Ocio y sociedad

La amistad no es lo que era

Erik Montalbán

13/09/2013 - 11:20

 

Por muy sociables que seamos, lo más habitual es que nuestro círculo íntimo de amistades no supere una decena de amigos. No obstante, la situación cambia radicalmente cuando se trata de nuestro álter ego virtual, mucho más amistoso, amigable y accesible. No en vano, cada internauta tiene 143 amigos de media en las redes sociales, donde la amistad cobra un nuevo sentido, más frívolo y distante.

La popularización de estas plataformas ha transformado no sólo las comunicaciones, sino también la forma de relacionarnos. Nada tiene que ver con la forma de hacer amigos de las generaciones «no digitales»: cuantos más amigos, mejor. Aunque estén al otro lado del computador. Aunque para la Real Academia Española el concepto de amistad «nace y se fortalece con el trato», es raro la persona que no tiene algún «amigo» agregado en las redes sociales con el que apenas tiene relación o al que ni siquiera conoce en persona.

Facebook, la más popular de estas plataformas –con cerca de 1.000 millones de usuarios–, se ha convertido en un fenómeno de proporciones bíblicas. La creación de Mark Zuckerberg es para muchos un mero coleccionador de amigos. «Se devalúa el concepto de amistad. Es una competición por ver quién tiene más amigos en las redes sociales», señala la psicóloga Isabel Menéndez Benavente. «No es raro ver gente con miles de amigos, que no lo son realmente, pues no los conocen. Tanto jóvenes como adultos coleccionan amigos, y cuantos más tengan, más populares se sienten». 

«Enganchados» a internet

En nuestro país, pocos son los que escapan al abrazo de las redes sociales, ya sea Facebook, Twitter o MySpace. Así, nueve de cada diez tiene un perfil creado en alguna de ellas. Según un reciente estudio de Sondea, casi la mitad de los usuarios reconoce estar «enganchado» a internet y cuatro de cada diez permanece conectado entre cuatro y diez horas diarias, sobre todo, a las redes sociales. «El conflicto aparece cuando perdemos la comunicación personal, cara a cara», afirma Bartolomé Pérez, psiquiatra. Y eso está sucediendo ya.

De hecho, uno de cada cuatro internautas que se conectan a las redes sociales reconoce que tiene más relación con sus amigos a través del computador que en persona. Esto puede dar lugar a una falsa sensación de cercanía. En este sentido, uno de cada tres cree sentirse más unido a sus amistades y familiares desde que usa estas redes. «No podemos dejar de lado el contacto con las personas», señala Juanma Romero, fundador de la plataforma Adicciones Digitales.

«Empiezas a contar tu vida y a interactuar con desconocidos y te aíslas de los verdaderos amigos», apunta Menéndez Benavente. Para la psicóloga, el motivo es nuestro ajetreado estilo de vida. «La falta de tiempo y la búsqueda del anonimato conducen a refugiarse en las redes sociales, perdiendo las verdaderas amistades». No obstante, advierte de que hay aspectos positivos, como contactar con antiguos amigos o compañeros. «El problema está en el abuso, sobre todo con los smartphones», concluye.

Pero el conflicto no reside únicamente en la despersonalización. El control sobre nuestra intimidad se vuelve más difícil cuantos más amigos de «poca confianza» tenemos en internet. «Toda actividad on-line contribuye a forjar la reputación virtual de una persona, avisa Microsoft en un estudio. No obstante, menos de la mitad de los internautas sabe que su actividad en la red puede influir a largo plazo en su reputación on-line. Además, los datos que incluimos en los perfiles de las redes sociales también pueden viajar por la red sin apenas control. «Los datos personales son el petróleo del siglo XXI», afirma Stefan Gross-Selbeck, presidente de Xing, una importante red social para profesionales. Las empresas recolectan montañas de información en internet y la emplean para su propio beneficio. «El peligro más grave somos nosotros mismos, los "pequeños hermanos" que formamos parte del "Gran Hermano" del siglo XXI», sentencia Andrew Keen, experto en nuevas tecnologías.

 

Erick Montalbán

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