Ocio y sociedad
Orgasmo femenino: el derecho al goce que aún incomoda

El placer femenino sigue siendo una frontera incómoda para muchas sociedades. A pesar de los avances en materia de derechos sexuales y reproductivos, el goce de las mujeres —particularmente el orgasmo— continúa siendo objeto de silencios, tabúes y estigmas. Hablar del orgasmo femenino no es simplemente hablar de sexo: es hablar de libertad, de autonomía, de salud y de poder. Es poner en el centro del debate una verdad fundamental: el placer también es un derecho, y como tal, debe ser reconocido, defendido y celebrado.
Una fecha que nace entre ironía y política
El Día Internacional del Orgasmo Femenino, celebrado cada 8 de agosto, nació en Brasil en 2006, gracias a una iniciativa que mezcla lo anecdótico con lo profundamente político. José Arimatéia Dantas Lacerda, concejal del pequeño municipio de Esperantina, en el estado de Piauí, propuso esta fecha como una forma de compensar simbólicamente a su esposa por una supuesta “deuda orgásmica”. Lo que pudo parecer una anécdota excéntrica —o incluso una burla para algunas— fue tomando forma en un acto de visibilidad: poner el orgasmo femenino en la agenda pública.
Con el paso del tiempo, activistas feministas, sexólogas, educadoras sexuales y colectivas de mujeres resignificaron esta fecha como una oportunidad para abrir conversaciones urgentes sobre el derecho al placer, la educación sexual integral, y la necesidad de despatriarcalizar los cuerpos y los vínculos. Así, el 8 de agosto dejó de ser una simple curiosidad para convertirse en un día de lucha, reflexión y afirmación del derecho de las mujeres a sentir, a desear y a disfrutar.
El orgasmo como derecho (y no como deuda)
Desde una mirada feminista, el orgasmo femenino no debe entenderse como una “recompensa” ni como una concesión que alguien más otorga. Tampoco como un objetivo obligado. El orgasmo es, ante todo, un derecho sexual que forma parte integral de la salud, el bienestar y la dignidad de las mujeres. Reconocerlo como tal es romper con siglos de negación, represión y medicalización del cuerpo femenino.
Durante mucho tiempo, el placer de las mujeres ha sido invisibilizado o patologizado. La historia está plagada de ejemplos: desde la histeria femenina tratada con vibradores en consultorios médicos del siglo XIX, hasta la mutilación genital femenina en muchas regiones del mundo, que persiste como una forma brutal de control del cuerpo y el deseo. En pleno siglo XXI, el acceso desigual al placer sigue reflejando las profundas asimetrías de género.
El silencio como herramienta de control
Hablar de orgasmo femenino incomoda porque desestabiliza. Durante siglos, el patriarcado ha operado sobre el cuerpo de las mujeres como un territorio a colonizar, regular y disciplinar. La sexualidad femenina ha sido construida en función del deseo masculino, de la reproducción o del pecado. En ese marco, el goce autónomo —es decir, el que no depende de otros ni se justifica por la maternidad o el amor romántico— es un acto radical.
Las mujeres aprendemos, desde muy jóvenes, a callar lo que sentimos, a minimizar lo que deseamos, a desconectarnos de nuestros cuerpos. A muchas nunca se nos enseñó el nombre de nuestro clítoris —el único órgano humano diseñado exclusivamente para el placer—. Las estadísticas muestran que aún existe una enorme brecha orgásmica: mientras la mayoría de los hombres heterosexuales alcanza el orgasmo durante el sexo, un gran porcentaje de mujeres no lo hace. No por incapacidad biológica, sino por desinformación, falta de comunicación o dinámicas sexuales centradas únicamente en el placer masculino.
Educación sexual para el placer, no solo para la prevención
Una de las deudas más importantes en este campo es la educación sexual integral con enfoque de derechos. En muchas partes del mundo —incluidos países de América Latina— hablar de placer en las escuelas sigue siendo un tabú. Se reduce la educación sexual a advertencias sobre enfermedades o embarazos, dejando fuera dimensiones fundamentales como el consentimiento, el deseo, la diversidad o el respeto por el propio cuerpo.
La educación sexual debe empoderar a las niñas, adolescentes y mujeres para conocer sus cuerpos, tomar decisiones informadas y ejercer sus derechos sin culpa ni miedo. Hablar de placer en estos espacios no es fomentar la sexualización, como muchos sectores conservadores argumentan; es precisamente lo contrario: es dar herramientas para vivir una sexualidad libre, responsable y segura.
El goce como forma de resistencia
Reivindicar el orgasmo femenino no es un acto banal. En un mundo que nos quiere sumisas, desconectadas, avergonzadas de nuestro deseo, el placer se convierte en una forma de resistencia. El goce no solo es un fin en sí mismo, sino una afirmación poderosa del derecho a existir con plenitud.
Las mujeres —y especialmente las mujeres racializadas, empobrecidas, lesbianas, migrantes, sobrevivientes de violencia— merecen experimentar placer como parte de una vida digna. No podemos hablar de justicia sexual sin hablar de las múltiples desigualdades que atraviesan los cuerpos y que hacen que ese derecho siga siendo un privilegio para algunas y una negación para muchas.
Despatriarcalizar el deseo
También es urgente hablar de cómo el patriarcado ha moldeado nuestros deseos. ¿A quién deseamos? ¿Cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo y con el de otras personas? ¿Qué imaginarios reproducimos cuando pensamos en sexo, orgasmo o intimidad?
Despatriarcalizar el deseo implica cuestionar las narrativas hegemónicas sobre el placer, romper con los mitos del porno mainstream, dejar de medir el “éxito” sexual por el orgasmo penetrativo, y aprender nuevas formas de habitar el cuerpo, el vínculo y la intimidad. El orgasmo no es el final obligatorio del encuentro sexual, pero sí es una dimensión legítima del derecho a sentir y a disfrutar.
Que el placer no incomode, que incomode su negación
Este 8 de agosto, cuando celebremos el Día Internacional del Orgasmo Femenino, que no se trate solo de risas incómodas o publicaciones curiosas en redes sociales. Que sea una oportunidad para abrir conversaciones necesarias, para exigir políticas públicas en salud y educación sexual, para derribar los tabúes que siguen pesando sobre nuestros cuerpos.
El orgasmo femenino no debería ser un privilegio ni un misterio. Debería ser parte del horizonte de derechos de todas las mujeres, sin importar su edad, identidad, orientación sexual o condición social. Porque el placer también es un territorio de lucha. Y como todo derecho, su defensa empieza por nombrarlo, desearlo y reivindicarlo.
¡El placer también es político: hablemos del orgasmo femenino!
Beatriz Ramírez David
Sobre el autor

Beatriz Ramírez David
Mundo en femenino
Consultora en temas de Mujer y Género, facilitadora social y comunitaria, conferencista, online speaker y escritora. Embajadora de mujeres liderando América Latina y Global Ambassador NERDS RULE INC. Página web: https://beatrizramirezdavid.wordpress.com/
2 Comentarios
pertinente columna, resistencia también es hablar de lo que incómoda.
Interesante aporte !!
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