Ocio y sociedad
Plegaria frente al nido vacío

Hace tiempo, cuando mis hijos apenas emplumaban, jamás pensé que se marcharían a tejer su propio nido; pero el momento llegó y entonces supe que no existe soledad más sola que una casa sin niños.
En ese momento redacté una plegaria, desde el fondo de mi corazón, buscando exorcizar mi nostalgia: “¡Cuánta falta nos hace su ternura! sus pies descalzos, la primavera de sus ojos, sus cabellos en desorden, su olor a trompo y a lápices de colores”.
Desde entonces, la nevera se tornó silenciosa, sin ladronzuelos que se empinaran, detrás de la puerta, tras la leche del desayuno; no volvimos a esconder el pan en la caja fuerte, las bicicletas oxidadas, los muebles sin la alegría y el colorido del desorden, y esa música de locos que a ellos encantaba, muriéndose de tedio en el fondo del baúl.
Pero gracias a Dios, llegaron los nietos y volví a leer los consejos de Jalil Gibrán, poeta libanés: “Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos de la vida; vienen a través de vosotros, más no de vosotros y aun cuando vivan con ustedes no os pertenecen. Podéis dar albergue a sus cuerpos, más no a sus almas; podéis esforzaos ser como ellos, más no intenten jamás hacerlos a la imagen de vosotros, porque la vida no se detiene en el ayer. Padres y abuelos son el arco que los disparan como flechas vivas. El arquero ve el blanco en el sendero del infinito, los dobla con todas sus fuerzas para que las flechas vayan veloces, lo más lejos posible, esa será vuestra dicha”.
Todo eso es cierto pero mientras estén con nosotros, saldré corriendo al encuentro de mis nietos; me sentaré en la grama, escucharé sus increíbles historias, sus secretos, prepararemos sopa diabólica, la ensalada de mango biche con limón y sal, nos bañaremos en la lluvia, sin importar el resfriado de mañana y los insultos de la abuela; cantaré con ellos, aun cuando no me pasen los éxitos de Maluma, Daddy Yankee y Nicky Jam.
Pero es inevitable: los nietos, como los hijos, no nos pertenecen: también se marcharán y cuando el nido nuevamente quede vacío, la soledad y los recuerdos pesarán una tonelada.
De todas formas, hoy le pararé pocas bolas a los consejos del Gibrán. No lo niego: ¡Que falta nos hacen esos carajitos! Pero es la ley de la vida y algún día a ellos, inevitablemente, les pasará lo mismo.
Henry Vergara Sagbini
Sobre el autor

Henry Vergara Sagbini
Rocinante de papel
Profesor y médico. La columna “Rocinante de papel” es una mirada entrañable a la historia y geografía del Caribe, y en especial de Cartagena (ciudad donde reside el autor).
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