Ocio y sociedad
El Panao: “Aprendí que la pena no sirve de nada”
Su nombre es Naúl de Jesús Ramírez Lúquez, pero pocos lo conocen como tal. “Panao” es el apelativo que lo identifica en la calle.
Él es el hombre que da vida a las calles de Valledupar, el que arma un espectáculo –o un escándalo– para acompañar la venta de su producto estrella: el pan vallenato. Su célebre frase “Pan, pan, pan” va asociada a una multitud de imágenes que incluyen el manto amarillo con el cual siempre logra asustar a algún desprevenido.
¡Ése es Panao! No sólo el que vende pan de manera singular. Él es el hombre de corazón siempre dispuesto a apoyar lo que considera ‘una causa justa’. Es quién aparece en la plaza Alfonso López de Valledupar vestido de ‘loco’ y otro día con cualquier atuendo estrafalario.
¿De dónde nació el nombre ‘Panao’?
De vender pan. Pero soy ‘Panao Vallenato’ porque me enteré de que hay una región, no sé en qué parte del mundo, que se llama ‘Panao’. Así que yo dije ‘Panao, no pueden haber dos. Así que soy Panao Vallenato’.
¿Y desde hace cuánto es Panao Vallenato?
Desde el año 1997. En esa época empecé vendiendo pan de otras panaderías. Luego monté mi propio negocio.
¿Actualmente sigue gritando ‘pan, pan, pan’? ¿Sigue vendiendo?
Pues claro. Debo vender pan pa´ poder mantenerme y pa´ eso debo salir a gritar ‘Sí haaaaay el pan, pan, pan. El pan vallenato, el pan que se ve como en cualquier panadería por el tamaño y el color, más nunca por su sabor. Usted sabe que este pan se consigue únicamente aquí en el Valle en el barrio Cañahuate’. (Cada palabra la dice con una velocidad que envidiaría un narrador de fútbol).
¿Por qué tanto amor al Cañahuate?
Imagináte –con un acento notable en la letra a– que al principio del negocio la gente que venía de Ocaña –Norte de Santander– decía “no, ese no es el pan de mi tierra” y ya me tenían aburrio´ hasta que un día una señora me salió con eso y le respondí “vea doña, usted tiene toda la razón, este pan es vallenato y pa´ acabar de rematar es hecho aquí en el Cañahuate, un barrio de la ciudad, los panes los hacemos con raíces de Cañahuate, con cáscara de Cañahuate, con flor de Cañahuate, los hace una Cañahuatera bajo una madera de puro Cañahuate”.
¿Por qué su afán de disfrazarse? Lo vemos con diferentes atuendos…
Todo comenzó en una temporada de carnaval. Mi compañera sentimental, para hacer un disfraz, cortó unos pantalones, y yo para superar su idea cogí un pantalón y lo corté también, agarré una camisa y le corté una manga y pa´ completar el disfraz me moché la mitad del cabello y la mitad de la barba. El disfraz lo llamé ‘el medio medio’ porque la gente cuando me veía me decía ‘loco’ y yo respondía “respete, medio loco que es distinto”. Desde entonces nació la idea de los disfraces. Dependiendo de la época, me disfrazo.
¿Le pagan por disfrazarse, por cada bulla qué hace?
Nadie me paga. Yo perdí en la muerte a un hijo de 12 años. Ante mi dolor le pedí cacao a Dios y él me proporcionó paz, entonces comprendí que mi tarea es dar no recibir. A mí ningún hombre me ningunea por plata.
Panao, hay muchas formas de decir las cosas, usted escogió decirlas gritando, ¿por qué?
Es que, si tuviera plata para pagar quien me amplificara lo hiciera, pero yo no tengo plata. Lo que tengo es garganta y por eso grito y por un buen propósito gritaré cuantas veces sea necesario.
Usted nos comentó que muchas personas lo llaman ‘loco’ cuando lo ven disfrazado por alguna causa social, ¿le afecta en algo que lo traten de esa manera?
A mí no me importa, yo seguiré disfrazándome como loco pa´ que la gente quede loca.
¿Usted sabe que es sentir pena?
Yo era el tipo más tímido de la tierra, era muy penoso, llegué a tener novia bien tarde por eso. Pero después aprendí que la pena no sirve de nada. Por pena dejamos de decir y hacer cosas.
En esta temporada política lo vemos criticando fuertemente a algunos candidatos. ¿Está trabajando para alguno de ellos?
No. Solo quiero que la gente vote bien y que los foráneos no se lleven los votos del Cesar.
Actualmente no trabaja para políticos, pero sí trabajó durante la campaña a la alcaldía del mandatario Fredys Socarrás Reales.
Sí lo hice. En tres ocasiones. Vea, cuando él era funcionario público y ocurrió la tragedia de mi hijo, él me ayudó mucho como servidor público. El momento más duro de mi vida fue ver la enfermedad y la muerte de mi hijo. El doctor Fredys siempre me acompañó, estaba pendiente de que atendieran oportunamente a mi muchacho.
¿Cuántos años tiene?
43 años.
¿Cuántos hijos?
Tengo cinco.
¿Cuáles son sus planes para el futuro?
Yo vivo como si fuese el último día. Solo espero que haya oportunidades para todos y que podamos vivir en un país sabroso.
PanoramaCultural.com.co
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