Ocio y sociedad
“La educación es el camino para reestructurar prejuicios”
Detrás de las siglas LGBTI existe una realidad y una comunidad. No se trata de un movimiento ni de una plataforma organizada de manera institucional, sino de personas y afinidades sexuales que buscan un reconocimiento, una aceptación, o simplemente escapar a la estigmatización.
La III Marcha que aconteció en Valledupar el domingo 30 de junio (al mismo tiempo que el resto de las marchas nacionales) evidenció algunas de las problemáticas citadas anteriormente, sin embargo, todas ellas quedan por debatir y entender.
Con ese fin, entrevistamos a Johanna Redondo, la representante de la Fundación Matices, organización que promueve el evento en Valledupar (además de realizar otras actividades destacadas a nivel regional).
El pasado 30 de junio se organizó en Valledupar la III Marcha de la comunidad LGBTI, ¿Cuáles eran los objetivos de esa marcha?
La marcha por el reconocimiento pleno de la ciudadanía de personas LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgeneristas e intersexuales) es una de las actividades que anualmente realiza Fundación Matices. Todas con el propósito de transformar los imaginarios negativos que existen hacia las personas que tienen una orientación sexual distinta a la mayoritaria. La marcha es la actividad más conocida, aplaudida y cuestionada. Su principal objetivo es visibilizar la diversidad sexual presente en la sociedad vallenata, la homofobia de la que es víctima y la falta de garantías para el ejercicio pleno de sus derechos.
¿Considera que la marcha respondió a las expectativas?
Depende de qué expectativas se consideren. No mencionaré las de la comunidad LGBTI porque resulta pretencioso hablar por un grupo tan heterogéneo y diverso. El evento respondió medianamente a mis expectativas. Si bien se marchó y se visibilizó el tema, la asistencia no fue tan nutrida como en años anteriores. Muchas variables incidieron, entre ellas: el año anterior Valledupar contaba con tres espacios de homosocialización, donde se reunían personas LGBTI, hoy sólo cuenta con uno; quizás la elección de la fecha fue poco estratégica por tratarse de un puente; se hizo menos énfasis al momento de convocar en los municipios y otros factores que tendrán que considerarse cuando se haga la respectiva evaluación.
¿Siente que ha habido una evolución en lo que se refiere a la acogida del evento desde el año pasado?
Considero que se ha ganado visibilidad, el evento ya es reconocido en la ciudad y no sólo por personas LGBTI. Fue significativa la mención en los medios, insuficiente pero significativa si la comparamos con años anteriores. Incluso, cuando hacen un abordaje negativo, brindan la posibilidad de generar contra-discursos. Eso siempre será mejor que el silencio.
Valledupar se caracteriza por ser una ciudad conservadora donde los espacios de diálogo sobre los asuntos de sexualidad son todavía escasos. ¿Cuáles son las dificultades a la hora de organizar un evento como éste?
Justo hace poco me quejaba de ser víctima de homofobia, cosa que en menor medida había experimentado anteriormente. En los ejercicios de capacitación a funcionarios, fuerza pública, estudiantes, líderes comunitarios, entre otros, encontré reacciones violentas. Discursos motivados por el odio que atacaban al interlocutor, en este caso a mí, porque me atribuían una orientación sexual no hegemónica, me asumían parte del grupo LGBTI. No se trata de que tan cierta sea esa hipótesis o no, mi orientación sexual resulta irrelevante, sino de los propósitos con los que se asume. Primero, de esa manera se tiene un objeto directo para canalizar el odio o la homofobia y segundo, se pretende quitarle legitimidad al discurso de quien habla. Algo como: “defiende a los gays porque es gay” o incluso han llegado a preguntar por mis creencias espirituales, también como manera de restar legitimidad.
A nivel nacional se hablaba de una marcha del Orgullo gay, mientras que en Valledupar era un encuentro que ponía en adelante la diversidad. ¿Fue una intención de los organizadores?
Hablar de orgullo gay, excluye a lesbianas, bisexuales, trans e intersexuales. Por eso, es preferible LGBTI. Cada organización decide donde coloca el acento, nosotros lo hicimos en el reconocimiento pleno de la ciudadanía y en visibilizar la homofobia.
En Bogotá se planteó este año –como debate- la posibilidad de permitir el matrimonio homosexual. ¿Cree que estamos cerca de esa posibilidad en Colombia?
La Corte Constitucional se pronunció positivamente, ahora la cuestión es de nominación. Porque el llamarlo de otra manera, como pretenden algunos sectores, lleva a que el reconocimiento no sea pleno y tiene cierto tinte estigmatizante. El asunto va un poco más allá, sin desconocer la importancia de las leyes, no hay que olvidar que la cultura y los imaginarios no cambian automáticamente y que parte de la sociedad colombiana es homofóbica. Lo que significa que es necesario abonar el terreno para cuando las familias homoparentales empiecen a visibilizarse.
¿El mismo debate podría darse en Valledupar?
Debe darse y es lo que pretende Matices. De hecho, el pasado 17 de mayo propiciamos un espacio en la UPC para la discusión del tema. Curiosamente quienes asistieron fueron mayoritariamente LGBTI, lo que es fabuloso pero no es la idea. ¿Quiénes deseamos que asistan? Docentes que se oponen abiertamente en sus clases, funcionarios que han manifestado desacuerdo, heterosexuales y comunidad en general. La idea es abrir espacios para el dialogo y la sana discusión, no reunir a un puñado de personas que lo aprueban.
En Estados Unidos la comunidad LGTBI acaba de conseguir el reconocimiento del matrimonio homosexual. ¿Eso influye de algún modo en la lucha de la comunidad LGTBI en Colombia?
En nuestro entorno globalizado, claro que influye. Además de que permanece un marcado Eurocentrismo (entiéndase por Europeo no solo a la misma Europa sino también a neo-europeos, del continente americano, Australia y demás lugares) que lleva a que inevitablemente estos países sean referentes en temas de derechos humanos, analizar sus procesos nos ayuda a entender cómo fortalecer los nuestros sin obviar contextos. También es motivante para activistas y defensores de derechos humanos, ver cómo se materializan las luchas. En esa medida influye, pero cada quien hace su tarea, así que toca buscar nuestros propios mecanismos para que se hagan efectivos esos mismos derechos.
¿Cómo llegó a implicarse en esta lucha que lidera Fundación Matices?
Matices no es el único proceso social de mi interés, pero sí por el que se me conoce. De hecho mi formación académica la he orientado enteramente hacia lo social. Digamos que, un marcado sentido de equidad me trajo a Matices y me he sentido cómoda en la organización. Ahora, me inquieta mucho la manera fragmentada en la que se encuentran los “movimientos” sociales en la ciudad. Las mujeres que hacen activismo, creen que lo de ellas son las cosas de mujeres; los estudiantes de la UPC creen que sus asuntos son los de educación y los LGBTI consideran que lo de ellos es la lucha contra la homofobia. Nada estratégico verlo así e incluso un poco mezquino. En la medida que exista una articulación y un interés por otros/as, las luchas tendrán real impacto.
¿Cuáles son las actividades que organiza la Fundación Matices además de esta marcha anual?
Nuestra apuesta es por lo académico, por lo pedagógico. Considero que la educación es el camino para reestructurar prejuicios. Así que las actividades de Matices apuntan hacia allá. Entrenamiento al sector salud en servicios afirmativos para personas LGBTI, que no es más que enfoque diferencial. Capacitaciones a miembros de la fuerza pública, a instituciones educativas y todos los actores sociales a los que podamos llegar. Además de foros, seminarios, congresos y otros.
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