Ocio y sociedad

La fiesta de 15 años que cautivó a Valledupar

Redacción

30/01/2013 - 12:15

 

Silvestre Dangond junto a Margarita RosaQuién tuviera esos quince años. Esos que Margarita Rosa cumplió en el Club Valledupar la noche del 26 de enero. Engalanada en un atuendo amarillo, color tan cálido como el cañaguate en flor, y en medio de tanta gente admiradora y emocionada.

La expectativa era enorme y había crecido con los rumores de las semanas anteriores. Todos ellos hablaban de afamados cantantes, de un público tan amplio como el que se encuentra en los conciertos organizados en pleno Festival Vallenato y de otros numerosos detalles de organización, pero pocos son los que lograron describir con exactitud la realidad de este acontecimiento sin comparaciones y el amor invertido en cada detalle.

Los quince años son un motivo de festejo desde hace mucho tiempo. La historia cuenta que es el momento en que las niñas pasan a ser mujeres y que, por ese motivo, los padres se desvelan para celebrarlo con bombos y platillos, y presentar a sus hijas a la sociedad de la mejor manera.

Más de un año llevaba Margarita González –la mamá de la cumpleañera–, dedicando toda su atención y su energía para convertir este evento en algo único. Desde el principio, abrazó el reto con la ilusión de una madre que quiere convertir lo imposible en algo real para que su hija pueda recordar con orgullo el increíble momento. Su objetivo era organizar algo tan especial como la fiesta de 15 años que le organizaron a ella y, cómo no podía ser de otro modo, el resultado fue de una magnitud estelar.

No faltaron los comentarios de los invitados que, temprano en la mañana del día siguiente, cuando los primeros rayos de sol acariciaban el salón de festividades, se dirigían hacia la salida con expresiones de asombro y recordaban los detalles más insospechados de una fiesta que superó las dimensiones acostumbradas.

“¡Fue la fiesta de la década!”, expresó una señora algo tocada por el licor mientras trataba de arreglar el vestido blanco ajustado que mandó a preparar para la ocasión. “No recuerdo nada comparable. Fue algo impresionante”, añadió a su lado una compañera antes de evocar el vago recuerdo de una boda celebrada en Cartagena de Indias hace veinte años. Era una fiesta que se asemejaba en el fondo, pero no en la forma.

La noche vallenata que aquí describimos brilló más por los detalles de la organización, los esmeros y las ganas de eternizar una edad simbólica, que por los comentarios de los invitados y el motivo es que grande parte de ellos se quedaron atónitos.

Con solo mencionar que en el parqueadero de la recepción se hallaba un grupo de bailarines que interpretaban una danza tradicional de la isla de Tahiti para acoger a los invitados, es un motivo para la sorpresa. Sin quererlo, el público se veía inmerso en un ambiente distinto, lleno de exquisitez, que iba progresando con cada paso y que demostraba que Margarita González lo había planeado todo escrupulosamente.

En el patio del Club Valledupar, el espacio concedido a la piscina había sido cubierto para acoger un número abrumador de mesas y sillas. En un principio se habló de quinientos invitados pero mientras avanzaba la noche se esbozó el número de setecientas personas.

El encanto de la música clásica acompañó los primeros minutos de la velada e hizo que cada uno de los comensales se acercara a las mesas adornadas con un paso lento y grácil, que recordaba las grandes recepciones de la capital y de otras ciudades europeas. Todos los asistentes en ese momento comprobaban que, más que una fiesta de celebración, esa noche era un festival de desvelos y perfecciones, de maravillas y sueños materializados.

Al decorador, Fernando Camargo, no le tembló la mano. Supo reflejar la elegancia y el buen gusto caribeño en cada mesa para transformar el instante en un espectáculo sin precedentes. Escogió el amarillo para reforzar el vestido de la quinceañera y, en medio de cada mesa, colocó una bailarina (el pez y no la mujer) para sustituir a las tradicionales flores.

Fue un acierto que no pasó desapercibido, al igual que la lista de cantantes y agrupaciones que siguieron. Pero primero, los papás hicieron su entrada oficial al lado de la joven quinceañera y, en lo alto del escenario, el señor Demetrio López recibió a todos con un caluroso discurso de bienvenida, felicitó emocionado a su hija quinceañera y resaltó la labor incansable de su esposa: “Gracias Margara por todo lo que has hecho y, como ustedes saben, todo lo que ella hace lo hace bien”.

Padre e hija abrieron el baile con una canción que ensalzaba el amor tan grande que les une y la nostalgia que sienten los padres al ver crecer a sus hijos. Luego, volaron los fuegos artificiales con un juego de luces digno del día nacional o de la Inmaculada Concepción. Los aplausos respondieron con entusiasmo a la trama espectacular y la música vino naturalmente con la excelencia de Los Barbaros quienes se encargaron de interpretar los temas tropicales más alegres de los últimos años, desde Marc Anthony hasta Sergio Vargas.

Lo mejor estaba por llegar con el anuncio de quien gobierna actualmente en los cielos de la música Vallenata: Silvestre Dangond. Su entrada fue más templada de lo habitual, adaptándose tal vez al ambiente familiar que supone una fiesta de quince años, sin embargo, su efecto fue el mismo de siempre: un arroyo musical descomunal.

En el escenario, la cumpleañera disfrutaba del concierto junto a su mamá. En la zona de baile, los jóvenes amigos de Margarita bailaban en pareja. Cerca de las mesas, los invitados se dejaban acompasar por los ritmos y, en los árboles que rodean el Club Valledupar, los que no pudieron entrar observaban hasta el último detalle del concierto.

Siguieron grandes agrupaciones como Dragón y Caballero –quienes alegraron el ambiente con su empatía–, y los tradicionales Kankuis, quienes interpretaron la música vallenata con el refinado sonido de la guitarra, pero por encima de todo, quedó marcado en el recuerdo de todos la imagen de Margarita Rosa y su mamá bailando hasta el alba, sin parar, sin suspirar, en la fiesta de quince años más impresionante de los últimos años en Valledupar.

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