Música y folclor
Miguel Emiro Naranjo, un homenaje en sus ochenta años de vida

La oficina de Miguel Emiro Naranjo (Ciénaga de Oro, Córdoba, 17 de mayo de 1944), fundador y director de la Banda 19 de marzo de Laguneta, Córdoba, en su casa en Planeta Rica, Córdoba, es la de un docente e investigador. En ella se encuentran solo libros, ubicados en estantes y en varios escritorios, entre ellos los seis que ha escrito. El único instrumento musical visible es una dulzaina. En una vitrina guarda discos de larga duración, entre ellos uno de Pablo Flórez, a quien incluye en la lista de los músicos a los que admira en Colombia. En la pared de su despacho reposan los títulos académicos y honorarios, además, los reconocimientos hechos por festivales, organizaciones culturales y entidades públicas. También cuelga un pendón en el que aparece al lado de Alejandro Durán y Enrique Díaz, lo que llevó al maestro Miguel Emiro a recordar la frase pronunciada por Durán en la que comparó a Planeta Rica con Belén, porque a ella habían llegado tres reyes: el del festival vallenato, del sabanero, y el de porros de San Pelayo.
Llueve torrencialmente en Planeta Rica, el sonido de los rayos hace retumbar los vidrios de las ventanas de la oficina, donde nos hemos ido a ubicar. En ella señaló que había llegado a esta localidad por decisión de un político de Ciénaga de Oro, que lo trasladó como maestro de escuela de Laguneta hacia un lugar más alejado. Quise adentrarme en ese tema, pero me respondió que eso lo trataremos más adelante porque quería hablarme del inicio de su vida.
Entonces comenzó a contarme:
–Me decía mi madre que estando en su vientre ella cantaba y cuando lo hacía me movía como si gozara con su canto. Es que ella tenía una voz hermosa. Interpretaba boleros, rancheras, tangos, es decir, la música que estaba de moda en los años cuarenta cuando vine al mundo. Después, cuando nací, acostado en una hamaca hecha con cepa de plátano, porque no tenía cuna, me cantaba. Lo hacía creyendo que conseguiría dormirme, pero, apenas dejaba de hacerlo, descubría que estaba despierto. Lo que sucedía era que estaba concentrado escuchándola, eso me decía ella. -
Pero, su papá también participó en su inclinación hacia la música, cuando se enteró comenzó a regalarle, especialmente en Navidad, pitos, una dulzaina y hasta un pito de barro. -El contacto con estos instrumentos me hizo un autodidacta precoz. Con ellos comencé a interpretar lo que mi mamá cantaba. -
Miguel Emiro fue creciendo y lo mandaron a la escuela primaria, a la que asistía en compañía de una amiga eterna, la dulzaina. La interpretación de canciones con ella le abrió un espacio especial con los docentes y compañeros de clase.
Entonces, como lo admite, se volvió imprescindible en las actividades culturales que organizaban en el plantel educativo. -Después, cuando fui al bachillerato, unos chocoanos, que eran los dueños del colegio Espíritu Santo, me dijeron: Naranjo, usted que tiene aptitud para la música, vincúlate con la banda de música. Yo les dije que no lo hacía por carecer de recursos económicos para adquirir el uniforme. La respuesta que recibí de ellos fue que tenía que aprovechar mi talento. Así lo hice, y la primera melodía que aprendí con el cornetín fue La Diana. –
En la medida en que fue adquiriendo mayores conocimientos musicales, los músicos locales lo buscaban para que los acompañara tocando la tumbadora, la guacharaca u otro instrumento. -Cualquier día pasé por donde practicaba la Sonora Panagua, que dirigía el maestro Johnny Sáenz Causil, y este dirigiéndose a mí, señaló: Si quieres puedes aprender a tocar saxofón. Para entonces debía tener doce o trece años y le di diez pesos para que comprara el instrumento, pero no volví porque tanto el colegio como otras actividades me lo impidieron. -
Iba creciendo y junto a ese proceso físico aumentaba la necesidad de tener ingresos económicos, entonces encontró en el préstamo de una cámara fotográfica, por parte de una tía y un primo, la manera de obtenerlo. -Me convertí en el fotógrafo del pueblo, estaba presente con mi cámara en eventos sociales, religiosos y culturales. La fotografía me dio la oportunidad de vincularme con la Registraduría Nacional del Estado Civil. Lo logré después de inscribirme en una convocatoria nacional. Eso fue para una campaña nacional de cedulación, en 1962, y debía tener diez y ocho años de edad. Sin embargo, pese al oficio y a la vinculación laboral, no olvidaba la dulzaina, la utilizaba cuando existía un motivo para componer una canción. Esas composiciones gustaban porque estaban asociadas con lo que sucedía en el pueblo. -
Un día cualquiera, después de terminar el bachillerato, en 1964, escuchó el anuncio, por las bocinas de la parroquia, que necesitaban bachilleres para ser vinculados con el magisterio. Se inscribió y lo escogieron. Le ofrecieron la plaza docente de Laguneta y la aceptó. -Recuerdo que dije: si queda después del infierno, hasta allá iré. Necesitaba trabajar, ser independiente, crecer como ser humano, como músico. No quería formar parte del campesinado, porque yo vivía su situación, sabía de su sufrimiento, tanto que, después, les compuse una canción.
Laguneta
–La primera imagen que tuve de este pueblo fue la de no tener más de cuatrocientos habitantes y un poco más de un centenar de casas. Cuando me presenté con el inspector de policía le dije: soy el profesor. Este debió poner cara de sorpresa porque yo era un pelado, tanto que no había sacado la cédula de ciudadanía. Me instalé en la escuela, ubiqué los libros, la dulzaina, la ropa en el cuarto que me asignaron. Cualquier día le dije a mis alumnos que implementaríamos en la jornada de los sábados en la mañana una nueva asignatura, la de música. -
Para introducirlos en la materia les pidió que llevaran sus composiciones musicales, pero la respuesta fue presentarse con trozos de caña de arroz, de maíz, de papaya, hojas de plantas naturales y recipientes metálicos, de los grandes, de galletas Saltín Noel. La clase de instrumentos y el que interpretaran el porro llamado El Doctor Vergara, llevaron a Miguel Emiro a replantear la idea que tenía con la clase sabatina. -Al escucharlos interpretar el porro, les indagué cómo lo habían conocido, me dijeron que la escuchaban en las fiestas patronales, interpretadas por las bandas de viento. Ese, para mí, fue el primer movimiento musical encaminado hacia la conformación de la Banda 19 de marzo de Laguneta. -
A finales de 1964 llegó a Laguneta, procedente de Ciénaga de Oro, Juancho Oviedo Ortega, el compositor de la canción Tres puntá. Fue cuando, junto con él y un chocoano, que era maestro en la escuela, organizaron un pequeño conjunto musical. Juancho interpretaba el saxofón y una marimbula que fabricó, el chocoano, la tumbadora y Miguel Emiro la dulzaina y cantaba. -Interpretamos música de nuestra autoría, entre ellas una que se llama El negro parrandero, dedicado a mi compañero chocoano. También la que le compuse a una lagunitera de la que me enamoré, y quien es mi esposa, la que nunca grabé, aunque es la que utilizamos en la Banda como eslogan. A ese pequeño grupo lo considero el corpus musical que años después tendría forma de banda de viento. -
Es la única dueña de mi vida
Vivo solo para ella
Es mi cielito adornado
Adornado por estrellas.
La música le generó empatías con padres de familia y estudiantes, tanto que un grupo de ellos le pidió, un 19 de marzo de 1966, que se reunieran después de la misa en honor a San José. En ella expusieron el proyecto de crear una banda de viento. -Para materializarlo contrataron al profesor Alfonso Piña. Fue quien, al llegar, me dijo: —Usted es músico—. Quise evitar señalar que lo era y él volvió a decir: —No señor, usted es músico, lo que hay es que pulirlo— Yo me voy a encargar de eso, pero, qué va, únicamente duró con nosotros tres semanas, no regresó. Quedé picado, motivado, por eso busqué a Juancho Oviedo para que me fuera afinando para la música. -
Después, con la llegada del maestro Octaviano Mejía, de Cereté, se esforzó por aprender. Aprovechó su presencia para mostrarle sus composiciones musicales. -Fíjese usted, no eran porros porque mi influencia era la de la música antillana, la de Los Corraleros de Majagual, de Aníbal Velásquez. Es que, para entonces, el porro interpretado por las bandas era marginal, sin espacios, salvo en las fiestas patronales de los pueblos. Con la influencia de Octaviano me decidí por la música, sin dejar de ser maestro de escuela. -
–Octaviano, al marcharse, se reunió con los estudiantes y padres de familias y les dijo que me encargaran de la dirección de la Banda. Dos fueron sus argumentos: el ser maestro, lo que implicaba ser respetado, y mis aptitudes para la música. Desde ese momento fui considerado como fundador y director de la Banda 19 de marzo de Laguneta. Los primeros instrumentos los compramos subastando productos agrícolas y aves de corral que nos regalaban. Después, llegaron otras ayudas, incluyendo una partida presupuestal que dispuso el concejo municipal de Ciénaga de Oro. -
La historia de cómo Miguel Emito adquirió su primera trompeta está rodeada de dramatismo porque tras negociarla, a través de crédito, con el maestro Antonio Salgado, llegado el primer plazo de pago, no tenía cómo cancelarlo. Para hacerlo hasta propuso que le compraran el mes de sueldo como docente. Consiguió los recursos para darle la mitad al acreedor, sin embargo, este no quedó conforme con el pago, tanto que lo amenazó que, si para la nueva fecha no tenía el resto, le quitaba el instrumento. -Era una trompeta “Tone King” de fabricación alemana, por lo que no podía permitir que me la quitara. -
Tras la organización de la banda, llegó el primer contrato para amenizar las fiestas patronales de San Antonio Nuevo, corregimiento de Sahagún, donde al saberse solo seis canciones, según Miguel Emiro, las interpretaron de adelante hacia atrás, de atrás hacia adelante, en forma de mosaico. Fue en ese lugar donde vivieron una de las historias que el maestro, sonriente, recuerda:
–Los ricos del pueblo, que nos habían pagado ochocientos pesos por el toque, dispusieron reunir quinientos pesos más para que tocáramos de cuatro a nueve de la mañana. Pero el cansancio, la embriaguez de ron, el sueño y el hambre fueron haciendo mella en nosotros, tanto que carecíamos de fuerza para interpretar las canciones. Entonces buscaron solucionar lo del hambre con un suero, yuca y queso, lo que después de ingerirlo llevó a uno de nuestros músicos a decir: músico comido, músico ido. Entonces. Frente a lo que sucedía optamos por salir corriendo del pueblo, por entre una paja. La respuesta de la gente fue perseguirnos como si fuéramos ladrones. Y cada vez que el bejuco de la paja golpeaba el cuero del bombo, nuestros perseguidores gritaban: ahí van. Corrimos hasta que logramos evadirlos-.
–Descansamos en la finca de Custodio Macea, quien nos brindó un sancocho de pavo, hamacas y catres para que durmiéramos. Cuando llegamos a Laguneta encontramos la noticia de que nos habían dado una palera en San Antonio Nuevo. Después de ese evento me retiré de la Banda por unos días, pero el escucharlos practicar me llevó a volver, con mi trompeta, al grupo. -
Después, fueron otras las noticias que se supieron de la banda, entre ellas, que eran disciplinados. –Esta información era producto de la responsabilidad que les inculqué a mis músicos, la misma disciplina que les exigía a mis estudiantes de primaria. Para entonces me ponía a pensar en la necesidad de que surgiera un quijote como yo, que liderara un proceso musical en el que confluyeran la disciplina, la dignidad y la investigación. Fue a partir de 1967 cuando me di a la tarea de hacer una empresa con la música. -
Fue después de 1969 cuando comenzó la tarea formadora de otras bandas de viento. De esa labor cuenta el maestro que, montado a caballo, fue a Santiago del sur o pobre, después a La Magdalena, que le dicen Tapa del Frasco, donde había un grupo de jóvenes esperándolo para formar una agrupación musical. -Salí a la carretera y llegué a San Andresito, donde también me esperaban. Después fue a Colomboy y Aguaditas.
Planeta Rica
En 1972 sucedería un hecho que lo llevó a hacer de Planeta Rica su domicilio permanente, fue trasladado como docente hacia la escuela unitaria de La Saca, en el municipio de San Carlos, Córdoba, que quedaba en medio de una finca. Del lugar para donde debió irse, el maestro recuerda que las viviendas estaban dispersas de la escuela. Que era un rancho que no brindaba las condiciones mínimas para instalarse, como se lo hizo saber al inspector de policía. -Me fui, pero antes hice un convenio con Luis Restan Pacheco, quien tenía un caballo para movilizarse, para que me reemplazara, y yo le firmaba lo que fuera necesario para que le pagaran. No quería desvincularme del magisterio, sin tener una idea clara de qué hacer. -
Mientras resolvía qué hacer, siguió viviendo en Laguneta, pero hubo una circunstancia que le ayudó a tomar una determinación: -Un día cualquiera un amigo me dijo que lo acompañara, junto con el chocoano, a atender al gerente de la Caja Agraria de Ciénaga de Oro. Fuimos con los instrumentos musicales, él también era músico, casi amanecimos tomando y cantando. En medio de la parranda me ofreció un crédito por valor de diez mil pesos destinado para sembrar maíz, lo tramitamos y cuando me entregaron el dinero, le dije a mi esposa que nos íbamos para Planeta Rica, adquirí la vivienda y nos mudamos. -
Para entonces hacía parte de la banda de viento A número 4 de San Pelayo, que amenizó una fiesta en corraleja en la plaza Santamaría de Bogotá. En ese viaje se encontró con los chocoanos que habían sido sus profesores en Ciénaga de Oro. Ellos le aconsejaron que debía seguir estudiando para hacerse pedagogo, porque con el Estatuto Docente se avizoraban nuevos y buenos tiempos para el magisterio. Se matriculó en un centro de estudios, pero al regresar a Planeta Rica, se enfrentó a su realidad: una esposa embarazada y tres hijos. Entonces, su decisión fue continuar como intérprete de la trompeta y director de la Banda 19 de marzo de Laguneta.
Con su decisión llegaron los contratos, la banda amenizó, en época de fiestas novembrinas, tres bailes en el teatro Planeta. Esto resultó fundamental porque la sociedad local conoció la agrupación musical, tanto que la adoptó como única para amenizar sus reuniones. Pero, además, hubo un hecho importante en la consolidación del grupo, la bonanza marimbera. - En casi todos los pueblos circunvecinos había un marimbero que hizo de nuestra banda su agrupación preferida, con las ventajas económicas que nos trajo a todos los integrantes. Era tanto lo que ganaba en una noche que lo que percibía en el magisterio resultaba irrisorio. Fue cuando renuncié al cargo de maestro. -
De la importancia de la agrupación que dirigía y de los beneficios económicos que recibía junto a sus músicos, el maestro Naranjo: -Paralelamente a ese proceso económico, yo llevaba el mío, posesionar mi nombre y el de la banda. Para eso me empeñé en pagar puntualmente los créditos personales y bancarios. De esa forma, y a través de la música, fui construyendo un patrimonio material con el que darles a mis hijos una vida distinta a la que tuve cuando niño. -
Las grabaciones
–Un 17 de marzo de 1975 tocábamos en un cabaret en Planeta Rica, donde llegaron unos antioqueños que nos escucharon. Uno de ellos se acercó y me dijo que quería grabarnos unas canciones. Nos arreglamos por $17 mil pesos e hicimos para la Industria Nacional del Sonido el Larga duración que se llama Fiesta en la Costa. Al año siguiente nos pasamos para Discos Victoria y produjimos un acetato de 33 revoluciones por minuto que se llama Fiesta Sinuana. En total, en Medellín fueron ocho LP. Después continuamos haciéndolo en Barranquilla en Discos Tropical y Felicito Récord. -
–En 1989 hicimos el primero de los dos discos de larga duración llamados Antología de Porros y Fandangos, que hacen parte de un trabajo investigativo que hice sobre estos aires, basados en canciones tradicionales, los que se constituyeron en un éxito. Temas como Gavilán Garrapatero, que es del folclore, nos ayudaron a consolidarnos como banda; además, para cuando comenzamos a hacerlo, la gente consumía mucha música folclórica, entre ellos el porro. -
Mi primer éxito como autor creo que es Río Sinú, aunque ya había canciones sonando, pero este rebosó la copa de la importancia musical. Río San Jorge también es otro de mis grandes éxitos. Lo compuse porque la sociedad de Planeta Rica me pidió que le cantara a este río.
Ya amaneció
Ya brilla el sol
Se oye el trinar del pajarillo
Se oye bajar del Paramillo
Una corriente hecha canción.
–Sin embargo, comienzo a entender que los logros de la Banda 19 de marzo de Laguneta no han dependido de lo grabado, sino de algunos premios alcanzados. Ganamos en el Festival Nacional del Porro, eso cuenta. Nosotros éramos presentados en la televisión a menudo, cuando el programa de Jimmy Salcedo, eso también fue importante. -
En defensa de la tradicionalidad del porro
–Cuando supe que la música iba a ser mi profesión, me fui por unos meses para San Pelayo, a estudiar el porro del estilo pelayero, cuyas características principales son las de ser improvisado, inspirado, espontáneo, abierto al diálogo. Digo porro en ese estilo porque eso de palitiao es un cuento local. Usted escucha que los grupos de gaita y tambores, todos los ritmos musicales, lo palitean. Lo hacen en el Mapalé, en el fandango, la puya.
–Mis aportes al porro son muchos, entre ellos podemos mencionar las composiciones que he hecho, la manera de interpretarlo, mi estilo, que está compuesto por tres zonas geográficas: la del Sinú, la del San Jorge y de la Sabana. El primero es improvisado, el segundo es orquestado y el otro es lírico. Otro aporte es el de la investigación de este aire musical, lo que me ha permitido saber que en él se reúnen dos sentimientos encontrados: el melancólico y el alegre. Si la melodía del porro no se hubiera encontrado con una rítmica alegre, no existiría. Por eso es que este aire es un híbrido, tiene la lírica española, la rítmica negra y la melodía indígena. -
–Otro de mis aportes es el de dignificar al porro, luchar porque no siguiera viéndose como música marginal. Por eso, en defensa de la tradición, le he pedido a los músicos universitarios que no lo modifiquen, que respeten la visión de nuestros abuelos cuando lo compusieron. Que lo estudien, que hagan sus aportes, pero que sean mínimos. No debe olvidarse que el porro no nació con los instrumentos traídos por los europeos, sino con los tradicionales, los de las gaitas. De no respetarse la visión, la tradicionalidad sucederá que cada generación irá destruyendo la obra anterior. Al final del proceso de remover las bases musicales, no tendremos nada, porque todo fue arrasado por lo que llaman el pensamiento moderno. En fin, propongo algo nuevo sin destruir la huella del pasado. -
–Es que no podemos echar a un lado la tradicionalidad, porque ella hace parte, junto con la espontaneidad, de los principales argumentos para interpretar el porro. Es tan cierto lo que indico que después de ganarnos un proyecto que nos llevó a Europa para socializar unos talleres de porros y fandangos, debí regresar a ese continente en compañía del bombero de la banda, Rubén “Bombo Mocho” López, ante la dificultad que existió para que los músicos europeos aprendieran a tocar la percusión con la rítmica, con la improvisación que los hacemos los caribeños. -
–Mi defensa al porro es de vieja data, tanto que en 1978 compuse La Protesta del Porro después de ver en San Pelayo a gran parte de la juventud escuchando música vallenata, en vez de porros, fandangos, puyas. Me inspiré y canté:
Un porro estaba llorando
A orillas del río Sinú
Porque lo había abandonado
Parte de la juventud
–Fíjese los que nos pasó en Atenas, Grecia, con el porro: después de la cena de bienvenida que nos dieron en la embajada colombiana, salimos a dar un paseo en compañía de un grupo de personalidades, entre ellos el embajador en ese país, Dr. Juan Fernando Cristo. Al llegar a Pireo sucedió algo que he venido contando: en ese lugar había un escenario y a nuestro traductor, Óscar Alvear Nieto, se le ocurrió que ofreciéramos una tanda musical, a un grupo de turistas del puerto. Subimos a la tarima y tomando un micrófono expresé: ¡Damas y señores!, esta es la Banda 19 de marzo de Laguneta. Queremos ofrecerles la música de Colombia, representada en el porro. Tras mi anuncio escuchamos un coro: ¡Marihuana de Colombia! Después, entendí que el rechazo no era para nuestro aire musical, sino para la palabra, porque la R.A.E. la tiene registrada de esa forma en sus diccionarios. De inmediato comenzamos a tocar. A la segunda interpretación, hasta los que nos habían mencionado la hierba, gozaban, bailaban porro. -
Mi lucha a favor de las bandas de viento
–Mi lucha por las bandas comenzó cuando tomé la decisión de dignificar mi trabajo como músico. Recuerdo que cuando alguna gente de la sociedad de estos pueblos me decía que necesitaba que llevara la bandita a su casa, yo les respondía: tengo una banda, no una bandita, y se llama Banda19 de marzo de Laguneta. Lo mismo fue con el valor del trabajo, me preguntaban el valor de la hora de toque, lo decía y me respondían ofreciéndome un menor valor, entonces decía que no porque nuestro trabajo tenía un precio, el que yo daba. -
–Las fiestas patronales en un principio eran un medio de trabajo, pero, después, pasaron de patronal cultural a comercial. En ellas todo el mundo se aprovecha del otro. Las corralejas son una explotación al músico de banda, no le pagan lo que deben por su trabajo, por eso retiré la mía de ese tipo de espectáculos hace más de veinte años. Sin embargo, no pasó nada porque los músicos siguen ofreciéndose a menos precios que otros. -
–Con algunos porros de mi autoría he elevado una voz de protesta por la forma en que es mirada y tratada la banda como organización musical. Una vez alguien quiso contratar la banda 19 de marzo y le pedí quince mil pesos como valor del contrato y me ofreció doce mil, por lo que no hubo acuerdo. Fue una lucha entre el capitalismo y el trabajo digno. Me fui a esperar el bus para regresar a Planeta y comencé a componer:
Yo soy el porro sinuano
Y también soy sabanero
En la plaza soy el amo
No tengo competidor.
Su condición de maestro
–Aprendí a escribir música con maestros, cursos de capacitación, últimamente un diplomado en la Universidad del Atlántico. Maestros buenos y superiores como Juancho Oviedo Ortega, Alfonso Piña, Octaviano Mejía. Grandes maestros que conocí a través de Colcultura, entre ellos a unos norteamericanos, a Ricardo Hernández, a Dairo Meza, a Armando Contreras. Sin embargo, se dedicaron a otros renglones de la música, lo de ellos no ha sido investigar los orígenes e incógnitas del folclor, organizar y liderar las bandas. -
Maestro, cómo le gustaría que lo recordara. Ha dejado de llover. El deja de observar las gotas que aún caen del alar de su casa, y responde: -Eso es tan subjetivo y hay tantas facetas en mi vida; sin embargo, considero que vine al mundo a cumplir las funciones de inducir y conducir todo lo que el folclor me ha entregado. Todo eso lo he hecho con el fin de hacer un proceso dignificante para la música, el folclor, las bandas y el porro.
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
0 Comentarios
Le puede interesar

Santander Durán Escalona, el mago de la palabra
Cuando Los Betos interpretaron “Pintora”, mi cuñado José Jorge “El Mono” Sierra se la dedicó a mi hermana Rocío, pero a...

Barrancabermeja prepara su 29 Festival de Acordeones
Barrancabermeja, la capital petrolera de Colombia, realizará del 9 al 12 de octubre el 29 Festival de Acordeones del Río Grande de la...

El indio Manuel María (1974 – 2004)
Hace cuatro meses se cumplieron cincuenta años de que la hermosa canción “El indio Manuel María”, grabada por el recordado c...

Cuando Diomedes Díaz le rindió un homenaje musical al viejo Rafael María
A Elvira Antonia Maestre Hinojosa, ‘Mamá Vila’, como la llaman sus nietos, por estos días la visita la tristeza con mayor fue...

Niviam Spadafora, la profecía de Diomedes Díaz
Esa tarde las cosas eran diferentes para el muchacho de escasos 19 años que se paseaba inquieto por la orilla del pozo rodeado de ...