Ocio y sociedad
La luna llena y la Semana Santa: inseparables compañeras de la fe
La fecha de la Semana Santa varía cada año, no es ninguna novedad. Cada año nos preguntamos cuánto se adelantará o atrasará en el calendario.
La variación de esta fecha se debe a motivos históricos, religiosos y también astronómicos. En realidad, lo único seguro es que, llegada la primavera (el 21 de marzo), la Pascua se celebrará el primer domingo tras la luna llena.
Esta regla nos ayuda a deducir y anticipar la fecha de la Semana Santa, sin embargo esconde un largo proceso de cambios, evoluciones y acuerdos dentro de la Iglesia Católica.
Durante muchos siglos, la fecha fluctuó debido a las diferencias de criterio que existía dentro de la Iglesia. Diversos grupos influyentes fijaban o alteraban la fecha en función de la lectura e interpretación que hacían de la Palabra Santa.
Si nos fijamos por ejemplo en el calendario vigente en el mundo occidental, basado en la liturgia cristiana, comprobamos que la última cena se celebra el jueves santo. Según los cuatro evangelios, fue ese día que los apóstoles celebraron con su Maestro la “Pascua Judía”, conmemorando el éxodo de los israelitas de Egipto, conducidos por Moisés a través del mar Rojo.
En la religión judaica, los hebreos deben renovar cada año esta celebración el día 15 del mes de Nisan, que empieza con la primera luna nueva de la primavera, es decir, el primer plenilunio de primavera, con independencia del día de la semana.
El cristianismo, a través de los siglos, fue unificando la fecha de su pascua. No sin diferencias entre sus iglesias, porque en Asia Menor hasta el siglo V los cuartodecimanos mantuvieron la coincidencia exacta de fecha con los judíos.
Roma paulatinamente impuso que la Pascua fuese en domingo y, además, el progreso en astronomía detectó el movimiento de precesión, con el consiguiente retraso de 50 segundos por año en la entrada de los equinoccios.
El cómputo judío se guiaba por la constelación de Aries, adelantándose la fecha sin esperar a la observación del equinoccio (misma duración del día y de la noche). Así pues, al inicio del siglo IV, existía en la Iglesia católica “Protopasquistas” (o discípulos de la primera pascua), que prescindían del equinoccio y seguían el cálculo judío, y “Equinoccialistas”. Sin embargo, incluso dentro de estos últimos existía una división: los romanos tomaban referencia del equinoccio el 18 de marzo y los alejandrinos el 21.
El concilio de Arlés del año 314 ordenó en su primer canon que la Pascua se celebrase en todas partes el mismo día, pero hubo que esperar hasta el Concilio de Nicea (Francia actual), en el año 325, para solventar la cuestión y decidir que la Pascua de Resurreción se celebrara el domingo después de la primera luna llena que sigue el equinoccio de primavera.
Así pues, podemos decir que la Semana Santa, a diferencia del calendario anual, se rige por la luna. Viernes Santo es el primer viernes posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera.
En otras palabras, la Semana Santa nunca se celebrará antes del 21 de marzo ni después del 23 de abril.
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