Ocio y sociedad
¿Qué es Pedraza?

Pedraza, a pesar de que es una localidad de pocos habitantes, para quienes tuvimos el privilegio de nacer en este lugar es del tamaño del universo, porque allí convergen sentimientos, historias, vivencias, leyendas, cultura y otros argumentos que lo hacen inmenso.
Son estos argumentos los que impiden que se desate el cordón umbilical que nos ata a este lugar conformado por un puñado de casas a la orilla del río Magdalena. Ni la muerte lo logra, porque siempre seremos pedracero.
Es esa íntima e indisoluble relación la que nos mantiene dispuestos a volver a él, y cuando no lo hacemos físicamente, echamos mano de los recuerdos; entonces caminamos por sus calles y disfrutamos la estancia.
Pero no solo nos sucede a los nativos, sino también a los descendientes de pedraceros. Personas que nacieron en distintos lugares del país e incluso fuera de él, pero que han hecho de este pueblo un espacio geográfico y sentimental fijado en su memoria y en sus sentimientos. Además, se extiende a quienes como visitantes han logrado tejer entrañables relaciones con este lugar.
Uno de esos hijos de familia pedracera es Franklin Rojas Lozano, periodista cartagenero, quien creció en un hogar que, pese a la distancia, parecía ubicado en Pedraza, pues esta población y su gente eran temas fundamentales de conversación. Pero dejemos que sea Franklin quien nos cuente su relación con el pueblo de sus ancestros maternos Lozano, Hernández y Osorio.
“Recuerdo que cuando el Johnson arrimó a la orilla del río Magdalena, el niño que entonces yo era preguntó con un desencanto inocultable: ¿Este es Pedraza? Con el tiempo, esta frase se convirtió en un ícono familiar.
Después volví con mi madre a sus fiestas patronales. Al bajar del Johnson, sentí el fogonazo de los 40 grados, pero mi primo Óscar Osorio Argote, fiel a su reconocida hospitalidad, rápidamente hizo que me cobijara en las refrescantes alas de una cerveza Águila, extremadamente helada. Después, a caminar por el pueblo, por las mismas calles en las que vieron correr a pie pelados a mi madre y a mis tíos. ¡Qué emoción!
Puede que Pedraza no fuera como Cartagena, llena de inmensas casas, de calles alumbradas, de triciclos andantes. No era ni remotamente eso, pero nuestros abuelos, tíos y madre la hacían inmensa y llena de detalles, a través de la mención de personajes casi míticos, que una y otra vez cabían en nuestra imaginación, cual obra de teatro, cual tragicomedia.
Solía sentarme a los pies de mi abuelita a escucharle sus historias de niñez: de mamá, de Belén Polo, de Orosia Osorio, de tía Pablita, de tío Joselito, de Salvadorito. Y repetía sus nombres como si los conociera, ja, ja, ja. A veces de manera jocosa, otras con admiración. Eso sí, era música de la buena para mis oídos, y como las buenas canciones, las hacía repetir una y otra vez.
Mi mamá, Helenita Lozano, solía decir: "Yo conozco a gente que quiere a su pueblo, pero no hay comparación con los Pedraceros, barbaridad". Y sí, tenía un primo que se bajaba de un avión procedente de Nueva York, se acercaba a la troncal, cogía lo primero que pasaba y lo llevaba a Calamar y de ahí, con motetes y todo, directo para Pedraza.
Eso era mucho desespero por llegar a ver la procesión; claro, era 24 de enero. ¡Fiestas de San Pablo bendito! Venir de allá con 15 grados bajo cero (época de cruel invierno) a 39 en Pedraza… eso es querer a su tierra.
Hoy que Pedraza vuelve a mi memoria, pienso que es como el costurero de mi abuelita, pero no lleno de hilos, dedales, monedas y de cuanta cosa, sino repleto de historias, de cuentos con sus personajes... que las llevo en mi corazón.
Roberto Aníbal Molinares Sánchez es un escritor, artista plástico y diseñador gráfico venezolano, con raíces familiares pedraceras. En efecto, su padre, Ángel Horacio Molinares Castro, perteneció a este tronco cuyas ramas se extienden en familias presentes y no en Pedraza. Él partió de esa localidad hacia Venezuela, donde vivió atado a los recuerdos de su pueblo, al que nunca sacó de su memoria, de sus añoranzas, de sus conversaciones.
“Pedraza es un lugar lejano que existe en mi corazón”, dice Roberto. "Mis recuerdos sobre este lugar son nebulosos. Ha soplado mucha brisa desde que, siendo niño, estuve en él. Pero la nostalgia perdura hasta hoy. Mi mano acaricia la corriente del río Magdalena.
—Tengo unos seis o siete años y vamos surcando las aguas del gran río. Nos desplazamos en un bote que nos lleva al terruño de mi padre, el lugar donde constituyó su imaginario y fraguó su universo: el pueblo de San Pablo de Pedraza.
Casi todos los recuerdos de mi padre manan de este lugar. Él se encargó de traspasarnos sus andanzas con relatos repetidos que casi se convierten en nuestras propias vivencias. La frontera entre lo imaginado y el recuerdo se descosió, y ahora pervive fragmentado como la evocación de un sueño.
A orillas del Magdalena, mi padre aprendió a nadar entre babillas y caimanes.
Pedraza está llena de familiares y de personajes inverosímiles que protagonizaron las historias que amenizaron nuestra infancia.
Algún día quiero volver allí, a recoger con mis pupilas el atardecer que se ensaña contra el río, a caminar por sus calles, a palpar las casas antiguas con techos de palma, a evocar tiempos idos, a suspirar frente a la iglesia, a conectar con mi propia sangre, mi familia, y saldar la deuda del regreso que él nunca completó.
Un día mi padre salió del pueblo rompiendo el cerco que imponían las aguas del Magdalena sin saber que jamás regresaría. Se convirtió en un inmigrante, y con casi un centenar de años, dejó sus huesos regados en la loma de una montaña, muy lejos de San Pablo de Pedraza.
Estoy casi seguro de que mi padre dejó al pueblo sin atardeceres, pues en su maleta se llevó lo indispensable.
Soy hijo de un inmigrante, y no tengo escapatoria: he heredado sus nostalgias.
Uno de los visitantes que ha tejido lazos sentimentales con Pedraza es Clinton Ramírez, novelista, cuentista y profesor universitario, de origen cienaguero, y quien habita en Santa Marta. Lo dice admitiendo que la primera vez que lo visitó, en diciembre de 1988, se quiso devolver.
“Sucedió después de que desembarqué en su puerto. No había nadie en las calles de tierra. El pueblo estaba a oscuras. Dos horas más tarde, ya muy de noche, mi impresión cambió.
Me encantó ver a la gente conversar en sus puertas y a grupos de hombres jugando a la cucunubá: un juego que solo vi esa vez y cuyas imágenes mantuve vivas por años, hasta que, en una de las veces que regresé, le pedí a Álvaro Rojano que hiciera sacar una al patio de un negocio para tener el privilegio de jugar, como en efecto sucedió.
No solo jugué, sino que gané con una hermosa carambola que Jorge Elías Caro, mi adversario, atribuyó a la suerte y no a mi experticia de novato. Según afirmaron los testigos del match, nadie había ganado tan rápido de la manera en que lo hice.
Sin lugar a dudas, Pedraza es más, mucho más que sus calles, que su comida, sus dulces y sus bollos”.
Para otro hijo de pedraceros, César Aurelio Rojano Bolaño, médico veterinario zootecnista, además de investigador y escritor, Pedraza significa su conexión con el río Magdalena, la posibilidad de sentarse en su orilla y sentir la brisa y su olor. De ver el hermoso atardecer caer sobre los Montes de María.
“Además, simboliza la familia, la casa de los abuelos Rojano Osorio, el origen de mis padres. También la cocina criolla de mis tías Bolaño Santander. El sabor a bagre sudado, del bocachico frito, de las viejitas fritas. El desayuno acompañado con bollo de yuca o de limpio.
Pedraza es el caldo de cultivo perfecto para las historias más inverosímiles, pero no por eso menos ciertas. La vida cotidiana de un habitante promedio de este pueblo del Caribe colombiano se basa en relatar historias construidas como colchas, a partir de retazos y añadiduras. Allí se cuentan acciones exacerbadas, cargadas de adjetivos magnificados, cuentos de espantos ancestrales, mentiras hechas verdades y muchas verdades.
En esta localidad, la historia no es una sola. Aun cuando algunos relatos giran desde hace varios años en torno a los mismos acontecimientos, cada tanto se agrega una nueva visión, una nueva frase, un nuevo actor. Pareciera entonces que es una historia dinámica, donde lo que ya sucedió puede seguir cambiando, dependiendo de quién lo relata”.
Y para ti, ¿qué es Pedraza?
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
6 Comentarios
Hermosa crónica, cargada de emociones y pasión por ese lugar sagrado, lleno de historias y añoranzas. Gracias por incluir mi semblanza y mencionar a ese personaje inmenso, el hombre que se llevó a Presa en su corazón., mi padre Ángel Horacio Molinares Castro. He terminado de leer la crónica con los ojos anegados y la voz quebrada.
Alvarito que buen y excelente relato ideado por varios actores y escrito por ti que nos llevan a esos recuerdos de nuestra infancia a los que somos de pedraza y a los pueblerinos en general y que traen a nuestra memoria esas vivencias que extrañamos cuando estamos lejos de nuestro terruño
Una historia que siempre que la contamos, algo más le ponemos o le quitamos... El recuerdo no es lo que recordamos, sino lo que reconstruimos cada vez que lo evocamos. A veces se vuelve más dulce, otras más doloroso, pero siempre distinto. Porque la memoria no es un archivo perfecto, sino un espejo empañado por el tiempo y las emociones. Recordamos con el corazón más que con la mente, y es por eso que los detalles cambian, porque cambiamos nosotros. Pero quizás eso es lo hermoso de recordar: que volvemos a vivir lo vivido, aunque sea con pinceladas nuevas, aunque lo que fue se mezcle con lo que deseamos que hubiera sido.
Este artículo será un clásico en su género. No tengo dudas de que está concebido desde una inteligencia sensible a los pequeños gestos. Me doy cuenta de algo: Soy de Pedraza: un punto móvil de su historia. Un abrazo.
Una historia que siempre que la contamos, algo más le ponemos o le quitamos... El recuerdo no es lo que recordamos, sino lo que reconstruimos cada vez que lo evocamos. A veces se vuelve más dulce, otras más doloroso, pero siempre distinto. Porque la memoria no es un archivo perfecto, sino un espejo empañado por el tiempo y las emociones. Recordamos con el corazón más que con la mente, y es por eso que los detalles cambian, porque cambiamos nosotros. Pero quizás eso es lo hermoso de recordar: que volvemos a vivir lo vivido, aunque sea con pinceladas nuevas, aunque lo que fue se mezcle con lo que deseamos que hubiera sido.
Amigo Alvaro tus escritos siempre que los leemos nos llevan como si viviéramos realmente ese preciso momento, es cómo disfrutar una deliciosa comida de la cual uno no quiere terminar. Gracias por regalarnos memoria!!✌️
Le puede interesar

El sueño pedal a pedal
Compré una bicicleta por un sueño personal. Un día, cuando esté muy vieja, y cuando no pueda caminar más, estará en mi garaje...

El Festival Vallenato, respaldado por el Concejo de Valledupar
El presidente del Concejo Municipal de Valledupar, Carlos Andrés Cotes Maya, se reunió con directivos de la Fundación Festival de la...

Un sanfernandero de pequeñas cosas a lo grande
Hace mucho tiempo vengo escuchando noticias suyas y ya no me sorprende. Y lo mejor de él es que hace las cosas porque le sale del cora...

La isla de Puerto Rico, gran invitada del Festival Vallenato
La noche del 28 de abril fue la noche más internacional del 45 Festival vallenato. Agrupaciones de renombre mundial fueron el centro d...

La Fiesta de la Música vuelve con fuerza
El 21 de junio ya no es un día cualquiera. La Fiesta de la Música se ha encargado de convertirlo en un día de salida, un día para c...