Música y folclor
Nehemías Camaño Canchila, un pequeño gigante del acordeón
“La persona nacida con un talento que debe usar encontrará su mayor felicidad al usarlo": Johann Wolfgang von Goethe (novelista, poeta y filósofo alemán).
Para muchos de los seres humanos nos es complicado reconocer cuál es nuestro principal talento o tenemos dificultades para apreciarlo. Tal vez esto se deba a que la mayoría de los talentos son innatos y poco reflexivos, y no solemos pensar mucho sobre ellos, son como el aire que respiramos, tendemos a darlos por sentados.
En el arte musical, somos testigos de niños que nacen con un talento que descubren desde sus primeras etapas de la infancia y muchas veces esto se debe a que, desde que nacemos, la música acompaña cada una de estas fases de nuestra vida, razón por la que en la niñez las canciones de cunas y los diferentes estilos musicales impactan en el desarrollo de la individualidad.
Hablando de niños talentosos, quiero compartir la historia de un pequeño que se viene abriendo paso en la música vallenata. Con su acordeón al pecho, está demostrando que tiene madera para convertirse en un acordeonista de talla y peso en en este mundo artístico, que cada día tiene nuevos seguidores y exponentes que llegan seducidos por la magia que encierran estás embrujadoras melodías. Se trata de Nehemías Camaño Canchila, quien abrió los ojos en este mundo terrenal el día jueves 13 de septiembre del año 2012, en el hogar conformado por Temilson Camaño Lozano, un docente y técnico forense, y Cecilia Canchila Ricardo, comerciante y ama de casa, en una tarde radiante y calurosa en el municipio de Montelibano, situado al sur del departamento de Córdoba, a la margen derecha del Rio San Jorge, en la Costa Norte colombiana.
Allí en la "capital niquelera" de Córdoba, un acogedor y bello lugar en el que se mezclan varias culturas: sanjorjanos, sabaneros, siriolibaneses, antioqueños, negros e indígenas, las cuales han aportado sus elementos para el desarrollo folclórico y cultural de los moradores de la región, junto a la imponente y majestuosidad del río San Jorge, que es una de las creaciones más enigmáticas y encantadoras de la madre naturaleza, hermoso a la vista y lleno de fuerza, a veces calmado y otras furioso, mientras se escucha el sonido musical, mágico y seductor que produce el golpeteo de sus aguas; estas constelaciones de sonidos fueron claves para que en Nehemías se despertara el amor por la música porque su pequeño cerebro es como una esponja que absorbe todo lo que ocurre alrededor.
El nombre “Nehemías” viene de un personaje que sobresale como uno de los hombres ilustres del Antiguo Testamento, quien, al cumplir una misión necesaria en su época, demostró el más elevado nivel de dedicación y coraje, tanto en la materia práctica de reconstruir las murallas de Jerusalén, como también en el campo espiritual de la reconstrucción de la vida religiosa de su pueblo.
Camaño Canchila, al igual que su homónimo personaje bíblico, a pesar de su corta edad, viene construyendo poco a poco un nombre en la música vallenata y aportando un granito de arena para contribuir en la edificación y fortalecimiento de esta expresión musical.
A la corta edad de 5 años, en su jardín infantil, se caracterizó por ser un niño proactivo, suceso que condujo a su progenitor a ponerlo en una escuela de fútbol a lo que él no le prestó mucho interés. Luego, empezó a tener contacto con distintos instrumentos musicales en una institución conocida como "Talento Niquelero", pero definitivamente su encuentro con el acordeón fue un flechazo a primera vista y sin lugar a dudas se convirtió en su juguete preferido, al que -guiado por algunos maestros- empezó a extraerle sonidos que con el pasar de los días se convirtieron en agradables melodías.
Este niño prodigio del acordeón se volvió un estudioso de este bendito instrumento y, a parte de lo que aprendía con sus tutores, era común verlo, según cuenta su hermana mayor Iveth, escuchando canciones de los maestros Calixto Ochoa Campo, Alejandro Durán Díaz y Luis Enrique Martinez: juglares, por los que siente una profunda admiración, cuyas obras musicales han sido parte fundamental de su aprendizaje, así como Rolando Ochoa, de la nueva generación, quien, cuando lo conoció, quedó sorprendido con su talento y optó por obsequiarle un acordeón que fue de su padre Calixto, algo que este inquieto niño conserva como su mejor tesoro en razón de que, con este instrumento, explotó musicalmente, convirtiéndose en un aventajado intérprete a sus 11 años.
Con el correr de los días, el fruto de su talento, acompañado por el esfuerzo, sacrificio, dedicación y amor por la música vallenata viene siendo gratamente recompensado y, actualmente, es uno de los acordeonistas infantiles más laureados, testigo de ello son los festivales que ha ganado en su categoría, en donde siempre ha sido ovacionado por un público que cada vez es más grande, este diminuto artista pero con una grandeza musical increíble ha levantado la corona de rey vallenato en los festivales de Caucasia, El Bagre, San Pedro de Urabá (Antioquia), San Marcos, Corozal (Sucre), Ayapel (Córdoba), así como semifinalista en el programa de talentos infantiles emitido por la televisión colombiana: La Voz Kids y un tercer lugar en el Festival de la Leyenda Vallenata en la capital mundial del vallenato, Valledupar.
Este hijo ilustre de Montelibano nació con una estrella, y él, con su dedicación y disciplina, hace que cada día sea más resplandeciente. El pequeño gigante del acordeón, cuando se sube a una tarima, se transforma en todo un hombre. Su seguridad, destreza, precisión, firmeza, alegría y carisma al ejecutar su acordeón y la vocalización con la que entona un clásico repertorio vallenato, hacen que sus seguidores crezcan y queden seducidos por este artista en ciernes.
A pesar de que los reconocimientos han llegado de manera prematura ha sido bien llevado y orientado por sus padres y su vida infantil sigue como la de cualquier niño de su edad, comparte y juega con sus amiguitos de barrio y del colegio CESUM en su terruño en el que cursa sexto grado, donde se ha convertido en un alumno muy popular y orgullo de esa institución educativa.
La música es arte, lenguaje y una experiencia estética que provocó en Nehemías Camaño Canchila un aumento en su capacidad memorística, de atención y concentración, pero sobre todo con su acordeón viene desarrollando creatividad, habilidades cognitivas y sociales que, de seguro, serán claves para alcanzar el éxito donde muy pronto lo veremos a la altura de los grandes exponentes de la música vallenata.
Ramiro Elías Álvarez Mercado
Sobre el autor
Ramiro Elías Álvarez Mercado
Una copa de folclor
Nacido en Planeta Rica, Córdoba, el 14 de octubre de 1974, radicado en Bogotá hace casi tres décadas. Amante de la lectura, los deportes, la escritura, investigador nato de las tradiciones, costumbres, cultura, música, folclor y gastronomía del Caribe colombiano.
Estudió coctelería, bar, etiqueta y protocolo con dos diplomados en vinos y certificación de sommelier, campo profesional en el que tiene más de 20 años de experiencia.
Escribe de manera empírica, sobre fútbol y otros deportes, vinos y todo lo relacionado con el tema, así como publicaciones en distintos medios sobre cultores de la música vallenata y de otras expresiones musicales que se dan en el Caribe colombiano. Sus escritos han sido publicados en distintos medios virtuales.
Desde temprana edad le ha gustado escribir, sin embargo, fue en Bogotá, muy lejos de su terruño, que se le despertó ese deseo incesante de recrear las semblanzas de personajes que han hecho un aporte significativo al vallenato y otras expresiones musicales de la Costa Atlántica de Colombia.
3 Comentarios
Excelente Rami, que tú pluma siga siendo más exitosa cada día, bendiciones.
Que el camino le brille a este muchachito, y ojalá toda esa enseñanza musical que va recogiendo en el camino sirva para ser uno de los que preserva la autenticidad de este bello folclor vallenato ....a usted compadrito , un abrazo y bendiciones por tan maravilloso escrito ????????
Sr,Ramiro Admirable aporte a Nuestro Folclore . Saludos y bendiciones..
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