Ocio y sociedad
¿Y si escribimos cartas?
A propósito del día mundial del correo visité el lugar donde funcionaba en Valledupar la primera oficina de correspondencia; estaba ubicada en los alrededores de la plaza Alfonso López. Por muchos años trabajó allí el señor Álvaro Cerchar Ovalle quien recuerda que 20 años atrás 10 mensajeros se encargaban de entregar el correo en la ciudad.
“La gente antes se escribía porque no había otro medio, solo ése”, repetía. Su comentario me recordó a Ángela Vicario, personaje central de Gabriel García Márquez en su obra “Crónica de una muerte anunciada”. “Escribió una carta semanal durante media vida” al esposo que la devolvió en su primera noche de bodas, Bayardo San Román.
Regreso a la actualidad y pienso nuevamente en obras pero esta vez musicales: “Ay mándame un washapp, dónde estás, para ir por ti”, dice una canción interpretada por el artista de música vallenata, Iván Villazón. -¿Y qué tal si le manda una cartica?- me pregunto.
Doña Gabriela Gutiérrez quien vive en una casona de más de 300 años de construcción ubicada al frente de lo que era la oficina de correos de Valledupar, recuerda las veces que cruzó la angosta calle para enviarle cartas a un familiar en Guacarí, Valle del Cauca. “Pero eso fue hace muchos años. Ahora hablamos por celular”, me dijo.
Por su parte, Elba Cárdenas, habitante también de esa vivienda, recordó lo lleno que permanecía el lugar “podrá usted imaginarse a padres escribiéndole a sus hijos, a novias desdichadas cultivando amores lejanos…”.
“Envíame una señal, que te he buscado en Facebook, Instagran, Twitter y no te he podido encontrar”, dicen en una canción los reggaetoneros Ñejo y Dalmata. -¿Y una cartica?-
Le pregunté a una amiga si alguna vez ha escrito cartas de amor y su respuesta fue un rotundo ‘no’. Un ‘no’ con cara de asombro, un ‘no’ de esos de madres a hijos pequeños, un ‘no’ tan fuerte que siendo ella psicóloga pensé que su próxima consulta sería para mí. “La tecnología ayuda mucho. Skype, Viber, Line, se han convertido en nuestros cupidos”, me dijo. -¿Y ni una cartica?- insistí. Comprenderán si no describo nuevamente el ‘no’ de su respuesta.
¿Y las cartas de Ángela Vicario? ¿Y los 15 años que por una carta esperó el coronel que no tenía quien le escribiera? ¿Y las cartas que en medio de su laberinto mandó el general a Manuelita Saénz? ¿Qué habría sido de estas obras si las cartas hubiesen sido consumidas por un mundo globalizado?
“Todavía se mandan cartas pero correspondientes a empresas o entidades públicas o privadas”, retomó doña Elba. ¿Y si retomamos la escritura de cartas personales? Pregunta mi inocencia.
Herlency Gutiérrez
@HerlencyG
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