Ocio y sociedad
45 años de un Progreso que cambió Valledupar
Algunas historias no deben dejar de contarse y ésta es una de ellas. Entre los numerosos casos de superación que ha conocido Valledupar, el ejemplo del señor José Del Carmen Ropero hace de esta ciudad un lugar donde todo es posible, hasta los sueños más inaccesibles.
Dispuesto a encontrar un trabajo de jardinero o en una finca, José del Carmen llegó a la ciudad de los mangos cuando sólo tenía 16 años. Valledupar era entonces un remanso de paz que se extendía hasta la calle doce y donde el barrio Novalito todavía no existía.
Sus numerosas gestiones para encontrar un empleo no parecían dar frutos y, sin embargo, la suerte se presentó por sorpresa en el Mercado público, hoy conocido como la Galería. El señor José Díaz Barragán se hallaba sentado en su tienda de ropa, contemplando impasible el gentío que iba y regresaba.
La silueta desesperada de un joven lo interpeló. José Díaz lo detuvo en uno de sus viajes incesantes para descubrir lo que hacía y, en ese momento, el señor José Del Carmen le respondió con toda naturalidad: “¡Busco trabajo!”. En esa respuesta debió resonar la determinación o la sinceridad de quien hoy describimos, porque el dueño de la tienda no dudó un instante.
A quema ropa, el señor Barragán cogió de su estantería una docena de pantaloncillos marca “Fuje” y se los entregó con un comentario que hoy todavía resuena en su memoria: “¡Rebúscate con esto! La docena vale $84, por unidad son $10, por cada pantaloncillo que vendas te ganas $ 3.00”.
Lo que siguió fue una obra del destino. Emulando el modelo de su madre, el señor Ropero quiso responder de la mejor manera a ese gesto de confianza y, tras subirse a un bus de Transportes Cosita Linda que se encontraba justo enfrente, el joven logró vender en menos de media hora la totalidad de los artículos.
La suerte quiso que la mayoría de los pasajeros fueran recolectores de algodón que habían cobrado su salario en esos días y que, sobre todo, el dueño de la tienda viera su gesto de confianza correspondido por el suyo de responsabilidad. A partir de entonces, empezó una carrera empresarial fulminante que tuvo sus momentos de dificultad, es cierto, pero que el señor Ropero supo superar con creces.
Entre los recuerdos más insólitos de los inicios están las reiteradas detenciones en la cárcel del Mamón impuestas a los vendedores ambulantes. Sin embargo, eso no lo frenó en su deseo de crecer. Todo lo contrario.
En 1967, su gran emprendimiento se materializó con la compra de un pequeño local que recibió el nombre de Almacenes Progreso y que, poco tiempo después, dejaría para trasladarse en la carrera séptima y abrir el primer almacén dedicado exclusivamente a ropa y enseres de moda.
Su unión con la señora Magola Anteliz, quien acabaría administrando una gran parte del negocio, fue el impulso que necesitaba este proyecto para seguir prosperando y convertirse en uno de los símbolos del crecimiento de la urbe.
En las memorias, el Progreso queda como el primer almacén en ofrecer un espacio de libre servicio a los clientes cuando era costumbre atenderlos desde una simple estantería. Fue también el primero en incorporar bombillos fluorescentes y aire acondicionado en su interior (algo que hoy se considera normal). Pero sobre todo, destacaban los lanzamientos de nuevas colecciones que generaban una expectación inigualada en todo el centro.
Este año se cumplen los 45 años de una aventura empresarial que cambió la percepción y las costumbres de los habitantes de Valledupar. El empresario destaca la perseverancia como valor fundamental pero también la confianza que fue ganando a cada paso. “Sin la confianza de los clientes, los empleados y familiares –insiste José del Carmen–, nada de todo esto hubiese sido posible”.
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