Ocio y sociedad

Un vuelo de sueños con destino a Montreal

Samny Sarabia

18/02/2019 - 04:10

 

Un vuelo de sueños con destino a Montreal
Carlos Miguel Fonseca en Montréal (Canadá)

Durante el entusiasmo de su adolescencia, cuando se formaba en las aulas del colegio Instpecam, Carlos Miguel Fonseca Jimeno lejos estuvo de imaginar que su destino profesional estaría distante de su ciudad natal y de su amado vallenato.  Jamás pensó el mayor de los tres hijos de don Eliécer Fonseca y Lourdes Jimeno que le tocaría migrar de las provincianas tierras vallenatas a la provincia québécoise, que a su vista ya no estaría el Río Guatapurí sino el Río San Lorenzo y que del ardiente sol con el que creció en su tierra, pasaría a soportar el intenso frío en la distante Montreal.

En el año 1999, con solo 17 años de edad Carlos Miguel salió del seno de su familia y de la comodidad de la casa de sus padres en el tradicional barrio Obrero de Valledupar hacia Bogotá. Aunque en un principio quiso estudiar arquitectura, luego se dio cuenta que “en el Valle había muchos arquitectos”; luego se encaminó por el comercio internacional pero no sintió afinidad por esa carrera. Rápidamente, en una búsqueda interior por identificar su verdadera vocación, quiso ser controlador aéreo, pero nunca supo donde estudiar esa profesión en Colombia hasta que en una revista leyó sobre la ingeniería aeronáutica, su elección final.

Estando en la capital colombiana se matricula en la Universidad San Buenaventura y empieza a organizar su vida. Con deseos de proyectarse y avanzar en su propósito, se gradúa en el año 2008 como ingeniero aeronáutico. Al hacer esa elección unos años antes, creyó que su país le daría la oportunidad de desarrollarse laboralmente y alcanzar todos los sueños que de niño tuvo, pero contrariamente, su destino le demandaba una decisión que partiría su vida en dos capítulos: antes y después de su viaje a Canadá.

Al encontrar tropiezos para colocarse laboralmente, se va a vivir a Bucaramanga y empieza a trabajar llevando el inventario en una empresa de materiales para la construcción con sede en Valledupar. Viajaba a la capital del Cesar una vez al mes para verificar que todo marchara bien con los materiales de la empresa y aprovechaba para visitar a su familia. Así estuvo de marzo a noviembre de 2008. En octubre de ese mismo año, con el objetivo de perfilarse más en su profesión, hace un diplomado sobre el Sistema de Gestión de e Calidad HSEQ, siglas en inglés de Quality, Health, Safety & Environment (calidad, salud, seguridad y ambiente) en la Universidad Industrial de Santander. En diciembre, regresa a Valledupar.

En una búsqueda infructuosa, el primer semestre del 2009 se le pasa sin conseguir empleo. Para aprovechar el tiempo, toma clase de inglés y después de acordeón con ‘El Turco’ Gil y Roberto Ahumada. Ya para el segundo semestre, inicia un curso de francés; la disposición de aprender un idioma diferente y rodearse de las personas indicadas que por primera vez le hablaron de la posibilidad de inmigrar a Quebec como residente permanente, contempló por primera vez, nuevas y mejores perspectivas para su vida fuera de su país.

Desde ese momento, supo que era su oportunidad de dar un giro en el camino y cual capitán de una gran aeronave, marcó la ruta que lo llevaría en vuelo directo a Montreal, una ciudad considerada como uno de los principales centros aeroespaciales del mundo, donde se ubica las fabricas de la Bombardier Inc., una de las mayores fabricantes aeronáuticas del mundo, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y la productora de simuladores de vuelo CAE International Holdings Limited.

Carlos Miguel Fonseca Jimeno en la Villa de Quebec

Y así, como si una fuerza divina le indicara que era el camino correcto, en marzo del 2010 encuentra su primer trabajo como agente de servicio en Aerorepública en Bucaramanga. Si bien no era el trabajo soñado, al menos, sí era más acorde a la carrera en la que se había formado. Ocho meses después, encuentra una colocación en el centro de control de operaciones de Aeropuertos de Oriente. Ahí estuvo hasta finales de febrero del año 2012 cuando renuncia para viajar a Canadá. El sueño ya empezaba a hacerse realidad después de más de dos años de trámites, exámenes y entrevistas.

"Con el proceso se me venían cosas buenas y a la vez, otras regulares, pero todo eso hace parte cuando te lanzas a algo desconocido”, dice con la convicción de que los sueños se cumplen solo para aquel que se arriesga y trabaja por ellos. Todavía con las fechas y los hechos muy frescos en su mente, Carlos Miguel Fonseca narra cada detalle desde que pisó tierra canadiense: “Llegué a Montreal el 29 de mayo del 2012, la verdad con muchas cosas en mi cabeza. Me di cuenta que no sabía nada del idioma. Duré tres años sin empleo, pero en ese tiempo estuve subsidiado por el gobierno de Quebec”.

A pesar de la asistencia del gobierno, fueron años duros, de incertidumbre, pero especialmente de descubrimientos de otras culturas y costumbres, de nuevos amigos y de un aprendizaje que hoy asegura, lo ha hecho más fuerte, independiente y con mayor capacidad de adaptación y resiliencia. En esos tres años estudió inglés y francés, hizo una formación en diseño asistido por computador CATIA V5, capacitación que también fue subsidiada por la provincia de Quebec. Después hizo un diplomado en montaje de estructuras aeronáuticas y, estando en la mitad de la formación, le salió su primera práctica laboral que duró tres meses.

“Fue fuerte, dormía tres horas al día. Tenía clases de 7 y 30 de la mañana a 2 y 35 de la tarde y entraba a trabajar de 3 y 30 de la tarde hasta la 1 y 30 de la mañana. Después conseguí otra práctica por dos semanas en una empresa que hace el interior de varios aviones privados, como el Global 5000 y 6000, el Challenger entre otros. Después duré dos meses más sin empleo y la empresa donde hice mi última práctica me volvió a llamar, pero esta vez para trabajar. Ahí estuve por un año y tres meses”.

Después de tanto esfuerzo, formaciones y espera, consiguió un mejor empleo en una buena compañía. Allí comenzó como ensamblador de estructura del fuselaje del Global 7000, un business jet de Bombardier, considerado como el de mayor alcance jamás construido. Después de ocho meses como ensamblador, se postuló como coordinador técnico de no conformidades y ahí estuvo seis meses. Después le ofrecieron el cargo de agente de métodos- soporte a la producción en Stelia, donde se encuentra actualmente.

Al indagarle sobre sus tareas específicas, explica de forma más sencilla de lo que realmente es: “El trabajo consiste en brindar soporte a la producción en caso que no entiendan cómo realizar el ensamblaje. Si la ficha técnica tiene errores, toca arreglarla y enviarla a la persona responsable para que la modifique y la producción no cometa nuevas equivocaciones. Si se daña una pieza en el momento del ensamblaje, hago una ficha técnica para quitarla y colocar una nueva, siguiendo los parámetros de diseño del fabricante”.

Lo que más extraña de Valledupar es su familia y la comida criolla, de resto, se ha adaptado y expresa que, gracias a las políticas del gobierno y las costumbres de la población quebequense, ha aprendido a respetar y a tolerar muchas cosas. Lo que más valora de su vida en Quebec es que la edad no es un impedimento para cambiar de profesión y para trabajar, que hay restaurantes muy buenos que ofrecen comida de todas las partes del mundo, variada oferta cultural de Montreal, que las personas se esfuerzan por conservar las amistades y que poco se habla de política y religión, temas que paralizan y polarizan a países como Colombia.

No blasfema de su país porque lo ama y siempre que tiene la oportunidad de volver, lo hace sin dudarlo pero invita a la juventud a soñar y abrir su mente a nuevas experiencias y a culturas desconocidas, a mirar otros horizontes que les permita ganar experiencia en el plano laboral, académico y especialmente en el personal, que aprendan a aceptarse como son, a conocerse muy bien porque es la manera de saber de qué son capaces de lograr, que aprendan a vivir el presente y a aceptar que las cosas están y no están por una razón.

Hoy, con 37 años de vida, tiene muchos sueños aún por cumplir, quiere diseñar y construir aviones, formar una familia, seguir aprendiendo de esas personas que ha conocido en este viaje, y a pesar de la distancia, sueña con ver a su ciudad en mejores condiciones; quiere regresar y ver que la gente a adoptado costumbres tan básicas como respetar al otro, no botar la basura a las calles o cuidar los parques y los bienes comunes.

 

Samny Sarabia

@SarabiaSamny

2 Comentarios


Sandra liliana 18-02-2019 02:11 PM

Al tener ausencia de corrupción en la.política y gobierno, se presentan este tipo de oportunidades. Que bueno saber que la edad no es un impedimento para empezar de nuevo, mientras que el colombiano un año mas disminuye tus posibilidades y valía ante el sector privado y publico. Felicidades a Carlos Miguel, merece todo lo bueno que le está pasando.

Greison gutierrez 26-02-2019 12:26 PM

Excelente CAM. FELICIDADES!

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