Ocio y sociedad
La vida que se esconde detrás de un club de dominó
Desde hace más de seis años, de lunes a viernes y en ocasiones, los fines de semanas, un grupo de aficionados al juego de dominó se dan cita en el parque del barrio Obrero de Valledupar para echarse unas “partiditas” y de paso, nutrir una amistad que sobrepasa el interés por el juego y las tertulias que diariamente sostienen.
Entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche, el parque de este tradicional sector de la ciudad, cambia su rostro. La soledad que impera en horas de la mañana, desaparece paulatinamente con el sol para dar paso a la alegría y camaradería que surge entre las personas que se acercan, incluso de otros barrios a integrarse alrededor del juego.
Con la llegada de los jugadores aficionados al dominó al parque, los vecinos se volvieron a sentar frente a sus casas a conversar como anteriormente se hacía en el viejo Valledupar, el sitio se hizo más transitado, atractivo y seguro para los niños que en las tardes se les ve saltando y practicando deportes diversos.
Al principio cuando empezaron a reunirse, una sola mesa bastaba, ahora son cuatro y aunque hace aproximadamente dos años la administración municipal construyó unas mesas de concreto en el parque, ellos prefieren las de madera porque no se calientan y porque el sonido que surge del contacto de la ficha de baldosa con la madera es música para sus oídos.
De esas cuatro mesas que se sitúan a lo largo y ancho del parque, la primera de ellas es quizá la más nutrida en asistencia y la que más llama la atención de los desprevenidos transeúntes que pasan y de los vecinos del lugar. Es la mesa de los veteranos; caballeros mayores, pensionados y algunos dedicados a sus negocios propios, condición que les permite ser flexibles en el tiempo y faltar poco a la habitual cita.
En este particular club de entusiastas del juego cruzado se encuentra de todo: médicos, abogados, contadores agrónomos, veterinarios, políticos, ex magistrados, vendedores de seguros, vendedores de carne y hasta un narrador de chistes que tiene un programa en una conocida estación de radio de la ciudad. Todos con un recorrido de vida tan amplio y un repertorio largo de anécdotas que sirven para ambientar el juego diariamente.
Para estos señores, el dominó ha sido el pretexto para deshacerse de los afanes del día a día y de la vida misma y especialmente, para fortalecer la amistad, ya que sus reuniones no se limitan al espacio de la mesa y las cuatro sillas de una partida.
Ellos han logrado integrarse y hacer celebraciones conjuntas en los cumpleaños, la temporada navideña y en pequeños campeonatos como el que realizarán el domingo 27 de noviembre. Una jornada en la que han previsto jugar e integrarse con otros aficionados más jóvenes que llegan al parque.
Si bien el dominó fue inventado por los chinos, maneja un lenguaje universal que le permite ser practicado por niños, jóvenes y adultos en los cinco continentes. Da la posibilidad de jugarse de manera individual pero generalmente se hace en pareja. Consta de 28 fichas, siete por cada jugador, que se distinguen por las pintas negras. La mayor es la del doble seis y la menor es la doble cero o “pelá”, como comúnmente se le conoce en la costa Caribe colombiana.
Para salir victorioso en este juego, los miembros de este club de veteranos aficionados recomiendan llevar, en lo posible, una secuencia de las fichas que lanza el compañero. Popularmente se le conoce como un juego de lógica matemática que ejercita la mente y ayuda a combatir al gran enemigo alemán, el Alzheimer. Dicho análisis, dicen los jugadores, permite entrever qué fichas tiene el adversario.
Distintamente a las partidas de dominó que se juegan en sitios privados como casinos, a las partidas de dominó del parque del barrio Obrero no se llega con la idea de capitalizar porque cada juego tiene una tarifa establecida de 500 pesos, el propósito principal es pasar un rato agradable y recrearse entre amigos porque no se juega con todo el mundo; precisamente para evitar momentos acalorados y en este espacio debe reinar la armonía y la integración con el espacio mismo y con todo el que llegue a compartir en él.
Lo cierto es que el juego de dominó es una práctica muy ligada al ser costeño y a las tradiciones propias del Caribe colombiano; en este territorio se aprende desde muy pequeño a “meter fichas”. Es una recreación popular que se desarrolla en diferentes lugares del mundo, tal vez con estrategias de juegos distintas pero que conservan un mismo lenguaje transmitido de generación en generación.
Samny Sarabia
@SarabiaSamny
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