy soy solo tu pena”. Y finaliza el coro: “Volveré cuando muera la tarde / a buscarte temblando de amor”.
Cuando culminó 1979, ya Tomás Darío Gutiérrez se había hecho célebre por sus tres poemas canciones. Con toda seguridad, su próxima composición sería un éxito rotundo. Y así sucedió. Aunque todo fue inspirado por un hecho luctuoso para el folclor vallenato. El sábado 12 de enero de 1980, es asesinado en Barranquilla el compositor patillalero Octavio Daza Daza, quien se había destacado por ser creador de magníficas canciones. Motivado por la desaparición de su amigo y con la intención de rendirle un homenaje, Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza prepara la canción “Voz de acordeones” para participar en el concurso de la Canción Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata que se realizó del 27 al 30 de abril de ese año, la cual firmó con el raro seudónimo de “Sukaske Iroka”. El jurado calificador de esta modalidad, integrado por los compositores Pedro García Díaz, Alberto Fernández Mindiola y Luciano Gullo Fragoso, no dudó en premiar la canción de Tomás Darío Gutierrez Hinojoza, la cual resultó vencedora por sobre otras veinte que participaron. A los pocos meses, la canción fue grabada por el “Binomio de Oro” y figuró en el álbum “Clase aparte” que se lanzó ese año.
“Voz de acordeones”, también compuesto en ritmo de paseo, sigue el mismo estilo de los poemas anteriores. En él, son visibles, el lenguaje altisonante, los recursos poéticos, la simbología y la fuerza de las palabras. Su estructura es irregular: estrofas de diferentes versos y distintas medidas, con una ligera rima parcial. Su primer apartado dice: “Cuentan que la noche era más noche, / dicen que las tardes no morían, / cuentan que en el ayer de mi tierra, / mil pasiones, mil quimeras, / en estrofas florecían”. Y continua: Dicen también que la vida era hermosa / como una rosa, como un clavel, / los acordeones brindaban sus notas / magias y sones / que tiempo aquel”. Sigue el coro, donde se narra el crimen: “Pero una mano cobarde / manchó unos versos con sangre, / quitó la vida al poeta, / hoy desde un acordeón salen / gritos que son inmemoriales, / voces que a Octavio recuerdan”. Más adelante, canta: “Cuentan que jamás una esperanza / se quedó en el medio del camino / dicen que el amor y la añoranza / como el sol de nuestra raza / fueron único designio”. Y continúa: “Dicen también que en los tiempos aquellos, / todo era bello, todo era amor / hoy ya naufragan los grandes anhelos / matan al pueblo / muere un cantor”.
Tomás Darío Gutiérrez Hinojoza nació el 9 de diciembre de 1953 en Becerril, un joven municipio del Cesar, pero con una existencia superior a los 400 años, situado a más de cien kilómetros de Valledupar. En su territorio se encuentran definidas dos regiones naturales: una plana al occidente, correspondiente al valle los ríos Cesar, Maracas, Casacará y Calenturitas, que surcan sus suelos, y la otra, al oriente, montañosa, con elevaciones superiores a 3.000 metros sobre el nivel del mar. En este ambiente bucólico, embellecido por la fertilidad del paisaje natural, transcurrió su infancia, la cual disfrutó al lado de sus hermanos y de sus padres Sixto Gutiérrez Daza y Micaela Hinojoza Orozco, personas que gozaron de mucho respeto y aprecio en la población. Fueron los años infantiles, de las travesuras inquietas, de los juegos nocturnos, de las bolitas de cristal y, sobre todo, del aprendizaje de las primeras letras en la escuela primaria. Curiosamente, en esta población también vio la luz de la existencia, el 24 de marzo de 1954, Rafael Orozco Maestre el genial vocalista del “Binomio de Oro”, quien fue su amigo de infancia y veinte años después inmortalizó las canciones de muchísimos compositores vallenatos.
Con la intención de estudiar el bachillerato, a finales de los años sesenta se traslada a Valledupar e ingresa al colegio Ateneo del Rosario donde se graduó en 1971. Estos, fueron años de bastante prosperidad, los cuales aprovechó para identificarse con el medio, hacer muchas amistades y demostrar sus aptitudes musicales en los frecuentes eventos culturales que se desarrollaban en el plantel. Amante de las ciencias jurídicas, se matriculó en la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, centro donde obtuvo el título de abogado en 1977 y, más tarde, se graduó de especialista en Derecho Penal en la Universidad del Atlántico. En estos claustros, tuvo tiempo de sobra para dedicarse a la investigación, no sólo jurídica, sino también folclórica y cultural de la región. Además, encontró la oportunidad para ampliar su radio de amistades e ir proyectando su nombre en los círculos intelectuales. Radicado en Valledupar desde finales de los años setenta, se dedica a ejercer la profesión, la que alterna con la investigación, con la cátedra universitaria y, esporádicamente, con la composición musical. En 1983, asume la dirección de la Oficina Departamental de Turismo del Cesar, en ese entonces, la entidad encargada de celebrar el Festival de la Leyenda Vallenata.
Su permanencia al frente de esta oficina, que se prolongó por dos años, generó algunos cambios sustanciales que le dieron una visión remozada al desarrollo del festival, que para esa época ya tenía quince años de existencia y, lentamente, había ido cayendo en el sopor del sedentarismo y la rutina. Fue él quien tuvo la idea de crear una Junta Coordinadora que se encargara anualmente de la organización de este evento, para buscar con ello más compromiso y más responsabilidad de los comprometidos con la programación. Esta junta existió hasta 1987, año en que fue reemplazada por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata. Asimismo, fue el fundador del “Foro Folclórico”, que se desarrolla cada dos años en la antesala del festival y se destina a la presentación de ponencias culturales e investigativas relacionadas con el origen, el desarrollo y la trascendencia del folclor vallenato. Retirado de la Oficina Departamental de Turismo en 1985, se dedica de lleno al estudio y a la investigación folclórica y cultural, pues siempre ha considerado que es mucho lo que falta por conocerse sobre el origen y evolución de nuestro folclor caribeño.
Y el resultado de estos estudios quedaron consagrados en el libro “Cultura vallenata: origen, teoría y pruebas”, que publicó en 1987 con el sello editorial Plaza y Janés, considerada hasta el momento la obra más completa que se haya escrito sobre la génesis y el desarrollo del folclor. Según el concepto del prologuista, el intelectual barranquillero José Consuegra Higgins, q.e.p.d., en esa época, rector de la prestigiosa y reconocida Universidad Simón Bolívar, esta obra “Es una epopeya que canta”. Y, siempre amante de la investigación y la valoración de las costumbres y las tradiciones, Tomás Darío Gutiérrez tuvo la ingeniosa idea de coadyuvar la creación de dos eventos culturales: El Festival Folclórico de la Sierra Nevada, que se celebra a finales de julio, destinado a rescatar y valorar los ancestros folclóricos de esta región, y el Festival de la Paletilla, que se realiza en Becerril a comienzos de febrero. Su nombre es en honor al arma de caza de este grupo indígena que aún pervive en esta región, y concentra, la tradicional mudanza de casas, encuentro de papayeras, concurso de canción inédita, concurso de piquerías, presentación de reinas cacica y caciquita, y otras actividades culturales.
Sin embargo, el estudio, la investigación folclórica y la formación jurídica, no han tenido descanso en la parábola vital de Tomás Darío Gutierrez Hinojoza, actividades que se han cristalizado en otras publicaciones, sobre temas del folclor, que ha realizado posteriormente. Asimismo, hace algunos años culminó un doctorado en Derecho Penal en la Universidad del Zulia de Maracaibo, Venezuela. En la actualidad, el doctor Gutiérrez Hinojoza alterna el ejercicio de su profesión de abogado con la academia, pues se desempeña como catedrático de la Universidad Popular del Cesar. También, de vez en cuando, sobre todo, cuando lo asalta la musa poética, le dedica tiempo a la composición, y como fruto de ello cuenta en estos momentos con varias canciones inéditas. En su tiempo libre, realiza salidas a los pueblos vecinos, siempre con un propósito investigativo, visita a los amigos, dicta charlas y conferencias, asiste a eventos culturales y participa, cuando hay motivos especiales, en una que otra parranda. Entonces, para llegar al clímax de la diversión, vocaliza “Campana”, “Necesito de ti”, “Voz de acordeones” y aquellos otros temas sublimes que grabaron su nombre con letra de oro en los pergaminos inmortales de la música vallenata.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor
Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
4 Comentarios
Gran semblante del maestro Tomás Darío. Excelente ilustración de la estructura y espíritu de las canciones líricas vallenatas compuestas por el maestro.
Una composición que nació del Alma, del gran historiador y poeta del folclor Vallenato Tomás Darío. Los seguidores de Octavio de Jesús Daza Daza, no comprediamos tampoco, porque el Ingeniero que nos había dado Sentido a la vida con sus letras, se había marchado tan pronto. Y las niñas que soñaban con el amor en el Rio Badillo, quedaron esperando que el Sinsonte, no quedara triste.
Como siempre señor Dániels, se jaló Ud. tremendo artículo. Felicidades. Cuando tenga a bien hábleme un poco de lojeran, no se que es. Entiendo los poetas, pero no dí con la idea. Gracias.
¡Si, claro, entiendo y admito la "sucedencia" de la evolución y la innovación en el existir de nuestra "especimenología" pero, evolución e innovación categóricamente es este acervo cancionístico que brotó de la inspiración de todos estos compositores contemporáneos con TOMAS DARIO GUTIERREZ HINOJOSA con relación a sus antecesores inmediatos contemporáneos con RAFAEL CALIXTO ESCALONA MARTÍNEZ, exquisitos los de "antier" y los de "ayer", pero . . . ¿Por qué a lo de hoy lo debemos seguir llamando "vallenato", canciones, obras, paseos, ritmo, tocadiscos, cantados? . . . Yo me anclé con mi carga de nostalgias en el malecón de la playa del mar Caribe de mi callejón "Salao" de mi barrio "Abajo" de Ciénaga, Magdalena; y de aquí jamas zarparé a bordo de este disparatado velero de ahora sin timón y sin timonel que mas parece una veleta.
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