Ocio y sociedad

Vivencias y recuerdos en los 90 años del Banco de la República

Redacción

31/07/2013 - 12:00

 

Victor Contreras y Silvio González Noventa años no se celebran todos los días. En realidad, sólo se celebran una sola vez, aunque en el caso del Banco de la República es distinto.

Durante una semana, la agencia cultural de Valledupar se permitió el lujo de invitar a artistas de toda la geografía nacional, como el Ensamble Alfabeto o el guitarrista clásico Sergio Santiago, pero también de organizar algunas tertulias con las que pudimos conocer los tiempos en que todo iniciaba (en Valledupar fue en el año 1970).

Este último aspecto es el que queremos resaltar. Las vivencias y experiencias de algunos trabajadores ya jubilados del banco nos permiten retroceder en el tiempo y entender la evolución de la ciudad de Valledupar, sus transformaciones así como las migraciones de muchas personas que hoy la componen.

Silvio González es un sincelejano de nacimiento que se trasladó a Valledupar después de haber empezado a trabajar en el Banco de la República de Sincelejos. Es ahora el pensionado de mayor edad, el que puede hablar con más autoridad de todos los cambios que ha conocido la institución.

Ingresó en el banco de Sincelejos en 1957, después de trabajar de mensajero. Con jocosidad, recuerda que la mujer que le conquistó ya laboraba ahí antes de que él entrara. Sin embargo, es imposible olvidar las reglas estrictas de la institución: ningún romance o matrimonio era permitido entre los empleados, por lo que Silvio siempre tuvo que disimular su paulatino enamoramiento con la mujer de su vida. “Estaba prohibido meterse en la caja de otros –expresó Silvio–, pero yo me metía a escondidas a ayudarla”.

Entró ganando poco más de 90 pesos, menos que el mínimo de la época, pero lo que más destaca Silvio en ese inicio es la severidad de la dirección. “El gerente me dijo, si faltas un minuto, te echo”, explica el pensionado y, al instante, añade un comentario alentador que siempre le acompañó en su vida profesional: “El gerente me dijo: Ojalá que tengas una meta, quien camina en la dirección de sus sueños ve coronada su ambición”.

Cuarenta y tres años después de su inicio en Valledupar, Silvio recuerda el traslado de Cinco Esquinas a la esquina de la Novena y, ante un papel redactado por él mismo, enumera los nombres de quienes desfilaron y dieron vida a la institución.

Entre esas personas aparece el de Victor Contreras, otro pensionado que inició sus labores en el Banco de la República de Valledupar en el año 1974. En esa misma tertulia, Victor recorrió los tiempos en que llegaba de Cúcuta –la ciudad que lo vio nacer– para empezar a trabajar. “Me hicieron los exámenes. No tenía ningún conocimiento, pero firmé contrato y enseguida me fui de vacaciones –explica Victor y enseguida añade–: Al volver me pegaron una tremenda vacíada”.

Entró como auxiliar de investigación y con sus 1500 pesos mensuales, Victor vivía sobradamente en el centro de Valledupar, en el edificio Santo Domingo. La comodidad era notable y, sin embargo, a los tres meses le subieron el suelo (una anécdota que Victor recuerda con extrañeza).

Cuando conoció a su mujer en el Banco de la República, la amistad fue convirtiéndose en algo más. Al poco tiempo tuvieron que ponerse de acuerdo y decidieron que Miriam (la esposa) saliera porque llevaba menos tiempo. El gerente del banco la ayudó para que encontrara trabajo en el banco ganadero.

Tras compartir sus experiencias, los invitados comentaron algunas fotos tomadas en grupo. Fue otra ocasión para recordar anécdotas llenas de humor. Del robo más grande de la historia de Colombia (sucedido en el año 1994), muy poco se dijo y es que, como pudo subrayarlo el director de los pensionados del Banco (Melquiades Salas), “es un recuerdo doloroso”.

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Albert Einstein: brevísima semblanza de un hombre de genio

Albert Einstein: brevísima semblanza de un hombre de genio

  La primera infancia de Albert Einstein transcurre en Alemania y, para quien sostenga que “infancia es destino”, vale la pena an...

Parientes olvidados en los laberintos de la guerra

Parientes olvidados en los laberintos de la guerra

Iba atado por el cuello con una cuerda, halada por otro hombre que lo llevaba “como a una mascota”. Iba demacrado, dejando a su p...

Vivencias y recuerdos en los 90 años del Banco de la República

Vivencias y recuerdos en los 90 años del Banco de la República

Noventa años no se celebran todos los días. En realidad, sólo se celebran una sola vez, aunque en el caso del Banco de la República...

Milton y Miguel Calero: de arco a arco

Milton y Miguel Calero: de arco a arco

Hace unos años a toda la familia del fútbol llegó la noticia sobre la muerte de un grande, de un show, de un cóndor, de Miguel Ca...

Cómo verificar y consultar el estado del RUT por cédula

Cómo verificar y consultar el estado del RUT por cédula

  Internet ha llegado para resolver problemas y acelerar los trámites administrativos. Hoy, más que nunca, tras el impacto de una p...

Lo más leído

Diomedes Díaz: las dos caras de un artista

Félix Molina Flórez | Música y folclor

Máximo Movil: el talentoso campesino de la “Mujer conforme”

Eddie José Dániels García | Música y folclor

El tabaco: una historia americana

María Solórzano | Historia

Mitos y estereotipos acerca de los hijos únicos

Mónica Fernández | Bienestar

Yo sí voy a mi Patillal

Fabio Fernando Meza | Opinión

De tamboras, ortofónicas y picós

Diógenes Armando Pino Ávila | Música y folclor

La tiendecita que Diomedes Díaz le regaló a su hermano Elver

Juan Rincón Vanegas | Música y folclor

Escritores guamaleros en la vallenatología

Luis Carlos Ramirez Lascarro | Música y folclor

Yo soy Pedro de Heredia

Gustavo A. Carreño Jiménez | Opinión

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados