Ocio y sociedad

68 años del magnicidio de Gaitán

Diógenes Armando Pino Ávila

08/04/2016 - 05:00

 

Jorge Eliecer Gaitan / Foto: Lacasadelahistoria.com

El tema que iba a tratar eran los 100 primeros días de gobierno de los alcaldes municipales, pero convencido de que para muchos pueblos eran 100 días de trágica inercia y de ineptitud administrativa, decidí entonces, tomar una tragedia mayor, el 68 aniversario de la muerte del gran líder liberal Jorge Eliecer Gaitán.

El nueve de abril se cumplen 68 años del asesinato de Gaitán. Es una fecha luctuosa que el país no ha podido superar, pues la pérdida de este gran líder le significó a nuestra patria un alto costo en vidas, odios y destrucción que aún no termina.  Dicen los historiadores, los politólogos, los analistas y los estudiosos que ahí está el origen de la violencia que aún hoy azota al pueblo colombiano y que todavía tiñe de rojo sanguinolento el verdor de nuestros campos.

Los conservadores asesinaban liberales y como contrapartida los liberales también asesinaban conservadores en un juego violento de muerte y destrucción que en su fondo llevaba un aguijón malsano e invisible que era manejado desde la capital, donde los lideres, los jefes (ahora se les diría capos) de los grupos en contienda se disputaban la tenencia y la propiedad de la tierra y que, sin más, dio origen a los grandes latifundios que aún hoy dominan la tierra productiva de esta patria sufrida.

Con este pretexto nacen las guerrillas, esas que se han perpetuado históricamente en una lucha, antaño romántica, y si se quiere, altruista en sus inicios, ya que eran motivados por un ideal libertario y en su discurso pregonaban la defensa del pueblo. Pero andando el tiempo se esfumó ese romanticismo y se disipó el altruismo, pues la guerra endurece los corazones y parece que oxidara los principios, y poco a poco empezaron a empañar ese estatus de luchadores sociales en procura de reivindicaciones para los desvalidos, y desafortunadamente, pasaron a una lucha despiadada y sin cuartel que desvirtuó sus orígenes y terminaron causando más mal que bien.

Que al oído de toda Colombia resuene como un eco la voz de este coloso llamado Gaitán y que en el cerebro de todos los colombianos resuenen las palabras que pronunció el 7 de febrero de 1948 en la Plaza de Bolívar en esa histórica marcha del silencio que convocó sesenta días antes de ser alevemente asesinado.

Dirigiéndose al presidente de entonces, Mariano Ospina Pérez, pronunció su discurso de los que tomo algunos apartes por considerarlos vigentes en la Colombia de hoy.

“…Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad. Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.”

“…Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y de civilización! Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!

Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.”

Ojalá esta fecha sea tenida en cuenta para reafirmar de parte del gobierno y de las guerrillas el compromiso ineludible de pactar la paz y desde la otra orilla, ojalá el expresidente Uribe y sus émulos depongan por fin sus ánimos exaltados y se vinculen decididamente a este propósito colectivo de alcanzar la paz para nuestra nación.

¡Dios ilumine a todos los colombianos!

 

Diógenes Armando Pino Ávila 

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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